Hoy, mañana y el sábado, la cantante presenta Hilda canta Charly en el Teatro Coliseo; la historia de un proyecto que nació de casualidad y que repasa toda su historia al lado del autor de “Rasguña las piedras”
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Hilda Lizarazu no sabía que Charly García iba a volver a ser una pieza clave en su vida artística. En febrero del año pasado, con sus amigas Andy Cherniavsky y Gabi Aisenson sacó su pasaje para una vacaciones soñadas en Nueva York, en octubre. Para Hilda iba a significar el retorno, una vez más, a la ciudad en la que vivió durante su adolescencia y para una de sus amigas, la histórica fotógrafa del rock argentino, Andy Cherniavsky, la primera visita a la Gran Manzana. Quisieron las casualidades –y las causalidades–, que en paralelo a los preparativos para el viaje creciera, tomara forma y se desarrollara la propuesta de la esquina Charly García en NY, en donde el músico fue retratado para la tapa de Clics Modernos.
“Fue el azar mismo. Yo no viajé para esa inauguración, viajé con mis amigas. Fue un viaje que teníamos planeado, con los tickets sacados, para finales de octubre. De hecho viajamos el día del cumpleaños de Charly (23 de octubre). Íbamos a estar siete días nomás en Nueva York. Andy Cherniavsky, fotógrafa icónica del rock argentino, nunca había estado en Nueva York, entonces era un viaje de amigas de toda la vida. Ambas habían perdido a sus madres, era un viaje muy femenino y materno. Las tres somos madres y viajamos solas y luego, ya con ese ticket sacado y nuestro itinerario ya premeditado, aparece Mariano Cabrera en las redes con este asunto de la esquina Charly García y los cuarenta años de Clics Modernos”. Hilda y sus amigas debían volver antes del día de la ceremonia, el 6 de noviembre, pero cambiaron la vuelta para extender la estadía y, en el caso de ella, poder cantar tanto en el acto público como en la velada que se realizaría luego en la Cancillería Argentina.
De algún modo, su siguiente paso discográfico estaría marcado a fuego por esa vivencia, por la emoción que le produciría repasar su trayectoria con Charly, ver a Josi García Moreno, hermana de “Say No More”, dirigirle unas palabras a los fanáticos del artista esa mañana de noviembre. “Ella es maestra de canto y le propuse que además de sus palabras cantara y dijo que si; fue hermoso. Después me ayudó con ‘Inconsciente colectivo’ y me emocioné mucho”.
Así es como resultó natural que, luego, con su pareja Lito Vitale, se metiera de lleno a indagar en el amplio repertorio de Charly con la idea de homenajearlo en un disco desafiante, fresco y que la ubica en un sitio preferencial como intérprete.
–¿Cómo nació el disco y cómo se dio la elección de estas once canciones?
–Fue una elección al libre albedrío. Tratamos de abarcar la mayoría de los proyectos musicales de Charly: Sui Generis, La Máquina de Hacer Pájaros, Serú Girán y su etapa solista. Lo único que no hicimos fue PorSuiGieco. Estábamos bien con once temas, porque ahora pretender que la gente escuche 40 minutos de música seguidos es algo complicado. Los temas los elegimos con Lito Vitale y mi desafío fue abordarlos desde la voz femenina, interpretándolos. Hubo canciones que me interpelaron: ¿qué digo, “soy una indecisa o un indeciso”?. Le cambié el género y en “Rasguña las piedras” me pasó lo mismo. Yo muchas veces me identifico con la duda, tengo esa particularidad y cuando tengo certezas es una enorme alegría. En “La canción del indeciso” yo canto que soy una indecisa y que nunca supe bien qué hacer, y en este caso me parece que sí supe qué hacer. Estamos celebrando laburar por primera vez con Lito en algo discográfico. Si bien lo había invitado a poner pianos en mis discos solistas, nunca hicimos un disco tan juntos y fue hermoso laburar con él. Es un capo total. Lito tiene una particularidad fuera de serie. Él puede dirigir a distintos grupos musicales. En el show vamos a ser nueve en escena y en los ensayos todo fluye con mucha alegría. Bueno, también me pasó con Los Enfermeros, pero como últimamente estuve tocando en formato dúo, este proyecto me alegra.
–Muchas de estas canciones las cantaste como corista, pero no como voz líder. ¿Tomaste alguna referencia de Fabi Cantilo, por ejemplo?
–No, con Fabi estamos hermanadas por timbre musical y por la cultura que compartimos, pero siento que hay una gran diferencia entre nosotras en la interpretación. De hecho, el otro día escuché una canción que no sabía que había grabado ella, “Desarma y sangra” y cada una tiene su voz y su color. No busqué referencias ni en cantantes mujeres ni en cantantes hombres. Escucho lo que hacen mis colegas, pero no busco parecerme a nadie.
–¿Qué descubriste o redescubriste al abordar estas canciones?
–Una inmensa emoción de cantar, llámese “Rasguña las piedras”, que tuve que parar un poquito porque se me cerraba la garganta; “La máquina de ser feliz”, de 40 años o más después... Mirá, te estoy hablando del comienzo y del final del disco. Hay unas melodías y unas letras tan hermosas que volver a cantarlas me produce mucho compromiso y mucha responsabilidad. Lo pensamos con Lito: estas canciones están siendo reinterpretadas, homejeadas con mucho respecto, sin buscar la innovación de un sonido, más que el que nos sale orgánicamente. No buscamos cambiar de formas y fue fluyendo de acuerdo con nuestro sentir actual. Por ejemplo, en “Cómo mata el viento norte”...
–Que no la habías cantado nunca...
–Nunca la había cantado. Ese tema es una hermosura y me dio tanto placer cantarlo. Es del 76, de La Máquina y ahí está. Me parece muy hermosa la letra. En este disco lo pensaba en estos días, emerge un costado tierno de Charly que tal vez no se percibía en las últimas décadas y eso fue lo que elegimos para sacar a la luz, esas canciones que dicen “mi pequeña almita baila de alegría”.
–Uno se olvida de ese Charly...
–Por la impresión del Charly de los últimos 30 años, de carácter más impresionista, rockero y grafiteado, que hace que lo que ocurrió en discos anteriores quede oculto. Pero esos temas están y siguen emocionando. Se nota que en ese momento estaba transmitiendo algo que tenía que ver con su paternidad.
–Abarcaste todo el arco de la carrera de Charly, solo te faltó el nuevo disco...
–La lógica del escorpión, que va a salir en la segunda mitad del año. Estoy presente con una voces en ese disco. Pero no hice un tema de ese álbum, primero que los interprete Charly.
–¿Pudo escuchar el disco Charly?
–Sí, fui a su casa a escucharlo con él. Lo escuchamos entero tomados de la mano, llorando. Para mí fue como rendir un examen, le estaba mostrando un disco en su honor. Pusimos la música al palo y me tiró muchísimos halagos, cosa que me alivianó bastante. Quería escuchar el disco con él y eso ocurrió. Así que mi pequeña almita baila de alegría (vuelve a referir a “Cómo mata el viento norte”). Los sonidos de Lito le encantaron, y le pareció un disco mío con canciones de él, cosa que parece una redundancia pero no la es.
–Vos volviste al país no muchos años antes de que Charly fuera a grabar a Nueva York por primera vez, ¿no?
–Yo volví en el 81 y él fue para allá en el 83. Regresé a la Argentina a mediados de 1981. Yo nací en Curuzú Cuatiá, pero ahí estuve dos días nada más. Eso quedó para Wikipedia y para el horóscopo. Nunca toqué ahí, pero lo menciono en una canción, “Te reís”. Ya iré un día a tocar allá. En Nueva York, yo no vivía en Manhattan, vivía en Long Island. Es como vivir en el Conurbano, a una hora y media de tren. Este último viaje me hacía mucha ilusión. A mis amigas les dije que después de los primeros tres días me iba a ir a ver a mis amigos del colegio y que después seguía el viaje con ellas.
–¿Estuviste en contacto todos estos años con tus amigos del colegio?
–Sí, son mis amigos de toda la vida, siempre estamos en contacto. Ellos estaban muy emocionados porque también los invité al Consulado. No era la primera vez que me veían porque ellos me vieron cuando fui con Charly García a tocar. Me vieron en el Ritz de Nueva York (1990). Esta vez, como Charly no estaba, yo canté sus temas. Y me emocionaba la situación, que estuvieran mis amigos sorprendidos de verme interpretar esas canciones. Vine en el 81 pensando que iba a regresar a instruirme fotográficamente allí, a hacer alguna universidad de arte, NYU, alguna, pero luego cuando vine a la Argentina me embelesé con este país.
–Y eso que caíste en el 81...
–¿Viste? Caí en el 81 con 17 años y empecé a trabajar en el archivo fotográfico Image Bank, que venía de Nueva York y que lo dirigía un argentino. Yo archivaba imágenes que estaban catalogadas por diferentes temáticas y venían las agencias de publicidad y alquilaban los derechos de “un atardecer con niños en la playa” o lo que fuera. A todo esto, Andy Cherniavsky y Charly García estaban buscando la tapa de Peperina. Y sale de ahí, del Image Bank. Después, Cómo conseguir chicas, también.
–¿A Charly lo conociste en ese momento?
–No, en el Image Bank conocí a Andy y ahí empezó una amistad fotográfica; luego fuimos socias unos meses pensando que podíamos trabajar en publicidad. La vida fue dando vueltas...
–¿Vos viniste con material de allá?
–Sí, vine con un portafolio con las fotos montadas, con lo que había estudiado durante el secundario. Me especialicé en artes visuales y tomaba clases de fotografía fuera del colegio. Revelábamos transparencias, con el profesor de fotografía, que había estado en Vietnam y escuchábamos a Hendrix mientras trabajábamos. Los maestros de la escuela pública a la que fui en Long Island eran parte de la historia sociopolítica de Estados Unidos: habían estado en distintas guerras. En este viaje me enteré que una maestra japonesa que tuve, resulta que durante la Segunda Guerra trabajó en una fábrica de bombas.
–Tus amigos son todos de Long Island, ¿cuántos son los de ese grupito exclusivo?
–Somos cuatro. Éramos del art club. Uno es concertista y profesor de música, otro, que ya está jubilado, trabajaba en una empresa de informática y mi amiga pinta y es ama de casa.
–Ahora es fácil porque entran a Spotify y te escuchan, pero en la época de Man Ray no...
–Igual estaba en contacto con ellos. Cuando fui con Charly llevé CD, ya estaba con Man Ray, era multitarget en esa época porque tenía el proyecto propio con Tito (Losavio) y estaba en la banda de Charly.
–Vos empezaste con Suéter, ¿no? Lo conociste a Miguel Zavaleta, se enamoraron y ahí arrancó todo...
–Sí, así es. Miguel era el líder de la banda y yo recién canté en el segundo disco, en Lluvia de gallinas, donde aparece “Amanece en la ruta”. Quiero volver a escuchar ese disco porque es muy ochentoso, es del 84. Yo hice la tapa. Miguel lo presentó con gallinas en el escenario y tuvo una queja de la sociedad protectora de animales: soltó cuatro, cinco gallinas en el escenario y se metieron entre el público.
–¿Eso dónde fue?
–En el Coliseo, donde voy a presentar el disco. Es un teatro en el que pasaron un montón de cosas, como los primeros shows de rock argentino los domingos al mediodía. Ahí Charly tocó cuando cumplió 50 años y yo salí a cantar con él con mi hija Mía en brazos. No la podía dejar, no sé qué pasó. Ya tiene 22, vive sola. Yo vivía en Córdoba cuando eso ocurrió. Cada tanto se viraliza el video de ese momento. Hace unos años lo viralizó Lula Bertoldi (Eruca Sativa), que tiene dos hijos y entiende lo que es la maternidad y el rock, algo que pareciera muy contrastante, que lo es, pero con cuidado y protección las cosas pueden funcionar. Mía se dormía en los shows con la música de Charly. En Córdoba, Charly estaba tocando con el Marshall a once y ella estaba dormida. Ahora se volvió a viralizar ese momento porque alguien puso en redes: “Me falló la niñera”, con mi video de ese día. Es divino. Yo le pasaba a Mía a una amiga pero ella no quería y fue Gieco el que me dijo: “Ponele algodoncitos y salí con ella. Sabés qué, no se lo van a olvidar jamás”. Mirá qué visionario León, así fue.
–Vos dejaste de tocar un tiempo, te dedicaste a full a la maternidad y cuando creíste que ya era tiempo, regresaste...
–Tal cual. Volví como solista, con Gabinete de curiosidades. Se cumplen 20 años de mi carrera solista, que es más larga que el período con Man Ray.
–Qué te llevó a ir a Córdoba y qué te trajo de vuelta?
–A irme, que ya estaba saturada de llevar adelante un grupo. Había empezado una riña de egos que no estaba buena para mí, se terminaba el contrato discográfico con la multinacional, que era Sony y yo ya había dejado la banda de Charly García y ya había empezado a opacarme el sentimiento de llevar adelante un grupo. Sentía que no me estaba dando alegría. Por mi forma de ser, si no estoy sintiendo lo que hago con alegría, no puedo actuar y hacer que está todo bien. Al disco le puse Larga distancia, al último de Man Ray, sabiendo que me estaba despidiendo. Yo les decía: “sigan ustedes con el proyecto”, pero eso no se dio. Yo ahí me desprendí y salí del haz de luz. ¿Qué vas a hacer? Yo no sabía pero sabía que necesitaba reformatearme. Me puse Led Zeppelin al mango en medio del campo, me fui con el papá de Mía, quien luego fue el padre de Mía, porque no fuimos con cría al pie, como dicen los gauchos. Yo alquilé mi PH acá y fuimos con una adelante y otra atrás a ver qué pasaba en el campo, en el pie de sierra, en Sinsacate, sobre el Camino Real. Si ahora miro para atrás siento que es importante escucharse cuando uno tiene que tomar una decisión que resulta un volantazo. Yo esas decisiones tardo en pensarlas, reflexionarlas, no soy intempestiva. Es como la separación de una pareja.
–Cuando empezó Man Ray, Tito Losavio y vos eran pareja, después cortaron pero la banda logró seguir...
–Cuando empezamos sí, cuando terminamos, no. Nosotros seguimos, estuvimos más tiempo separados en la banda que juntos. Cortamos después del segundo disco, Perro de playa y después vinieron cuatro discos más. Al principio sangre fría, después amigos, cada uno con su pareja. Yo en los ensayos me quedaba afónica. Empecé a ir al médico a ver qué me pasaba y me dijo: “tenés angustia”. “Ah, mirá, ¿y cómo me la saco?”.
–La figura tan potente de Charly, en lugar de facilitarte la trayectoria solista, te la complicó?
–No, en absoluto. A mí Charly siempre me habló muy claro y solo en algún episodio donde hubo alguna especie de reto, “si vas a tocar a ese barcito no tocás más conmigo”; pero siempre fue muy generoso en lo musical. Cuando estaba terminando Perro de playa, que se lo fui a mostrar a la casa, yo musicalmente por error propio estaba en una situación de autoevaluación con respecto al conocimiento teórico de la música, que termina siendo necesario pero no tanto para la música popular. Tenés un éxito y por ahí no sabés ni qué acorde estás tocando y eso no está ni bien ni mal. Yo antes pensaba que eso estaba mal y que no me merecía lo que me pasaba, ahora, luego de años de terapia con ustedes (los periodistas), entendí que las cosas ocurren porque uno también es artífice de su propio destino y de su propia cepa. Charly me apoyó en muchos sentidos con Man Ray. Cuando le hice escuchar todo el disco me preguntó si no le dejaba producir un tema. El fue generoso con mi otro proyecto artístico y después de varios años de ser parte de Los Enfermeros y de Man Ray, cuando con ellos tocábamos en una plaza de toros para 20.000 personas y con Man Ray en un bar de esquina, yo tomé esa decisión de decicarme íntegramente a mi banda. En ese momento me dijo: “Te va a ir bien” y no hubo ningún escándalo.
–Cuándo te fuiste de Los Enfermeros entró María Gabriela Epumer, ¿no?
–Sí. Yo los junté a todos en Miami, debajo de una palmera; al Zorrito (Quintiero), a (Fernando) Lupano, al Negro García López. Y algunos me dijeron: “¿por qué no me avisaste a mí antes?”. María Gabriela recién entraba, llegamos a coincidir con ella. Charly para mí siempre fue constructivo a nivel musical con mi historia, incluso en la segunda, tercera vuelta, cuando él ya había pasado por varias internaciones y estaba en cierta forma más acotado por la medicación. Cuando hicimos el Vélez reflexionamos sobre temas de los que nunca antes habíamos hablado. Yo estaba ya con Mía y necesitaba orden, no podía acompañar la euforia ni quería, por eso pedí que se organizaran los horarios de los ensayos, que tuvieran un comienzo y un final concretos. “Yo tengo muchos temas en acordes menores, ¿no?”, me dijo un día. Era un Charly reflexivo de su música. Ese show y esa segunda parte de mi estadía con él a mí me puso en un lugar importante. Ya habían pasado varios años, estaba con mi carrera solista y ya había entendido cómo era la dirección de algo. Tuvimos conversaciones enriquecedoras y fueron las últimas veces que toqué con él. Fuimos a Perú, a Israel y el manager de ese momento me decía: “No te vas a ir ahora”. Todo estaba buenísimo y continué.
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