Hace 30 años, a Juan Luis Guerra le "subía la bilirrubina" y el mundo empezaba a bailar al ritmo de la bachata
Cada vez que de un tiempo a esta parte se hace alusión a la bachata, la referencia inmediata es, sin dudas, Romeo Santos. El denominado "rey" de dicho estilo se ha hecho de un nombre destacado dentro de la escena musical latina a base de exitosos discos, infinidad de premios y conciertos multitudinarios. Sin embargo, y sin desmerecer por ello los logros del ex integrante del grupo Aventura en calidad de solista, resulta justo reconocer y recordar que la primera vez que la bachata tuvo una verdadera y amplia repercusión a nivel mundial fue hace treinta años, de la mano de Juan Luis Guerra y su grupo 4.40.
Efectivamente, el 11 de diciembre de 1990 veía la luz Bachata rosa, el quinto álbum de estudio de este reconocido artista, cantante y compositor que, a partir de su enorme suceso, trascendió las fronteras de su República Dominicana natal.
Surgido a principios de la década del sesenta en los bares y burdeles de Santo Domingo y con un carácter absolutamente marginal, la bachata es un género musical bailable derivado del llamado "folklore urbano" e influenciado por otros estilos, como el merengue y el son cubano. Circunscripta a las clases más pobres de la sociedad dominicana, en su momento también se la denominó "música de amargue", a partir de la temática melancólica de la mayoría de sus letras que giraban en torno al desamor. Considerada además un tanto vulgar, su difusión en aquellos primeros años fue muy limitada, situación que cambió radicalmente a partir de los años ochenta gracias al interés de los principales medios de comunicación locales.
Después de graduarse con honores como compositor de jazz en el prestigioso Berklee College of Music de la ciudad de Boston, en 1982, Juan Luis Guerra regresó a su país e inició su carrera musical con Soplando, su álbum debut lanzado en 1984. Sin abandonar del todo su costado jazzero, en sus sucesivos trabajos discográficos fue inclinándose cada vez más hacia el merengue y otros ritmos autóctonos, alcanzando su primer gran éxito en 1989 con "Ojalá que llueva café", tema que además dio título a su cuarto disco.
De todos modos, el gran salto internacional y su consagración definitiva como artista se dio apenas un año después, a través de Bachata rosa, un álbum que, ya desde su nombre, hacía hincapié en el estilo musical del cual se convertiría de una vez y para siempre en su más famoso embajador.
"La bachata es el bolero antillano, que se cantaba y se bailaba en Santiago de los Caballeros, en la parte norte del país. Eso llega a la capital, se hace urbano y comienza a ser un ritmo de clase baja. Con este disco nosotros intentamos darle un tratamiento diferente a ese folklore enlazándolo con el pop", explicaba Guerra al diario El País de España a principios de 1991 para luego completar: "Es otra influencia que no es salsa o merengue, con coros muy tiernos, más sencillos y tranquilos. Es el gancho para atraer a un público acostumbrado al pop. Siempre digo que en el interludio de ‘Ojalá que llueva café’ me sale un George Martin, el famoso productor de los Beatles, pero debajo hay una tambora y una güira, y cuando hay elementos folclóricos rítmicos tan fuertes es difícil darse cuenta".
Lo cierto fue que su particular combinación de ritmos autóctonos con una sonoridad pop le dio un resultado impensado y más que satisfactorio. Lanzado al mercado a través de la discográfica Karen Records, y siendo el primero de su trayectoria en ser editado en formato compacto, Bachata rosa pegó muy fuerte en toda Latinoamérica y varios países europeos, obligándolo a realizar innumerables giras con localidades agotadas. La enorme popularidad del álbum alcanzó un punto tal que poco tiempo después no sólo debió publicarse una versión especial para el mercado brasileño, titulada Romance rosa, sino que además se transformó en el más exitoso y vendedor de toda su carrera. No por nada fue el ganador del premio Grammy en la categoría de Mejor Álbum Latino Tropical Tradicional en 1992, ceremonia que lo tuvo como uno de los presentadores junto a Celine Dion y la actriz Whoopi Goldberg.
En aquella misma entrevista con El País, Juan Luis Guerra intentaba encontrar las justificaciones a la tremenda repercusión que Bachata rosa había tenido en casi todo el mundo. Y decía: "A veces me siento y comienzo a pensar qué es. A veces no encuentro la razón, y otras digo que son quizás reminiscencias de muchas influencias que tenemos y que el público ya ha oído y le resultan familiares. Las canciones están impregnadas de los Beatles pero la gente no se da cuenta porque hay cosas encima que impiden ver estas influencias. El tratamiento de la lírica es diferente también. En muy pocos casos el ritmo latino se utiliza para canalizar un mensaje de expresión, una situación política, social o amorosa. Quizás la gente le da valor a eso. Y también al ritmo, ¿por qué no? Es un ritmo bastante fuerte, bailable, popular y comercial. Y la gente hace una relación que me parece que es importante".
Más allá de las argumentaciones de su creador, es más que probable que los motivos que hicieron grande a Bachata rosa descansen fundamentalmente en un puñado de canciones suaves, románticas, dulces y bailables a la vez que aún hoy continúan sonando en las radios y en las playlists digitales, además de permanecer vigentes en el corazón y en la memoria de muchísimo público alrededor de casi todo el mundo. Nadie duda entonces que, tres décadas después de su aparición, inolvidables temas como "La bilirrubina", "Burbujas de amor", "Estrellitas y duendes", "Bachata rosa", "Como abeja al panal", "A pedir su mano" y "Cartas de amor" sean considerados absolutos clásicos de la música latina. Y si algo faltaba para refrendar el inestimable aporte de este álbum a la cultura latinoamericana, el 11 de diciembre de 2019 la UNESCO declaró a la bachata como Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Algo que, ni siquiera en sus mejores sueños, Juan Luis Guerra habría podido alguna vez imaginar.
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