Apostrophe es posiblemente el álbum más popular del frondoso catálogo de Frank Zappa; fue su primer disco de oro en los Estados Unidos y con el que se sacó, por lo menos por un rato, el mote del músico de rock menos comercial
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Frank Vincent Zappa nació el 21 de diciembre de 1940 en Baltimore, Maryland, en el seno de una familia italiana con ascendencia árabe y griega. En 1954, ya viviendo en California, el adolescente Zappa se dedica a hacer experimentos químicos y a tocar la batería. Movido por la curiosidad, después de leer un reportaje que hablaba de una tienda de discos en Nueva York podía vender hasta un disco que solo contenía batería y sirenas, trata de conseguir esa “rareza musical” y se compra su primer long play: un trabajo del compositor contemporáneo Edgar Varese llamado Ionización.
Fascinado por la vanguardista obra de Varese que le abre un universo musical mucho más amplio que el que conocía en su poblado de cowboys de El Cajon (y después de varias explosiones), abandona la química como hobby y se dedica de lleno a la música. Pronto descubre que hay otro tipo de música que le gusta al escuchar por la radio temas de rhythm & blues de gente como Slim Harpo o Howlin’ Wolf. Se hace un fanático coleccionista de simples de R&B e ingresa como baterista a una banda local llamada The Ramblers. A los quince años, su familia se muda de San Diego a Lancaster y pide como regalo de cumpleaños una llamada de larga distancia a Nueva York para hablar con Varese, quien por entonces vivía en el Village. Combinando la vanguardia clásica contemporánea con su amor por los trabajos de gente del R&B como Johnny “Guitar” Watson (con quien se dio el gusto de trabajar décadas después), se compra su segundo long play: una edición económica de La Consagración de la Primavera, de Igor Stravinsky. “Escuché esos dos discos durante dos años hasta que pude comprarme otros. Y me gustaba tanto como el rhythm & blues, así que se puede decir que todo mi background musical consiste en esos elementos”, comentó en 1970.
Sin duda, Zappa tuvo la gran suerte de comenzar su carrera en un perÍodo histórico único dentro de la industria musical: los “dorados sesenta”. Un par de años más tarde y nunca hubiera conseguido su primer contrato de grabación. Esto no quiere decir que su relación con la industria fuera idílica, todo lo contrario: juicios, peleas, censura y una casi total falta de difusión radial fueron la constante de su relación con los grandes sellos y multimedios de su país (siempre fue mucho mas respetado en Europa). Sencillamente no le hubiera sido posible establecerse como lo hizo si hubiera surgido en alguna de las décadas que siguieron.
Usando el marco del rock y su estatus de guitar-hero, Zappa fue desarrollando su original obra como compositor (su esencial pasión), ostentando siempre con orgullo el blasón de “No commercial potential” (“sin potencial comercial”) que un ejecutivo de Columbia le adjudicara en los inicios de su carrera. Pionero en la creación de sellos independientes (Bizzarre, Straight Music, DiscReet, Zappa Records y Barking Pumpkin) para la difusión de su propia obra o la de otros marginados de los grandes sellos (entre otras cosas, editó el primer recital sin cortes de Lenny Bruce, uno de los mejores trabajos de su amigo de la adolescencia Captain Beefheart, las delirantes canciones de un vagabundo de Los Angeles llamado “Wild Man” Fischer y el disco de una banda compuesta por groupies: The GTO’s). A partir de 1979, en gran parte gracias al dinero ganado tras un largo y legendario juicio contra la Warner, monta su propio estudio de grabación (el “Utility Muffin Research Kitchen” o UMRK) en su casa.
Frank Zappa era un workaholic, un verdadero adicto al trabajo, aunque en realidad el odiaba que lo llamaran así, ya que él no se llevaba el trabajo a su casa, ni lo usaba para escalar o triunfar, sino que amaba profundamente lo que hacía y se sentía un tipo afortunado por disponer de todos los medios necesarios para hacerlo en su propia casa. Su esposa Gail se encargaba (aun lo hace) de toda la parte burocrática y comercial del asunto, disponiendo Frank de todo el tiempo posible para componer, ensayar, grabar, editar y escribir. Cuando no estaba de gira o preparando una (lo cual le llevaba un par de meses previos con agotadoras sesiones de ensayos donde los músicos reclutados debían aprenderse a la perfección mas de sesenta de sus intrincadas composiciones que luego irían alternando noche a noche), se pasaba de dieciséis a dieciocho horas por día componiendo y escribiendo en su privada “sala de trabajo” hogareña. Si no estaba internado en su famoso y ultraequipado workroom, estaba diez a catorce horas por día, siete días a la semana, en el estudio de grabación.
Cuando Bob Dylan preparo una gira mundial en 1981, hizo ensayar a sus músicos durante cinco días. Para su gira mundial de 1988, Zappa hizo ensayar a sus músicos diez horas por día, cinco días a la semana, durante cuatro meses y medio. “Amo trabajar. Odio las vacaciones. De hecho me encargo de tener trabajo extra durante las vacaciones”, declaró en 1990.
Durante toda su carrera lo que más se le criticó a Zappa fueron sus “letras chabacanas y sexistas que parecen no condecir con lo elaborado y original de su música”, como dijo Peter Johnson en Los Angeles Times. Es justamente esta característica de sus letras (esas cáusticas, lúcidas y divertidas viñetas donde prácticamente nunca dejó títere con cabeza en su mordaz visión de las miserias e hipocresías de nuestra sociedad occidental y cristiana, lo que transforma al conjunto de su obra en algo tan interesante y único. “La gente más ofendida por mis letras parecen ser los críticos de rock. A la gente les encantan”, aseguró en 1988. Pero no era sólo con el tema de las letras que Frank quebraba la norma de lo que “debía ser”, también con su postura con respecto a las drogas. Despreciaba a las drogas casi tanto como a las canciones de amor.
“La mayoría de la gente se rehúsa a creer que no tomo drogas. Parece haber un consenso en América donde es imposible ser creativo si no tomás drogas”, declaró en 1978. Zappa no las tomaba y prohibía (por contrato) a sus músicos que lo hicieran. No las toleraba porque, por un lado, veía al asunto como una maniobra más del gobierno para manejar a la gente y por otro lo veía como una falta de profesionalismo. Cuando le señalaban cómo conciliaba su postura antidrogas con su evidente adicción al tabaco y al café (sencillamente no podía parar de consumir ambas substancias), contestaba: “Para mí son comida, el tabaco y el café forman parte de mi metabolismo”.
En 1971, las autoridades del británico Royal Albert Hall le niegan el permiso para un concierto que su grupo, The Mothers Of Invention, tenía que brindar junto a la Royal Philarmonic Orchestra, argumentando la obscenidad de la mayoría de sus letras. Tres años después de su muerte, en febrero de 1996, el Royal Festival Hall de Londres presenta con orgullo y gran publicidad a la prestigiosa orquesta alemana Ensamble Moderno (que se especializa en compositores clásicos contemporáneos) haciendo la gran última obra de Zappa: “The Yellow Shark” (El tiburón amarillo).
Frank nunca declamó una postura política clara. En los inicios de su carrera se manifestó como una suerte de neo-anarquista, criticando al establishment en varias de sus humorísticamente ácidas letras (sobre todo en los tres primeros LP de los Mothers), para luego mofarse también de la “revolución” en plena Europa del 68 y terminar definiéndose como un “conservador práctico”. Lo cierto es que toda su vida criticó mordazmente las contradicciones y perversiones del american way of life (tanto en las declaraciones como en sus letras) o las bizarrías del gobierno norteamericano. La “gente de plástico”, los “zapatos marrones” y los “yuppies” fueron el blanco preferido de sus letales ataques. La MTV prohibió uno de sus escasos videoclips (“You Are What You Is”), donde se electrocutaba a un doble del por entonces presidente Ronald Reagan. Luchó activamente contra la censura en los discos de rock (llegando a brindar una antológica presentación en el senado) y a favor del registro de los ciudadanos para votar.
Escéptico materialista, estaba convencido de que “el elemento predominante en el universo no es el hidrógeno sino la estupidez”. En 1990, el nuevo presidente de Checoslovaquia, Vaclav Havel (acérrimo fan de Zappa), lo recibe como a un héroe en Praga y lo nombra representante en el exterior de comercio, turismo y cultura del gobierno; en 1991 se hace público un proyecto de campaña de “Zappa para presidente” para las elecciones del 92 en los Estados Unidos, que lamentablemente quedará abortado ante el avance del cáncer de próstata que terminaría con su vida el 4 de diciembre de 1993.
Apostrophe, cincuenta años de éxito
Durante los años 1973 y 1974, Zappa no solo cambia su formación por una más funky sino que realizaría unos cambios en su música que no serían del agrado de gran parte de la crítica especializada y de los más “fundamentalistas” de sus seguidores; ergo, se haría mucho más popular, no de una manera absurda de estrella pop, pero dejaría definitivamente de ser una “estrella del underground” para codearse con los grandes del rock de los 70. O sea, tocar para más gente y vender más discos, sacrificando su parte “experimental” dirán algunos, siendo más accesible dirán otros; el tema es que por primera vez suena en la radio y llega al disco de oro.
Durante estos dos años editaría cuatro discos (tres de estudio: Overnite Sensation, Apostrophe, One Size Fits all y uno en directo: Roxy and Elsewhere) que cimentarían la popularidad de Zappa para siempre y que terminarían de hacer de él un referente y un ícono definitivo dentro del rock, formando una banda de ensueño, tal vez de las mejores de todos los tiempos, con músicos virtuosos y profesionales pero con sentido del humor y mucho swing; capaces de tocar las más intrincadas composiciones mientras soportan el asedio de un roadie disfrazado de gorila!
La base de esta banda fue prácticamente invariable, tanto de giras como en estudio, con George Duke en los teclados y voz, Ruth Underwood en percusión, Tom Fowler en bajo, Ralph Humphrey y Chester Thompson alternándose en la batería y Napoleon Murphy Brock en saxo y voz, más la inclusión de otros músicos invitados, siendo los más requeridos los hermanos Fowler (también hermanos de Tom) Bruce y Walt en trombón y trompeta.
Apostrophe fue (junto al disco anterior) uno de los mayores éxitos comerciales de Zappa, editado solo unos seis meses después de Overnite Sensation, en marzo de 1974. Y si bien tiene muchos elementos y continúa la línea estilística del trabajo anterior, conteniendo temas de esas mismas sesiones como “Cosmik Debris” (también con Tina Turner y las Ikettes en los coros), está armado de retazos de antiguas sesiones de 1970, 1971 y 1972 (de ahí la enorme cantidad de músicos que figuran en los créditos). Justamente el único tema instrumental (el que le da nombre al disco), es una jam grabada en septiembre de 1972 en los estudios Electric Ladyland de Nueva York junto al baterista Jim Gordon y el ex Cream Jack Bruce al bajo. Pero lo que para otros es negativo no necesariamente lo es para Zappa, como ya lo había demostrado en trabajos anteriores, como por ejemplo Weasels Ripped my Flesh, de 1970 (otra obra hecha de retazos) y el resultado es otra mágica ración de “accesibilidad con calidad y originalidad”, esa combinación perfecta de virtuosismo y diversión que llevaría a este trabajo al top ten de Billboard en 1974.
El disco cierra con otra de las canciones más entrañables de Zappa: “Stink-Foot”, un falso blues que trata sobre pies apestosos y caniches, matizado con su voz más cavernosa y un solo de guitarra de esos líquidos y memorables. Durante años será uno de los temas de apertura más utilizados por Zappa en directo.
Con motivo del cincuenta aniversario de su salida acaba de editarse un box set de 5 CDs + Blu-ray que incluye el álbum original recientemente remasterizado por Bernie Grundman, tomas descartadas de las sesiones de grabación y dos conciertos adicionales de la gira del año 1974. El Blu-ray contiene la nueva remasterización en formato de alta resolución, nuevas remezclas en Dolby Atmos por Karma Auger y Erich Gobel y la mezcla Quadraphonica del propio Zappa, que vuelve a salir por primera vez en 50 años. El librillo adjunto incluye nuevos ensayos de Simon Prentis y Joe Travers, junto con imágenes nunca antes vistas del archivo del fotógrafo Sam Emerson, quien tomó la ahora icónica foto de portada.
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