Green Day: los dueños del entretenimiento con sonido punk
La banda californiana volvió a presentarse anoche en Buenos AIres
“Es como un chaplín punk”, dice un muchacho sentado en la platea Sur del estadio de Vélez; los que están alrededor lo escuchan y esbozan una sonrisa por la ocurrencia. Y sí, Billie Joe Armstrong es una especie de Charles Chaplin punk, que va de un lado al otro del escenario, con toda la prisa y sin pausa, con la decisión (de él y del resto del grupo Green Day) de hacer cómplice al público de principio a fin del concierto.
Green Day, el mayor entertainer del punk rock de los últimos treinta años (si no hay en esto una contradicción) volvió a pasar por Buenos Aires, con toda su vitalidad y también con sus mañas. Porque la demagogia es uno de los recursos que la banda no quiere disimular, pero afortunadamente eso encuentra su contraste en un par de docenas de canciones que sacuden las cabezas y los corazones de cualquiera que se le ponga en frente. Porque es una banda que suma, nunca divide. En octubre del año pasado, cuando el trío que integran Billie Joe, Tre Cool y Mike Dirnt publicó su último disco, Revolution Radio, dio una entrevista a The New York Times. En ese encuentro el cantante dijo: “Hoy por hoy tengo un pie en la Edad de Piedra y otro en el nuevo milenio”. Se refería a su relación con la tecnología pero eso sirvió como certero resumen de la esencia de este grupo californiano, uno de los baluartes que forjó el sonido del punk rock de la costa oeste de los Estados Unidos, durante la década del noventa (y lo universalizó), sobrevivió a sus propia vorágine, se reinventó con algunos muy buenos discos, y hoy se da el gusto de sonar (siendo ellos señores cuarentones) frente a un público de veinteañeros. Claro que también están los de su edad.
La demagogia
En un concierto de Green Day conviven la historia y el presente del grupo; y todo gesto exacerbado que sale de la voz y las actitudes de su frontman. La demagogia comienza en el minuto uno de una desalineada versión de “Know Your Enemy”, cuando Armstrong ataja una bandera argentina que le tira alguien del público y él, en agradecimiento, invita a subir a un fan que terminará besándolo en la boca. Desde entonces, todo el tiempo interpelará al público en busca de respuestas, de gritos, de palmas, de estribillos coreados. “Los amo. Me van a hacer llorar. Muéstrenle al mundo, vuélvanse locos. Green Day ya no es de California, es de Argentina. Esta es la audiencia más maravillosa que vi en mi vida”, son algunas de su repertorio.
Y si eso no resulta suficiente, todavía queda una de las cartas más efectivas para jugar: pedir que suba al escenario un fans que sepa tocar al menos tres acordes en la guitarra, hacer que el chico toque con la banda, preguntarle su nombre y cerrar el número con una frase demoledora: “Juan, podés quedarte con la guitarra”.
La tormenta verde
En medio de todas esas frases y movimientos que seguramente estarán bastante estudiados hay varias ráfagas de canciones poderosas; esas que, en definitiva, hicieron que Green Day llegara adonde está hoy. Algunos títulos del último disco (“Bang Bang”, “Revolution Radio”, "Youngblood" y "Forever Now") y los grandes éxitos que recorren las casi tres horas de show son la verdadera base que sostiene el repertorio, por debajo de toda parafernalia. “Holiday”, “Minority”, los temas de medio tempo “Boulevard of Broken Dreams” y “Are We the Waiting”, el superhit que no envejece “Basket Case”, el corte del último disco “Still Breathing” (ese que tiene la frescura de las canciones hechas por bandas de pop punk nacidas a mediados de la década pasada), o los demoledores “St. Jimmy”, “American Idiot” y “When I Come Around”, que son, en definitiva, los que muestran la marca de agua, el toque da autor que tiene este grupo.
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