Este sábado, la banda que creó con su hermano Gabriel se presenta en el Movistar Arena, en el primer capítulo de un nuevo comienzo que promete un próximo disco y una gira
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Ahora está en su casa y es más local que nunca, pero Fernando Ruiz Díaz es de esas personas -de esas pocas personas- que transforma cada ambiente que habita, lo hace propio y en cuestión de segundos todo empieza a orbitar entorno a él. “Esta casa la compré en 2007, estuve un año y medio viniendo a tomar unos vinitos, viendo las vitrinas, que hay muchas por toda la casa. Es de estilo art déco. Vine un año y medio para ver qué iba a hacer. Cuando compré esta casa estaba viviendo en Villa Luro en un departamento cerca de la sala y antes de que nazca Lila me fui a vivir a una cuadra y media del zoológico”.
Durante la extensa charla con Fernando, el nombre de su hija de diez años aparecerá en muchas ocasiones. Y muchas más fuera de grabador. Lila le cambió la vida y el cantante y guitarrista de Catupecu Machu, que se presenta este sábado en el Movistar Arena, es un “arengador” de la paternidad. La vive con entusiasmo, como todo lo que hace. “Estuve siete años de obra, pero porque todo me lo tomo así. Para mí las cosas tienen que ser cuando tienen que ser. La paso bien acá. Vivimos con Lila los dos solos. Es mi escondite. De chica, Lila me decía: ‘Es un castillo nuestra casa, ¿no papi? Hay gente a la que le da miedo quedarse a dormir y a ella le encanta”.
Desde donde estamos se observa el patio interno y la casa tal como la construyó en las primeras décadas del siglo XX un arquitecto masón. Este es el lado nuevo de la “baticueva” de Ruiz Díaz. Una sala vidriada que funciona como estudio personal, en la que hay instrumentos, miniaturas de Star Wars y una heladerita de la que el dueño de casa extrae una sidra artesanal “que tenés que probar”.
-Vos hablás de la reencarnación de Catupecu Machu, más que del regreso del grupo y señalás que para esta etapa es clave la intervención de Miguel “Abril” Sosa...
-Somos hermanos, él es una mezcla de hermano-hijo mío. Para mí Catupecu siempre fue un camino, es como agarrar la Ruta 40 y hacer toda la Argentina. Catupecu para mí fue estar siempre arriba del barco. Van pasando mutaciones, historias. Aprile me mandó un mensaje tres días antes de que muriera Gaby (Ruiz Díaz) y si lo hubiera visto después no hubiera sido lo mismo. Es reloco, sentimos que Gaby nos juntó. La noche en la que Gaby se iba nosotros estábamos tocando y volvimos a tocar “Entero o a pedazos” después de no sé cuántos años. Y a la mañana siguiente lo estábamos viendo a Gaby en el féretro. A él le gustaban mucho los rituales, pero no los establecidos, sino que para él la vida era un ritual. Cuando me encontré dándome la mano con Abril arriba del féretro y la cara de Gaby sonriendo, porque se fue con una sonrisa, me pareció surrealista. “¿Estás viendo lo mismo que yo?”, le pregunté. Salía luz. Nos dimos las manos y le dije: “Estamos como cuando empezamos, los tres.
-¿Abril por qué te mandó ese mensaje?
-Porque se iba a vivir a Europa. En el mensaje (lo quiere buscar pero recuerda que el teléfono que tiene ahora no es el mismo de ese entonces) me dice: “Fer, me estoy por ir, estoy en la terraza de casa tomándome un vino y escuchando Cuentos decapitados. ¿Nos podemos encontrar a charlar como cuando tenía 12 años? Lo quisiera volver a leer ese mensaje, pero me acuerdo que me dijo eso. Qué loco, el tenía 12 pero parecía más grande, un pibe muy ávido. Hablábamos de filosofía, no hablábamos de fútbol, de la noche. Era profundo, él era un chico grande. Su papá se murió cuando él tenía 7 años, a dos cuadras de la sala de Catupecu, en Villa Luro. Se cayó delante de él y se murió. Eso te hace ser grande a la fuerza. Todo lo que vivimos con Catupecu confluyó en lo que pasó ahora, por eso digo que fue muy importante el mensaje que me mandó, sino no estaría tocando Catupecu ahora. Tiene que ver con el reencuentro que tuvimos. Yo estaba muy feliz con lo que me estaba pasando con Vanthra, con Juli (Gondell) y con Charly (Noguera). Para mí, mi vida es la música...
-Vos podés armar y desarmar proyectos, aunque las cosas las encarás como si fueran definitivas. La misma sensación me dio cuando empezaste con Vanthra...
-Con Vanthra hubiera seguido toda mi vida. Lo que pasó es que en Vanthra empezamos a invitar a tocar a Abril a la semana del Quilmes Rock. Nosotros nos íbamos a tocar a la Wine Rock Session Nro. 1 en Mendoza, en el Valle de Uco, organizado por (el enólogo) Marce Pelleritti. Fijate cómo es la vida: yo le decía a Abril: “Quiero que conozcas mi vida en Mendoza”. Allá hago vinos Marce Pelleriti y para Lila la casa de él es su casa. Abril me dijo en ese momento: “Me quedo veinte días más” y menos mal que se quedó ese tiempo. Los tres temas con batería de Catupecu, que también tocábamos con Vanthra, los íbamos a tocar ahí. La prueba de sonido, que duraba una hora cuarenta, como mucho, duró tres horas cuarenta y cinco. Se me ocurrió que tocáramos a dos batas “En los sueños”. Abril dijo: “No la toqué nunca pero vamos, la conozco de memoria”. El fue un gran escuchador de toda la obra de Catupecu una vez que se fue de la banda. Lo sabía y en la prueba de tres temas en el Valle de Uco pasaron a ser nueve canciones a dos batas y salimos al show. “Secretos pasadizos”, que en el Quilmes Rock lo tocó Abril solo, lo hizo a dos baterías con Juli. Fue impresionante lo que pasó.
En el viaje de vuelta a Buenos Aires, en medio de una alegría desbordante, Abril lanzó la pregunta que cayó como una botella de vidrio desde un quinto piso: ¿Esto va a quedar acá? Rápido para los mandados, Fernando puso manos a la obra. “Les dije: ‘¿Quieren tocar en Vorterix’? Y al otro día lo llamé al Chino (dueño del teatro Vorterix) y le conté que Abril se iba en dos semanas y que necesitaba que me reservara dos Vorterix. ‘¿Vos estás loco? Dos Vorterix en dos semanas?’, me respondió, pero hizo magia y los pudimos hacer. Ahí dijimos que éramos Vanthra + Abril Sosa. Ensayamos unos temas más y nos dimos cuenta que estaba reencarnando Catupecu. Y digo esto porque no fue un refrito. Todas las formaciones que tuvimos las amo, pero esto era con un histórico, con Abril. Cuando venía el homenaje a Gaby dije: ‘Todos los bajos y guitarras que grabó los tiene que tocar Charly. Y quiero que esté July y que estén todas las formaciones diferentes de Catupecu. Eso fue el homenaje, pero después se armó un grupo nuevo. Es como si después de Las Bandas Eternas Spinetta hubiese vuelto con Pescado Rabioso”.
-¿Esto lo pensaste después del Quilmes Rock?
-No, pensar no. Abril me manda el mensaje un miércoles, al otro día hablamos tres horas por teléfono, lloramos y él me propone agarrar las pistas de Cuentos decapitados y tocar con Gaby en la sala. El quería tirar las pistas de los bajos y que tocáramos arriba. Después se fue a vivir a España. Lo invité a un show de Vanthra, le dije: “Creeme que estoy viviendo con July y con Charly la misma energía que vivíamos nosotros en la sala. Vino a ver un show acústico de Vanthra para 75 personas, que lo hicimos porque yo tenía ganas, en Santos Vega. “Si querés venite pero si venís tocás”, le dije. Tocamos, la gente lloraba y a las horas despedíamos a Gaby. Yo quiero creer que Gaby nos juntó. Cuando nos bajamos del escenario Abril me dijo: “Son dos animales estos, entendí lo que me decías”. Hubo un sello, un tatuaje espiritual que quedó ahí entre los cuatro y que iba a resonar después del Quilmes Rock.
“Yo me dedico a esto desde que me levanto hasta que me acuesto. No es que mi vida empieza en un momento, el sábado a la noche para ir al boliche. Para mí es desde que me levanto hasta que me acuesto. Por eso para mucha gente es complicado convivir conmigo, porque estoy así todo el día y tengo muy en claro lo que quiero hacer. Yo emprendo una aventura desde que me levanto hasta que me acuesto y cuando estoy triste, más. Tengo claro que el día se acaba, que la vida se acaba. Un día ensayé con mi hermano y estábamos felices y después lo fui a ver y estaba en coma cuatro y nunca más ensayé con él. Mi hermano era la persona más importante de mi vida. Después vino Lila. Por eso nos pasa con Abril... Yo estaba en Catupecu Machu cuando fue el accidente de Gaby, pero Abril no, por eso agradezco a la intuición, a Gaby, a los dioses que lo iluminaron a Abril para que me escribiera. Hay tanta gente feliz de ver a Catupecu y quizás exista la posibilidad de escuchar un nuevo disco. Es fantástico. Por eso ahí pongo un papel muy importante en el público. No hay una campaña de marketing, podíamos haber hecho esto de una manera gigante, con más estrategia. Obras fue eso, lo anunciamos y se agotó al toque. Este Movistar Arena, lo mismo”.
Otros tiempos para el rock
“La estrategia es ser nosotros mismos y seguir disfrutando. Por ahí en esta época cuesta ser uno mismo”. Se pone reflexivo Fernando y ante la mención de la nueva escena musical se prepara para disparar. “El rock nunca tuvo lugar. Tiene momentos en los que tiene un pico de popularidad. Soy fanático del tango, del country norteamericano, no soy fanático del trap pero me gusta; para mí es lo mismo que escuchar a Run DMC. En cambio el rock es una locura. ¿Qué carajo es el rock? Queen, Kiss, Led Zeppelin, Pescado Rabioso, Catupecu, Babasónicos o El Mató. Es más una actitud, porque todo eso es rock y por eso sobrevivió tantos años. Cuando yo veía en vivo a Sumo, en Cemento, o en Obras, no estaba sold out. Vi todo lo que te imagines en vivo, de afuera y de acá y Sumo es la banda más grandiosa que yo vi y la vivimos en Argentina. Sumo no llenaba River, el rock era algo limitado. A Los Redonditos y a Sumo los veía en Cemento. El rock tiene por momentos mucha exposición, pero normalmente está metido en la cueva. Hace poco escuché a Dum Chica, Buenos Vampiros, Mujer Cebra, bandas nuevas que están buenísimas, que se juntan y hacen un Vorterix. No te olvides que Nirvana cuando salió era una banda de clubes chiquitos y se volvió grande. Nosotros también. Quizás en este momento está pasando que todos los artistas son de lugares grandes. Tocar en Obras era una consagración después de mucho tiempo, por ahí ahora aparecen los artistas y a las dos semanas están tocando en Obras.
Bandas como Catupecu Machu suman ahora una nueva generación de espectadores...
-Yo lo que les deseo a los artistas nuevos es que les pase esto. La vida, como digo últimamente, es muy larga. A mí me recontra copa tocar en el Quilmes Rock, a los 53 años, con Catupecu y que haya 75 mil personas y que la mitad sean de las nuevas generaciones. Eso es una locura, eso no lo podés forzar. Hay artistas que vienen a tocar y capaz que lo único que llevan es gente grande y no está mal, pero Catupecu debe tener algo que mueve a los más chicos. Para mí es fantástico. Yo a los Sex Pistols no los escuché en tiempo real, los empecé a escuchar en el 84, 85 y habían salido en el 77. En este momento vos podés escuchar todo. Este es un momento en el que el rock vuelve a ser algo subversivo.
Catupecu Machu en el Movistar Arena, Humboldt 450. Este sábado, a las 21. Entradas en venta en el sitio oficial
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