Fernández Fierro: de trasladar un piano por la calle a festejar 20 años como la orquesta de tango más rockera
El grupo, que empezó tocando en las calles de San Telmo, tomó el sonido de la orquesta de Pugliese como punto de partida y fundó un espacio propio, el CAFF, cumple veinte años y lo festeja con un concierto en el Teatro Broadway; las claves de una familia argentina del tango que se reinventa
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2001 será siempre recordado en la Argentina como el año de la crisis. En realidad, el del mayor pico de una crisis finisecular que se sintetizó en la llegada del nuevo siglo. Se exteriorizó. Corralito financiero, estallido social, debacle política, consignas como “qué se vayan todos”. En la periferia cultural -ese espacio que, sin embargo, no estaba alejado de la urgencia social y política- hubo también una vuelta al tango. En realidad, esa vuelta ya había comenzado a principios de la década del noventa, con un movimiento de músicos jóvenes de distintas extracciones que se volcaron a indagar en las raíces del género. Lo que surgió en 2001 fueron expresiones como la orquesta típica Fernández Fierro, que abrazó el tango y adoptó algunos de sus códigos que hasta ese momento parecían extemporáneos. A 20 años de la creación de aquella orquesta típica, se puede celebrar la vida de esa “bandita de rock que tocaba tango” en la calle, que salió de gira por el mundo, que generó un espacio propio, El Club Atlético Fernández Fierro (CAFF), un reductor porteño de culto. La Fernández Fierro es como una familia argentina de clase media que ha enfrentado todas las crisis posibles y ha logrado mantenerse en pie. Y crecer. Todos buenos motivos para celebrar dos décadas. Y lo hará, este miércoles 21, con un show aniversario en el Teatro Broadway.
La precuela de esta orquesta fue otra llamada Fernández Branca (todo un guiño al fernet) creada por alumnos de la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Algunos de ellos, más otros colegas, formaron la Fierro, que tuvo como base de operaciones una sala de la Academia Nacional del Tango, que Horacio Ferrer les ofreció para ensayar. Era una orquesta típica de esos tiempos, con un estilo inspirado en el Osvaldo Pugliese, pero con una gestualidad escénica y una estética que se correspondía con las distintas generaciones del rock. El fonógrafo que larga fuego por su boca es quizás la mejor representación gráfica que unifica esos veinte años de historia, junto a la de una simbólica formación tanguera: fila de bandoneones, final de arcos, piano, contrabajo y cantor o cantora (en el grupo, y en distintas épocas, se escucharon las voces titulares de Chino Laborde, Julieta Laso y Natalia Lagos).
“Algunos nos hacían sentir que era raro lo que estábamos haciendo. Desde nuestras familias para el afuera –dice Yuri Venturín, director del grupo-. Estábamos copados con el tango, en particular con el sonido de la orquesta de Pugliese, que era una orquesta que nos representaba a pesar de que habían pasado ya, por lo menos, treinta o cuarenta años de esas formaciones de Pugliese. Sin duda no era actual pero sentíamos que por ahí se podía avanzar hacia una estética propia”.
2004 fue un año para barajar y dar de nuevo. Tocar en la calle era una buena experiencia pero tener un lugar propio era el horizonte que se puso la orquesta. Así consiguieron un viejo taller mecánico que convirtieron en su búnker, el CAFF. “El primer piano que tuvimos en el club fue el que usábamos en el salón de la Academia Nacional del Tango. Tocar en la calle en ese momento era buenísimo, más allá de los problemas de la precariedad. Había pleitos con la gente de los anticuarios [de San Telmo] y con la policía, como toda la vida. Pero realmente la orquesta recibía un apoyo popular muy grande que se puede ver en el documental de Nicolás Entel, [Orquesta Típica]”.
Eran un grupo de veinteañeros que los domingos por la mañana tiraban de un carro que trasladaba un piano vertical, por el empedrado de las calles aledañas a la plaza Dorrego. Convertidas en peatonal -porque era el día para agasajar al turismo que visitaba la feria de antigüedades y los comercios de la zona- los músicos buscaban la persiana baja de algún local para “acodar” el piano (como si fuera el estaño de un viejo bar) colgar una bandera roja que decía Fernández Fierro y tocar a la gorra. “Estaba bueno, era pasar el domingo de una manera productiva. Con los trabajos de cada uno y con lo que hacíamos en la calle se podía vivir en esos años que eran tan difíciles como los de ahora”.
Fueron muchos los aciertos para celebrar y los obstáculos que el grupo tuvo que sortear en las últimas dos décadas. Sostener el emblemático CAFF, en los tiempos del post Tragedia de Cromañón y ahora, que lleva más de un año prácticamente cerrado por la pandemia covid-19. Y a pesar de eso, crear la Radio CAFF, generar festivales de música, hacer giras de conciertos (entre 2003 y 2018 realizaron tours de manera ininterrumpida por países de América, Europa y Oceanía) y grabaciones de discos (fueron siete desde 2002, cuando publicaron Envasado en origen, hasta Ahora y siempre, de 2018).
“Desde el vamos armar una orquesta típica es un obstáculo a vencer. Y si mañana dejara de existir, sin duda con veinte años sería un obstáculo vencido. Hacerlo sin grandes posibilidades es otro obstáculo vencido y desde lo humano también, porque no es nada fácil por los intereses diversos de cada uno, como personas que intenta producir un hecho artístico. Otro obstáculo es que ese hecho artístico tenga un horizonte hacía adonde dirigirse. La estética también fue un obstáculo, porque muchas veces nos quedamos sin un trabajo porque en zapatillas y remera no se podía tocar. La postura política de la orquesta también lo fue. Y si no fue eso, no veo otra razón para que desde que asumió el macrismo en la Ciudad de Buenos Aires la orquesta nunca más fue convocada a participar en el Festival de Tango. El obstáculo que no fue superado, pero que se pudo encausar, son las necesidades de cada uno de nosotros, por eso hubo muchos cambios en la formación del grupo”.
El resto es coyuntural. “Cuando abrimos el CAFF, en 2004, con lo que sacábamos tocando un par de horas en la calle lo pagábamos tranquilos. Hoy en día, ni a ganchos, pero decirlo de manera decorosa. Esa realidad cambió bastante.” Los aciertos del grupo tienen mucho que ver con el desarrollo artístico. Así lo destaca Venturín. “Una de las cosas que nos hizo crecer fue darnos cuenta que necesitábamos trabajar en un estudio de grabación con un productor. Y eso fue lo que hicimos con Tito Fargo, para el disco Tics, de 2012. Eso nos abrió un panorama de cómo llevar a la práctica determinadas cuestiones del sonido de la orquesta. Si bien teníamos la intención, no teníamos idea de cómo plasmarlo, tanto en el disco como para el vivo”.
Cooperativa tanguera
A imagen y semejanza de la orquesta de Osvaldo Pugliese, la Fernández Fierro se distinguió por ser un grupo que trabaja de manera cooperativa. “Más que un acierto de nuestra parte – dice Yuri- creo que es lo que ha posibilitado que hayamos podido existir y seguir todo este tiempo. No imagino otra forma de trabajo. Antes, una orquesta se formaba luego de que un músico hacía un trayecto con diversas agrupaciones y luego de ganar experiencia y nombre podía convocar músicos y armar su propia orquesta. Esto se formó como se forma una bandita de rock. Generacionalmente pertenecemos a eso. Más que como una cooperativa, se formó como eso, como una banda de rock de barrio. Surgió naturalmente. Luego, cuando comenzó a aparecer el trabajo, ahí surgió la manera cooperativa. Y eso sí fue un acierto, además de la convicción ideológica, que siempre estuvo. Pero la Fierro surgió naturalmente, como una bandita.
-¿La apertura del CAFF también fue algo que surgió naturalmente?
-En el tiempo que tocábamos en la calle muchos se nos acercaban para preguntarnos en qué otro lugar nos podían escuchar. La verdad que el panorama era muy pobre. Los lugares que había, generalmente milongas, no estaban equipados para sonar como a nosotros nos habría gustado. Unos meses antes de abrir el CAFF tocamos en un galpón en Parque Patricios de gente del teatro. Ahí fue que surgió la inspiración. Si ellos lo pueden hacer, estaría bueno que nosotros también probemos. Y el CAFF, con todas sus contras, porque es estar un poco atado a la tierra, también fue un acierto.
-¿Alguna vez pensaron en tirar la toalla? ¿O hubo situaciones como el pos Cromañón que los hizo más fuertes?
-Ahora es el momento más difícil. Porque llevamos un año y medio con el club prácticamente cerrado. Solo abrimos en febrero y parte de marzo. Nos endeudamos y el decreto que congeló los alquileres no se renovó. Encima sin saber cuándo esto se va a normalizar. Son cosas que se charlan. Aunque la intención es seguir.
-¿Tuvieron en estos veinte años crisis interna?
-Eso es más raro. Al ser tantos, no se da que a la mayoría se le dé por no seguir. En general, el que quiere hacer otra cosa enfila para otro lado. Mientras que uno cuente cuatro y la música le mueva algo adentro, eso significa que hay que seguir. Cuando eso no pase será que no. Al menos así es en mi caso.
-¿Qué ganaron en las últimas dos décadas como grupo humano y musical?
-Como director de la orquesta, aprendí muchísimo cómo dirigirme a los demás. Y eso es también aprender a conocerse a uno mismo. Así se aprende mucho. Como grupo, la experiencia es fantástica. Quisiera tener en veinte años el doble de la experiencia que ahora tenemos. Para nosotros esto es rockearla tocando tango. La influencias y el bagaje cultural aflora por todos lados. Los momentos cambian. Al principio era importante destacar que éramos una orquesta típica. Ahora lo importante es que creo que hemos logrado una estética propia. Fernández Fierro es una idea estética que, por supuesto, no está cerrada. Pero es un lugar propio, no una estética prestada.
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