Harry Styles: un fenómeno pop que no se define sexualmente y que lidera a una generación
Cuando el año empezaba a bajar la persiana y pensar más en un balance que en novedades, Harry Styles arremetió con su segundo álbum solista, Fine Line, una excelente muestra de cómo el pop puede sonar corpulento, elegante y fresco, aún sin absorber los ritmos de moda.
En sólo una semana, vendió casi medio millón de ejemplares en los Estados Unidos y se posicionó como uno de los diez discos más vendidos de la temporada. De este lado del mundo, el huracán Styles también sopla fuerte: las entradas para su show del 11 de octubre en el Estadio Hípico "volaron" y se debió agregar una segunda función para el 12 de octubre, que actualmente se vende a muy buen ritmo (en allaccess.com.ar).
En 2017, cuando Harry Styles acababa de lanzar su primer disco solista, en un bar de Buenos Aires una chica, en sus veintis, tenía una cita con un hombre de cuarenta y tantos. En medio del bar, ella decidió mostrarle en YouTube el video en el que el ex One Direction canta por primera vez en vivo "Sign of the Times" en algún late night show. Mientras se reproducía la balada, el señor pasaba de escéptico a completamente fascinado por quien fue la promesa más brillante de "la boy band más grande del mundo". El single de la transición, aquel que tiene que definir el salto de estrella artificial teen a "músico honesto", de galán de chicas adolescentes a artista respetado por la audiencia masculina y más adulta, estaba más cerca de Bowie que del pop radial influenciado por géneros urbanos.
En el tiempo que pasó desde aquel lanzamiento hasta la semana pasada, cuando nació su segundo disco, Fine Line, las chicas que gritan al punto de hacer temblar el suelo del Madison Square Garden no lo abandonaron y Harry sigue insistiendo en hacer música que parece haber sido sacada de entre los vinilos de los abuelos de su audiencia.
Es importante aclarar qué tan famoso es Harry Styles, una persona que apenas usa sus redes sociales, que jamás confirmó ninguno de sus mega comentados romances, y que, a pesar de haber estado en un lugar de hiper exposición durante los últimos diez años, sigue siendo definido por la prensa como "misterioso", "enigmático", "reservado". Harry Styles tiene la fama fugaz de quien logra llegar a la final del reality The X Factor y formar parte de la primera boyband de la era de las redes sociales, el furor intenso e incondicional de quien es perseguido durante cuadras por decenas de chicas adolescentes (lo aman tanto que una vez se descompuso en la ruta y su vómito fue vendido en eBay), y la presión y las promesas de quien a los 25 años ya acumula dos tapas de Rolling Stone, fue entrevistado por Paul McCartney y es el protegido de Stevie Nicks.
One Direction se caracterizó por desarmar la boyband tradicional: adiós a las coreografías, adiós a todos los integrantes de la banda vestidos como si fueran gemelos, adiós a los liderazgos. La puesta en escena del hit del productor Simon Cowell se sostenía sobre la idea de que Harry, Niall Horan, Louis Tomlinson, Zayn Malik y Liam Payne eran un grupo espontáneo de amigos. En esa espontaneidad programada, Harry siempre fue el mejor alumno y el más respetuoso de las reglas, y a la vez el distinto, el corrido de la cajita del boybander clásico. Mientras que Zayn y Louis eran escrachados fumando marihuana en medio de una gira, si Harry no estaba ensayando, estaba entrenando. A la vez que Liam estaba de novio durante años con la misma chica, Harry un día salía con una presentadora que le lleva 15 años, al otro paseaba por Central Park con Taylor Swift y al tiempo se besaba con Kendall Jenner en un yate. A pesar de esto, la banda desmentía una vez por mes los rumores de que Styles tenía una relación con Tomlinson y él se mantenía callado para, a la semana siguiente, recorrer el escenario flameando la bandera del orgullo. Uno podría suponer que el éxito de la boyband se sostiene en la medida en la que todos sus integrantes siguen siendo varones "posibles" para sus fans, pero One Direction también destruyó eso: Larry Stylinson, el nombre que las directioners le dieron a la pareja entre Louis y Harry, fue una de las fantasías que convirtió a la banda en un éxito. La indefinición, la ambigüedad y la fuga en la estrella pop obvia, el chico blanco de cara sagrada y talento natural, es lo que vuelve a Harry Styles en ridículamente magnético tanto a través de su figura pública, como en su música.
Durante la gira de Harry Styles (el disco), se calzó un traje estampado a lo Elton John por cada ciudad que visitó e intercaló las diez canciones de su disco con covers de Fleetwood Mac, Big Little Town, Ariana Grande e inclusive de su exbanda. Los mismos temas que cantaba con 1D volvieron en forma de rock setentoso.
Durante el tour, Harry jugó a la estrella de rock en una época en la que la figura del rockero idolatrado, rey de la noche y acumulador de groupies tiene cada vez más olor a viejo. Su reversión de esta figura sigue siendo ser el centro del espectáculo, en el que no hubo bailarines, ni grandes despliegues visuales más que sus pasos de baile que remiten a un Mick Jagger de los inicios. Sin embargo, como Harry sabe bien, el protagonismo de sus shows no lo tiene él, sino su audiencia compuesta casi en su totalidad por chicas sub 25, que corean al punto de tapar su voz. Aunque ese disco está lleno de lugares comunes sobre gustar de chicas lindas, sus shows en vivo se volvieron memorables por sus interacciones con el público que le dan otra dimensión al rompecorazones de las revistas berretas.
El año pasado se volvió viral un clip en el que Harry llama por teléfono a la mamá de una fan y le pide a todos los presentes que le digan a Tina, la madre, que su hija es lesbiana, ayudándola a salir del closet. También, mientras se niega a definir su orientación sexual en las entrevistas, a sus fanáticas les regala "Medicine", una canción que nunca fue lanzada oficialmente y que Internet catalogó como "himno bisexual". Durante esa gira, el rockero de la vieja escuela se reconfiguró para el siglo XXI en el chico dorado del pop que se define feminista y se pone las camisetas de movimientos como Black Lives Matters y se preocupa por el control de armas en Estados Unidos, sin olvidar sus privilegios.
El flamante Fine Line no podría estar mejor titulado: Harry no se queda en un solo lugar, sino que siempre está muy cerquita de otra cosa, coqueteando con todas las posibilidades, musicales, profesionales (actuó en la película Dunkirk, es modelo de Gucci y hasta produjo una sitcom) e identitarias. La primera de las doce canciones del disco es la folkie "Golden": setea el espíritu en un verano californiano protagonizado por chico enamorado de chica y spoilea el final obvio al repetir "I don’t wanna be alone" (no quiero estar solo). Le siguen la sucesión de los tres singles, que funcionan como preámbulo para lo que Harry continúa prometiendo y nunca cumple del todo: darle a su audiencia algo verdadero y muy propio.
En "Watermelon Sugar" canta sobre sexo oral; "Adore You" es una declaración de amor incondicional noventosa, y en "Lights Up" se pone existencialista al preguntarse por su propia identidad de forma encriptada. Fine Line se vuelve más interesante en la medida en la que Styles se va volviendo más miserable. El desamor lo convierte en un compositor mucho más específico en "Cherry", en el que le confiesa a una exnovia que hay algo de ella en la manera en la que él se viste y que extraña a sus amigos y su acento. Al final de la canción hasta incluye un audio de Camille Rowe, la modelo francesa que le rompió el corazón. Aunque es un disco musicalmente ecléctico ("Falling" suena a una balada pop de One Direction; en "To Be So Lonely" está clarísima la influencia de su amiga Stevie Nicks, y "Treat People With Kindness" parece una conjunción entre Mika y un pastor evangelista), la constante es la obsesión de Harry Styles con la soledad y con quién es él como hombre. El amo y señor de las "nuevas masculinidades" se pregunta repetidas veces quién es uno cuando el otro ya no está casi con desesperación. El mismo que hace unas horas se sentó en el show de Ellen Degeneres con un suéter que dice "mantente alejado de las personas tóxicas" canta: "What if I’m someone I don’t want around?" ("¿Y si soy alguien que no quiero alrededor?").
Harry Styles continúa una búsqueda constante en la que lo más interesante no es que reniegue del sonido mainstream actual, ni la legitimidad de "músico serio" que por momentos parece perseguir. Sino que a través de géneros que remiten al pasado dialoga con el presente más que nadie y, sobre todo, con su audiencia histórica a la que jamás abandona: las chicas jóvenes, las únicas que están tan obsesionadas con Harry como él mismo.
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