Hernán Cattaneo, en el Teatro Colón: el maestro del house a sala llena
Faltaba media hora para que el show comenzara y ya se sentía la ansiedad de los asistentes, que corrían desde la calle Cerrito hasta Libertad para ingresar por la puerta indicada, según sus ubicaciones. Ravers en remera, jean y anteojos de sol, señoras vestidas con pantalón de vestir, chicas jóvenes, casi de gala, y turistas, de sandalias y mochila deportiva, el público del Teatro Colón nunca se vio tan transversal y heterogéneo.
Esta fue parte de la propuesta de Hernán Cattaneo , el DJ argentino de 52 años que vivió 13 años en Europa y se presentó anoche por primera vez, con dos funciones, a las 19 y las 22, con su espectáculo Connected, que fusionó clásicos de la música electrónica que lo formaron desde el inicio de su carrera hasta ahora, con arreglos sinfónicos y una orquesta de 50 músicos en vivo.
Mientras el público se terminaba de acomodar, aún con las luces encendidas y casi a modo de preludio, Cattaneo comenzó modestamente, a sala llena, el primero de sus cinco presentaciones -cuatro funciones en el Teatro Colón y una quinta al aire libre- de Connected, con la intro de la película Blade Runner, de Vangelis. Concentrado y sereno, se dispuso sobre el centro del escenario, en un banquete electrónico -escoltado por los DJs Oliverio Sofía y Baunder- y sinfónico, en el primer desembarco del house en la sala principal del teatro.
Con un repertorio de clásicos entre los que figuraron canciones de Depeche Mode, Moby, Underworld y Giorgio Moroder, Cattaneo funcionó como un ingeniero que maridó los sonidos bajos, efectos y acapellas con los arreglos instrumentales de la orquesta comandada por Gerardo Gardelín. Si bien en el preludio las transiciones de estos universos sonaron algo bruscas, los 50 músicos en escena potenciaron las melodías, que lograron expandirse en múltiples texturas y llenar el espacio sonoro.
A medida que avanzaba el show, lo melódico y lo rítmico se fue combinando junto a interludios heterogéneos. Los relojes de “Time” y las campanas de “High Hopes”, de Pink Floyd, se propagaron desde el escenario hasta la cúpula de Soldi -pese a la limitación de decibeles-, como introducción a “Tuesday Maybe”, de Way Out West, mientras el público ovacionaba la presencia del DJ inglés, Nick Warren, y a Mercurio, en guitarra. Lo mismo pasó con los interludios vocales de los fragmentos de la serie True Detective y una entrevista a Prince, que añadieron la cuota épica.
Otro de los ingredientes que le aportaron color a la noche fue el paso de los invitados especiales, que pudo haber complicado las transiciones. Sin embargo, las performances de Javier Zuker, en bajo, o las voces de Leandro Fresco -en “Porcelain”, de Moby, y “Cups”, de Underworld-, las de la soprano Oriana Favaro y Josefina Silveyra, que sumaron matices, o la de Richard Coleman, resultaron airosas. El guitarrista de Fricción sumó su vozarrón para interpretar a Dave Gahan en “Enjoy the Silence” y continuar con “Golden Path”, de los Chemical Brothers.
Si bien la invitación no era al baile y se le solicitó explícitamente al público a través de comunicados su colaboración en el respeto del espacio, la gente se agitaba sentada desde las butacas mientras sonaba “At Les” (Carl Craig) y “Knights of Jaguar”, de The Aztec Mystic, a modo de coda. Durante 90 minutos el set fluyó muy bien acompañado por las visuales diseñadas por Sergio Lacroix, que fusionaba imágenes psicodélicas y proyecciones yuxtapuestas en blanco y negro, de Cattaneo y Gardelín.
El proyecto que rompió las taquillas del Festival Únicos tuvo en vilo durante casi dos años al mejor DJ argentino. Fusionó una gran cantidad de elementos técnicos y visuales, recursos sonoros, rítmicos, tímbricos y sinfónicos. En una hora y media, dio una clase magistral de electrónica para uno de los mejores teatros de líricad del mundo. Algo inédito para la música argentina.
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