Incomprendido en su tiempo y venerado desde hace más de treinta años, el artista desacartonó el rock argentino para siempre y marcó el camino de un pop de autor y de alto vuelto; su hermano Marcelo Moura lo recuerda a través de “Alma de diamante”, un texto evocativo
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Este 23 de octubre Federico Moura cumpliría 70 años de edad. Sin embargo, desde aquel miércoles 21 de diciembre de 1988 en el que abandonó este mundo para siempre, su estela brilla cada vez con más fuerza e intensidad. Dueño de una personalidad única y responsable absoluto de aportarle al rock argentino una alta y renovadora cuota de modernidad, elegancia, estilo, ironía y glamour, el vocalista y líder natural de Virus ha influenciado (y continúa haciéndolo) a infinidad de artistas, desde sus contemporáneos Soda Stereo y Cosméticos, pasando por Babasónicos, Adicta, Leo García, Miranda! y Entre Ríos y arribando al presente a través de Indios, Bandalos Chinos y muchos más.
A la hora de indagar en el legado tan amplio que el artista platense dejó y en los aspectos en los cuales marcó una clara diferencia, forjando además un sello propio y distintivo, vale subrayar que lo que siempre lo ubicó por sobre el resto de sus colegas (y lo transformó por cierto en un auténtico adelantado a su tiempo) fue haber desarrollado y mantenido a lo largo de toda su carrera, y como pocos en Argentina (entre ellos Gustavo Cerati), una visión macro de la música y en especial del rock.
Desde su aparición al frente de Virus a comienzos de los ochenta, dejó bien en claro que, como consideraba David Bowie, el rock no era (ni debe ser) meramente música. Que tenía que estar en contacto y retroalimentarse con otras disciplinas, como la literatura, el cine, el teatro, la publicidad y la moda, ya que todo eso en su conjunto podía derivar en algo nuevo, distinto, atractivo y dinámico.
Sus conocimientos de arquitectura, de diseño de indumentaria y el haber aprovechado al máximo la posibilidad de viajar por diferentes lugares del mundo contribuyeron a que todas esas inquietudes e información que daban vueltas por su cabeza derivaran en el concepto global que fue Virus. Por eso, no resultó para nada extraño que actores (Lorenzo Quinteros, Jean Francois Casanovas), escenógrafos, vestuaristas, ilustradores (como por ejemplo Renata Schussheim) y representantes de otras áreas no necesariamente musicales colaboraran con el grupo en sus primeras performances en vivo, caracterizadas por una puesta en escena de corte teatral, asiduos cambios de vestuario y el magnetismo de su particular cantante.
Claro que dentro de toda esa estética renovadora y plena de frescura también estaba lo musical, lo cual sintonizaba más con lo que ocurría en el exterior (el punk y la new wave representados por bandas como The Clash, Dr. Feelgood, Blondie, Devo y Talking Heads, entre otras) que con la grandilocuencia, pomposidad y seriedad del rock sinfónico y el virtuosismo del jazz-rock que dominaba la escena local. Como suele ocurrir con todo lo nuevo que emerge, la irrupción de Federico y de Virus con su propuesta descontracturada y bailable provocó durante sus primeros años una reacción adversa generalizada. Una importante porción del público no comprendía (y parecía no querer abrirse a comprender) lo que la agrupación ofrecía y solía arrojarle frutas y verduras cada vez que aparecía en algún festival.
Así de cerrada resultó también la postura de gran parte de la prensa especializada, que solía tildar al grupo de “liviano” y “plástico” y a sus letras de “frívolas”, cuando en realidad, si se leía entrelíneas, podía descubrirse que debajo de ese velo irónico y mordaz se escondían ácidas críticas y cuestiones más profundas que las que solían enarbolar los cantantes supuestamente “comprometidos”.
En aquellos tiempos, Federico solía ser “castigado” en algunos medios por un registro vocal ambiguo y el amaneramiento de sus movimientos en escena. La cuestión era que él no inventaba un personaje en vivo o en las entrevistas, no adoptaba el papel de “raro” o de “fino” adrede para captar la atención ni se hacía el homosexual. Federico era homosexual y eso molestaba en algunos sectores de la sociedad de la época. Desplazarse por el escenario y en la vida cotidiana con esa brutal honestidad, considerando los prejuicios y el machismo exacerbado latente en aquella época, constituía un ejercicio de sinceridad extrema. No obstante, ni él ni Virus se amilanaron ante semejante panorama. Aquello los fortaleció y les indicó que esa “molestia” (que era sinónimo de generar una reacción) los estaba guiando por el camino correcto. Esa fortaleza, esa capacidad de no claudicar ante tantos obstáculos, probablemente sea otro de los pilares en donde se apoya el ejemplo que tanto Moura como Virus legaron a las nuevas generaciones.
A partir del álbum Agujero interior (1983), pero fundamentalmente mediante Relax (1984) y Locura (1985), su música tuvo una mayor difusión, los hits fueron cada vez más frecuentes y con ello el caudal de seguidores creció tanto en el país como en Latinoamérica. El paso de los años se encargó de demostrar entonces que la propuesta pregonada por Virus era sólida y valedera. Para ese entonces, el público ya coreaba sus temas, la prensa (aún con algunas reticencias) reconocía sus logros e incluso grandes estrellas del rock vernáculo, como Charly García, Luis Alberto Spinetta y Andrés Calamaro, vertían elogiosos comentarios a la banda.
Cuando en 1987 el grupo se encontraba en pleno proceso de grabación de Superficies de placer, Federico comenzó a evidenciar síntomas de que no estaba nada bien. Por aquellos años no se conocía demasiado acerca de la enfermedad, pero tras la realización de un test supo que había contraído HIV. A pesar de no estar en óptimas condiciones, no sólo culminó el álbum sino que lo presentó en vivo con una enorme fuerza de voluntad. Su estado fue deteriorándose cada vez más, pero así y todo durante 1988 participó del armado de Tierra del Fuego, el siguiente trabajo discográfico en el que le pidió a su hermano Marcelo que se hiciera cargo de la voz y que continuaran adelante con la banda porque él ya no podía acompañarlos. Desafortunadamente, no pudo escuchar el álbum una vez terminado porque en la madrugada del 21 de diciembre de ese mismo año, Federico murió en su casa como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio.
Hoy, una inmensa camada de músicos, desde los históricos hasta los más nóveles, además del público en general, tanto en Argentina como en Latinoamérica, mantienen en alto la figura y el recuerdo de un artista sin igual que estaría arribando a sus 70 años. Por ello, no resulta casual que en este 2021 diversas acciones converjan alrededor de su estampa y de Virus. Entre ellas, el lanzamiento en vinilo de Vivo II (complementaria parte del álbum registrado en vivo en el Estadio Obras los días 14, 15 y 16 de mayo de 1986); la reedición ampliada y actualizada de Virus, una generación (Editorial Vademécum), el completísimo libro escrito por Daniel Riera y Fernando Sánchez, y el proyecto Virus; un viaje de placer, una serie de tres EP con Joaquín Vítola (Indios), Javiera Mena, Bruno Albano (Banda de Turistas), Moreno Veloso y toda una nueva generación de artistas reinterpretando los clásicos del legendario grupo.
El círculo se cierra con el anuncio de una gira de regreso y despedida de Virus (con Marcelo y Julio Moura y Mario Serra a la cabeza), prevista para el 2022 y cuyo objetivo es reconquistar América Latina. “Sería como una revancha de la gira que no pudimos hacer en 1987, cuando Federico se enfermó y tuvimos que dejar de lado la idea de expandir nuestra música por Latinoamérica”, expresó Julio Moura el día del anuncio oficial de esta iniciativa que, sin dudas, perpetuará la herencia musical de Federico Moura.
“Alma de diamante”, por Marcelo Moura
En 2014, su hermano Marcelo Moura escribió el siguiente texto para recordarlo:
Espíritu inquieto, brillante y sutil, bello, frágil, alma de diamante, romántico, ácido, único, galante, lúcido, práctico, noble y elegante, satírico, crítico, genio, lacerante, pulcro, locuaz, enérgico y vibrante.
Una estrella fugaz dibujando en el cielo, un ejemplo a seguir, un camino perfecto. Un despojo total de intereses mezquinos, una clara visión, una luz, mucho brillo.
Un imán, atracción, un enviado divino, una causa o misión que guió su destino.
Una entrega total, un artista genuino, un valor sin igual, un coraje sin filtro. Marginal, diferente, un rebelde total, fue un regalo de Dios cuando Fede vino.
Mi maestro, mi orgullo, mi mentor, mi tesoro, que se fue entre mis brazos, todavía lo lloro. Era gris su mirada o de un verde esmeralda, una piedra preciosa enclavada en mi alma.
No lo vi caminar porque él siempre volaba, y era claro el mensaje que él siempre nos daba. Transitó por la vida como un rayo letal, la entregó como ofrenda con total dignidad.
Yo lo siento conmigo donde quiera que voy y sé bien que él me cuida con profundo amor. El destino está escrito por un orden mayor, el pasado, el futuro es lo mismo, es hoy.
Federico es mi hermano y el hermano de todos. En un mundo ambicioso, estúpido y cobarde, fue un ejemplo a seguir. El ayer fue la luz, él ahora es un ANGEL.
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