Ya pasó la medianoche, pero Gary Clark Jr. quiere seguir. El guitarrista está parado en el centro de una sala a oscuras en los Arlyn Studios, un edificio sin carteles detrás de una construcción en el sur de Austin. Clark estuvo trabajando toda la noche, enseñándole a su banda una canción nueva, "This Land", parando cada tanto para fumar porro y tomar un poco de whisky. Clark cuenta hasta cuatro para otra versión de la canción –un blues atronador marcado por un bajo-sintetizador y una base de hip-hop– antes de desatar una ráfaga de notas de wah-wah en su Gibson SG. Aúlla acerca de vivir en "20 hectáreas con un Model A/ En medio del país de Trump", junto a un vecino que "no ve la hora de mandarme a la policía". Cierra los ojos para el estribillo: "Nigga, corré, nigga, corré/ Volvé al lugar de donde sos". ¶ Clark quiere que "This Land" salga bien porque la considera la canción más importante que jamás haya escrito. "Trata sobre ser negro en Estados Unidos, en el Sur", dice. Clark la compuso después de una pelea con su propio vecino en su nueva finca de 20 hectáreas en las afueras de Austin, donde vive con su esposa, la modelo Nicole Trunfio, y sus hijos Zion y Gia. Un día, Clark manejó hasta la casa del vecino para decirle que su burro se había metido en la propiedad de Clark. "Me faltó el respeto frente a mis hijos", dice Clark. "Me empezó a decir: ‘Vos no vivís acá. No hay forma de que vivas acá. ¿Quién es el dueño de este lugar?’."
Clark, de 34 años, padeció esta clase de veneno toda su vida. Desde que tenía nueve o 10 años, en un barrio de clase media de Austin llamado Oak Hill, "estos insultos raciales dichos entre dientes a tus espaldas pasaban todo el tiempo". Para explicar qué más inspiró esta canción, recuerda "que me dijeran nigger todos los días, que la gente quisiera tocarme el pelo, que me tiraran mierda en el buzón, que aparecieran en mi casa con banderas de la Confederación, diciendo: ‘Nigger, volvete a África’, que me escribieran ‘nigger’ en el portón". Fueron necesarias las elecciones de 2016 y las políticas de Donald Trump para que Clark escribiera acerca de esos horrores.
Clark se emociona cuando describe una visita reciente al National Civil Rights Museum en el Lorraine Motel en Memphis, donde asesinaron a Martin Luther King Jr. "Entrás y ves a los esclavos abajo de los barcos, encadenados", dice. "Cuando vinimos acá, no se suponía que sobreviviéramos. Así que ¿cómo no voy a gritar? A la mierda, estoy acá, voy a hacerlo en nombre de todos los que fueron maltratados por haber nacido de un color... Yo creo que ese es el único derecho en este momento."
"This Land" apareció justo cuando tenía que aparecer. Antes, Clark sentía que había alcanzado un pico creativo. Su set definitivo en el Crossroads Guitar Festival de Eric Clapton en 2010 convenció a muchos de que iba a salvar el blues y quizás también el rock & roll. Barack Obama lo invitó a la Casa Blanca dos veces, y dijo que él era "el futuro", y Buddy Guy lo comparó con T-Bone Walker. Pero los primeros dos discos de Clark –Blak and Blu, de 2012, y The Story of Sonny Boy Slim, de 2015– fueron una desilusión comercial, y no lograron capturar la energía explosiva de sus shows en vivo. Para su siguiente disco, el sello de Clark le sugirió que trabajara con un productor veterano como Rick Rubin o Pharrell. Clark dijo que estaba abierto a esas ideas. "Pero yo sabía que en realidad él no lo estaba", dice su manager Scooter Weintraub. "Él tenía una idea en su cabeza de lo que quería hacer."
Clark decidió producir el disco él mismo. Trabajó con un coproductor e ingeniero en Arlyn, y se pasó meses armando bases de batería, bajos y teclados él solo (antes de convocar a pesos pesados como la baterista Sheila E.). El resultado es This Land, que salió en marzo, y que va del Delta-blues al reggae y el dub, pasando por himnos estilo soul de Stax y canciones épicas onda Prince. "Yo quería que cada nota y cada palabra tuvieran un significado", dice. "En los discos que hice antes, hay demasiado énfasis en la guitarra: poníamos un solo de guitarra, y a la gente no le importaba la letra. Pero eso no es lo que me motiva. Me gusta Quincy Jones. Me gusta Stevie Wonder. Me gusta Ray Charles. Me gustan los arreglos de Cab Calloway. Me gustan los puentes, los preestribillos."
Clark estaba en la sala de conferencias, nervioso, cuando los ejecutivos de Warner Bros. escucharon el disco por primera vez: "Hubo bastantes silencios, bastantes suspiros". En ese momento, recuerda haber pensado: "Muy bien".
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Es una tarde lenta en Antone’s, el célebre club de blues de Austin. Kingfish, un guitarrista de 19 años en ascenso, está probando sonido en el escenario, pero Clark no está por ningún lado. Tenía que estar acá para una entrevista hace un par de minutos; una integrante de su equipo está tratando de ubicarlo. Está acá, dice, estacionando su Cadillac. Finalmente, Clark se materializa 30 minutos después, hablando con su manager. "¿Cómo te sentís?", dice, antes de avanzar lentamente hacia el frente del lugar para sentarse. Se deja los anteojos negros puestos. La conversación con Clark puede ser inquietante; cuando le hacés una pregunta, te mira por largos períodos de tiempo, en general haciendo que sigas hablando vos. "Con Gary, no hay presentaciones, ni suele agradar a la gente", dice Weintraub. "La gente dice: ‘¿Está enojado conmigo?’. Y un par de días después te dice: ‘Hey, man, ¿cómo va todo?’."
Si hay un lugar en el que Clark está cómodo, es en Antone’s. Su papá, vendedor de autos, empezó a traerlo cuando tenía 15 años, y una vez Clark se subió al escenario y la rompió con una versión de "Pride and Joy", de Stevie Ray Vaughan. El dueño, Clifford Antone, que fue mentor de Vaughan, tomó a Clark como su protegido y lo puso a tocar con leyendas tempranas del blues como Lazy Lester y Pinetop Perkins. "Era un niño, y su voz era igual a su guitarra", dice el guitarrista Jimmie Vaughan. "Tocaba con la misma voz interior, que, en mi opinión, es la señal de un verdadero artista."
Antone fue a la cárcel por traficar más de cinco toneladas de marihuana en 2000, y murió un par de años después. Cuando el club cerró en 2014, Clark ayudó a salvarlo. Invirtió en él con un amigo de la infancia. "Todas las oportunidades que tuve en mi vida fueron por este lugar", dice Clark. "Para educarme, solo tenía que manejar 15 minutos hasta acá y que me volaran la cabeza. ¿Cómo no ser parte de algo así? Para mí, es todo."
Al mismo tiempo, Clark tiene una relación conflictiva con el blues. Después de firmar su contrato con Warner Bros., explotó con "Bright Lights", un guiño acelerado a Jimmy Reed, y una serie de apariciones explosivas en festivales en los que invocaba a Jimi Hendrix, B.B. King y Albert King con un lente del siglo XXI. Pero, en el camino, Clark empezó a sentir que lo encasillaban: él era el tipo que aparecía en los Grammys o el Rock and Roll Hall of Fame y tiraba arreglos de blues. "Si fuera por los demás, yo haría covers de Hendrix todo el tiempo", dijo en 2013. Clark incluso dice que considera salir de gira sin el instrumento. "Prince es uno de los mejores guitarristas del mundo, pero no pensás en Prince como un guitarrista, ¿no?", dice. "Me encanta ser un guitarrista de Texas. Es algo maravilloso. Pero también puedo hacer otras cosas."
Clark trató de demostrarlo en sus discos. Blak and Blu pasaba del hip-hop al neo-soul. "Yo esperaba escuchar a un blusero de Texas al que comparaban con Jimi y Stevie Ray", se quejó un bloguero. "Lo que escuché es algo que no habría estado fuera de lugar en un show de variedades de los 80." Sonny Boy Slim se aferraba más a la guitarra, pero las canciones parecían chatas. Clark dice que hace poco leyó un artículo "en el que hablaban sobre cómo me habían inflado, y cómo no había sobrevivido a las expectativas de ser el próximo dios de la guitarra. Yo pensé: ‘Sí, es cierto’. Yo no soy un dios del rock, ni estaba tratando de serlo. Yo era un tipo grabando discos, y me entusiasmaba que me estuvieran escuchando más de seis personas".
A medida que pasaban los años, la gente alrededor de Clark empezó a preocuparse. Su padre, Gary Clark Sr., recuerda haber pensado que su hijo estaba distraído. "Estaba mucho de gira", dice. "Y lo veíamos muy cada tanto. Una vez, me dijo: ‘Me estoy agotando’. Tuvo que aprender a manejarlo." Weintraub, que fue manager de Sheryl Crow durante 26 años, sabe elegir el momento para darles un consejo creativo a sus artistas. Pero después del fracaso comercial de Sonny Boy Slim, le dijo a Clark que su ventana para explotar se estaba por cerrar. "Gary es muy relajado y texano, en el sentido de que hace las cosas de manera gradual", dice Weintraub. "Yo le decía: ‘No podés hacer eso. No quiero que tengas 39 años y te valoren por ser el tipo que vino después de Stevie Ray Vaughan’, lo cual sería fácil para él. Él quiere tener su proceso, pero la cultura se mueve a un ritmo acelerado y poco saludable. Yo le dije: ‘No quiero que cometas el error de ir demasiado lento y te pierdas’."
Hace no mucho tiempo, Clark estaba tocando en el 40º aniversario de Austin City Limits cuando Sean McCarthy, manager de giras de Jimmie Vaughan, le dio un disco rígido lleno de música. Habían hablado de hacer un álbum en el que Clark sampleara viejos discos regionales de Texas como forma de exponerlo a un público más amplio, pero el disco rígido tenía mucho más que eso: 10.000 canciones, de todo, desde discos perdidos de Wilson Pickett hasta el joven grupo de funk under Vulfpeck. Clark se pasó meses revisando todo, y decidió que usaría el disco rígido como cocompositor, sampleando sus bases, tomando sus melodías. Cuando su esposa se iba a dormir, se sentaba hasta tarde con los auriculares y una consola de grabación MPC, "haciendo ruido". Agarró la melodía de "Help the Needy", un desconocido tema de Pickett de 1970, y creó "The Guitar Man", una oda góspel a la vida del músico de gira. Agarró "Home Cookin" –un blues pantanoso del pionero del saxo texano King Curtis– y compuso el rock estilo Rolling Stones "What About Us". El proceso de grabación casera era apropiado para el introvertido Clark. Más tarde, le llevó las canciones a Jacob Sciba, su coproductor y antiguo ingeniero de Arlyn. "[Gary dijo]: ‘Este no va a ser un disco de amor’", recuerda Sciba. "Me dijo: ‘Ya pasó el momento del Sr. Agradable’."
En Arlyn, las sesiones podían durar toda la noche, y las ideas aparecían de cualquier lado. Una noche, Clark no estaba inspirado, así que Sciba y él se fueron a ver grupos de punk; volvieron y grabaron el himno punky estilo Chuck Berry "Gotta Get Into Something". Luego de que Clark invocara el dancehall jamaiquino en "Feelin’ Like a Million", Sciba y él crearon una base de dub-reggae para divertirse; Clark decidió tocar un solo de casi cuatro minutos encima. La canción resultante fue "Highway 71", que suena como "Voodoo Child" con una base de trap.
"This Land" fue la última canción que Clark terminó en el estudio. Durante mucho tiempo, le dijo a Sciba que no tenía la letra. Un día, se paró frente al micrófono y lanzó esa condena brutal del racismo moderno. Sciba entendió que Clark siempre había tenido la letra, pero que no quería revelarla.
Estaban en una racha, hasta que se toparon con un obstáculo: Clark se rompió la mano derecha. No quiere entrar en detalles ("Siguiente" es lo único que me dice cuando le pregunto por la lesión), pero los doctores dicen que es una lesión de boxeador, que en general se produce cuando se golpea una pared o un objeto duro. La fractura fue tan seria que Clark estaba preocupado de no poder volver a tocar. Pero la herida fue una bendición. Clark compuso "Dirty Dishes Blues", una estampida acústica que tocó solo con el pulgar y dos dedos más, sin púa, y en la que suena como su héroe, Hound Dog Taylor, el guitarrista de seis dedos de Chicago. "No me había dado cuenta de lo feliz que me hacía tocar", dice. "Creo que un poco lo había subestimado."
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Cuando Clark tenía más o menos 20 años, hizo su primer viaje a Nueva York. Un amigo lo llevó a una fiesta y se lo presentó a otro amigo que estaba en un grupo de comediantes. Era Donald Glover. Ambos terminaron en un techo, Clark tocando la guitarra, Glover rapeando. En alguna parte existe un video de la colaboración.
Clark me cuenta la historia apoltronado en un sillón de una sala de amplificadores en Arlyn. Son las dos de la mañana. Tiene los ojos rojos y está relajado tras grabar "This Land". Clark nerdea sobre Glover, hablando de la capacidad de Glover de moverse entre discos, música, películas y stand-up: "Es un artista de verdad". Es la clase de libertad creativa que busca Clark. "Yo quiero tocar jazz", dice. Hace poco tocó una sesión con Wayne Shorter, Robert Glasper, Herbie Hancock, Esperanza Spalding y más, para un proyecto sobre Miles Davis. Le gustaría que le hubiera ido mejor. "Estaba en una sala con todos los mejores", dice. "Y me perdía. Son acordes y transiciones sutiles que yo no me había estudiado. Eso es grande para mí. Me gusta tratar de no quedar estancado."
Más allá del horario, Clark pidió hacer la entrevista ahora para poder pasar el día siguiente con la familia, antes de que lo pase a buscar un micro para una serie de shows por todo Texas. El Instagram de Trunfio es una crónica de su vida familiar, viajando juntos en jets privados, jugando en el campo o en la playa. "Es una persona muy dulce", dice Clark. "También fuerte, lo cual me gusta. No se come cualquier mierda." La mayoría de las noches en su casa de campo, ella cocina una comida excelente, y ambos se sientan afuera "y vemos la puesta del sol, tomamos un buen vino, disfrutamos". Durante el día, Clark da vueltas por la propiedad con Zion. "Tenemos cabras, ciervos y antílopes hermosos. Unos halcones hermosos volando. Escuchamos ranas en verano. Está muy bueno, man."
Clark se levanta y se pone la campera de cuero. Antes de irse, me pide clarificar algo acerca de la oscuridad sobre la que canta en "This Land": "No quiero sentarme acá a hacer que eso opaque todo lo bueno", dice. "Yo camino por las calles de cualquier ciudad en la que toco y hay amor, hay abrazos de todas las razas. No voy a dejar que lo que está pasando ahora con mi país opaque todo lo que hay de genial en el mundo. Hay amor acá. No podemos permitir que nos lo saquen."