El artista británico de 28 años, que se presentará el sábado y domingo en River Plate, es un fenómeno global que conquista a la audiencia, mantiene un fuerte lazo con la comunidad LGBTQ, coquetea con el cine, elude las polémicas y resguarda su privacidad
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En la era en la que un artista parece ser empujado por la industria a “venderse” constantemente, Harry Styles es consciente de esas imposiciones y decide revertirlas. Tomemos como ejemplo lo que podría ser un mero eslogan, “Treat People With Kindness” [”Trata a la gente con amabilidad”], el mantra que el artista británico comenzó a usar y que luego sirvió de inspiración para la canción homónima incluida en su segundo disco, Fine Line. Así, lo que podría haber sido una forma de apelar a determinados mercados se convirtió en un mensaje global de amor y aceptación al que Styles alude cuando diferentes causas tocan una fibra, desde el Día Internacional de la Salud Mental hasta la igualdad de derechos para la comunidad LGBTQI+.
A fin de cuentas, el músico siempre está apuntando a remarcar lo mismo: ser genuino es lo que te llevará lejos. Esto lo notamos en su flamante disco nominado al Grammy como mejor álbum del año -entre otros galardones-, Harry’s House, que estará presentando junto a Fine Line en la Argentina el sábado y domingo en River como parte de su descomunal gira Love On Tour que empezó en septiembre de 2021 en Las Vegas. En una las canciones de su tercer trabajo discográfico, la notable “Matilda” con la que revisita el pasado, aconseja organizar una fiesta “llena de personas a las que conocés” y “formar una familia con quien siempre te demuestre amor”.
De esta manera, Harry abraza el pop en sus composiciones pero también en el modo en el que las transmite, como si nos reafirmara que todo va a estar bien aunque el mundo esté invertido, como muestra la portada de Harry’s House. Somos nosotros los que tenemos el poder de cambiarlo. Él está simplemente oficiando de guía zen, despojado de todo aquello que no sea fructífero en medio de otro signo de los tiempos: el consumismo y la sobreexposición. Styles es un fenómeno global también por cómo decide mostrarse (o no hacerlo) y conserva un aura de misterio old school que no rompe ni siquiera en las redes sociales. Su último disco es un reflejo de esta aproximación minimalista, en contacto con la naturaleza y con los pensamientos que surgen de esa reclusión autoimpuesta. “Solo entro a Instagram para ver posteos de arquitectura y de plantas”, le contó a la revista Rolling Stone en una de las pocas entrevistas que ha brindado.
La música es el mensaje. Las conversaciones sobre ella son un plus para los fanáticos que él elige cuando entabla una charla. El arte es el mensaje. Las charlas sobre su estilismo son una prolongación prescindible de cómo elige presentarse al mundo. “Cuando trabajo, trabajo mucho, y creo que soy una persona muy profesional, pero cuando no lo soy, no lo soy y estoy abierto, aunque soy algo testarudo, a mostrarme vulnerable. Al mismo tiempo puedo ser egoísta, pero me gusta pensar que soy alguien que se preocupa por el otro”, expresó. Styles toma las imperfecciones como parte clave del proceso creativo para las masas e individual para su cotidianidad.
De la fama con One Direction a su salto como solista
Se trata de una historia que escuchamos en incontables ocasiones: la estrella que se enfrenta a varios escollos para resurgir luego como el Ave Fénix. Algo de eso vivió Styles cuando, en 2010, se presentó para audicionar en la séptima temporada de The X Factor, la competencia de canto creada por Simon Cowell para la que Styles eligió debutar con la canción “Hey, Soul Sister”, de Train. Si bien como solista no avanzó tanto como él hubiese querido, Cowell percibió algo en él y lo convocó para la boy band One Direction junto a Niall Horan, Liam Payne, Louis Tomlinson y Zayn Malik. “Todo lo que pasó en mi vida desde The X-Factor se siente como un bonus”, declaró recientemente Styles. “El mero hecho de poder estar cantando en televisión era algo que jamás hubiese imaginado para mí mismo”.
A través del lanzamiento de cinco discos de estudio, más de 70 millones de copias vendidas, 200 premios recibidos y un fandom poderoso (los Directioners) que lo acompaña hasta hoy, Styles atravesó un curso intensivo de cómo alcanzar el éxito en un breve período. La intensidad de esos años (seis, para ser más precisos) también tuvo sus sinsabores. “Cuando firmé mi primer contrato como solista, me largué a llorar”, reveló el músico a la revista Better Homes & Gardens. “Me sentí libre”, apuntó en relación a cómo los contratos de ese momento colisionaban con la visión clara que tenía para sí mismo, una menos encorsetada.
Poco tiempo después, mientras trabajaba en su primer álbum en solitario, Harry Styles (2017), decidió empezar a hacer terapia, a pesar de cierta reticencia. “Pensé que era un cliché de esta industria, pensé que significaba que estaba roto y quería ser uno de los que dijera que no lo necesitaba, pero al final me terminó ayudando a abrir habitaciones de mi interior que no sabía que existían”, expresó y añadió que ahora sí se permite una vida sin restricciones que jamás pensó poder explorar.
“Lo más vivo que podés sentirte es cuando sos feliz, llorás, lastimás, cuando aceptás que vivir implica todo eso”, subrayó el artista. Es imposible no amalgamar sus palabras con ese vuelo que emprende en el video de su primer gran hit, “Sign of the Times”, dirigido por Yoann Lemoine. La canción, una balada glam-rock con influencias de David Bowie (una figura omnipresente en el mundo de Harry), contrastaba con su segundo single, el extraordinario “Kiwi”, que viraba más hacia el hard-rock y en el que el sexo ya empezaba a infiltrarse en la atmósfera.
Sexo, sudor y estilo
Harry no solo implora tratar a las personas con amabilidad sino que también concibe imágenes en las que la conquista implica degustar, sudar, regodearse en el placer. Para el caso, basta con escuchar “Watermelon Sugar”, el tema de Fine Line que le valió su primer Grammy, para sentir esos climas sticky & sweet. El video, pieza fundamental, remite indefectiblemente al de “I’m Still Standing”, de Elton John, otra influencia para Harry, especialmente en ese look en el que más es más.
Mucho Gucci, JW Anderson, Molly Goddard, Marc Jacobs, Harris Reed y la mano del gran estilista Harry Lambert, su aliado fashion que lo convirtió en ícono de la moda y en un artista que utiliza ropa sin género, derribando estereotipos. Polleras, mucho tul, boas, camisas estampadas, collares de perlas, pendientes, trajes setentosos, brillos. He’s so golden. Tanto así que fue el primer hombre en ser portada de la revista Vogue.
“En cuanto a mi manera de vestir, trato de tomar decisiones en relación a con quienes quiero colaborar y a cómo quiero que se vean ciertas cosas, no para presentarme como sexualmete ambiguo. De hecho, pienso que la sexualidad es algo divertido”, declaró cuando su estilismo y la impronta queer que les daba a sus shows recibió cierta controversia de parte de la comunidad LGBTQ, que lo acusó de hacer queerbaiting, es decir, atraer al colectivo como estrategia de marketing con su abordaje de millennial LGBTQ-friendly deconstruido.
“A veces la gente me dice: ‘Solamente te mostraste públicamente con mujeres’ y creo que nunca estuve públicamente con nadie. Si alguien te saca una foto y estás con otra persona, eso no significa que estés eligiendo tener una relación pública”, se limitó a decir el artista cuando se prendió la mecha de esa polémica en la que su pedido de inclusión y, sobre todo, la manera en la que se aliaba a las causas de la comunidad, también tuvo su contracara.
Una vida (muy) privada y un polémico coqueteo con el cine
Una de las controversias más resonantes del año estuvo ligada a la película de Olivia Wilde, No te preocupes, cariño. Styles, quien entonces estaba en una relación con la actriz y cineasta, reemplazó a Shia LaBeouf como coprotagonista de Florence Pugh y esa decisión fue la punta del ovillo de lo que fue un rodaje convulsionado y una proyección en el Festival de Venecia en el que Styles no se mostró tan suelto como sí lo hace en sus shows.
Desde acusaciones de disputas con Pugh a esa imagen que circuló en las redes en la que parecía estar escupiendo a otro actor del film, Chris Pine (el mismo Styles se burló de los rumores en uno de sus recitales), su debut con un papel jugoso luego de un breve rol en Dunkerque, de Christoper Nolan y un paso fugaz por Marvel con Eternals, de Chloé Zhao, provocó una escalada de especulaciones de esas a las que Harry prefiere no darles entidad.
Harry’s House es, de hecho, un disco con climas indies e intimistas (la explosión de “As It Was” es casi una anomalía, un fenómeno en sí mismo, e indudablemente la canción más pegadiza del año) sobre la comunión consigo mismo. “Nunca hablo de mi vida, hablo del trabajo, y advertí que eso me benefició de manera positiva. Siempre va a haber una versión de cierta narrativa y creo que simplemente decidí no usar mi tiempo tratando de corregir o redirigir esas versiones”, explicó en diálogo con Rolling Stone. Por lo tanto, logró sortear la polémica al poner nuevamente el foco en su gira y a promocionar el drama My Policeman, de Michael Grandage, al que Styles definió como una obra sobre “el tiempo perdido como tragedia”.
El film gira en torno a dos hombres que, en la década del 50, deben ocultar el amor que sienten por miedo a las represalias. Si bien Styles está orgulloso de los proyectos elegidos, confesó que no es su ámbito natural. “Me parece que habrá otro momento en el que me den ganas de actuar, pero cuando hacés música pasa otra cosa, se siente creativo. La interpretación tiene mucho de espera, que es la peor parte, aunque después sea un buen trabajo, solo que esa arista no me resulta satisfactoria. Me gusta actuar en este momento, pero no creo que lo haga con frecuencia”, aclaró con candidez.
Volviendo a su mantra, Harry está tratándose bien a sí mismo, es amable con su persona, trata de no juzgarse más ni estar pendiente del éxito. “Con Harry’s House, un disco sobre un día en la vida, es la primera vez que no sentí esa presión de que un álbum sea comercialmente exitoso, solo quise hacer algo que se sientiera correcto, cuyo proceso fuera divertido, del que me sintiera orgulloso ahora y del que mis hijos se puedan sentirse orgullosos algún día”, explicó el joven que, a los 28 años, tiene al mundo en la palma de su mano pero no busca esa aprobación. Puede estar dialogando con la prensa, como él mismo lo ha dicho, sin la necesidad de buscar su teléfono: es inmune a la distracción inherente a las notificaciones 2.0.
De hecho, tampoco ha salido a desmentir las últimas versiones que, según The Sun, lo vinculan a la modelo Kendall Jenner. “Sus amigos especulan que podrían pasar tiempo juntos durante las vacaciones. En el pasado, se han ido juntos poco después de las respectivas rupturas, por lo que podrían terminar en un yate tomando el sol en los próximos meses”, declararon fuentes cercanas a ambos sobre lo que, de momento, es solo un rumor.
Debido a esa dicotomía entre su presencia escénica altisonante y su resguardo posterior -la impronta de la cultura oriental y la música del japonés Haruomi Hosono fue el puntapié de Harry’s House, al fin y al cabo- es lo que hace que la nueva bestia pop, como ya lo habia presagiado una de sus colegas, no pase nunca de moda.
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