En diálogo con LA NACION, el músico reflexionó sobre sus inicios, a los 15 años, en el grupo de rock nacional; el músico suele visitar al cantante en el centro de rehabilitación en el que pasa sus días mientras gira por el país con sus canciones
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El calendario marcaba 1999 y el termómetro, un calor insoportable en Buenos Aires cuando Felipe Barrozo vio por primera vez a Pity Álvarez. Para ese entonces, era un joven de 15 años que pasaba el verano en la casa de su abuela en Villa Lugano justo cuando Álvarez –quien ya era “el Pity”– lo invitó a tocar con él. Así, sin preámbulos y casi de casualidad, Felipe empezó a formar parte de una de las bandas de rock más convocantes de la Argentina de principios de siglo.
Embarcarse en la ruta rockera no fue gratis: para convertirse en el guitarrista de una de las estrellas del rock local tuvo que dejar el colegio y olvidar cualquier similitud con la vida de un adolescente promedio. Poco a poco, Barrozo se sumergió en los vaivenes de la vida de Pity Álvarez, ese músico carismático y talentoso que lo mantuvo bajo su ala y que en 2018 fue acusado de asesinar de cuatro balazos a un hombre. El juicio oral y público quedó suspendido en marzo de 2023, hasta que el cantante esté en “condiciones psíquicas” de enfrentar el proceso. Actualmente vive en una clínica de rehabilitación.
Hoy, a 15 años del parate indefinido de la banda que lo vio nacer -y con el visto bueno de Pity- el guitarrista recorre el país para tocar en vivo los hits de Intoxicados y se prepara para dar un gran show en Buenos Aires que tendrá lugar el 16 de marzo en Makena Cantina Club. A lo largo de una conversación extensa y profunda con LA NACION, Barrozo reflexiona sobre la fama, los excesos, la intimidad de Intoxicados y su actual proyecto musical.
Una adolescencia envuelta en rock and roll
–Creciste bajo el ala de Intoxicados, ¿qué se siente volver a tocar en vivo las canciones de la banda?
–Desde septiembre que no paramos de tocar. En Intoxicados, cuando Pity llegaba tarde o algo así, yo salía a cantar los temas. Son canciones que tengo en la sangre desde que tenía 15 años que fue cuando empecé a tocar en la banda.
–Con solo 15 años eras parte de una banda muy convocante, ¿sentís que eras demasiado joven para vivir esa vorágine?
–Ensayábamos mucho los temas y me encantaba. Me acuerdo que una vez en 2013 Pity perdió el avión, no pudo llegar a Comodoro Rivadavia, donde teníamos un show. El resto de los chicos de la banda me rodeó y me dijo: “Vas a tener que cantar vos si Pity no llega”. Así fueron mis primeras salidas cantando.
–En 2013 tenías 17 años…
–Sí, siempre me tomé todo muy natural. Antes de un show pensaba “Si viene el Pity canta el Pity, si no viene canto yo” y listo. Siempre lo viví como algo simple. Pasaron un montón de años desde la última vez que tocó Intoxicados, pero noto que muchas bandas nuevas tocan temas de otras bandas viejas. Hay una especie de resurgimiento de las canciones de los 2000. Veo chicos y chicas muy pequeños que jamás vieron Intoxicados en vivo pero que conectan con nuestras canciones. L-gante dijo que su tema preferido era “Una vela” y eso también nos abrió camino a las nuevas generaciones. Antes, la bandera del rock era la rebeldía, escuchar música distinta a la de nuestros padres, pero hoy eso cambió: los jóvenes son abiertos y les gusta explorar la música que escuchaban sus padres. Cuando toco la canciones de Intoxicados, aunque no estamos todos y no está Pity, siento que con la gente se genera lo mismo que cuando veían a la formación original hace 15 años.
–¿Qué crees que es lo que conecta de Intoxicados con las nuevas generaciones?
–Lo nuestro es crudo. Y a la vez explora el reggae, el hip hop. Nuestro productor siempre nos dio libertad, la compañía discográfica no se metió en nada sobre el disco y eso se nota: ¿de qué iban a preocuparse si siempre metíamos hits? (risas).
Pity Álvarez: amigo, maestro y leyenda
–Eran políticamente incorrectos: muchos creían que Pity era casi un personaje construido adrede…
–Es que Pity tiene esa “cosa”. Pero no hay mucho enrosque en las canciones. Son canciones que tienen una estructura para que puedas agarrar una guitarra y tocar. Y eso a la gente le gustó. Él es muy importante para la música argentina: la forma en que contaba las cosas del barrio inspiró a muchos otros estilos de música. En sus canciones habló de política sin hablar de política… contaba las historias como en la canción “Homero”, que más que una canción es una crónica de la vida de un obrero de nuestro país.
–¿Dónde conociste a Pity Álvarez?
–De casualidad. Fui a vivir un tiempo a la casa de mi abuela en el barrio Lugano y él, que se había ido de Viejas Locas, estaba armando algo nuevo. Yo toqué con una banda en un cumpleaños, me vieron y me invitaron a ensayar con ellos. Era muy gracioso porque yo tenía 14 años cuando empecé a ensayar con Pity, salía del colegio y me iba directo a ensayar con todas las carpetas.
–¿Cómo era el ambiente?
–Yo que sé (risas). La verdad que siempre hubo una “cosa” de sentir que vivíamos en un viaje. Y literal vivíamos de micro en micro. Para crear estaba buenísimo, pero también tenía lo suyo.
–¿Cómo es tu vínculo con él hoy?
–Hablo con él y lo voy a visitar. Cuando la gente se entera que lo veo a Pity, me preguntan sobre qué hablamos, y la verdad que hablamos de todo, comentamos discos y también hablamos de cualquier cosa. La última vez que lo fui a visitar le pedí ayuda con un techo, le pregunté si tenía un soplete para poner membranas, después tocamos un rato la guitarra. Yo a él lo veo bien… con todas las cosas pasaron y todo… está bien. Hubo un momento en que nos dejamos de ver porque estaba muy difícil compartir cosas, dejamos de tocar juntos y lo natural es dejar de verse tan seguido.
–Fue como un divorcio…
–Ahora nos vemos desde otro lugar.
–¿Cómo fue reconstruir ese vínculo?
–Por ahí pasaban cuatro años sin que nos habláramos. No sabíamos nada uno del otro y de repente me llamaba: “Hola Feli, soy Pity” y me empezaba hablar, feliz, como si no hubiese pasado nada. Nuestro vínculo era particular, porque es una amistad, pero a la vez él era mucho más grande que yo. Ahora somos los dos adultos y nos reconectamos desde otro lugar. Somos grandes y pasaron muchas cosas. Ahora todo es mucho más relajado, no hay nada raro ni tirante entre nosotros.
–¿Está conectado con su música?
–La última vez que lo vi tocamos juntos la guitarra y me mostró una canción nueva. No se acordaba bien la letra y no tenía a mano el cuaderno donde la había anotado pero lo pasamos muy bien. Le regalé una guitarra porque no tenía ninguna y se puso muy contento.
–¿Sabe que vos estás haciendo shows con las canciones de Intoxicados?
–Sí, él ve todo. Está atento a todo lo que pasa. Cuando lo veo yo trato de aprovechar el tiempo para estar ahí, presente con él y no bombardearlo de preguntas sobre su situación.
–¿Te imaginaste en algún momento que podía ser esto su presente?
–No. Pero se podía esperar cualquier cosa. La gente habla de Pity pero nadie sabe realmente cómo es él. No debe ser fácil ser el Pity. Siempre fue muy sensible y perceptivo. El resto captamos cosas en un porcentaje mucho menor que él.
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