En un show histórico, el guitarrista presentó su último disco en el Hipódromo y revisitó los clásicos de la emblemática banda
Hubo que esperar más de cuatro décadas para verlo en vivo, pero la primera presentación de David Gilmour en Argentina colmó –incluso superó, podría decirse – las expectativas que se habían generado en torno al guitarrista de Pink Floyd. Fue un deslumbrante concierto de casi tres horas, con un sonido espectacular y una puesta visual a la altura de sus antecedentes –incluyendo la ya legendaria pantalla circular utilizada en la época de Pulse–, más una banda con varios históricos en la formación, como el bajista Guy Pratt, Jon Carin en teclados y el ex- Roxy Music, Phil Manzanera, en guitarra, que es también su director musical y co-productor.
Por supuesto, todo esto fue el marco perfecto para realzar la performance del gran Gilmour, que interpretó prácticamente la totalidad de su nuevo álbum Rattle That Lock (cuarto disco de estudio como solista), intercalado con gemas de Pink Floyd de distintas épocas, que incluyeron algunas sorpresas como "Astronomy Domine", una excursión psicodélica de 1967 que simboliza la era de Syd Barrett, cuando Gilmour aún no entrado en el grupo. Otro inesperado viaje por el túnel del tiempo fue "Fat Old Sun", hermoso psych-folk de Atom Heart Mother (de 1970).
La obra The Wall parece dejársela para su eterno camarada y rival Roger Waters, con excepción de los dos temas que más claramente llevan la firma de Gilmour, "Run Like Hell", con Pratt asumiendo la parte vocal de Waters y toda la banda con anteojos negros, y "Comfortably Numb", el último de los bises, donde desplegó un asombroso techo de luces láser acompañando solos de guitarra igualmente tridimensionales. En cambio, no se privó de incursionar en varios temas de Dark Side of the Moon (que según él mismo, fue el último trabajo escrito realmente en colaboración), como "Time", "Us And Them" y "Money". El trabajo como guitarrista fue titánico, con Gilmour improvisando solos tanto en acústica como en eléctrica y steel guitar, que tomaban las versiones de estudio como referentes y puntos de partida, desde los cuales desplegaba vuelos épicos de fantasía que justificaban plenamente el término "space rock" alguna vez aplicado a la música de Pink Floyd.
En vivo, los temas de su última producción sonaron a la altura del material vintage, especialmente el jazzy "The Girl In The Yellow Dress", el evocativo "A Boat Lies Waiting", "Today", con un ritmo híbrido de rock-disco que recuerda "Another Brick in The Wall", y la potente canción que da título al álbum, "Rattle That Lock". Tan satisfecho debe sentirse Gilmour con este material, que sólo recurrió a su carrera solista previa para un tema ("The Blue") de On An Island. También supo sumergirse con igual entusiasmo en dos gemas de The Division Bell, la gran obra del Floyd post-Waters, "High Hopes" y "Coming Back To Life", y en los clásicos "Shine On You Crazy Diamond" y "Wish You Were Here", del álbum homónimo, con un sobresaliente ensamble de las acústicas de David y Manzanera.
El gesto habitualmente adusto del guitarrista pareció iluminarse por momentos, y el británico hasta insinuó algunas sonrisas ante la cálida respuesta del público que colmó el Hipódromo de San Isidro, y que luego de tres horas parecía restregarse los ojos como para convencerse de que lo que acababa de ver (y escuchar) no había sido sólo un sueño.
Por Claudio Kleiman
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