Fito Páez revivió El amor después del amor
Anteanoche, al aire libre y ante casi 40.000 personas, el rosarino repasó el álbum más vendido en la historia del rock argentino, a veinte años de su lanzamiento; en la segunda parte, tocó los clásicos de su carrera
"Esta canción surgió una noche, yo no tenía ni 30 años. Estaba desdentado y terminé en la casa de una mujer que nunca pensé que me fuera a dar bola. Era la mañana y ella quería que me fuera." Pero como no se resignó a hacerlo, Fito tomó un pianito que encontró en las inmediaciones de ese departamento y escribió, en menos de una hora, una canción para ella. La canción era "Un vestido y un amor" y la mujer, Cecilia Roth. Las margaritas y el mantel…
Veinte años después de todo aquello, el rosarino lo recuerda en una noche perfecta, en un Planetario iluminado y superpoblado, en el marco del Movistar Free Music. Es que sí, todos somos melancólicos. Por eso, todo aquel que de alguna manera se sintió afectado por ese disco sublime, El amor después del amor, acudió a cantar tema por tema las 14 canciones que de una u otra manera fueron protagonistas de sus vidas. Desde "Brillante sobre el mic", en cualquier final de fiesta, hasta "Pétalo de sal" o "Tumbas de la gloria", para ilustrar imágenes nostálgicas; cada una de ellas –sin contar los notables acompañamientos (las voces de Spinetta, Charly, la Negra Sosa y Calamaro, entre tantos otros)– son parte de un imaginario popular inacabable. Fito te puede gustar o no, pero esas canciones seguramente se convierten en un túnel en el tiempo que nos traslada a un recuerdo puntual.
La cosa es así. Fito está festejando los 20 años del disco más vendido de la historia del rock nacional. Empezó con un tentempié en el Quilmes Rock en abril, siguió en Chile y en una gira por América y ahora está acá, en Buenos Aires (en "la bendita Buenos Aires", tal como se referirá un par de veces a la ciudad con la que tiene una relación ambivalente). En un formato distinto, pero con la idea de reproducir el disco y de desentrañar cada una de esas sangrantes estrofas de amor, desamor, esperanza, frustración hasta el último extremo. Hay ausencias que no se pueden equiparar. Pero con los ensambles, el "algo tienen esos años", en el que Luis Alberto acompañaba al joven Fito, fue cuanto menos emotivo (sonó la voz de Spinetta desde una grabación, con imágenes en las pantallas, los aplausos llenaron el aire). El Flaco está. No importa cómo, pero está ("Hay cosas que jamás se irán", dice Páez). Lo mismo había hecho con Mercedes Sosa en "El muro de los lamentos", en Chile. Aquí no, pero no se olvidó de recordarla y agradecerle.
La noche arranca pasadas las 20.30. Hay un clima ideal y gente de todas las generaciones, pero principalmente están los que en el 92 tenían 20, hoy con sus hijos a cuestas, y cantan como si se tratase de los últimos días de su vida, desgastan sus gargantas con el primero de los temas. Como el recital va en orden, es la reproducción del disco, empieza con "El amor después del amor". Los gritos están a cargo de la colombiana Adriana Ferrer (aunque tiene una voz inquietante, algunos extrañan a Claudia Puyó). Después se suma una de sus musas, Fabiana Cantilo (también están, no en el escenario, pero sí presentes, su actual, la periodista Julia Mengolini, y el personaje central del disco, Cecilia Roth) y Celeste Carballo para interpretar "Dos días en la vida".
Los temas pasan como si el tiempo se hubiese paralizado. Fito no tiene bucles hasta el piso, pero mueve las manos con la misma meticulosidad, cual director de orquesta. Esta noche está rockero. La banda, además de la colombiana y las coristas, está compuesta por Diego Olivero (piano), Juan Absatz (teclado), Dizzy Espeche (guitarra), Gastón Baremberg (batería) y Mariano Otero (bajo).
Las voces de Andrés Calamaro y Charly se escuchan en "La rueda mágica", como antes pasó con Spinetta. La nostalgia es parte de la polvareda que se levanta en el pasto que rodea al Planetario. Después siguen "Creo" y "El muro de los lamentos". Las voces se agrietan, pero se preparan para lo que viene. Lo extraño es que en este recital casi todo el mundo sabe qué sigue. Y como si los cuarenta fueran los veinte, se aglutinan en el medio y ruedan para terminar con un "chau hasta mañana".
Los clásicos y el eterno héroe
Fito se va a cambiar. El traje negro se convierte en blanco. Y como todos saben, después de Fabi vino Cecilia, pero antes una canción ("Fue amor"). "Yo podría haberlo hecho mejor/ vos podrías acercarte a mí…", el "fue amor" se universaliza en cada garganta. Y ya "el asco" o "no asco" a Buenos Aires parece un dato anecdótico. Después siguen "Y dale alegría a mi corazón" (el tema del Diego), "11 y 6", "Circo Beat" y un recorrido por el resto de sus discos.
Hace casi hora y media que está tocando, el polvo se levantó y volvió a bajar. El Planetario cambió de color. Pide una mujer para dedicar un tema. Elige a Jorgela (la encargada de prensa) y le canta "Polaroid de locura ordinaria". Y así entre el callejón y la sangre, Julieta Ortega desde el vip graba escenas como Vero para Graduados (más tips melancólicos, si es que es necesario). Falta el Fito que quiere llevarse el mundo por delante, el que odió al planeta cuando le mataron a sus dos tías y escribió uno de los temas más icónicos de los 80. "Ciudad de pobres corazones" viene con Charly. Con la guitarra y su caminata rígida y equidistante, el poseedor del oído absoluto junto a Fito desarmaron, sangraron y cerraron la segunda, pero no última (volvió el rosarino para agitar con "Dar es dar" y terminar con "Mariposa Tecknicolor") parte del agujero del tiempo.
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