Flamenco rock: siempre cómodo en su papel de artista de culto
Muy bueno / Voz, guitarra: Kiko Veneno / Guitarra, coros, voz: Martín Buscaglia / Sala: Usina del Arte, 24 de febrero.
José María López Sanfeliu (que así se llama) nació en Gerona, Cataluña, pero se crio entre Cádiz y Sevilla. Fue parte central -y sigue siéndolo- de esa movida que muy genéricamente llamamos flamenco rock. Trabajó con próceres como Camarón de la Isla (con quien grabó en 1979 el disco La leyenda del tiempo, que incluyó el tema "Volando voy") y Paco de Lucía, y construyó su prestigio, ya con su nombre artístico, siendo parte del grupo Veneno que compartió con los hermanos Raimundo y Rafael Amador en los lejanos años 70, un proyecto de corta vida, pero de influencia muy fuerte para mucho de lo que sucedería después.
Siendo ahora un artista maduro, acaba de pasar por la sala grande de la Usina del Arte en un formato que podríamos considerar camarístico, seguramente más por necesidades de austeridad económica que por deseos artísticos. Y para no sentirse tan solo convocó a su compañero de aventuras musicales Buscaglia, aunque para que fuera su segunda guitarra y su corista para algunos temas y no el partenaire del disco mencionado al principio. De hecho, en los 90 minutos que duró un concierto, no sonó uno solo de los temas que hicieron parte del disco en común.
Kiko Veneno es, en este formato de voz acompañada por una o dos guitarras, una especie de cantor de pub, un estilo que le cae sin dudas muy bien. Entre el flamenco y el pop, entre la balada y la canción de cantautor, y con el pequeño toquecito roquero que pueden permitir dos guitarras acústicas, repasó temas de diferentes épocas de su carrera e incluyó, por supuesto, varios de sus más clásicos. Dividió su concierto en tres partes. Abrió a dúo con el muy conocido "Lobo López", pasó por "Lo que me importa eres tú" y "Salta la rana", y cerró esa parte con "Bilonguis". Ya en solitario y entonces más suelto con la guitarra, se despachó con "Me siento en la cama", "Veneno" -un lejano tema homónimo de la banda-, la bella balada "La felicidad" -"que no es la de Palito Ortega", dijo-, "Superhéroes", "Reír y llorar" y "Te echo de menos", entre otras. Para el set final, otra vez con el uruguayo sobre el escenario, llegaron "La leyenda del tiempo" -en uno de los momentos más altos del show-, "Coge la guitarra", "Sagrado salado" -con Buscaglia en la primera voz- y "En un Mercedes blanco", que sirvió para cerrar el cuerpo formal del concierto. Los bises fueron para "Dice la gente" y, como no podía ser de otro modo, "Volando voy", la canción que lo catapultó en todo el mundo.
Kiko Veneno es en la Argentina, probablemente, mucho más conocido que escuchado y su presencia no despierta pasión de multitudes. El dato es que, si bien tuvo una buena convocatoria, no logró colmar la Usina aun con las entradas gratuitas. Eso no le quita, sin embargo, la menor importancia artística. Porque muchas de sus canciones son personalísimas y están muy bien construidas. Porque se adueña de la escena como quien ha peleado en muchas batallas. Y porque, como ya se dijo, es un referente para un movimiento del que han comido muchos colegas de muchos lugares: nuestros compatriotas Ariel Rot y Andrés Calamaro, entre ellos.