Falleció el director Carlos Kleiber
BERLIN (ANSA).- El director de orquesta alemán Carlos Kleiber, uno de los más prestigiosos del siglo XX, falleció el 13 de este mes, tras una larga enfermedad, aunque la noticia fue dada a conocer sólo ayer, desde Liubliana, Eslovenia. Los restos de Kleiber fueron inhumados anteayer, en Konjsica, Eslovenia, país de origen de la madre del músico.
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La muerte del notable director de orquesta Carlos Kleiber provoca profunda consternación porque ha sido un notable artista, absolutamente enemigo de la rutina, un obsesivo de la preparación previa de cada espectáculo lírico, del que era un apasionado, además de ser sumamente puntilloso como director sinfónico.
Una circunstancia de la vida familiar lo vinculó entrañablemente con Buenos Aires. Nacido en Berlín el 3 de julio de 1930, era hijo del famoso director Erich Kleiber, quien, en 1935, frente a la difícil situación política que se vivía en Alemania, dejó Europa para venir a la Argentina con su familia. Erich Kleiber, que se nacionalizó argentino, conocía perfectamente la vida musical de Buenos Aires, y sus conciertos al frente de la Orquesta Estable del Teatro Colón le habían dado profundas satisfacciones en sus consecutivas visitas de 1926, 1927 y 1929, temporadas en las que dirigió conciertos sinfónicos y sinfónico-corales, totalizando 47 presentaciones en tres años.
De ahí que Carlos comenzara sus estudios en Buenos Aires, no sólo los secundarios, sino también los referentes a su formación musical. Al parecer, entre sus primeras actuaciones al frente de un conjunto instrumental figuró un concierto llevado a cabo en la ciudad de La Plata, en el histórico Teatro Argentino.
Pero en 1953, al volver a Europa, se vinculó con el Teatro Gärtnerplatz, de Munich, y al poco tiempo, gracias a su talento, pasó a Potsdam. Rápidamente adquirió prestigio, al punto de que varios teatros europeos se disputaron su participación como director invitado. Pero su inclinación por la ópera lo consagró a partir de su vinculación con los teatros de Düsseldorf, Zurich y Stuttgart, del que fue responsable artístico en diferentes períodos.
Todavía hoy se recuerdan como producciones impecables desde el punto de vista musical su "Wozzeck", de Alban Berg; "El caballero de la rosa" y "Electra", de Richard Strauss; "Otello", de Verdi, y "Carmen", de George Bizet, y su memorable versión de "Tristán e Isolda", de Richard Wagner, que ofreció en el Festival de Bayreuth.
El estilo personal de Carlos Kleiber, su temperamento, por el cual muchos teatros sufrieron momentos de verdadera zozobra, apuntaba a lograr una meridiana claridad en la articulación del discurso musical.
Para tener una idea de su grado de exigencia basta una anécdota. Hace algunos años, este cronista, circunstancialmente a cargo de la dirección artística del Colón, lo llamó por teléfono para invitarlo a actuar en la sala. Se le ofrecía libertad para elegir la ópera, los cantantes de su agrado y las fechas que le resultaran convenientes. Pero él respondió que además era necesario que mientras preparaba la obra no hubiera otras funciones en el teatro. Para él, ésa era una manera de no perturbar la concentración de toda la institución, que debía estar al servicio de la ópera en preparación. Finalmente, por una serie de circunstancias -entre ellas, la complicada agenda de Kleiber-, su actuación en el Colón no se pudo concretar.
Ayer, en Europa, lo lloraron desde Franco Zeffirelli hasta Riccardo Muti, quien dijo que su muerte "es una enorme pérdida para la música, y para mí, en lo personal".