En diálogo con LA NACION, el cantante habla de su nuevo álbum, De la cabeza al corazón, reflexiona sobre la cancelación que sufrió y sobre el uso de sus canciones en las campañas electorales
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Son las tres de la tarde y Gustavo Cordera cruza el umbral de la puerta de entrada de Sony Music, en pleno “Palermo Hollywood”. Se sienta en la recepción y espera su turno. Está promocionando el nuevo disco que lanzó a mediados de julio, De la cabeza al corazón y, minutos más tarde, se entrega a la charla con LA NACIÓN. “Quiero que los medios y los partidos políticos me dejen en paz y se enfoquen en mi arte”, pide el cantante de 62 años.
“Es mi último trabajo y muestra mi deseo de integrar el pasado y el presente, y poder seguir adelante”, reflexiona Cordera. En 2016, tras una charla en la escuela de Periodismo TEA, fue el primer famoso en sufrir la cancelación pública. La semana pasada, volvió a ser noticia por su supuesto apoyo al presidente Javier Milei, que él niega enfáticamente. “Creo en la libertad, pero no creo en ningún partido político”, afirma.
–¿Votaste en las últimas elecciones?
–No voto, por la libertad. Hace 40 años que no voto. Decidí después de las primeras elecciones no entregar mi voluntad a ningún partido político. El día que haya un político íntegro, lo votaré. Partidos políticos no, porque es estar atrapado en el mundo global, en la grieta. Por eso hago arte: las canciones van a juntar a personas con diferentes pensamientos en un mismo corazón.
–Entonces, el apoyo a Milei no existió.
– Tengo 62 años, hace muchos años que hago arte. Fui utilizado muchas veces por la política. Estoy en el final de mi carrera, es mi último disco. Es hora que me suelten los medios y los partidos políticos y que me dejen en paz.
–En un momento te pusieron en el lugar de representante de la protesta social.
–Yo hago canciones y canto lo que le pasa a la gente; la música es mi arte y mi lenguaje. No se por qué en cada reportaje me hablan de política, si ningún político habla de mis discos. ¿Por qué yo tengo que hablar de ellos?
–No hablan de tus discos, pero usan tus canciones...
–Sí, todos los partidos políticos lo hicieron. Néstor Kirchner usó “La argentinidad al palo”, Cristina (Kirchner) “El viento trae una copla”, (Mauricio) Macri “La bomba loca” y (Javier) Milei “Se viene el estallido”.
–”Se viene” se transformó en un emblema de la campaña de Milei. Tiene 27 años, la escribieron con la Bersuit durante el menemismo y, sin embargo, no perdió vigencia.
–Sí. Fue utilizada en diferentes momentos de nuestra historia por la oposición. Porque toda oposición, de alguna manera, representa al cantor popular, y es ahí donde yo estoy. Es el lugar más amoroso que puedo llegar a tener con la gente y con el mundo. Estar como observador. No me siento representado por ningún partido político. Yo me represento a mí mismo: hago canciones, soy artista y en este momento estoy presentando un disco. ¿Por qué tendría que estar hablando de política?
–¿Te molesta que usen tus canciones políticamente?
–La verdad que nunca hice nada. No voy a negar que no me sorprende cada vez que un político utiliza una canción. Pero tampoco voy a hacerlo con los que vengan, sería absurdo. Soy una persona que brega por la libertad de la especie humana, no puedo censurar. Desde el momento en que hago una canción y la gente la escucha, me deja de pertenecer. El otro día vino un candidato a intendente y me preguntó: “¿Puedo usar ‘La bomba loca’?”. Le dije: “Loco, hacé lo que quieras, yo no tengo poder para decirte qué hacer con una canción”.
–¿Te preguntás por qué las usan?
–Por supuesto. Esperan mucho de mí. Me piden que yo sepa cuál es la realidad del país y no sé cuál es la realidad de mi vida. No puedo entrar más en esa trampa. Las canciones son creíbles y los políticos y sus discursos no lo son. A mí la gente me ve, me saluda, me habla, me toca. Cuando estoy en Buenos Aires me tomo el tren Roca todos los días, voy a las villas, ando por todos lados. La gente en la calle cree en mí. A través del arte me meto en el universo político desde un lugar no partidario, y digo las cosas, no me escapo, tengo esa valentía que hoy es inusual.
–¿Representás a una oposición?
–Seguramente. Las primeras canciones del último disco reflejan la mirada de un tipo que se para frente al Riachuelo y cuenta lo que significa vivir de ese lado del río con el agua podrida porque las empresas tiran todos los residuos en ese lugar. En esa cuenca contaminada, donde el olor es insoportable, viven alrededor de 8 millones de personas. Hablo de la mirada del otro, de cómo es visto ese lugar, del olor, de los negros en la ribera de La Boca, Laferrere, Avellaneda, de donde soy yo. Yo camino por los barrios y las villas, y la gente sale a darme un abrazo.
–¿Por qué recorrés los barrios?
–Lo hago como parte de mi trabajo. Hace muchísimos años asumí un compromiso social muy fuerte. Soy padrino en la Fundación Eira, de rehabilitación de adicciones. Cualquier persona que me llama de un comedor, de una cárcel o donde sea, si tengo una guitarra, voy. También trabajé y toqué varias veces en una clínica de La Plata. Es un tema que me interesa muchísimo, por cuestiones familiares.
–Es una parte desconocida de tu vida...
–Nunca hablé de esto en un reportaje porque nunca creí que fuera necesario, tal vez por una cuestión de desvalorización personal. Empecé tocando en el Borda con la Bersuit Vergarabat, nunca me alejé de ese lugar. Mi verdadero compromiso social y político es con el ser humano, con el que vive en el barrio, el enfermo, el adicto, el loco. Ese es mi mundo, mi universo. No quiero que los medios me titulen para generar más fuego en la grieta y lastimar a la gente que quiero. Mucha gente que cree en mí se pregunta: “¿Por qué sigo exponiéndome a que me lastimen?”.
Nacer y renacer
El flamante disco tiene una nueva versión de “Nacer” (2018), que refleja la introspección y el viaje personal de resurgimiento tras la cancelación pública que vivió el cantante.
–Fuiste una de las primeras figuras en ser cancelada, en 2016. ¿Esa fue la vez que más te lastimaron?
–Sí, fui totalmente sacado de contexto, lo mismo pasó el otro día. Aunque fue una pequeña cosa al lado de aquello, que me persiguió durante muchos años. No logré superarlo y lo que pasó el otro día me hizo muy mal. Me dio mucha angustia. Hay muchos pibes de distintos partidos políticos que son mis amigos y vienen a los conciertos. Si se interpreta que estoy separando a la gente, entro en la grieta. No quiero que me utilicen más. Me gustaría que hablen de lo que hago: acabo de hacer un disco precioso. Renací...
–¿Cuándo fue tu renacimiento?
–El día que morí socialmente, renací individualmente como persona. Tuve el apoyo de Leandro, Stella, mis hijos y la compañía. Un apoyo que no sé si yo habría podido dar. No sé si habría soportado la presión que ellos soportaron para seguir sosteniéndome.
–¿El tiempo ayudó?
–No, el tiempo solo pone las cosas en su lugar, revela. No tengo una actitud vengativa porque quienes me castigaron no sabían lo que hacían. Pero me hicieron mucho bien porque ese personaje ya tenía que morir. Estaba desbocado. Hago mucha terapia y estoy muy conectado con mi herida. Cuando vamos a neuropsiquiátricos y fundaciones, legitimamos esa herida. En esa fragilidad, está la humildad para que las personas puedan emerger.
–¿Sentís que es tu evolución como ser humano?
–Todos estamos evolucionando. Creo que esta obra es la más evolucionada de mi vida, porque me animé a enfrentarme a mis propias heridas y fragilidades. Yo tuve que pedirme perdón a mí mismo porque el que más daño se hizo fui yo.
Hablar de arte
“Quiero que los medios me regalen la posibilidad de que la gente pueda acceder al arte. Es el acto más generoso que tengo para dar en este momento de mi vida”, expresa Cordera sobre De la cabeza al corazón, donde reinterpreta canciones claves de su carrera.
El álbum incluye temas como “Abrazo de gol”, inspirado en Diego Maradona y “Caroncha”, que aborda la violencia infantil en los barrios. “Rosaura” evoca el perfume de una planta que él mismo cultivó, mientras que “Mi amigo corazón” celebra un corazón inquebrantable. “Soy campeón” destaca por su mensaje de resiliencia: “Es una canción sobre el tipo que se levanta cada día y le pone el corazón para seguir adelante. Aunque lo golpeen, sigue adelante con el alma”, relata. Mientras, “Baile de la gambeta” refleja su espíritu indomable. “Cada palabra para mí es de altísimo poder,” afirma el artista.
–¿Qué te motivó a hacer este disco y cómo elegiste las canciones?
–Nunca hablo de arte, el motivo es que las canciones se expresan por sí mismas, no me necesitan. Pero este disco es particular porque la idea que tuve fue integrar mi pasado con mi presente. Incluso, políticamente también estás hablando de una integración. Incluye mi mundo pasado con este nuevo presente, y esta nueva forma que tengo de mirar las cosas. Entonces, traje canciones que para mí fueron emblemáticas y muy poderosas, que no son los típicos hits de la Bersuit, sino que son más de bajo perfil, pero que todavía canto con mucho cariño en mis shows y que reversioné. Incluso para hacer “El Toro” lo llamé al maestro Pepe Céspedes para que venga a poner ese bajo maravilloso y fue un momento hermoso.
–Te fuiste de la Bersuit en 2009, ¿se viene un reencuentro?
–Sería hermoso. Pero todas las grietas necesitan abrazos. Yo estoy dispuesto como ser humano a abrazarme con aquello que me oponía. El individuo vive en un colectivo. El colectivo vive a partir de buenos individuos, de buena gente. Como artista quiero que eso suceda. Si yo hubiera podido, hubiera llamado a todos, realmente, porque es un momento donde me estoy integrando.
–Al decir último disco, suena a despedida...
–Nunca voy a dejar de crear. Lo que pasa es que fueron muchos años de formar parte de una industria, que es muy voraz y muy exigente: tenés que vender discos, tenés que hacer un montón de cosas. Por primera vez me atreví a saltarme algunas reglas: las formaciones son las que necesitan las canciones. El bajo aparece y desaparece, la guitarra igual. Los coros, que normalmente están hechos para armonizar, en este caso son tres coros femeninos que aparecen en casi todas las canciones, pero nunca armonizando.
–Diego Maradona fue importante en tu vida.
–Sí. Conocí a cinco Diegos distintos las cinco veces que estuve con él. Cinco personajes totalmente diferentes. Él era un transformer, estrenaba personajes constantemente; algunos más guarros, otros más calmos, pero todos hermosos. Cuando se fue, yo lo sentí y lo supe antes que los medios se atrevieran a contarlo. En ese momento escribí “Abrazo de gol”. Ese día me sobreseyeron judicialmente. El mismo día de su muerte, nadie supo que eso sucedió. Solo lo supimos Fernando Burlando y yo. Ni hablé del tema ese día porque no tenía sentido frente a lo que estaba ocurriendo, que era muchísimo más importante, incluso para mí. Estaba con el corazón abierto y pude recibir esos diez minutos antes de que él se fuera y lo escribí.
–Vos también fuiste varios personajes en la misma vida.
–Sí, pero no tantos. Y tampoco tuve que recibir un asedio semejante. Yo recibo mucha presión social, pero ni siquiera puedo imaginarme lo que fue la vida de ese tipo. Por eso ese video donde está esa torta, que es justamente la alegría y la dulzura de la que nos alimentamos todos los argentinos y creo que gran parte del mundo.
–En tu caso, tuviste otra contención detrás...
–El apoyo que tengo, fundamental, lo tengo desde mi corazón. Nadie puede apoyar a una persona con el ego y la importancia social que tengo. ¿Cómo me parás a mí? Me tendría que asesinar toda una sociedad para poder detenerme. Entonces, lógicamente, tuve que morir y renacer desde otro personaje, desde otro lugar.
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