En diálogo con LA NACION, el cofundador y bajista de la banda habla de su sociedad artística de cinco décadas con Paul Stanley y del retiro definitivo de los escenarios; el 28 de abril se presentarán en el Parque de la Ciudad
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El 13 de abril de 2001 en el Carrara Stadium australiano, Kiss dio el último show de su carrera. Y después de eso siguieron tocando como si nada, y hasta visitaron la Argentina cuatro veces (2009, 2012, 2015 y 2022), una más que las que llevaban hasta ese momento (River y Obras 94, también Monumental en el 97 y el 99). ¿Cómo es posible todo eso? El Farewell Tour de hace veinte años terminó siendo un amague, gracias a lo cual se les desconfió cuando anunciaron en 2019 otra “gira del adiós”: el End of the Road Tour, ese que los trae a Buenos Aires una vez más para presentarse el 28 de abril en el festival Masters of Rock, en el Parque de la Ciudad, junto a Deep Purple, Scorpions, Helloween y Avantasia.
Consultado sobre si existe una posibilidad concreta de que Kiss siga funcionando más allá de este tour como una especie de franquicia, con músicos jóvenes usando su maquillaje y tocando sus canciones, Gene Simmons es escueto: “Sí”. Afortunadamente el bajista y cantante se explaya bastante más al hablar de los dos conciertos de despedida que la banda tiene previsto dar el 1 y 2 de diciembre de este año en el Madison Square Garden neoyorquino, de varios mitos que los rodean, de su relación con su socio Paul Stanley, de la situación de la industria musical en la actualidad y de por qué Ace Frehley y Peter Criss -los otros dos miembros históricos de Kiss- no son ni serán parte de esta caída del telón. Así, el fin del camino está cerca y, según Simmons, esta vez es en serio.
¿Se retiran de las giras o se retiran de los escenarios? Porque no es exactamente lo mismo...
-La banda que sale de gira va a dejar de dar shows. Kiss con maquillaje va a dejar de tocar. Paul va a hacer otras cosas y yo también. Paul tiene su grupo paralelo, Soul Station, seguro va a hacer eso. Y yo tengo la Gene Simmons Band, que ya toca en todo el mundo desde hace ocho años. Y nos fue muy bien: estuvimos en festivales en estadios cubiertos y demás. Pero después del 2 de diciembre la banda Kiss va a parar. Cincuenta años es suficiente. Sin embargo habrá otras cosas de Kiss: una película, un programa de dibujos animados, un museo de Kiss en Los Ángeles, los cruceros de Kiss, pero lo que va a pasar en Nueva York el 2 de diciembre, cincuenta años después de haber empezado, es que no vas a poder volver a ver a Kiss con maquillaje.
¿Tienen preparado algo especial para los shows en el Madison Square Garden?
-Íbamos a tener muchas, muchas estrellas invitadas. Nombres que se conocen en todo el mundo. Del rock, del blues, del country. Los más grandes y famosos. Y querían subirse al escenario con nosotros para los últimos dos shows pero dijimos que no, porque queríamos terminar como empezamos: dos guitarras, bajo y batería. Empezamos en los estudios Electric Lady con dos guitarras, bajo y batería, en la calle 23. Y cincuenta años después terminamos en la calle 33, en el Madison Square Garden. Esa es la mejor manera de hacerlo.
-¿Podemos esperar música nueva de Kiss? Su último disco, Monster, ya tiene once años.
-No creo, porque Kiss no es una organización de caridad. Ahora, con las descargas y la piratería, la música ya no es tan importante. El arte de todo eso murió. No importan las tapas de discos, no hay booklets, no hay nada que puedas tener en la mano como una obra de arte. Es todo música de fondo, música para ascensores. Cuando estás en tu auto la escuchás pero... no. Y es triste porque las bandas nuevas no pueden vivir de eso, no pueden afrontar estar en una banda. Es un problema, porque no podés cobrar por la música, no podés ganar plata. ¿Y quién hizo eso? Los fans, que dejaron de pagar por la música.
-Es una paradoja que sean justamente los fanáticos los culpables de todo esto...
-Los fans mataron eso que amaban.
-Las visitas frustradas de Kiss a la Argentina en los años 80 estuvieron rodeadas de locura: un comando terrorista amenazándolos, un empresario que se fugó con la plata de las entradas, la leyenda de que pisaban pollitos sobre el escenario. ¿Cuánto saben de todo eso?
-Sabemos. La primera vez que íbamos a tocar en Argentina [sobreactúa la g como una j], la junta militar estaba a cargo del gobierno. Íbamos a dar tres shows en estadios. Y entonces, en Washington DC nos llamaron del gobierno y nos dijeron: “no vayan, estamos preocupados porque un grupo terrorista puede poner bombas en el estadio”. Así que no fuimos.
-Lo de los pollitos es lo más extraño...
-¿Vos decís que esa historia no es cierta?
-¡Sabemos que no!
-No, no es cierta. Nunca pasó. Quizás estás hablando de “chicas” [lo dice en español y se ríe]. No, de verdad, nunca pasó eso.
-Alguien inventó eso...
Sí, como también alguien inventó que yo venero a Satán, cosa que tampoco es real.
-También está el mito que asegura que te injertaron una lengua de vaca...
-Claro y eso tampoco es cierto. Es grande, eso sí, pero no es de vaca.
-Vos y Paul trabajan juntos desde hace más de cincuenta años y -al menos en público- nunca tuvieron una gran pelea. ¿Cuál es el secreto?
-La dependencia es poco usual. Tenés suerte si conocés a alguien por cincuenta años y todavía querés hablarle. Tenés suerte si conocés a alguien con talento que todavía quiera hablar con vos después de cincuenta años. Quizás lo mejor de nuestra sociedad es que yo sé que Paul sabe cosas que yo nunca voy a saber, y él sabe que yo sé cosas que él nunca va a saber. Y si mirás una moneda... ¿qué moneda usan en Argentina?
-El peso.
-Si mirás a un peso, el valor de un peso es... un peso. Pero los dos lados son completamente diferentes. Nunca te vas a confundir un lado con el otro. Pero eso es lo que lo hace único. Lo que nos hace únicos a Paul y a mí es que no estamos de acuerdo en un montón de cosas, pero nos tenemos que respetar mutuamente para entender que quizás él tiene razón, o que yo tengo razón. El respeto es lo más importante.
-Cerca del final y con medio siglo de carrera, ¿hay algo que lamentes no haber hecho con Kiss? ¿Algún disco, algún show, alguna colaboración?
-No lamento nada, haría todo otra vez exactamente igual, pero me da pena que después de cincuenta años Ace (Frehley) y Peter (Criss) no puedan estar con nosotros. Entraron y salieron de la banda tres veces, pero pasó el alcohol. Ese es el enemigo. Cambia a la gente, la destruye. Y lo lamento por ellos, porque no pueden disfrutar esto. Tuvimos una vida increíble. Le pregunté a los dos: “¿Quieren estar en este documental que vamos a hacer? Va a durar cuatro horas, pueden decir lo que quieran”, y se negaron. “Bueno, ¿y la última gira? Pueden subirse al escenario?”. Tampoco. No quisieron hacerlo.
Masters of Rock. 28 de abril en el Parque de la Ciudad. Entradas a la venta en FullTicket
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