Con un show organizado por el Ministerio de Cultura del Gobierno porteño, el ídolo ofreció parte de su repertorio celebrando sus 55 años de trayectoria artística
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Pasadas las 19.30, y luego de más de una hora de show, La Mona Jiménez abandonó el escenario, cuyo fondo era el icónico Obelisco, concluyendo el concierto con el que la Ciudad de Buenos Aires lo celebró a él y él agasajó a miles de fanáticos que se ubicaron sobre la avenida Diagonal Norte, arteria que resultó algo acotada para recibir a tanta gente. La multitud se agolpó desde el proscenio del escenario, a la altura de la calle Suipacha, y se extendió hasta la altura de Florida.
A modo de homenaje, y debido a los 55 años de trayectoria del cantante, la presentación, de ingreso libre y gratuito, estuvo organizada por el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo de Enrique Avogadro, quien estuvo presente en el evento, que resultó todo un éxito de convocatoria. Más de 125.000 espectadores fueron de la partida.
El recital comenzó varios minutos antes de lo previsto. “Hay demasiada gente y algunos disturbios”, explicó una de las personas afectadas a organizar el desplazamiento del público. Para no entorpecer el tránsito sobre las avenidas 9 de Julio y Corrientes, ni sobre Carlos Pellegrini y Cerrito, el show se montó mirando hacia el bajo y solo afectando a Diagonal Norte y las calles adyacentes del Microcentro, con muy poco movimiento durante el domingo. Sin embargo, la desconcentración terminó por colapsar y convertir en peatonal a la avenida Corrientes y cortar el tránsito de Carlos Pellegrini, generando, a los pies del Obelisco, una imagen digna de un festejo deportivo, como tantas veces sucede allí.
“Llegué esta mañana desde Comodoro Rivadavia para ver a la Mona”, dice eufórica Patricia, una mujer de 55 años que llegó desde su ciudad natal junto a su pareja y sus dos hijos adolescentes. Historias como esta se multiplicaron sobre los alrededores del Obelisco en los momentos previos al concierto. Era de esperar, ya que Carlos “La Mona” Jiménez es el máximo representante del cuarteto, género musical que tiene su epicentro en la identidad cultural de la provincia de Córdoba y con resonancias en todo el país.
Con estilo propio
“Tengo más de 1200 canciones grabadas y 200 hits de los que elegimos 22, que son los que voy a cantar para festejar mis 55 años de carrera con esta fiesta bien arriba como se merece todo el país”, expresó el músico poco antes del show. Al notable artista lo acompañó una banda de 13 músicos que lograron el sonido poderoso que ameritan cada uno de los temas del ídolo. En esa agrupación, durante años, también participó el excelso percusionista Bam Bam Miranda, ya fallecido.
Si algo caracteriza a la trayectoria de la Mona Jiménez es la producción de una abultada cantidad de temas que se convirtieron en hits y que fueron parte ineludible de este show, donde himnos como “Beso a Beso” y “Quién se ha tomado todo el vino”, fueron coreados y ovacionados por todos, incluso por aquellos que estaban amuchados en los balcones de un hotel vecino y por los que se subieron a las torres de sonido o las columnas de señalética. El riesgo de esas actitudes hizo que, en varios momentos, el espectáculo se detuviera para pedirles a ese grupo de fanáticos que se ubicaran en los lugares permitidos para mirar el show y evitar accidentes.
La puesta en escena fue impactante. El juego lumínico acompañó lo festivo de la música cuartetera, con dos pantallas rectangulares a los costados que reflejaron, en primer plano, todo lo que sucedía sobre la escena. El viernes por la tarde se comenzó a montar la infraestructura que permitió que este domingo, en un frío atardecer porteño, se pudiera concretar el espectáculo.
Fiel a su estilo estruendoso y nada convencional, La Mona lució un vestuario brillante que fue diseñado por su hija Natalia. El traje con bordados dorados se intercambió con una musculosa calada que dejaba ver sus pectorales. Natalia Jiménez estuvo acompañada por sus hermanos Carlos y Lorena, quien cantó un tema con la Mona. Además, también se sumó a la comitiva Juana Delseri, la ex mujer del músico y madre de sus hijos, de quien se encuentra divorciado, aunque conviven en la mansión del coqueto barrio Cerro de las Rosas de Córdoba Capital.
Espectáculo inusual
Los vendedores de suvenires aprovecharon la ocasión para ofrecer desde sombreros a banderas y remeras con la imagen del ídolo. Tampoco faltaron los vendedores de panchos delicias infaltables en todo evento popular. La bebida que primó fue el famoso fernet con gaseosa, tan típico de Córdoba.
Por la calle Maipú, un grupo de fanáticos, desplazándose en sillas de ruedas, lucía el outfit completo: sombreros, buzos, collares y pulseras con la imagen del ídolo. “Vinimos en tren desde José C. Paz para poder verlo. Vivimos de changas, así que no podemos pagar una entrada para un recital”, explica Jonathan, quien lleva la voz cantante del grupo.
“Te amo Mona”, “Sos único”, “Volvé pronto”, le gritaban al cantante los seguidores porteños, menos acostumbrados que sus compatriotas cordobeses a disfrutar de La Mona en vivo. El Obelisco enmarcó la noche con dos de sus caras recibiendo la proyección que generó un mapping con leyendas alusivas al prócer cuartetero.
Símbolo
Juan Carlos Jiménez Rufino, tal el nombre completo del cantante, nació hace 71 años en Córdoba, la provincia que lo coronó como su mayor referente en lo que respecta la cultura popular. No es inusual encontrarse en las calles de las ciudades de la provincia con murales donde se refleja la idolatría por el artista que suele presentarse en “bailes” multitudinarios donde el público cumple el ritual de armar una gran ronda y girar en parejas por la pista de cada uno de esos gimnasios inmensos y colmados de gente.
Luego de probar suerte como cantante y bailarín de folklore, La Mona debutó en el Cuarteto Berna a los quince años, luego de pasar un examen exhaustivo con los responsables de la agrupación de cuarteto característico, como se llamaba al género en los sesenta, tiempos donde también descollaban el Cuarteto de Oro, del que también formó parte, y Leonor Marzano, la pionera del género que fundó el Cuarteto Leo, íconos en el mundo del “tunga tunga”, como se suele llamar coloquialmente al cuarteto por el sonido de su métrica y rítmica musical.
Récords
Con varios Discos de Oro y de Platino, y ganador de sucesivos Premios Konex, Carlos Jiménez ha trascendido estratos sociales y los límites de su provincia para convertirse en un referente indiscutido de la música nacional. A lo largo de su carrera, vendió más de 36 millones de discos y cantó junto a referentes de otros géneros como Charly García, Andrés Calamaro, Manu Chao, Alejandro Lerner, Palito Ortega y Rally Barrionuevo, entre otros.
Aunque no es frecuente que ofrezca su música en Buenos Aires, no fueron pocos sus conciertos en el estadio Luna Park y en diversos reductos del Conurbano Bonaerense. Tampoco la de este domingo fue su primera actuación en la vía pública del Centro porteño. Cuando en diciembre del 2007, Julio Bocca se despidió de los escenarios con una actuación sobre la avenida 9 de Julio, Carlos Mona Jiménez fue uno de los invitados para acompañarlos. En esa noche inolvidable, el músico cantó “Balada para un loco” de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer.
Hasta la próxima Buenos Aires
Cerca de las 19.30, Carlos Mona Jiménez cantó su último tema, abandonando la escena con los ojos empañados por la emoción. Abajo, igual conmovidos estaban sus seguidores.
Una vez más, el cantante desplegó una energía que desmiente a su edad y confirmó esa comunión con su público. Como en cada concierto, y como si estuviera en algún baile de Córdoba, apeló al lenguaje de señas para nombrar a las diversas zonas de su ciudad e integrar a su gente. No fueron pocos los cordobeses que llegaron hasta el Obelisco para vivenciar en otro contexto la empatía con su ídolo.
Artista y fanáticos convirtieron la noche en un ritual sagrado atravesado por la efervescencia popular. Dios pagano para su público, Carlos Mona Jiménez no solo es un cantante idolatrado, ha logrado convertir su arte y a su propia figura en un fenómeno social de características inusuales.
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