Conocé la historia de la leyenda que grababa rock & roll en 1949
Fats Domino nunca fue una estrella de rock & roll típica. A las giras se llevaba paquetes de arroz y frijoles para poder cocinarse sus propios platos en los hoteles. Estuvo casado con la misma mujer por más de 60 años. Y atenuaba el costado salvaje del rock & roll. Cuando explotaron disturbios en dos de sus conciertos en 1956, le dijo a un periodista: “Yo no uso letras sucias. Y tampoco uso movimientos corporales. Yo sólo toco el piano, o canto y aplaudo”.
Pero Domino, fallecido el 24 de octubre en Harvey, Louisiana, a los 89 por causas naturales, fue un padre fundador tranquilo y volcánico del rock & roll. Sus primeros clásicos, como “Blueberry Hill”, “I’m Walkin’” y “Ain’t That a Shame” contenían una mezcla contagiosa de ritmos Dixieland, su encantadora voz con acento sureño, y lo que su colega Dion DiMucci llama “el sonido de sus dedos paseándose en el piano”. Durante la primera ola de rock & roll en los 50, sólo lo superaba Elvis Presley en cuanto a venta de discos. Domino estuvo entre los primeros artistas que ingresaron al Salón de la Fama del Rock and Roll, en 1986. Durante su discurso de inducción, Billy Joel dijo: “Tradicionalmente, cuando la gente piensa en el rock & roll, piensa en la guitarra. Yo quiero agradecerle al hombre que demostró que el piano era un instrumento del rock & roll”.
Los temas animados de Domino se volvieron standards; John Lennon alguna vez recordó haber escuchado “Ain’t That a Shame” cuando era adolescente. “Era la primera canción en la que me podía acompañar con la guitarra”, dijo en 1975. “Tengo muchos recuerdos de ese tema.” Bonnie Raitt dice: “Algo en su voz era tan atractivo y dulce, y me encantaba cómo el acento se le metía entre las palabras. Cuando veía fotos de él, no podía hacer otra cosa más que enamorarme”.
Nacido con el nombre de Anthony Dominique Domino Jr. el 26 de febrero de 1928, Domino se crio –y nunca se fue de ahí– en el Lower 9th Ward de Nueva Orleans. Fanático del swing de las big bands, cuando era adolescente ya tocaba en bares locales. A los 14 abandonó la escuela secundaria y empezó a aceptar trabajos, por ejemplo en una fábrica de camas, para complementar su música. Comenzó a tocar el piano en la banda de Billy Diamond, donde se ganó el apodo de “Fats”, en parte como homenaje a predecesores del piano como Fats Waller. En uno de esos recitales, conoció al líder de grupos de jazz Dave Bartholomew y al director de Imperial Records, Lew Chudd. El hijo de Bartholomew, Ron, recuerda que su papá dijo que “sabía que Fats era una estrella. Incluso la dicción, la manera en la que pronunciaba las palabras, era única”. Domino firmó un contrato discográfico esa misma noche, y Bartholomew y él co-compusieron “The Fat Man” en 1949 –una reescritura de un standard de Nueva Orleans–, el cual se convirtió en un éxito de R&B y uno de los primeros temas de rock & roll. Fue el principio de una larga sociedad, que muchas veces incluyó a Bartholomew dirigiendo el talento de Domino. “Fats era un tipo mucho más juguetón, un tipo divertido”, dice Ron. “Pero mi papá decía: ‘Sólo sos tan bueno como tu próximo hit’.” Los dos se volvieron a juntar para “Ain’t That a Shame”, de 1955, una canción poderosa llena de golpes de ritmo y el encanto vocal de Domino. Se volvió un éxito del Top 10 a nivel nacional. “No tiene puente, no tiene parte media”, dijo David Bartholomew. “Es la misma frase una y otra vez. Pero la vendimos con la música.”
“Lo hacía muy simple”, le dijo el fallecido Allen Toussaint a Rolling Stone en 2007. “Empezaba una base desde el principio y duraba toda la canción, así que si te gustaban los primeros compases, te gustaba todo. Nunca arreglaba lo que no estuviera roto. Antes de Fats, le gente tocaba triplets en registros altos, un sonido tímido. Cuando Fats tocaba triplets en registros bajos, no había nada tímido ahí.”
Casi inmediatamente hubo imitadores. Pat Boone grabó una reversión de “Ain’t That a Shame”, que Keith Richards dijo que era “tan superficial y producida, mientras que la de Fats era tan natural”. Aun así, la versión de Boone recibió más atención en las radios. El incidente es apenas un ejemplo del racismo que sufrió Domino a lo largo de su carrera. En los 50, muchas veces su grupo tenía que manejar durante horas para encontrar un hotel que aceptara clientes negros. Cuando Domino asistió al estreno de The Girl Can’t Help It, en 1956, la película de rock enormemente influyente en la que él aparecía, no lo dejaron sentarse con los otros invitados VIP. “Era la estrella de la película, ¡y tuvo que sentarse arriba en su estreno!”, dijo Joe Lauro, quien dirigió Fats Domino and the Birth of Rock & Roll en 2016. Domino no se quejaba de esas injusticias, al menos públicamente. “Yo me dedico a la música”, dijo en 1968, cuando le preguntaron sobre el movimiento de los derechos civiles.
El éxito emblemático de Domino fue “Blueberry Hill”, de 1956, una reversión de una canción que había grabado Gene Autry. “Fats era el mejor para hacer ‘Blueberry Hill’”, dice Jerry Lee Lewis. “Su voz era fenomenal, y era un gran pianista. Tenía el mejor talento puro.” Lewis, al igual que muchos de sus colegas innovadores del rock & roll, envidiaba el contoneo de Domino: “Tenía gente buena alrededor. Hablábamos de autos, y a los dos nos gustaban los Rolls-Royce. Las joyas, los trajes caros... La verdad es que teníamos muchos intereses similares, ahora que lo pienso.”
“Me influyó como entretenedor, y punto”, dice Little Richard. “Cuando yo era chico y vivía en Macon, Georgia, Fats solía venir a tocar a la ciudad. No tenía plata para ir a verlo, así que trataba de colarme en sus shows, porque me encantaba. El era tan sólo un tipo bajo con manos chiquitas, pero sin dudas podía hacer hablar al piano.”
El último hit del Top 10 de Domino, “Walking to New Orleans”, apareció en 1960, y su carrera se desaceleró. Pero, al poco tiempo, una nueva generación de artistas empezaron a promocionarlo como una influencia. Paul McCartney canalizó su estilo para “Lady Madonna”; Randy Newman hizo los arreglos de vientos del cover de Domino de “Have You Seen My Baby?” del propio Newman en 1969. The Band lo homenajeó con un cover de “I’m Ready” en Moondog Matinee, de 1973; Robbie Robertson se acuerda del día en que lo vio en vivo cuando tenía 14 años: “Fats tenía un traje rosado y una sonrisa tan grande como su piano. Cuando se lanzó a hacer ‘I’m Walking’’’, prendió fuego el lugar, y yo no podía ni respirar de la emoción. El sonido, el ritmo, la energía de este paquete de un metro 65 de energía de Nueva Orleans eran lo máximo.”
En los 60 y 70, mientras Chuck Berry experimentaba con la psicodelia y Jerry Lee hacía country, Domino nunca cambió su sonido. Eso también se aplicó a los shows en vivo: “Fats se aseguraba de que se tocaran sus arreglos”, dijo Lauro. “No agarraba cualquier banda para las giras. Cuando veías a Fats Domino, hasta su último recital, podías cerrar los ojos y era como estar en un lugarcito en 1955. Era algo fuera del tiempo.”
La responsabilidad de sostener ese gran operativo en las giras llevó a Domino a retirarse finalmente en 1996. Llegó a las noticias de nuevo en 2005, cuando el huracán Katrina arrasó con buena parte de su barrio. Durante días, se reportó que estaba desaparecido, hasta que su familia y él fueron rescatados del techo de su casa. Aunque su hogar había sido destruido, Domino actuó, como siempre, despreocupado. “No estoy desaparecido para nada”, dijo después. “Supongo que son cosas que pasan.”
Después de Katrina, Domino volvió al trabajo. En 2006, lanzó Alive and Kickin’, que se convirtió en una de sus obras más aclamadas. Rolling Stone se juntó con él en esa época, en su casa nueva. Elegante, con su sombrero de capitán y zapatos de cuero, le mostró al escritor Charles M. Young cómo cocinaba lentejas rojas en el baño, para no hacerle un lío a su mujer, Rosemary. También les restaba importancia a sus logros. Ante la pregunta por las reacciones fervientes que despertaba en los conciertos, dijo: “No había nada especial en la música, así que debe pasar algo particular con el público”.