Ni el infierno hiperinflacionario ni la crisis del vinilo -escaseaba la materia prima- frenaron la escalada de Depeche Mode en Argentina durante la temporada 89: el cassette doble de 101 se vendía con devota religiosidad y gracias al agite de la Z-95, el pop electrónico de la banda británica se convirtió rápidamente en música para las masas. Las primeras ediciones en vinilo llegaron desde Brasil mucho tiempo después de la fecha de edición pactada para el 13 de marzo en Inglaterra y al día siguiente en Estados Unidos.
Luego de siete años de crecimiento sostenido y seis discos editados, el grupo de Basildon alcanzó su propio cenit tocando ante una audiencia de 70 mil seguidores en el estadio Rose Bowl de Pasadena el 18 de junio de 1988, lo más cercano a las imágenes de histeria colectiva que provocaban los grupos de la llamada British Invasion a mediados de los 60 y tempranos 70. Con sede estratégica en el templo de fútbol americano, el show 101 cerró el Tour for the Masses y también aportó un título capicúa para enmarcar la hazaña. El mítico concierto tuvo su versión documental en la mirada indiscreta del legendario D.A. Pennebaker, responsable de documentales claves de la historia del rock (Monterrey Pop y Ziggy Stardust and the Spiders from Mars). "En aquel momento, DM se movía entre la electrónica y el rock, conectando con su propio público a través de himnos atmosféricos que hablaban sobre la culpa, el pecado, la redención y la parte oscura de las relaciones", señala Steve Mails en la biografía Depeche Mode - Black Celebration para reflejar el momento exacto en que el cuarteto inglés ingresó al rock de estadio y a una consideración masiva que repercutió en buena parte del planeta.
Aquí, 101 fue el soundtrack de 1989 y una de las banderas de la Z95. La emisora impuso una resonancia dance en el aire gracias a programas como La Máquina de Sonido, que, conducido por Bebe Sanzo, peleaba de cerca la hegemonía de la Rock & Pop en materia de audiencia juvenil. "Yo soy muy de los 70, muy prejuicioso y más allá que después el laburo me llevó a estar en la primera línea del dance, del pop y demás, crecí y me eduqué en el rock de la década anterior", cuenta Sanzo, que se crio con discos de Kiss, Queen y Led Zeppelin. "En aquella época había una grieta enorme: o escuchabas rock o ibas a bailar. Entonces todo lo que no era rock según los cánones del momento era algo que uno despreciaba o le pasaba totalmente por el costado."
"Entonces llego a Depeche Mode, o Depeche Mode me llega a mi cuando empiezo a trabajar en la Z-95, que arranca en diciembre de 1988 y hago un curso acelerado. No porque nadie me lo enseñara, sino que era el material que nosotros difundíamos. Todas esas bandas, todos esos sonidos que para mí eran totalmente ajenos. Y en ese sentido por más que probablemente se había filtrado algo en mi cabeza, el disco y la canción que marco esa época en la radio fue 101 y, probablemente, ‘Everything Counts’", concluye Sanzo.
Bernardo Bergeret fue uno de los mentores de la Z-95 y también el dueño de la licencia para editar los discos de Depeche Mode en Argentina. "La explosión de los artistas del sello Mute ocurrió primero con Erasure. Por aquella época, los teléfonos de la Z explotaban pidiendo ‘Oh l’amour’. Depeche fue entrando más lentamente", dice Bergeret. "Algunos de sus discos habían sido publicados previamente en Argentina con resultados muy tibios, para una pequeña elite. Cuando comenzamos con la Z ya habían publicado (entre 1981 y 1987) de Speak & Spell hasta Music for the Masses. Reflotamos todo ese material y en el 90 con la aparición de Violator se inició el reconocimiento masivo de un target específico: jóvenes que cambiaba guitarras eléctricas por las máquinas. Era tal esa masificación que en la radio tanto pedían ‘Personal Jesus’ o ‘Enjoy the Silence’ como Technotronic o Rocco Granata. Una verdadera melange. En ese momento Argentina fue uno de los países, a excepción de Reino Unido, Alemania y Francia, donde DM tuvo más aceptación y ventas", dice Bergeret que rápidamente se ganó la confianza de Daniel Miller, el capo de Mute, alguien que manejaba su sello independiente con celo moro y dedicación casi artesanal: "Nunca hubiera firmado un contrato de licencia sin conocer a quién iba a manejar su catálogo fuera de Reino Unido. Un productor notable. De Vince Clark a Martin Gore de Balanescu Quartet a Diamanda Galas, de Nitzer Ebb a Inspiral Carpets; tener la licencia, los derechos de una compañía discográfica significa que podés publicar todo su catálogo. Los lanzamientos nuevos casi al mismo tiempo que en el origen y mantener en el mercado el back-catalogue".
Para buena parte de la prensa británica la decisión de editar un disco en vivo fue un suicidio artístico. Sin embargo, el éxito de 101 significó la conquista del mercado norteamericano para una banda sin baterista que cruzaba los límites permitidos por el rock empuñando sus sintetizadores E-Max como naves capaces de elaborar melodías perfectas o tremendos ritmos industriales. Todo desde una capacidad escénica apabullante, el lema Bowie de Sound + Vision conducía directamente a la teatralidad dionisíaca de Dave Gahan, la fragilidad de Martin Gore o la creciente preponderancia de Alan Wilder como el cerebro oculto del grupo. La gira presentación de Music for The Masses marcó el salto absoluto hacia la masividad sin perder un ápice de calidad, imaginación y oscuridad a gran escala, el mundo necesitaba nuevos y mejores himnos de estadios: "Never Let Me Down Again", "Behind The Wheel y, sobre todo, "Strangelove" establecieron nuevos patrones para conjugar romanticismo, máquinas y danzas rotas. A pesar del griterío que domina a casi todo el registro en vivo, por momentos los juegos vocales exploran las cumbres corales de los Beach Boys pero 20 años después y bajo una oscura melancolía que logra emocionar a multitudes. Tal vez por esas presunciones ligeras de la crítica, la sorpresa fue suprema cuando en 1990 apareció Violator y sus hits envalentonados como los videos que elaboró Anton Corbijn, el sepia y las guitarras dialogando con las programaciones hacían el resto, aunque esos colores pálidos ya formaban parte de la estética fotográfica de 101.
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