Fito Páez y Joaquín Sabina: una canallada, una contundente carta, 60 shows suspendidos y una pelea que duró casi 10 años
Los talentosos artistas se juntaron para grabar el disco Enemigos íntimos, pero cuando tuvieron que salir de gira para presentarlo, su amistad se había roto y las diferencias habían llegado a un punto sin retorno
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Sesenta shows suspendidos. Una gira por España y América Latina que seguía por Nueva York, La Habana, Bogotá y San Pablo, ya armada internacionalmente por los productores, que cayó como un avión al fondo del mar. Apenas si llegaron a dar una conferencia de prensa de presentación de Enemigos íntimos donde, entre risas alocadas de Fito Páez, Joaquín Sabina les dijo a los periodistas: “Con este disco he ganado todo, porque en un zoológico musicalmente no desentonaría entre los reptiles. Y Fito musicalmente ha perdido mucho dinero”.
Era mediados de 1998. La camaradería parecía estupenda, hasta se besaron en la boca delante de la prensa. Fito luego adoptó un tono más serio y agregó que el fuerte del disco había sido concentrar a Sabina en las letras y a él en la música. Al menos, en apariencia. “Pasó de todo, Joaquín cambió varias veces las estructuras de las canciones y yo en algunos momentos tomé las riendas de las canciones. La tapa del disco lo expresa muy bien. La sal y la pimienta de toda relación intensa, porque nos hemos encontrado discutiendo horas por un verso”. Todo seguía en un clima jocoso hasta que Sabina gruñó, casi con un dejo de ironía: “Por Cecilia. Nos hemos peleado mucho por Cecilia”. Sin dirigirle la palabra, Fito simuló un gesto cómplice, pero esas palabras le quedaron atoradas en el pecho.
Un poco en broma, bastante en serio, era la primera vez que la dupla había admitido que la casa no estaba en orden. Una oleada de rumores decía que no todo había ido bien en los meses de 1998 en que grabaron Enemigos íntimos en Circo beat, el estudio de Fito. Para algunos esa había sido la primera fricción: que Sabina haya viajado a la Argentina sin su clásico equipo de colaboradores. A fines de los 90 ambos eran estrellas en sus países, habían hecho muchísimo dinero con sus discos insignia y en giras. Lo cierto es que Enemigos íntimos era el primero de Sabina en colaboración con otro artista y el segundo de Páez, tras grabar La la la junto a Luis Alberto Spinetta. Fito Páez tomó la batuta: se erigió como productor y el grupo estuvo representado bajo su impronta, con Ulises Butron, Guillermo Vadalá, Pete Thomas, y como invitados Hugo Fattoruso, Fabiana Cantilo y Las Blacanblus, entre otros.
En una de las entrevistas promocionales Sabina puso el ejemplo del tema “La canción de los buenos borrachos”, donde dijo que se metió a cambiar la melodía para que sonara más española, pero cualquier otro episodio en cualquier otro tema hubiera servido para lo mismo: la tensión era inevitable y salía por los poros. Los dos no desconocían que Enemigos íntimos se había concebido como un disco mayormente de Fito, donde Sabina, a conciencia, se había desdibujado como creador. “Quería eso, que fuera un disco de él. Y que mis palabras pudieran sonar con naturalidad en sus estructuras”, dijo el músico español en otra entrevista. A poco de salir el álbum a la venta, empezaron los reveses. Lo confesaban, hasta ese momento, con gracia y seriedad, como parte del proceso creativo. Pero por encima de todo se mostraban orgullosos de ese “monstruo” que armaron juntos, con expectativas de que los temas sonaran “mucho mejor” en los conciertos en vivo.
Poco a poco, en las escasas notas que dieron en aquellos meses de 1998, el argentino y el español parecían más dispuestos a subrayar diferencias que a remarcar acuerdos, un truco que les salía bien en la faceta de personajes y del cual en el entorno cercano no sospechaban que saltaría por los aires. El título del disco se lo había puesto Joaquín Sabina, una síntesis perfecta. Con el tiempo quedaría la escena de dos personas talentosas que no se soportaron en la cocina de la música, pero a sabiendas que había algo más grande que ellos, una obra de arte, esa misión que los trascendía por sobre la tormentosa relación.
Nadie imaginaría jamás, sin embargo, que la escalada llegaría a un punto sin retorno. Decían de sí mismos que tenían una amistad antes de grabar el disco. Se habían conocido en borracheras y conectaron de inmediato. Una noche, en San Pablo, Páez decidió escucharlo “por primera vez” y puso un disco en su habitación. Quedó impactado y lo llamó por teléfono.
Así lo cuenta en su libro Diario de viaje: “No había celulares en el año 96. Todo era teléfono a teléfono. Eran las tres de la mañana en San Pablo. Las ocho de la mañana en Madrid. Si era quien yo creía que era, el señor Sabina estaría despierto. Me atiende rozagante como un niño de 15 años. Nunca antes habíamos hablado. ´Hola, ¿Joaquín?´. ´Sí, ¿quién habla allí?´. ´Soy Fito Páez y te llamo para decirte que eres uno de los cabrones más grandes que jamás he conocido y que ese puto verso de ´y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren... ¡es lo mejor que se ha escrito sobre el maldito amor en la historia del puto mundo! Y que tenemos que componer un álbum donde yo escribiré todas las músicas y tú todas las letras, y será una de las joyas más hermosas que se hayan escrito por siempre en la historia de la música”. Los dos estallaron en carcajadas y Fito no recordó cómo terminó aquel diálogo absurdo.
Enemigos íntimos vendió rápidamente más de 100.000 copias, un éxito discográfico a la altura de las expectativas con la certificación de doble platino. De acuerdo con la revista Billboard, estuvo en los primeros puestos del ranking español durante varias semanas y los números se hubieran incrementado aún más de realizarse la gira prevista. Un salero con una “S perforada” y un pimentero con su “P” fue el eje del arte de tapa ideado por Alejandro Ross. Fueron un puñado de 14 canciones con letras de Sabina y música de Fito, aunque se permitieron cambiar las estructuras y jugar con melodías y letras. Todos los temas habían sido compuestos finalmente por Sabina y Páez, excepto “Yo me bajo en Atocha” -letra de Sabina y música de Sabina/Varona/De Diego- y “Buenos Aires” -toda de Fito-. La obra tiene cinco canciones cantadas por Fito, dos por Joaquín y siete entre los dos. El hit “Llueve sobre mojado” fue el tema de difusión, cuyo único videoclip fue rodado por Mariano Mucci en el barrio de Constitución. En el disco suenan gemas como “Tengo una muñeca que regala besos”, “Cecilia”, “Delirium Tremens”, “Más guapa que cualquiera” -con Andrés Calamaro como invitado- y “Enemigos íntimos”, canción que cierra el disco invitando a una suerte de fiesta pagana.
Habían sido nueve meses de grabación en el estudio Circo Beat. Fito ponderó el sonido directo del grupo, sin sintetizadores, inspirándose en la dupla creativa. “Joaquín es un golfo, un pistolero. Un irresponsable que está ingresando en la zona de los grandes escritores de canciones, en Dylan, en Cohen, en ese plano. Aprendí muchas cosas de él, verlo a él cómo se mueve con el lenguaje, un mundo genial que controla muy bien”, dijo por aquel momento. No eran tiempos de sosiego. Debió frenar la grabación varias veces por problemas de financiamiento en el rodaje de su primer largometraje como director, Vidas privadas. Los “trapitos al sol” se recrudecieron con los videoclips. Y ahí sobrevino el quiebre. Con la entrada en primer plano de un personaje desconocido: Luis Carrillo.
Fernando Moya, productor de Fito Páez, comentó alguna vez que lo que desencadenó la crisis fue justamente la elección, por parte de Sabina, del argentino Luis Carrillo como director del próximo video de la placa correspondiente al tema “Delirium Tremens”. Después de “Llueve sobre mojado”, el siguiente videoclip había quedado en manos de Sabina. Al no tener conocimiento de sus actividades artísticas, Moya pidió que le envíe un video con sus realizaciones. Pero lo único que obtuvo fue una nota con sus antecedentes laborales que incluía asesorías de prensa y trabajos para el Ministerio del Interior. Al ver que había trabajado en el periodo de la dictadura militar, Fito Páez dio marcha atrás. “No había filmado ningún comercial, ningún largometraje, nada”, admitió el productor. Le propusieron entonces a Sabina realizar con Carrillo un tercer video, más alternativo y con bajo presupuesto, del tema “Los buenos borrachos”. Esto, aparentemente, desencadenó el enojo de Sabina y posteriormente una carta que el propio Carrillo había filtrado a la prensa, en otro gesto que en el entorno de Páez vieron como una canallada.
Después de ese episodio, el español fue imposible de ubicar. Se tomó vacaciones y antes de llamarse a silencio, le mandó una célebre carta a su antiguo compañero musical. Escrita de puño y letra, hoy todavía tiene un peso dramático imposible de pasar por alto:
“Querido Rodolfo Páez:
En horas inoportunas, me han ido llegando algunas noticias que se las traen. Y, como vuelan y caen sobre terreno abonado, voy, señores del jurado, a contestar enseguida.
Para vendarme la herida cortando con el pasado. Sabes bien que no intervine, por respeto, en tu rodaje. No quise hacerte chantaje, ni soy crítico de cine.
Cuando me llamaste vine a filmar en aquel cuarto como un actor de reparto. Pero ha llegado el momento de decirte que lamento estar harto de estar harto. Ya es hora de terminar esta historia interminable, sin víctimas ni culpables; pongamos punto y final, y, volvamos, cada cual, como gatos escaldados a ordenar nuestro tejado; concluyendo esta liga, si no queremos que siga lloviendo sobre mojado.
Te lo digo porque creo que urge cortar por lo sano con la gira del verano y el quilombo del video. El rol del patito feo no me va, te lo aseguro y menos el de hombre duro que a ti te cuesta tan poco, antes de volvernos locos corrijamos el futuro.
He decidido que paso la página de este enredo perdiéndole miedo al miedo. La gota que colma el vaso no me la trago; hazme caso y volvamos a lo nuestro, cortemos este ambidiestro nudo Gordiano de un tajo; no soy tan tonto, carajo, ni tu tan listo, maestro.
Te lo he dicho muchas veces y no has querido escucharme, sin pretender humillarme me has humillado con creces; a ti siempre te parece que mis quejas son por vicio, que maltrato nuestro oficio siendo tal y como soy.
Déjame sacarte hoy por última vez de quicio. Basta de mirar atrás, me voy con las emociones que traen mis nuevas canciones; ¿discusiones? ni una más.
Tu Warner no ha de lograr domesticar mi camino, ni compartirá mi vino gente que yo no decida. Quien no se planta en la vida no es dueño de su destino. Aunque sea por una vez tendrás que tomarme en serio, no me hables de Ministerios, presupuestos, BMG’s, no me vuelvas del revés la decisión que he tomado, que, por cierto, me ha costado, sangre, lágrimas, sudor. Conocerte fue un honor, seguir juntos un pecado.
Lo más difícil ahí queda: catorce hermosas canciones, clip, reseñas, promociones, mi voz de lija y tu seda; con que sálvese quien pueda, antes de que otras rencillas conviertan en pesadillas los sueños de la razón.
También sé decir que no si me buscan las cosquillas. No filmaré más vídeos ni discutiré contigo, seguiré siendo tu amigo sin urgencias ni careos.
De corazón te deseo que lo entiendas noblemente y le expliques a tu gente que este es un final feliz.
No puedo seguir así, con la pluma entre los dientes.
Tengo que empezar de nuevo, para escapar del abismo, a decidir por mí mismo sin contar con nadie; debo atreverme, si me atrevo, a demostrar lo que digo, sin presiones ni testigos, con aire nuevo en las pilas, y la conciencia tranquila de este, tu íntimo enemigo...”.
Dos titanes que se subieron a un ring
Fue así que los temas de Enemigos íntimos permanecieron en el disco y nunca se encontraron con el vivo. El mercado español se abrió a los pies de Fito, tanto como el argentino para Sabina. En discos sucesivos, se dedicaron indirectas. En la canción “Al lado del camino”, del disco Abre (1999), Fito escribe en alusión a la elección de Luis Carrillo: “No es bueno nunca hacerse de enemigos/Que no estén a la altura del conflicto/Que piensan que hacen una guerra/Y se hacen pis encima como chicos/Que rondan por siniestros ministerios/Haciendo la parodia del artista/Que todo lo que brilla en este mundo/Tan sólo les da caspa y les da envidia”. En el tema “Ahora qué…”, del disco 19 días y 500 noches (1999), el español retruca: “Ahora que nada es sagrado/Ni, sobre mojado/Llueve todavía/Ahora que hacemos olas/Por incordiar”.
La pelea duró casi diez años y dejó la sensación de un réquiem sobre lo que parecía, desde el principio, una idea creativa demasiado arriesgada para dos titanes en el ring. En el medio, sobrevinieron silencios y rumores, y Fito que una vez salió del clóset y dijo que prefería no hablar del tema: “Soy un caballero. Si él anda diciendo cosas, es su asunto”. Y con munición gruesa acusó a Sabina de ser “un mentiroso profesional”. En 2007, sin embargo, cambió de opinión y anunció una posible reconciliación con aquella “novia borracha”. Por esa época volvieron a tocar juntos, invitándose mutuamente en sus proyectos. Pero nunca el disco completo, sólo “Llueve sobre mojado” a dúo en un concierto del compositor español en La Bombonera.
¿Guerra insoportable de egos? ¿Cecilia Roth en el medio del conflicto, detonado en el tema “Cecilia” que se rumoreó que a Fito nunca le gustó? ¿Un disco que se planificó de un modo y terminó estallado en mil pedazos por desavenencias irreconciliables? ¿Diferencias ideológicas y estéticas que culminaron en el episodio del videoclip? ¿Problemas de adicciones y de contratos que hicieron dar de baja la esperada gira internacional?
A 23 años del icónico disco que grabaron juntos, los músicos se cruzaron durante la entrega de los Latin Grammy en 2021. Ambos recibieron el Premio a la Excelencia Musical como homenaje a su excepcional trayectoria artística. “Los peores de la cuadra”, dice la foto que publicó Fito con Sabina en sus redes sociales. Allí se los vio abrazados y con enormes sonrisas, cada uno levantando su galardón.
Hace unos años, en una entrevista con El País, Fito volvió a hablar del tema: “Con Sabina se jodió, pero pasa en las mejores familiares”. Dijo que se habían encontrado recientemente en Las Vegas y la habían pasado muy bien juntos. Y en un gesto inesperado, amplió con que le gustaría llamarlo a Joaquín, allí en Madrid, para tocar Enemigos íntimos. Reconoció que él había sido demasiado joven para aquella mítica colaboración, lo defendió como “un discazo” y recalcó que “es una obra que merece el vivo”. Sus fans se esperanzaron y la histórica pelea pareció ser un capítulo olvidable del pasado. El rosarino cerró parafraseando al español: “Los amigos cerca. Los enemigos, más cerca aún”.
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