Festival BUE: el espíritu discotequero de los Pet Shop Boys
El dueto de Neil Tennant y Chris Lowe brilló entre pantallas circulares, láseres y juegos de luces
Hay algo que es difícil de reprocharle a Pet Shop Boys. Aun con una discografía que cada vez acentúa más los sobresaltos entre el pico creativo y la sequía compositiva, a lo largo de más de tres décadas, Neil Tennant y Chris Lowe se encargaron de llevar el melodrama a la pista de baile, y cada nuevo intento discográfico fue una manera recordarle al mundo cuánto le seguían y siguen debiendo todos aquellos que buscan en la amalgama entre el pop y la electrónica un estilo de vida.
Lejos de intentar vivir de los hits del pasado (que los tiene y en abundancia), el dúo británico apostó a defender su presente, con un show dominado por las canciones de Super, su decimotercer disco, publicado en abril de este año. En un escenario retrofuturista ormamentado con pantallas circulares, láseres y juegos de luces, Pet Shop Boys echó mano al reciente single “Inner Sanctum” para sentar las bases de su espíritu discotequero.
Casi con un giro conceptual, una versión renovada de “West End Girls”; uno de los éxitos de su debut, Please, de 1986, demostró la vigencia inagotable de una manera de entender a la pista de baile. Pet Shop Boys se sostiene en el presente con una fórmula que le rinde sus frutos: en vez de buscar cómo replicar el sonido del pasado, lee su propia historia a través de los sonidos actuales (muchos de ellos creados con ellos como influencia). El cambio no es radical, pero permite sumarle un shock hormonal a “Se A Vida É (That's The Way Life Is)” y “Twenty-something” como para que no desentonen al lado de “Love Is A Bourgeois Construct”.
Una vez cumplida la tarea de defender con honores su actualidad, Pet Shop Boys apeló a un formato mucho más sencillo y efectivo al momento de redondear su show:el desfile de hits. Casi en continuado, “It’s a Sin”, “Left to My Own Devices”,”Go West”, “Domino Dancing” y “Always On My Mind” terminaron por delinear un clima festivo decorado con globos de colores iluminados por dentro. En medio de todo eso, noventa minutos que ratificaron que se puede armar un cancionero pensado para la pista de baile sin caer en obviedades ni simplismos. Sostener ese concepto durante treinta años no es poca cosa.
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