El argentino es protagonista de uno de los seis episodios de Beplaying: La voz detrás del sonido, la docuserie de Star+ que registra el recorrido de los DJ más destacados del mundo; en diálogo con LA NACION habla de inicios, del secreto del éxito y de los prejuicios que enfrentó
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“La música es la mejor compañía”, dice Hernán Cattaneo en varios tramos de su distendida charla con LA NACION. El argentino es una de las seis figuras elegidas por la plataforma de Disney para el público adulto, Star+, para integrar la miniserie sobre los DJ más importantes del mundo, Beplaying: La voz detrás del sonido, documental episódico producido por otro DJ de nuestro país, Tommy Muñoz, que ya se encuentra disponible en el servicio de streaming. En el capítulo dedicado a Cattaneo, no solo podemos ver cómo es su proceso creativo sino también cómo su pasión por la música electrónica lo condujo a persistir a pesar de los escollos, a no sucumbir a los prejuicios cuando ser DJ era imán de muchas declaraciones peyorativas y preconceptos que se fueron reconvirtiendo.
En la actualidad, mientras se prepara para varias presentaciones -el año próximo será parte de una nueva edición de Sunsetstrip, auspiciada por Corona, que se llevará a cabo el 2 y 3 de marzo en Ciudad Universitaria- y disfruta del prestigio que construyó a base de navegar diferentes épocas y cambios culturales, el consagrado DJ asegura que no quiere perpetuar los prejuicios que él mismo recibió.
Por lo tanto, se embebe de lo que ofrece la nueva generación de artistas y en su cotidianidad se produce un constante intercambio de canciones de diferentes estilos, de músicos y bandas de lo más diversas, de referentes fundacionales y de figuras emergentes. Con motivo del estreno de Beplaying (en cuyos episodios también vemos la preparación de otros DJ como Armin Van Buuren, Carl Cox, las australianas Nervo, Afrojack y Richie Hawtin), Cattaneo habló con este medio y reafirmó que el secreto del éxito reside, precisamente, en una apertura que garantice el enriquecimiento personal y profesional.
-¿Cómo fue revivir tu infancia para el documental, recordar el rol que cumplió la música en esa etapa?
-Yo empecé a pasar música de muy chiquito y nunca paré hasta la pandemia, el único momento en el que estuve días sin hacer nada, porque nunca había estado más de 20 días sin viajar. Entonces, para no volverme loco, acepté algunos desafíos que me habían ofrecido antes y uno de ellos fue el libro que saqué (El sueño del DJ, 2021), para el que ya había tenido que revivir mi vida, una experiencia muy buena, sobre todo para alguien que no es escritor. La idea en ese caso era enfocar todo desde el lado de la pasión, de hablar sobre una persona que tiene pasión por algo no tradicional, en mi caso en los años 70, época en la que no era fácil ser DJ.
Por eso, cuando Tommy (Muñoz) me planteó hacer el documental, me pareció que estaba buena la idea de mostrar el backstage, “el otro lado de los DJ”; cómo trabajamos durante la semana, cómo vivimos, las dificultades. En el libro yo ya había escrito sobre la pasión contra la lógica de mi viejo que quería que fuera abogado, médico, contador. Después de editarlo, sentí que a la gente le había parecido interesante esa parte del DJ “de día” y no tanto lo que se muestra en Instagram, como a cuántos aviones te subís. Tu vida es otra cosa.
-Más allá de esa resistencia de tu papá a lo que querías hacer, de chico mamaste mucho la cultura musical...
-Sí, a mí me vino bárbaro ser el hermano menor. A la edad que debería haber estado escuchando música infantil estaba escuchando Pink Floyd, Led Zeppelin, Jethro Tull. Dado que me hacían escuchar eso, me encantó, se me metió en el cuerpo y, ahora, el tipo de música electrónica que yo pongo se llama house melódico, house progresivo, que tiene mucho que ver con el rock progresivo de los 70 que yo escuchaba en mi casa, y por eso le dediqué mi vida a un tipo de música electrónica que está totalmente ligada a esa época, a las influencias de mis hermanas.
Mi mamá también era una persona enamorada de la música, que estaba todo el tiempo escuchando y que por eso entendía mi pasión, mientras que mi papá era un tipo del campo que escuchaba folklore y no le parecía importante tener un buen equipo de audio. Además, él se daba cuenta que a mí me gustaba mucho eso, que me alegraba, que era mi pasión.
-Vos siempre remarcás la importancia de encontrar una pasión a temprana edad...
-Sí, porque lo viví, los que nacimos con una pasión sabemos que es un privilegio enorme, porque ya de chico encontraste un norte, no dudás de nada, no te cuestan los sacrificios porque lo hacés por algo que te encanta. Mi mamá entendía perfectamente eso y mi papá, como hijo de inmigrantes, pensaba en cómo iba a progresar, y era una locura para él que yo eligiera ser artista pudiendo elegir ir a la universidad. Había un mandato muy fuerte. Entonces, toda esa etapa fue buenísima porque yo pasaba mucho tiempo rodeado de mujeres escuchando música, como lo hago ahora con mi mujer y mis hijas.
-Hablás del sacrificio y tu carrera es un reflejo de la superación de obstáculos, ¿cómo fue enfrentarse a los prejuicios en esos comienzos?
-Tuve suerte en dos cosas. Por un lado, en tener una pasión desde chico y, por el otro, ser cabeza dura. En los primeros años de la música house en la Argentina éramos un grupo de 8, 10 DJ los que la pasábamos y coincidía con el peso que en los 80 tenía el rock nacional, que no era que no me gustara. Para trabajar, me gustaba más la música electrónica house, la que se hacía para la pista y eso le gustaba a muy poca gente en la Argentina en ese momento. Entonces, era una lucha constante, siempre cuesta arriba. Nos echaban de las discotecas por no querer poner música nacional. Yo llevo 40 años de DJ y, durante los primeros 20, íbamos siempre contra la marea. En ese entonces no se pensaba en viajar por el mundo sino en encontrar a 20 personas más a las que les gustara lo mismo que a vos. Eso ya era triunfar, eso era ganar. Después vinieron años de lucha hasta que, como todo, empezaron a venir DJ de afuera y la música electrónica se volvió más popular. Además, yo tuve la suerte de que Paul Oakenfold (quien brinda su testimonio en Beplaying) me convocara como telonero para su gira después de verme en la Argentina, una cosa totalmente impensada. De allí en adelante, todo fue viento a favor.
-En el documental también se muestra cuando te presentaste en 2018 en el Teatro Colón, que fue un punto de inflexión, ¿pero cómo te caían las críticas antes de ese quiebre, como la que se popularizó de Pappo contra DJ Deró?
-A mí me molestaba que a muchos músicos de rock les molestaran tanto los DJ. Yo pensaba: “no me meto con ustedes, cada uno hace lo que quiere”; siempre pensé en que hay que vivir y dejar vivir y luego será uno quien enfrente las consecuencias de sus actos. Si bien yo no tuve ese tema con Pappo, sucedió y sí molestaba. Después, me molestaba otra cosa: que los que trabajábamos de noche éramos sospechados, como si fuéramos oscuros, eso no me gustaba nada. Yo estaba convencido de que la música electrónica no tenía nada de malo, aunque entendía que podía no gustar el entorno. Vos le decías a alguien: “Yo trabajo de noche” y te respondían “Uy, qué jodido ese ambiente”, pero de jodido no tiene nada. Entonces, con mi manager queríamos cambiar eso y buscamos llevar la música electrónica a un lugar respetado, a un lugar al que nadie mirara de costado, y él me dijo: “Vamos al Colón”. Yo pensaba que no nos iban a dejar ni mirar por la ventana, pero pudimos hacer esos shows y estuvo buenísimo porque pasamos de un extremo al otro, algo muy argentino. Pasamos de que cuestionaran que un DJ estuviera en el Colón a títulos como “Triunfa la música electrónica en el Colón” (risas). Somos exagerados para todo, es parte de nuestro ADN. El punto es que salió bien, y a partir de ahí fue todo mejor. Para la imagen de los DJ, lo que sucedió en el Colón ayudó mucho, fue un tobogán espectacular.
-En el contexto en el que estamos los argentinos, ¿cuánto pensás que cambia en nuestra cotidianidad el poner un disco, aunque sea por quince minutos?
-La música siempre es la mejor compañía, cuando estás para arriba, cuando estás deprimido, siempre te acompaña, siempre está ahí con vos y a muchos nos salva la vida. Lo escribí en mi libro: lo mejor es que no se termina nunca. No solo es tan buena sino que también es interminable. Con respeto a otras expresiones artísticas, para mí es inigualable. Ya desde chico me volvía loco la parte física, los combinados, me fascinaba que saliera música de ahí. Ya tenía un gen que me imantaba, sentía una atracción difícil de explicar. A mí la música me salvó y me trajo hasta acá y nunca bajé los brazos, aunque suene a cliché; incluso puse una disquería y me fundí porque solo vendía discos para DJ. Ahora cuento esto como una anécdota, pero en ese momento, cuando empezaba, no tenía ni un peso e igual era feliz porque llegaba a casa y ponía un disco. La música me hizo feliz siempre, cuando no me iba bien y ahora.
-¿Cómo es tu rutina con la música por fuera de la preparación de tus sets?
-Hay distintos tipos de DJ; yo soy de los que ponen música nueva todo el tiempo, todas las semanas y contribuyo al progreso de los chicos jóvenes, que a mí me ayudaron mucho a llegar hasta acá. Yo soy muy fan de La guerra de las galaxias y siempre adherí a la frase de Yoda: “Enseña lo que aprendiste”. Entonces, a mí siempre me gustó pasar el conocimiento que yo recibí. Así cómo recibí ayuda para llegar al lugar en el que estoy, ahora yo estoy en posición de ayudar; ahora tengo mi sello discográfico donde editamos a chicos jóvenes, un programa de radio donde pasamos música de artistas nuevos y por eso todos los días de la semana escucho cinco horas de música nueva. Mucho de eso lo uso para mi sello, para la radio, para mis sets, para pasárselo a un amigo. Los DJ somos electores musicales, uno arma un collage con eso y le pone su identidad, su personalidad. Yo soy de los que buscan conseguir que la gente la pase bien escuchando la música que a mí me gusta. Por eso, en casa pongo música nueva todas las semanas, además de que vivo con cuatro mujeres, entonces mi mujer escucha Manu Chao, Gustavo Cerati, Pink Floyd, Depeche Mode; mis hijas escuchan pop inglés bueno como el de Harry Styles, a Dua Lipa, Taylor Swift, Bruno Mars, pero también a Paulo Londra, a Bizarrap; son muy abiertas, como todos los jóvenes. Además, escuchan música electrónica. Una día van a ver a un DJ y otro día a un artista urbano, y eso la gente de mi generación no lo haría, aunque hay excepciones.
-Eso permite que vos no caigas en los prejuicios que te tocó enfrentar
-Es que justamente me pasa eso, no te voy a decir que todo lo que escuchan mis hijas me gusta, pero yo recuerdo cuánto me molestaba a mí cuando decían que la música electrónica no era música. Si yo me pusiera ahora en ese papel, me estaría convirtiendo en esas personas que me criticaban. Lo que menos quiero es ser como ellos. Hay que entender los caminos musicales de todos.
-¿Hay un disco al que volvés siempre?
-Sí, The Dark Side of the Moon de Pink Floyd es el disco que a mí me marcó. Es el disco que elijo para escuchar para siempre, es increíble y además tiene mucho que ver con la música que paso, que es un estilo de música electrónica medioambiental, cinemática, que viene de eso, de esas canciones largas, de esos discos etéreos, mántricos que yo escuchaba cuando era chico. A esta altura, ya no creo que cambie de respuesta.
-Vos te presentás en todo el mundo, ¿pero qué tiene de especial la audiencia argentina?
-Si no es el mejor público del mundo, es uno de los dos o tres. Tenemos esa pasión, esa mezcla rara de europeos y latinos, nos gusta la fiesta, la música, la entendemos, la cuestionamos, la valoramos, eso desde lo cultural. En cuanto a lo social, los argentinos, que vivimos de problema en problema, por algún lado lo tenemos que sacar y cuando sale nos divertimos más, es el momento de pasarla bien. La mayor expresión popular de la historia ha sido el Mundial de fútbol, es lo que nos une a todos, ahí no hay grietas, estamos todos contentos festejando un gol de Messi y eso en otro lado no pasa. En Argentina, si vos estás en una fiesta al aire libre y empieza a llover, la gente se excita más todavía. En cambio, en Alemania, se meten todos en sus casas. Nosotros tuvimos que esperar, por ejemplo, a que vinieran los Rolling Stones. En otros países están acostumbrados a verlos, toda esa dificultad que te pone la Argentina hace que la gente tenga más necesidad de salir a divertirse. Para cualquier DJ, tocar en Argentina es un fiestón y en mi caso, que juego de local, me siento súper apoyado. Es espectacular. Los 20 DJ más importantes del mundo venden más tickets en Argentina que en su propio país, eso es un hecho. El fanatismo argentino es especial, tenemos la música que nos salva a todos.
Beplaying: La voz detrás del sonido se encuentra disponible en Star+.
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