El cantautor montevideano vuelve a los escenarios esta noche; presentará su nuevo disco, Simple, grabado en solitario; de su nueva obra, de la pandemia y de la cultura de la cancelación habló con LA NACION
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Siempre es una buena noticia que aparezca un nuevo disco nuevo de Fernando Cabrera. Montevideano hasta la médula, su historia arrancó a fines de la década del 70 y jamás se detuvo. Pasó al comienzo por el trío MonTRESvideo y después por el grupo Baldío, pero la más extensa, y finalmente jugosa parte de su carrera pasó por el trabajo solista, desde que publicó su álbum El viento en la cara, en 1984. Después, vinieron muchos otros discos y premios, y un reconocimiento que es de larga data en su país –es Ciudadano Ilustre de su ciudad natal- y que en el nuestro tardó un poco más en llegar pero que también terminó por afianzarse.
Ahora, la novedad es Simple, un álbum de diez canciones propias que hizo íntegramente solo, duplicándose a sí mismo en voces e instrumentos en algunos casos. Con ese trabajo ya publicado en las plataformas virtuales y en formato físico (Ayuí/Tacuabé en Uruguay y Acqua Records de este lado del río), se prepara para presentarlo en vivo y con público este domingo y lunes a las 21, en el auditorio del SODRE de Montevideo. El concierto de hoy podrá verse por streaming también en Argentina. Y aunque el disco lo hizo solo, en los recitales contará con la participación del multiinstrumentista y cantante Diego Cotelo. Todo esto es buena excusa para la charla, que respetando el estilo Cabrera, se produce en en su mayor parte por escrito “porque siempre uno puede ser más cuidadoso con las palabras y no decir, en el entusiasmo de la conversación, algo de lo que después pueda arrepentirse un poco”.
-Desde sus comienzos, en su música se descubren muchos elementos: el blues, el canto popular uruguayo, el candombe, el folklore argentino, la canción urbana de cantautor “a la francesa”, el rock de nuestro país y de Uruguay. ¿Cómo se han ido integrando y cambiando todos estos elementos a lo largo de su carrera?
-Lo que ha ido cambiando es que antes estaba más o menos al día con lo que pasaba en el mundo, y en los últimos tiempos escucho menos. He perdido curiosidad y por consiguiente información. Creo que la mezcla que describís es bastante acertada salvo quizá lo de “cantautor a la francesa” y lo del “rock nacional argentino”, aunque respecto a esto último sí pondría a Almendra. Y agregaría alguna música más: Brasil, la música clásica, el jazz. Pero todo eso lo veo en un pasado muy remoto ya, en épocas de absorber y de ingresar data. En la actualidad ya no ingreso sino que busco adentro de mi cabeza y uso lo que encuentro. Y no hace falta mezclarlo, ya viene todo mezclado.
-Aunque muchas veces actúa y graba con más músicos, no es extraño encontrarse con usted solo sobre el escenario, a lo sumo con algún invitado. Este formato se hace bien evidente en su nuevo álbum, Simple. ¿Qué es lo que le gusta de cantar solo?
-Todo es música, todo lo que suene. Disfruto de la brisa en las ramas, del motor de un camión, de un pájaro, del canto de hinchada, de la charla de la gente en un bar, de la bocina de los barcos en el puerto. La verdad es que toco solo desde la niñez, o sea que es la forma que me resulta más natural. Luego, sí, con los años fui armando bandas. Pero lo más cómodo siempre es tocar solo, para el tempo, para la dinámica, para la improvisación. En todos mis discos hay una canción que grabo yo solo, y en este disco fueron todas. Después, en el estudio me tenté con sumar pistas, grabando yo mismo, tanto voces como otros instrumentos que había allí y que no domino. Pero lo importante es la canción y no tanto el vestuario. Reconozco también que desde el punto de vista práctico y logístico este sistema fue muy llevadero. Hace más de cuarenta años que lidio con los horarios y los humores de los músicos y creo que me correspondía una sana vacación.
-Sus músicas y sus letras parecen estar siempre destinadas a las cuestiones permanentes: el amor, la soledad, la vejez, la infancia, la cultura, los recuerdos, la esperanza, la desesperanza, Dios y sus representantes en la Tierra. ¿Cuánto de todo esto es producto del trabajo de un “profesional”, como un filósofo que encara diferentes temas universales, y cuánto es simplemente el resultado de una expresión interna desgarrada que hasta podría asociarse a una manera adolescente de manifestarse?
-Creo que lo último. No hay un “profesional’' encarando temas como en un bolillero, sino que los temas e inquietudes llegan, vienen o son cosas que observo a mi alrededor y me tocan y emocionan por algo. Me gusta la imagen de un adolescente expresándose, desgarrado. Sin llegar a ser tan melodramático, es algo así. Lejos estoy de un filósofo que encara los temas del hombre, se hace preguntas, estudia, infiere. Yo más bien comparto alegrías y penas, incertidumbres, a veces pinto subjetivamente el lugar donde he nacido, conduzco un vehículo que no va a ninguna parte, que solo ofrece el gusto de viajar sin moverse. Me agrada también el comienzo de tu pregunta: creo haber intentado mantenerme por fuera de tiempos y generaciones, trato de dirigirme a una persona sin importar su edad, ni su época. Es común, cualquiera lo puede comprobar, encontrar en mis actuaciones gente de tres años o de noventa, gente de cualquier clase social, de distintos orígenes políticos o ideológicos, y me gusta que sea así.
-Simple es una palabra que a veces se la usa con un sentido peyorativo, de superficial o escaso de recursos. Por la contraria, a veces también se le da un valor superlativo, de profundo, universal, austero, humilde. ¿Cuál se aplicaría al título del disco y a usted mismo?
-Mi idea de simple aplicada a mi trabajo es una utopía que vengo persiguiendo desde hace años, o sea algo que no alcanzo, que está en el horizonte. Me cuesta mucho ser simple y sin embargo creo que la simpleza es la mejor manera de comunicarme con más gente. El problema es que lejos de ser simple yo soy muy complejo y a veces se me complica la comunicación.
-¿En qué sentido?
-Bueno, capaz que es una mirada mía no del todo certera. Durante mucho tiempo, desde mis comienzos, veía que tenía poca llegada con un público masivo mientras que los otros integrantes de mi generación disfrutaban de una mayor popularidad. No entendía por qué y fui desarrollando la idea de que yo era complicado, que lo mío no pasaba por los carriles de la comunicación más directa. He trabajado para corregir eso pero no sé si logré algo. Creo que ahora me va mejor por multiplicación, porque mis seguidores originales me han ido recomendando.
-¿Cómo lo ha afectado en lo personal y en su trabajo, expresiva y económicamente hablando, este extraño tiempo de aislamientos que nos está tocando vivir?
-La verdad es que no me ha afectado demasiado, salvo en los ingresos. Tengo la suerte de disponer de unos oportunos ahorros que hice en los últimos años, tengo mi casa y no tengo hijos. Pero mi sector ha sufrido mucho, todo el espectáculo, el turismo con todas sus ramas, la gastronomía, el transporte y otros. Es duro tener un oficio y estar impedido de ejercerlo, es como inexplicable. Pero el aislamiento es algo natural en mí, no me complica para nada. Si me permitís una inofensiva broma, ahora me di cuenta que viví en cuarentena casi toda mi vida sólo que no sabía que se le llamaba así.
-¿Cómo le parece que actuaron los líderes del mundo y del Uruguay en particular frente a la pandemia?
-Bueno, esa pregunta supera mis modestos recursos de análisis. Si yo fuera líder del mundo no sé qué hubiera hecho. Creo que más temprano o más tarde todos fueron haciendo lo que podían y, por supuesto, los que no votaron a esos líderes encontraban razones para criticarlos. Pero no debe ser fácil estar en ese lugar, al frente de un país y tomar medidas frente a un hecho tan nuevo y destructivo.
-Se viene hablando mucho sobre si saldremos mejores o peores de todo esto, de cuánto cambiaremos, si volveremos a nuestros tan latinos besos y abrazos. ¿Qué cree que va a ocurrir?
-Nunca me gustó la moda de los últimos años de tener que besarse con alguien que no conocés, que te están presentando por primera vez, sobre todo entre los hombres. Respecto a tu pregunta, no soy de hacer pronósticos. Pero creo que, como ha venido pasando con todo en la humanidad, el asunto pasará y se olvidará. Tal vez cambien un poco los modos de relación, pero nada central de la conducta o de la ética va a cambiar. Hemos pasado por calamidades mayores y el ser humano sigue como si nada, sin evoluciones muy visibles en su comportamiento. En eso se parecen las hecatombes y la tecnología: llegan y actúan pero nosotros seguimos como antes.
-¿Cómo se ubica frente a otros cambios que estamos atravesando, con temas como el patriarcado, los feminismos, los cambios de lenguaje y la apertura hacia la libre decisión sobre la sexualidad?
-Allí hay cosas interesantes. La lucha contra el patriarcado me parece imprescindible, lamentablemente muy demorada, y con mucho por hacer todavía. Hay países donde la situación es inaceptable y la mujer realmente sufre verdaderos disparates cotidianos y permanentes. Las feministas son el ariete en esta lucha, el brazo armado. Y en lo que a mí respecta cuentan con todo mi apoyo y comprensión aun cuando se excedan. El lenguaje creo que no hace falta tocarlo, ya contiene todo lo que se precisa. Y la apertura sexual es inopinable: cada uno es dueño de sus deseos.
"Ridículo cuando alguien cancela o borra a otro de sus redes porque no piensa como él. Eso es fascista"
-¿Y cuál es su opinión sobre la llamada idea de “la cancelación”, que intenta releer el pasado con ojos de hoy?
-Ridículo y cobarde. Ridículo cuando se lee el pasado con mirada actual, me refiero a escala de valores, moral, etc. Haría falta un poco más de cultura histórica, o dejar la Historia para los historiadores y no creer que cualquiera puede hacer análisis de una materia que –no nos olvidemos- también es científica. Ridículo cuando alguien cancela o borra a otro de sus redes porque no piensa como él. Eso es fascista.
-¿En qué ocupa su ocio? ¿Escucha nuevas músicas? ¿Sigue volviendo a lo ya conocido?
- No estoy escuchando nada en particular. Hace muchos años que escucho al azar, lo que disponga el día, el lugar, la suerte. En todos lados hay música, en una especie de dictadura que se fue imponiendo sola, no sé bien por qué. Vayas donde vayas hay música, y por cierto que bien fuerte. Esto último me molesta bastante. Tengo una vieja costumbre que siempre me dio buenos resultados, que es leer y escribir y hasta componer en bares y cafés. Pero ahora los baristas tienen la extraña, y para mí injustificable, costumbre de poner música fuerte, incluso a veces de más de una fuente, como un televisor con un partido de fútbol, otro televisor con un informativo y una tercera fuente sonora que es una playlist con canciones. Y todo a máximo volumen. Creo que la humanidad ha hecho una mutación biológica en los últimos tiempos. Es un tema para antropólogos. Y ojo que esto está presente en todas partes: el transporte, los comercios, los restoranes, los shoppings, los aeropuertos, las farmacias, los estadios, las plazas, las playas. El mundo se ha convertido en una incómoda discoteca.
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