Gorillaz: la banda que viajó en el tiempo para descubrir que el futuro ya pasó
El proyecto liderado por Damon Albarn ofreció un show notable, ante 35.000 personas y como plato fuerte del Festival BUE; para anticiparse a la tormenta, tocaron tres horas antes de lo programado
Un relámpago cruza el cielo y cae en la noche cerrada como efecto especial para acompañar a esas manos animadas que salen de la tierra e hipnotizan desde la pantalla grande del escenario. "El futuro está llegando, el futuro está llegando". Es casi el cierre del concierto de Gorillaz , de su debut tardío en Buenos Aires, veinte años después de su creación, y lo que está llegando es una tormenta descomunal, prevista por los organizadores, que adelantaron tres horas el show principal de la segunda jornada del Festival BUE. "En cada nube que ves con tus ojos, yo veo destrucción y muerte, corrupción disfrazada... el futuro está llegando, el futuro está llegando", canta Damon Albarn en los versos de ese hit denso que es "Clint Eastwood", con el que en 2001 esta banda animada se hizo conocer. Dieciséis años más tarde podemos afirmar, en todo sentido, que el futuro ya pasó.
Desde que Albarn ideó esta fantasía animada junto al dibujante Jamie Hewlett (reconocido anteriormente en el universo del cómic por Tank Girl), en los días de exploración furiosa de Internet y la era prerredes sociales hasta hoy, más que dos décadas parece haber pasado un siglo. "Nos hemos dado cuenta de que hemos llegado a algo que está un poco adelantado a su tiempo y no existe la tecnología para hacer todo lo que queremos hacer, por lo que el show en vivo fue algo sobre lo que tuvimos que pensar mucho", decía Hewlett en 2001, cuando Gorillaz se disponía a realizar su primera gira. Por entonces, la banda subió al escenario detrás de un gran telón blanco en donde se proyectaban las animaciones, con los músicos de carne y hueso ocultos detrás. Así, se instalaron instantáneamente como el primer grupo del siglo XXI.
Pero en los últimos años la tecnología se encargó de confirmar aquello de que el tiempo es veloz y hoy más que la primera banda del siglo XXI, Gorillaz se presenta en vivo como la última del siglo XX, fusionando el rabioso rapeo con la melancolía eterna de sufrir de amor que lleva tatuada en la piel este cantante inquieto y multifacético (dos años atrás llegó al país con la versión ensamblada de Blur y un año antes lo había hecho en plan solista).
El futuro, para Gorillaz, ya pasó. Los hologramas en el rock hoy son una realidad que ni Albarn ni Hewlett podían imaginar cuando se lanzaron a esta aventura. La novedosa herramienta que era Internet hoy ya es parte del aire, los zombis que por entonces eran clase B ahora ocupan el prime time y el cómic pasó de ser un arte contracultural y menospreciado a convertirse en fenómeno para las masas.
Ante esta aceleración del tiempo, Albarn decidió desenmascarar a sus personajes y hacer de Gorillaz una suerte de seleccionado de músicos y raperos que se mueven con total naturalidad entre el hip hop y el dub, con algún que otro cliché rockero y manteniendo cierto espíritu punk siempre atravesado por el soul, con una formación que incluyó a seis coristas que le entregaron su alma negra a cada una de las canciones del set.
Así las cosas, vivir tan al sur nos privó todos estos años de aquella viñeta conceptual que en un principio cobijó a Gorillaz, pero por suerte anteanoche Albarn nos trajo aquello que aún sigue siendo invisible a los ojos, lo esencial: su música.
"¡Hola! ¡Hola! ¿Hay alguien ahí? ¡Hola! ¡Hola! ¿Hay alguien ahí?". Lo primero que se escucha no bien se apagan las luces del escenario principal es aquel grito sagrado extraído de El día de los muertos (teléfono para Él Mató a un Policía Motorizado), la película de terror dirigida por George Romero en 1985, con el que arranca "A1 M1", el tema que cerraba el primer álbum de Gorillaz a puro punk zombi.
De allí en más, durante una hora y media, Albarn paseó a las más de 35.000 personas que se acercaron al predio de Tecnópolis por toda la discografía del grupo, apoyándose en sus grandes y poco ortodoxos éxitos primero y en las voces invitadas después.
Acompañado por una sólida banda compuesta por Jeff Wootton en guitarra, Seye Adelekan en bajo, Mike Smith y Jesse Hackett en teclados, Gabriel Wallace y Karl Vanden Bossche en batería y percusión, Albarn se siente libre de saltar del micrófono/megáfono a la melódica y de la guitarra acústica al piano o al sintetizador con forma de guitarra. Clásicos de ayer y de hoy como "Last Living Souls", "Tomorrow Comes Today", "19-2000" y "Oh Melancholy Hill" suenan entonces para saldar la deuda con el público argentino, que se aferró a cada melodía como si se tratase de la última. A bailar que el futuro está llegando, a bailar que se acaba el mundo.
Con un simple vistazo a la multitud se puede corroborar que Albarn logró con Gorillaz en quince años lo mismo que le costó a Blur el doble de tiempo: aunar debajo del escenario a dos generaciones. Anteanoche, Tecnópolis se vio cubierto de padres con hijos en sus hombros. Niños de dos, de tres, de siete y de diez años también disfrutaron de este puñado de temas apocalípticos junto a su familia y todos contentos.
Una vez repasados sus primeros años, llegó el paquete con las canciones de Humanz, su último álbum, ese que Albarn, siempre obsesionado por el futuro, había planeado como una improbable fiesta para el fin del mundo (imaginando que un tal Donald Trump llegaba a la Casa Blanca), pero que una vez más se le hizo realidad antes de tiempo.
Con el eje en Humanz, el cantante cumplió el sueño de correrse del centro de escena y les cedió el protagonismo a sus invitados de lujo: Vince Staples ("Ascension"), el increíble Peven Everett ("Strobelite" primero y "Stylo" un poco después), la dupla de Jamie Principle y Zebra Katz ("Sex Murder Party") y, justo antes de los bises, la voz de Savage, Jehnny Beth (con una carismática performance de "We Got The Power", que terminó con la cantante en plan mosh, caminando sobre las palmas del público).
En el último tramo, los De la Soul desataron otra vez el baile con "Feel Good Inc.", reverenciaron a Albarn y todos corearon eso de "olé, olé, olé, olé, Deimoooon, Deimoooon".
Entonces sí, el relámpago que ilumina la noche y antes de que el cielo se caiga sobre nuestras cabezas, nos movemos como zombis anarcotizados por el ritmo sucio de "Clint Eastwood" y cantamos eso de que el futuro está llegando, aunque sepamos que todo esto ya pasó.
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