Furor en Alemania por una ópera que provoca náuseas
El pasado fin de semana se estrenó en Stuttgart una particular versión de Sancta Susanna, de Paul Hindemith, por la austríaca Florentina Holzinger
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Desde que vivir no es suficiente y todo tiene que ser “vivenciado”, mucha gente necesita situaciones (para vivenciar) que rozan con lo patológico. Y no hay mejor ejemplo que la demanda de tickets que causó en Alemania la ópera Sancta, una vez que trascendió la noticia de que algunos de los que ya habían “vivenciado” la obra, en la Ópera de Stuttgart, sintieron náuseas.
Así lo consigna la agencia alemana de noticias DPA, en un cable que da cuenta del fenómeno. “La ópera Sancta, de la artista austriaca Florentina Holzinger, agotó entradas para todas las funciones restantes, después de que se difundiera que varios espectadores habían sido atendidos por médicos al sentir náuseas ante la representación. Se constataron 18 casos; al menos tres de ellos requirieron atención médica. ”Tras el estallido de la noticia, las cinco funciones restantes se agotaron”, declaró a esta agencia alemana Sebastian Ebling, encargado de prensa de la Ópera Estatal de Stuttgart. Sin embargo, aclaró que la demanda ya era buena de antemano.
Bueno, si es así, nos quedamos más tranquilos. De cualquier modo, no deja de llamar la atención de que alguien quiera ir a un teatro de ópera para comprobar si le dan ganas de vomitar. Lo más común es que una obra artística despierte sensaciones, sea disparador de situaciones que se expresarán de manera personal. Y aunque el entretenimiento y las sensaciones placentero sean las que abundan en el mundo del espectáculo, las experiencias artísticas siempre ofrecieron una amplia gama que va del regocijo a la angustia. Incluso al miedo, para el que una corriente cinematográfica de nutrido catálogo, que existe casi desde el advenimiento del Séptimo Arte (“Andate al cine a ver una de terror”, se pregonaba hasta en canciones)
Operar lo patológico a partir de lo escatológico no es algo novedoso, aunque es singular en este caso, ya que, probablemente, la coreógrafa no haya perseguido ese fin desde un comienzo. Su intención, seguramente alumbrada por ser considerada una artista que propicia la polémica, sin duda va más por los carriles que sacuden la moralidad.
Se podría decir que la Sancta de Holzinger es una versión hardcore o XXX de Sancta Susanna, ópera en un acto de Paul Hindemith, con libreto de August Stramm. Dentro de la vida de este compositor, es considerada una pieza lírica temprana, que se escribió en apenas quince días y que se estrenó hace poco más de un siglo, el 26 de marzo de 1922, en la Opernhaus de Fráncfort del Meno. Su debut también dio qué hablar. Se trata de una obra que pone la lupa en lo que podría suceder puertas adentro de un convento (lo que va del celibato a la absoluta promiscuidad). En su partitura, Hindemith le hace ciertos guiños al expresionismo (aunque la pieza no adhiera a esta corriente artística del siglo XX), se estira hasta los límites de la tonalidad y navega sobre un libreto cuya fluidez no está establecida desde formas convencionales.
No ha sido una ópera con muchas representaciones, de hecho; en este siglo han sido realmente pocos los puestistas que aceptaron el desafío de subirla al escenario. Quizá su centenario, cumplido dos años atrás, haya sido una buena excusa para retomarla. Luego de estas funciones en Stuttgart, habrá representaciones en el teatro Volksbühne de Berlín, en noviembre.
Según consigna DPA, en el informe de Martin Oversoh, “Holzinger lleva años causando revuelo en el mundo del teatro con sus obras, en las que escenifica cuerpos femeninos de forma radical y reveladora, incorpora momentos de acción en los límites del dolor y no rehúye a la estética ‘trash’. En Sancta incluye escenas de amor lésbico con provocativa claridad, ridiculiza los rituales cristianos y denuncia la opresión sexual de la mujer. En Schwerin y Viena, la ópera performática ya fue aclamada por un público que agotó las entradas. Sin embargo, no se produjeron incidentes como los de Stuttgart, dijo Katharina Nelles, jefa de Relaciones Públicas del Teatro Estatal de Mecklemburgo.
Debido a lo sucedido en Stuttgart, la producción recomienda echar un vistazo a la web del teatro para saber de antemano que la artista austríaca propone para esta versión “actos sexuales explícitos, así como representaciones y descripciones de violencia sexual. También se puede ver sangre real y falsa, piercings y una herida. Además, se utilizan efectos estroboscópicos, ruidos fuertes e incienso”.
Por su parte, el secretario de Estado para las Artes de Baden-Württemberg, Arne Braun, que asistió al estreno el sábado 5 de octubre, minimizó las críticas y los efectos colaterales: “Estas cuestiones sobre la espiritualidad, la fe, la comunidad y el papel de los sexos tienen que negociarse una y otra vez, también sobre el escenario”, aseguró durante una entrevista con DPA. “Esa es la idea que subyace a la libertad del arte. Y si no quieren verla, por favor, no vengan”, desafió el funcionario.
Si bien pueden tener relevancia, las consecuencias físicas que se provoquen desde el arte escénico no suelen estar tan relacionadas con lo escatológico. Pero algunas veces, puede pasar. Hace algunos años, durante una charla con LA NACION, el compositor Lalo Schifrin ponía en la balanza su vida artística y recordaba el episodio menos deseado. Le pasó cuando fue convocaron para hacer la música de El exorcista. “Pero fue un mal entendido -aclaraba Lalo-. El mismo director reconoció que las guías que me había dado tuvieron que ver con el mal entendido. Era una película de horror. Me pidió que fuera hacia la música estocástica [con un fuerte componente aleatorio]. Él quería eso. Pero cuando probaron la película con mi música la gente comenzó a sentirse mal, con ganas de vomitar”.
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