La idea data de hace casi cuarenta años, antes de lanzar Ey!, su disco de 1988; estará disponible desde esta noche, a las 20, en plataformas digitales
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En el último tiempo, la ambición pareció ser el combustible artístico del output creativo de Fito Páez. El rosarino comenzó la década con una trilogía de discos, que iba del cancionero Los años salvajes, pasaba por Futurología Arlt, un homenaje instrumental a Los Siete Locos, para luego concluir en The Golden Light, con nueve canciones grabadas a piano y voz (o directamente a capella, como en “The Moon Over Manhattan”). Hace menos de dos años, el repaso autobiográfico de la serie basada en su vida pareció también ser el empuje detrás de EADDA9223, una actualización de El amor después del amor con un elenco interestelar de invitados (de Lali a Elvis Costello, pasando por Chico Buarque, Andrés Calamaro y Wos, entre un mar de nombres). Lejos de apostar por la simpleza, ahora el rosarino parece dispuesto a ir por más con Novela, un disco que retoma una idea que floreció en su juventud y que tuvo que esperar más de tres décadas para ver la luz, en un formato que rinde tributo a los discos que Fito escuchó en aquellos años iniciáticos.
Aunque verá la luz este jueves a partir de las 20 en plataformas digitales, el proyecto nació bastante antes. El propio Páez dio forma a gran parte de sus canciones en un demo que grabó en 1988, pero que dada la escala del proyecto pasó a quedar en un stand by indefinido mientras el músico se concentraba en lo que terminó siendo Ey!, su quinto disco de estudio. Algunas ideas de ese material tomaron forma en otros álbumes y proyectos del rosarino (“As de póker” se convirtió en “Circo Beat”, “Novela” se volvió el molde para “Nada es para siempre”, que grabó Fabiana Cantilo, e incluso “Las brujitas” sería grabada por Páez para el disco infantil Piojos y Piojitos, pero con otro nombre) y nada parecía cambiar el destino del resto, hasta que el músico decidió volver a ponerlo en marcha.
Producido por Páez junto a Gustavo Borner y Diego Olivero y grabado en Abbey Road, Londres y los estudios de Sony Music de Madrid con varios de sus colaboradores frecuentes (Juani Agüero, Diego Olivero, Emme Vitale, Carlos Vandera, Coki Debernardi), Novela se compone de 25 canciones repartidas en hora y diez de duración en clave de ópera rock, en una suerte de homenaje al espíritu de Quadrophenia y Tommy, de The Who. Con la voz de la actriz Lorena Vega haciendo las veces de narradora omnisciente, la obra viaja desde un rincón lejano del cosmos hacia el mundo real, atravesando dimensiones y geografías, siempre con la canción como vehículo. La historia comienza en la Universidad Prix, una casa de estudios dedicada a la brujería ubicada a millones de años luz de la Tierra. Allí, la rectora Rectitud Martirius, harta de lidiar con el comportamiento de dos de sus alumnas, las brujas Maldivina y Turbialuz, decide imponerles un examen estricto: la formación de un romance perfecto en un destino remoto.
Maldivina y Turbialuz se trasladan hacia Villa Constitución, provincia de Santa Fe, donde viven Loka, una adolescente con espíritu de heroína, y Jimmy, un joven rebelde y músico de rock. De a poco, la geografía santafesina se llena de escenarios y protagonistas de todo tipo: aparece el Circo Beat, regenteado por el padre de Loka en las afueras de Arroyo Seco, y de a poco empiezan a desfilar una galería de personajes que completan el cuadro mientras las dos brujas llevan a cabo su tarea para concretar el romance entre Loka y Jimmy.
Aún bajo un formato que aparece como novedad en su discografía, las canciones de Novela se atañen al genoma clásico de la obra de Fito. Con un clavicordio y una caja de ritmos, “Brujas Salem de Prix” ofrece una jugada engañosa, hasta que un redoble la reacomoda como un rock de paso lento y groovero. “Cuando el circo llega al pueblo”, en cambio, es pura gala del Fito melodista, con una presentación de personajes que funciona como un cuento dentro de un relato mayor, una pieza que no necesita del contexto del disco como razón de ser. Hay también algo del pasado en “Jimmy Jimmy”, un momento guitarrero que comparte sus raíces con “El chico de la tapa” en el estribillo y con “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” en las estrofas.
Y así como la estructura de Novela rinde homenaje a la de los discos clásicos de The Who, sus canciones también esconden varias referencias, citas y evocaciones de sus referentes formativos. El final de las estrofas en “Maldivina y Turbialuz” desliza una cita a “Yo no quiero volverme tan loco”, de Serú Girán, mientras que en “Superextraño”, otro de los momentos más pop del álbum, Fito, en la voz de Jimmy, le recomienda a Loka: “Tenés que conocer a Charly, a Spinetta y a Sir John Lennon”, mientras el coro de fondo cita a “Power to the People”, del exbeatle. La cita le deja también todo servido para decir en boca de uno de sus personajes una afirmación que es cien por ciento suya: “Hay una música horrible hoy, es una música cero”.
A mitad del recorrido, “Miss Understood” asoma como uno de los picos del álbum, con una melodía minúscula que nace a ukulele y voz, y de a poco se configura como una canción de cuna plagada de aires circenses, entre vientos y cuerdas. De esa misma madera está construida “El vuelo”, una pequeña página orquestal en la que Páez entrega su mejor performance vocal en años, envuelto en un aire de banda de sonido de la edad de oro hollywoodense, ahí nomás de las evocaciones jazzeras de “Balas y flores”, con una escobilla barriendo con sutileza un redoblante.
Dentro de su vastedad, Novela contiene también otras de las aristas de Páez: en “Modo Carrie”, el autor de “Cadáver Exquisito” no puede resistir la tentación de soltar nombres de ciudades (”Buenos Aires, Madrid, Berlín, Pekín, New York y Marrakech”), mientras que, para graficar el grado de daño de un vendaval en “Aceptémoslo”, resume: “El pueblo estaba destruido como la Plaza del 55″. El tema va en sintonía con algo que el propio Páez declama de otra de las canciones vecinas en su recorrido: ya desde su título, “Argentina es una trampa” es una declaración en sí misma.
A partir de allí, Novela parece entrar en un recorrido en el que las canciones son víctimas de su propio esquema: los aires alla Leonard Cohen de “El último apagón”, la cabalgata guitarrera y cambiante de “El triunfo del amor”, la declamatoria “Los corazones necesitan amar” y “Julius perdiéndolo todo” funcionan más como episodios o movimientos que completan un todo, pero a los que es difícil abordar sin tener la historia a mano. La situación se revierte en “Sale el sol”, que pone fin al relato y a sus protagonistas pero encuentra su razón de ser como una canción luminosa y expansiva, no sin antes hacer una observación netamente Páez: “A los villanos los queremos en este film”.
Con sus sintetizadores y sonidos espaciales, “Esperanzas y tormentos” funciona como los créditos del film mental de Páez, mientras Lorena Vega repasa el destino de cada uno de los personajes de la historia. Luego toma la posta Páez para despedirse tras afirmar que “la vida por instantes también puede ser maravillosa”.
En un escenario caracterizado por la tiranía del single como formato dominante y con audiencias con la atención cada vez más horadada, Novela es un desafío y también una provocación. En tiempos urgentes y líquidos, la invitación a dedicarle setenta minutos a una escucha es también un acto de valentía, la defensa de una manera de hacer las cosas que cada vez se ve menos, y tal vez por eso mismo merezca ser preservada.
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