Gracias Totales: una nueva encarnación de Soda Stereo está en marcha
BOGOTÁ.- Sólo hay que ver los rostros del público para entender que la expectativa y la ansiedad que genera el show por venir no es la misma que antecede a cualquier concierto. Se ha dicho que Gracias Totales Soda Stereo, que en la noche del sábado tuvo su primer capítulo en Bogotá, es una celebración de la obra de Soda. Se ha dicho también que este es un show multimedia, con fuerte injerencia de las pantallas. Lo que no se pudo predecir, aún sabiendo lo que significa el trío para el inconsciente colectivo latinoamericano, era la fibra íntima que iba a movilizar un nuevo viaje en el tiempo. Pero esta vez a un tiempo que tiene tanto de pasado como de presente.
Después de Séptimo Día, del Cirque du Soleil, que apelaba a la emoción y tras este debut bogotano, se puede ver ahora esta gira de 16 conciertos como una continuidad natural de aquél espectáculo. En ambos la figura de Gustavo Cerati es invocada de comienzo a fin. La gran diferencia es que aquí esa invocación -y evocación- tiene un rol protagónico. Al fin de cuentas esto es Soda Stereo, aunque no lo sea. Y en ese juego de palabras está no sólo el secreto del show, sino la clave de un muy buen resultado final que llevó casi medio año de trabajo.
La lluvia y el granizo que cayeron en las primeras horas de la tarde dieron paso a una noche de luna. En la previa del show suena rock argentino y algunos sostienen que el gusto musical de Adrián Taverna, sonidista histórico de Soda, es la clave. Suenan Pappo's Blues, Vox Dei y Luis Alberto Spinetta, al tiempo que vendedores pasan incesantemente ofreciendo empanadas argentinas. Si no fuera por esas plateas pintadas de amarillo y rojo y por el acento inconfundible de los bogotanos diríamos que somos "locales otra vez", como se decía antiguamente en las canchas de fútbol, en los tiempos en que había público visitante.
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El rostro de Cerati y mucho merchandising oficial de la gira se lucen en la vestimenta del público que espera por la hora señalada. Y ese instante religioso en que el estadio queda a oscuras se vuelve celebración pagana cuando las pantallas se encienden y muestran el inicio del espectáculo: un viejo VHS es tomado de una repisa y colocado en uno de esos reproductores que tantas satisfacciones nos trajeron en los 80. Y aparecen ellos en su eterna juventud, en sus primeros viajes por el continente. Claro que es Gustavo el que canta en el comienzo. Claro que es "Sobredosis de TV" la canción elegida. Casual o causal, hoy no son los 26 televisores encendidos de la puesta del teatro Astros con la que presentaron su primer disco a fines de 1984 los que se lucen, sino unas impactantes pantallas de led que cubren en diagonal la espalda del escenario y que se conjugan con las laterales, tanto para mostrar imágenes históricas del trío como para proyectar a los cantantes y los músicos.
En escena se lucen las dos guitarras que en la segunda mitad de los 80 coincidieron en Fricción: Richard Coleman, gran amigo y compañero de aventuras de Cerati y Roly Ureta, quien lleva 26 años tocando en la banda de Miguel Mateos. El gen dark que hay en ambos y que conecta a la perfección con ese sonido que marcó a fuego a Soda en sus primeros años es uno de los grandes aciertos del espectáculo. También el Zorrito cumple muy bien su función desde los teclados, y el aporte en varios pasajes de Simón Bosio, hijo de Zeta, resulta una agradable sorpresa para un gran público que no lo conocía.
Charly Alberti y Zeta Bosio lucen concentrados de principio a fin. Son sus hombros, claro está, los que sostienen esta propuesta y son sus emociones y recuerdos los que deberán convivir con ellos en cada pasaje de la gira. Porque esta es la primera vez de Soda sin Cerati pero, a diferencia de los shows que hemos visto sin su icónico cantante original -Queen, The Doors, Creedence-, aquí la búsqueda se dirige a retomar un cancionero clásico sin cambiar figuritas. Lejos de buscar un frontman -tranquilamente podría haber ocupado ese lugar Richard Coleman-, la intención fue elegir la voz ideal para cada tema y que la presencia en las pantallas provoque el mismo impacto que cuando ese cantante está en escena.
"Hombre al agua" marca la continuidad del show, con un Coleman impecable en el rol de cantante. A su derecha Roly Ureta compone el primer gran solo de todos los que entregará durante la hora y cuarenta de show. La primera figura invitada es la del mexicano León Larregui (Zoé), quien se luce con un tema a su medida: "Disco eterno". Leve y hedonista, tiene algunos puntos de contacto con otra voz que pisará más tarde el mismo escenario, la de Adrián Dárgelos.
Zeta se anima a pasar al frente y a entregar una de sus primeras grandes sonrisas de la noche. Desde las pantallas arremete el chileno Álvaro Henríquez (Los tres) con "El rito" y luego de la faena toma el escenario otra voz invitada, la de Rubén Albarrán, de Café Tacuba, una de las bandas que más se cruzó con Soda Stereo por los caminos de América Latina. "Gracias Charly, gracias Zeta, gracias Gustavo, gracias Colombia", dispara tras una gran versión de "Lo que sangra (La Cúpula)", en la que se luce en su rol de chamán de la canción.
Imágenes del backstage de la sesión de fotos para Doble vida (1988) y una humorada entre Gustavo y Zeta en Teotihuacán se intercalan con canciones como "Signos", por Julieta Venegas; "Juegos de seducción", por Walas y "Zoom", por Benito Cerati (un estallido de colores y sonoridades pop), todos ellos desde las pantallas. Luego, el viaje vuelve a los comienzos, a ese primer disco que supo envejecer muy bien. Adrián Dárgelos le aporta su carisma y su sensualidad a "Trátame suavemente". Se acerca a Richard Coleman primero, a Zeta después, al Zorrito más tarde, incluso se eleva hasta la batería de Charly. "Gracias Soda, por una eternidad juntos" son sus últimas palabras antes de bajar y dejar el escenario caliente.
Luego de la citada sesión de fotos de Doble vida "regresa" Cerati. Es el momento de "En la ciudad de la furia", con esas históricas imágenes aéreas de Buenos Aires y la sensación de que, como prácticamente todos los temas elegidos para el show, es una canción sin tiempo, o una escrita en el futuro que viene sonando desde hace décadas.
Alineado con la fuerza interpretativa de Rubén Albarrán (también Gustavo Santaollala y Mon Laferte vibran en la misma dirección), Draco Rosa sube a escena para una soberbia versión de "En remolinos". Al portorriqueño le sigue, también en directo, una figura local: Andrea Echeverri (Aterciopelados), que encuentra en el menos clásico de la noche, "Pasos", el resquicio para conectar con la madre tierra. Acto seguido y en video es Santaolalla el que parte de la Pachamama para viajar hasta el cosmos con "Cuando pase el temblor", en uno de los momentos más altos de la noche.
La cuerda emotiva parece tensarse aún más cuando Cerati vuelve a aparecer para "Fue". Charly mira la pantalla y en el medio del escenario hay una ausencia que se vuelve tristeza, vacío, lágrima. Es una sensación que dura solo unos segundos, hasta que volvemos a levantar la vista, primero para dirigirla al video, y luego al cielo.
Con el primer paso que da en el escenario despierta una ovación. Mon Laferte muestra su carisma y lo pone al servicio de "Un millón de años luz". Junto a ella se luce la guitarra de Simón Bosio. Ya estamos en el tramo final del show y, luego de que unas imágenes nos refresquen lo impactante que fue la sodamanía (fans colgadas a las ventanas y techos de la combi que transportaba al trío), Fernando Ruiz Díaz despliega su propia "Persiana americana" desde el video. Le sigue Juanes, también en pantalla, con "Prófugos". Aquí la impactante nave central de luces sorprende por sus movimientos: baja hasta estabilizarse bien cerca de las cabezas de los músicos y luego vuelve a subir a lo más alto.
Abrazos, saludos y una vez más, la última, los tres juntos para "Primavera cero". El cierre llega desde las pantallas con "De música ligera" a cargo del líder de Coldplay, Chris Martin. Lo que sigue son las luces que se encienden, "Alive and Kicking" de Simple Minds que suena y el público que se mantiene en su lugar. Como esa película que ya terminó pero que aún no nos permite levantarnos de la butaca, el show de Gracias Totales Soda Stereo provoca un cúmulo de sensaciones difícil de procesar en minutos.
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