Fórmula de éxito: tras el primer show en River, las claves para entender por qué todos quieren ir a ver a Coldplay
La banda británica volvió a conquistar a su público en esta nueva visita a la Argentina, durante el primero de los diez shows programados; los momentos de un recital de dos horas que explican la gran popularidad del cuarteto
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Que los pantalones y las remeras que usan habitualmente los músicos de Coldplay al subir al escenario sean como las de cualquier persona que camina por la calle, no es un dato menor. El outfit de su cantante, Chris Martin, es un poco más producido. Pero la manera de vestir de sus socios (Jon Buckland, Guy Berryman y Will Champion) los haría pasar inadvertidos si no estuvieran sobre un escenario. El hecho de que el público sea, gracias a la tecnología de las pulseras que les entregan al ingresar al estadio, una parte importante de la puesta en escena del shows, tampoco es un dato menor. Se podría decir que, en la suma de esos elementos, junto a muchos otros detalles, está el éxito escénico de la banda británica que este martes dio el primero de los diez conciertos agendados en Buenos Aires, como cierre del tramo sudamericano de su gira Music Of The Spheres.
Las redes sociales hicieron que cualquier persona pudiera ser artista, por un rato. Bandas como Coldplay fueron aquellas que inspiraron a muchos chicos cuando entraron por primera vez al garaje de un amigo con sus instrumentos o, en el mejor de los casos, a una sala de ensayos, con el deseo de ser estrellas de rock. Cualquier banda podría ser Coldplay aunque, es legítimo reconocer que Coldplay hay una sola. Es esa que viene de llenar seis estadios de Wembley y hacer un periplo por Sudamérica -este que se completará el año que viene con los shows reprogramados de Brasil, por los problemas de salud de su cantante-. Ni que hablar de 2023, que en un compacto set de tres meses tienen unos 30 conciertos programados.
El entretenimiento que ofrece la banda capitaneada por Chris Martin es profesional y está en la vanguardia del uso tecnológico para grandes estadios, gracias a buenas y simples ideas, que nunca dejan afuera al público. Las canciones (algo mas de veinte) son las que representan la estructura de todo ese entretenimiento. No habría despliegue lumínico válido o arenga a los fans para que salten si en ese repertorio de unas dos horas no existieran temas que los sostengan: “Higher Power”, “Adventures of a Lifetime”, “Viva la vida”, “Clocks”, “Paradise”, el delicado “Let Somebody Go” (compartido en vivo con la cantante H.E.R.), “Fix You”, “Something Just Like This” (la colaboración con The Chainsmokers), o la versión completa de “De música ligera” (el homenaje a Soda Stereo que tuvo su estreno durante su anterior visita a la Argentina). Todos esos títulos son los poderosos disparadores de lo que funciona alrededor.
Por supuesto, habrá que sumar la estructura de esta empresa tan exitosa. Un escenario gigante, como el de todos los shows de estadios. La pirotecnia, que no es poca, pero queda en un segundo plano cuando el gran anfitrión maneja los tiempos y las pasiones de ese público que también es protagonista con las pulseras que todo el tiempo cambian de color. Porque, aunque algunos recursos se repitan en un show de Coldplay, tienen una vida útil prolongada. No pierden efectividad (en su visita al Estadio Único, de La Plata, para el tour A Head Full of Dreams, también se usaron pulseras). Además, hay dos pantallas redondas a cada lado del escenario para los primeros planos y una en forma de medialuna acostada detrás de los músicos, para crear el entorno escenográfico, más un mapping proyectado sobre la tribuna que está detrás. Con todo esto se completa el cuadro. Apenas con esos elementos es posible hacer el show más ágil, vertiginoso y participativo, sin una banda de virtuosos, ni bailes coreográficos. Después de todo, Coldplay no ha dejado de ser esa banda de rock que triunfó haciendo pegadizas canciones pop.
Chris Martin dirá palabras que el público quiere escuchar. Son las mismas que ha dicho en otros países, porque eso también corresponde a un libreto que está cuidadosamente guionado, pero tiene la habilidad para hacer que el público sienta que lo está diciendo por primera vez. Dirá, como en otros países, que valora el esfuerzo de la gente por compartir un show, “en un mundo con tantos problemas”. Dirá que no habla bien español, pero que lo intenta. Y, en realidad, más allá de que eso lo haya dicho en otros conciertos, con las mismas palabras, no dejará de ser sincero.
Por eso es que este equilibrio que Coldplay busca, termina siendo clave en su éxito. El look casual de la vestimenta en medio de una superproducción; el libreto de lo que hay que decir y situaciones totalmente espontáneas, incluso cuando las cuerdas vocales le juegan una mala pasada al cantante.
Mientras tanto, en el campo funciona un pequeño parque temático donde hay gente que pedalea bicicletas fijas y otra salta en plataformas cinéticas que ayudan a alimentar parte de la estructura del escenario; porque el mensaje que envía el grupo, desde que llega el primer fan al estadio hasta que se retira el último, es el uso de la energía renovable. Cada cosa que ocurra en el campo, las plateas o el escenario debe tener un porqué. Si una de las claves de un buen show de estadio es achicar la distancia entre el artista y quien lo ve diminuto, desde la tribuna de enfrente, con recursos que no sean solo las pantallas, el paso siguiente será lograr que cada acción quede reflejada en un estímulo. De ahí que los músicos se trasladen por pasarelas a tres escenarios diferentes y que el protagonismo de las luces o los papelitos que vuelan y las pelotas que rebotan de una platea a la otra sean complementos constantes para las canciones.
Algunas veces, en ese afán de generar estímulos se corre el riesgo de caer en exageraciones innecesarias. Un show tan ATP como el de Coldplay resiste la aparición de una marioneta que canta y hace dúo con Chris Martin, en “Human Heart”. Pero que los músicos aparezcan con cabezas de alienígenas puede ser un recurso más evitable que... renovable. La explosión discotequera que la banda provoca podría prescindir de las máscaras y ciertos toques naïve.
Más allá de este detalle, el show siempre genera los mejores estímulos en su audiencia. Y no hay que olvidar que, a pesar de las críticas que Coldplay ha recibido a lo largo de su carrera (y especialmente en los últimos años) por su excesivo “optimismo”, el curso que ha tomado en más de dos décadas de historia no es el de las bandas de culto sino el de aquellas que han sabido, sin virtuosismo musical, pero con canciones que se quedan prendidas en los oídos y se convierten en clásicos, llegar al público de una manera muy directa. Su discurso, al momento de salir de gira, nunca pierde el foco principal, que es el entretenimiento.
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