Gabi Ruiz, el creador de Primavera Sound: “Sonic Youth me cambió la vida”
Melómano, en la secundaria ya despuntaba el vicio haciendo compilados en cassette y convenciendo a sus amigos de que tenían que escuchar a Joy Division; asegura que Sonic Youth le cambió la vida y aunque varias veces cayó en bancarrota, hizo de su festival una marca tan prestigiosa como rentable
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A veinte años de su primera edición, Primavera Sound desembarca en Buenos Aires. El puente cultural que su creador imaginó hace años, finalmente se concreta en un 2022 que parece ser dos años a la vez: el 2020, por todos los shows reprogramados que no pudieron concretarse cuando se decretó la pandemia de Covid-19, y el actual, con nuevos festivales y una extensa oferta de conciertos internacionales.
“Un año antes de que comenzara la pesadilla de la pandemia decidimos llevar el festival a Los Ángeles. Esa decisión no se celebró y en ese entonces pensamos que Los Ángeles era una meta, pero que el puente tenía que pasar por Latinoamérica. Si bien hasta entonces éramos reacios a hacer más festivales, por pensar que la edición de Barcelona tenía una magia que era difícil de replicar, la experiencia en Portugal fue muy buena. En un punto, gracias a la pandemia pudimos proyectar este desembarco y trabajar sin prisa”. Quien pronuncia estas palabras es Gabi Ruiz, el director y creador de Primavera Sound, un melómano catalán que asegura que Sonic Youth le salvó la vida y que se unió a otros amantes de la música que tienen su mismo perfil para dar forma a uno de los festivales más prestigiosos de Europa.
“El festival tiene un componente un tanto ideológico. Nosotros consideramos que los grandes eventos tienen que llegar a las ciudades no para vampirizar y salir de allí con la plata sino que tiene que devolver algo. En Barcelona desde siempre nos implicamos con las salas de conciertos, los espacios públicos, las asociaciones de vecinos y llevamos la música a todo tipo de sitios. Logramos llenar de conciertos gratuitos la ciudad. Hoy en día la edición de Barcelona es inmensa. No va a ser así de golpe en Buenos Aires. Vamos a ir paso a paso, pero siempre con la idea de devolver algo de lo que extraemos a modo de pago cultural, compensar a la ciudadanía por las molestias. La música es profesional y tiene que ser de pago, pero creo también en la cultura como un vehículo para lograr otras aspiraciones. Me gusta pensar que Primavera Sound acerca a la gente los mensajes que son propios del festival: igualdad, igualdad de género, sostenibilidad
–Hay un reverdecer de los festivales y es algo cíciclo, ¿no?
–Ya hemos visto muchas burbujas festivaleras. Las marcas se acercan a este modelo, llamémosle de éxito. Desde Primavera Sound hemos sido un poco revolucionarios en nuestra relación con las marcas. Yo creo que la marca no puede ser algo que tiraniza un festival, que el espectador cuando entra no ve más que inconvenientes, como una botella gigante de cerveza al lado del escenario o que no paran de pedirle datos mientras recorre el lugar. Además, las marcas pueden presionar para que determinados artistas toquen porque tienen contrato con ellos. Yo no es que esté en contra de las marcas, es al revés, estoy muy agradecido a todas las que nos han ayudado a hacer el festival grande, pero una marca tiene que ingresar con algo que le facilite la estancia al espectador, algo que haga, pues, que tal artista pueda aparecer en determinado momento; que mejore la movilidad, que el festival tenga más tecnología y la gente haga menos colas. Y siempre con un tratamiento anual: organizar otros eventos, llevar artistas a un parque para hacer acciones gratuitas. Los que llevamos más años sabemos que es un juego peligroso e intentamos no quemarnos.
–¿Qué sabés de la música argentina?
––A mí siempre me llamó la atención el rock argentino, que a España ha llegado a través de gente como Andrés Calamaro o Gustavo Cerati. Sé que el rock con mayúsculas se vive de manera fuerte allí. Durante mi fomación musical escuché a Charly García, como todos. Recuerdo de muy niño una banda que para mí es argentina y para vos no, Tequila (su cantante, Alejo Stivel y su guitarrista, Ariel Rot, son argentinos). Todo eso me ha dado una visión del rock en la Argentina, más que una banda en particular. Ver una actuación de los Rolling Stones en Buenos Aires es la hostia. Ahora, toda la escena urbana argentina es súper reconocida en Europa y también se ganaron su lugar El Mató a un Policía Motorizado y los 107 Faunos. En los 80 y en los 90 el rock argentino estuvo en todos los escaparates en España, pero esta generación más indie de los dos miles no ha logrado un vínculo muy grande. También pasa lo mismo en tu país respecto de la música española. Conocen mucho de la época de los cantautores pero lo que pasa ahora mismo queda un poco más lejano.
Para Ruiz, los festivales pasaron a ocupar un rol de “curadores”. Entre el mar de oferta de canciones, discos y novedades que navega a alta velocidad en los sitios de streaming, un festival propone un recorte, una línea estilística y una afinidad con determinadas audiencias. “Cuando era chico, en una tienda de discos me podía comprar un vinilo al menos, no me alcanzaba para más. El que los vendía ya me conocía y me recomendaba ciertos discos. Ahora un poco esa función la realizan los festivales. Yo soy un pésimo empresario, o por lo menos así lo creo, gasto muchísimo más de lo que debo. Me he arruinado muchas veces y creo que todavía hay alguna más por llegar, pero le dedico toda mi vida a escuchar música e intentar contagiar a los demás lo que me gusta. Tengo una hija de 13 años que trato de que no solo escuche reggaeton. Yo era el tonto de la clase que hacía las recopilaciones en cassette y las pasaba a los amigos. Yo era el que intentaba convencerlos de que Joy Division era la hostia”.
–¿Cuáles son tus recuerdos más entrañables de estos veinte años del festival?
–Te voy a contar uno que para mí fue crucial. Siempre digo que estoy haciendo esto por culpa de Sonic Youth. La vida me la cambiaron ellos, me enseñaron que yo podía hacer cualquier cosa. Yo era de su club de fans, me compraba todos sus discos, los seguía. Recuerdo un momento en el lugar donde hicimos los primeros festivales, estaba arriba del escenario y estaban ellos tocando y comencé a llorar como un niño. Pensaba que después de eso ya no me quedaba nada más por hacer. Es un recuerdo que tengo muy grabado. Después han venido muchísimos más pero ese significa mucho para mí. Y después cuando veo a Shellac (la banda de Steve Albini) repetidas veces en nuestro cartel siendo una de las bandas más complicadas del planeta, que no firman un contrato, siempre dan la mano, que sabes que van a observar tu grilla y como que no le guste no van a venir, una banda que toca poquísimo y para mí es uno de los puntales de esa ética dentro del rock. He conseguido anunciarlos en Los Ángeles (también estarán en Buenos Aires), que me parecía algo complicadísimo por cómo es ese mercado y cuando vi su nombre en el cartel me reí solo.
–Cada vez es más difícil encontrar una banda como U2 o los Rolling Stones capaz de juntar a 60. 000 personas en un estadio. Ahora son los festivales los que convocan y las bandas se ayudan para reunir esa cantidad entre muchas.
–Sí y te puedes llevar sorpresas, ¿eh? Viendo datos del festival, por ejemplo, de escuchas de la gente que entra a Primavera Sound, de cuáles son sus bandas favoritas y qué es lo que más escuchan, muchas veces no coinciden con las bandas que más dinero cobran dinero. Hemos tenido muchas veces escenarios pequeños con muchísima gente y escenarios grandes con un cabeza de cartel que había reunido poco público. La gente tiene una curiosidad y va a los festivales a saciarla.
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