Fito Páez volvió a tocar en vivo después de un año
En su show en vivo en el Coliseo, el primero de cuatro, solo al piano, el músico puso a girar esa rockola personal de intimidad para las masas
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Fito Páez dice que el mundo cabe en una canción. También dice, aunque en palabras de Bob Dylan que a su vez son palabras de Walt Whitman, que contiene multitudes. Y en esa tensión entre el exceso y el envase, Fito hace y deshace: hay desborde y también hay una devoción por el formalismo. Y en su show en vivo en el Coliseo, el primero de cuatro, solo al piano, puso a girar esa rockola personal de intimidad para las masas.
Con “La conquista del espacio”, el tema que da nombre a su último disco de estudio, Fito Páez dio inicio al primer show presencial luego de un año de aislamiento obligado por la pandemia. Antes, una breve improvisación libre y atonal con el telón bajo había hecho las veces de preludio a esa suerte de fogón de living, sin guitarra acústica pero con piano. Y entonces el derrotero de hits (propios y ajenos) y caprichos personales. “11 y 6″, “La rueda mágica”, “El día que me quieras”, “Desarma y sangra” que repitió en lo bises porque, en sus propias palabras: “La primera vez no me gustó como salió”.
Pero esas multitudes y formas que contiene Fito y que hace entrar en una canción juegan incluso ahí, en los temas de los que es imposible distanciarse emocionalmente (incluso sus detractores no pueden dejar de manifestarse en contra) por más distanciamiento social que se imponga con su obra. Mientras las melodías permanecen cantables, los acompañamientos varían en texturas, recursos rítmicos, armónicos y de intensidades. De la tensión total en “Ciudad de pobres corazones” al a capela de “Yo vengo a ofrecer mi corazón” hubo mucha sonoridad de distancia, pero cercanía total en niveles de coreabilidad.
Como un acumulador de referencias, Fito Páez en vivo construye escenas más a partir de sustantivos que de acción. Al derrotero usual y obligado de menciones en “Al lado del camino” y “Tumbas de la gloria”, se suman las intervenciones improvisadas, esos impulsos que lo llevan a mencionar a Luis Alberto Spinetta o a desempolvar “Fuelle del sol”, un tema que compuso sobre música de Astor Piazzolla y que trajo a colación de los 100 años del nacimiento del bandoneonista. En esa marea de nombres y cosas, la asociación debajo del escenario es libre. Cada cual unirá los puntos siguiendo su propia línea imaginaria, pero sabiendo que existe un vínculo en común. Como en una ensoñación compartida.
Arriba del escenario, Fito, de traje amarillo y garganta al límite, desplegó los movimientos y guiños de siempre, como un crooner elástico de fisonomía pop. Ofreció su corazón primero y pidió que se lo alimenten de alegría después. Y todo pareció ser más un ejercicio de comunión que uno de narcisismo. Será que, como dijo a mitad de show en referencia a estos tiempos de pandemia y aislamiento, es lo que se necesita “hasta que la victoria sea total”.
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