Grave y elegante sonido de jazz
El veterano contrabajista llegó a la Argentina para dar cuatro conciertos; hoy se presentará en el Teatro Gran Rex
Delgado y alto como un contrabajo, vestido con una campera liviana y una gorra con la inscripción de una escuela de música de los Estados Unidos, Ron Carter entra en la sala con un bastón en la mano derecha, que apenas apoya. Luego extiende la mano para saludar. Sonríe amablemente y se sienta a una mesa, bien dispuesto para la charla. Hace apenas un mes lo operaron de la espalda y ya está otra vez en la ruta, en medio de una gira de conciertos que lo trajo desde los Estados Unidos hasta aquí. "Sí, me operaron hace cuatro semanas, ¡No me lo recuerde!", dice, mientras se lleva la palma de la mano a la frente y vuelve a sonreír.
Ron Carter, el señor del contrabajo, está otra vez en nuestro país para dar un concierto esta noche en el teatro Gran Rex y otro mañana en Rosario. Tiene 76 años, pero llevados de una manera magistral, no por haber hecho un culto a la vida sino al buen jazz (y a otras músicas). Si dejamos de lado a próceres como Charles Mingus, Miles Davis y Thelonious Monk, Carter es "El" contrabajista del jazz, con un estilo único y un sello que ha dejado en discos propios y en tantas colaboraciones.
Ron Carter grabó para más de dos mil discos: desde sus primeras incursiones con la banda de Eric Dolphy hasta el quinteto más célebre de Miles Davis, en los años sesenta; y de ahí a la música del Brasil o a colaboraciones que lo llevaron al terreno del hip hop. Mister Carter, ese hombre de sonrisa amable ese curtido músico al que de joven le negaron la posibilidad de crecer como chelista de música clásica, porque en la orquesta no aceptaban músicos negros es una leyenda viva del jazz y parece incansable. "Puedo parar, sí, claro que puedo. Pero me gusta tocar y eso es lo que sé hacer. Como toco para vivir, si no tocara dejaría de vivir."
En esta gira viene en plan de trío, con el pianista Donald Vega y el guitarrista Russell Malone, una formación muy diferente del cuarteto que trajo en su última visita, hace diez años. Tocar sin batería es algo fuera de todas las convenciones del jazz y Carter lo sabe. "Lo que sucede es que una línea de bajo es una melodía como el resto. Y debe ser tan buena como el resto, y tan importante. Me encanta tocar con bateristas, lo he hecho toda la vida. Pero para este momento en especial no los necesito."
El modo de tocar no sólo tiene que ver con el gusto de un músico sino también con la época en la que vive. La historia musical de Ron Carter atravesó varias corrientes estéticas, desde la década del cincuenta. Tal vez en los setenta se privilegiaba el virtuosismo y los solos expansivos y, desde los noventa, se impuso un modo más reflexivo.
–Es interesante conversar con los músicos sobre las características de cada época. ¿Está de acuerdo con estas diferencias?
No estoy seguro. Porque sigo trabajando mucho todavía y no he tenido aún la oportunidad de salir mucho y escuchar, más allá de algunos discos actuales. Pero no sé si ésa es la diferencia entre esas generaciones. Sólo creo que es otra cara del jazz. No creo que los músicos actuales sean necesariamente mejores que los anteriores. Pero desearía que así fuera; que la generación actual echara un vistazo e incluyera a algunos de los pensamientos, los conceptos de las anteriores, del lugar de donde esto viene. Desafortunadamente, hay músicos que creen que inventaron las notas. Creo que descubrieron nuevas maneras de trabajar, a veces sin demasiado esfuerzo. Creo que se equivocan. En algunos casos, piensan que no necesitan mucho de la historia que hay detrás de ellos. Pero un pianista, por ejemplo, debe conocer a Art Tatum, Oscar Peterson, Red Garland, Herbie Hancock y Chick Corea. Encontré un libro, hace unos días, sobre el jazz en Europa. No es la mirada que yo tengo, pero eso no quiere decir que mi punto de vista sea el primero ni el único.
—Y en su opinión, ¿hacia dónde va el jazz?
—No tengo idea. Pero si usted la tiene, si encuentra una respuesta, le dejo mi número de teléfono para que me llame y me cuente [se ríe].
—¿Extraña la época en la que tocaba con músicos como Miles Davis, Herbie Hancock, Wayne Shorter y Tony Williams? ¿O prefiere dejar eso de lado y disfrutar el presente?
—Es un tipo de pregunta que no me gusta responder en voz alta. Pero diría que las dos cosas. Sí, disfrutaba tocar con Miles. Y también con Tony, con Art Farmer, Philly Joe Jones, Art Blakey, y todos aquellos que encontraban una manera diferente de hacer esta música. Herbie, Wayne. Sí, extraño todo eso. Pero de la misma manera me encanta este plan con Russell y Donald.
—Seguramente a muchísimos músicos jóvenes les gustaría tocar con usted. ¿Qué deben tener para tocar con Ron Carter?
—Lo primero es escuchar lo que voy a hacer con ellos. Algunos piensan mucho lo que tocan de manera individual. No me gusta trabajar con músicos que no me escuchan. Escuchan el beat pero no las notas. Y lo que yo toco son notas, ritmo, líneas, acordes, tiempo y dinámica. Porque toco música.
—¿Estudia contrabajo todavía?
—Sí. De hecho, estudio las clases que preparo para mis alumnos. Porque tengo que demostrar con el contrabajo lo que enseño.
—Comenzó como chelista estudiando música clásica ¿eso influyó de algún modo en su manera de hacer jazz?
—Si usted es una persona de mente abierta y no le teme a los conceptos diferentes, toda la música que escuche tendrá alguna influencia en lo que hace. La música clásica necesita mucha práctica para el aprendizaje. Eso es lo que me dejó, lo más valioso. Hacerme el tiempo, hoy tan limitado, para la práctica, es algo provechoso y constructivo.
—¿Qué recomendación le daría al público que no es experto en jazz si hoy va a escuchar su concierto?
—Ya que hablamos de la clásica, hagamos una comparación. Supongamos que tenemos una ópera alemana sobre el escenario.
—Una de Wagner.
—Bueno. El Anillo del Nibelungo. De una audiencia de dos mil personas, quizás sólo seis entiendan el idioma de El Anillo... y sólo veinte sepan la tonalidad y las notas que se están tocando. ¿Qué pasa con el resto que no entiende nada de eso? Está ahí para disfrutar. En mis conciertos, no se preocupen por la tonalidad en la que estamos tocando. Lo importante es que hay tres tipos haciendo música con naturalidad, con frescura. Quizás entiendan lo que hacemos. Quizás no. En ese caso, ojalá que disfruten de las melodías. Y si esas personas se van a su casa haciendo esto [chasquea los dedos marcando el swing] mi trabajo está hecho.
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