Este 9 de julio se cumplen diez años de la muerte del cantautor; una balacera que no lo tenía a él como destinatario terminó con su vida en Guatemala; el domingo se estrenará un disco de homenaje que incluye clásicos como “Vuele bajo” y “No soy de aquí ni soy de allá”
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Predicador, vagabundo, juglar de finales del siglo XX, místico, fabulador sin malicia, humano: Facundo Cabral era un tipo raro. No por exótico sino porque su vida no estaba orientada al confort que la mayoría de los seres humanos busca. Tan simple como eso. Conoció el éxito, gracias a canciones como “Vuele bajo” y “No soy de aquí ni soy de allá”, y los tiempos de andar con lo puesto. La vida lo hizo andar, durante décadas, y la muerte, que ese día andaba buscando a otro, se lo llevó por error. Hoy, justamente, se cumplen diez años de ese siniestro y nefasto malentendido.
“Yo soy el hijo de Sara y con eso es suficiente. Además soy la peor parte de Isabel, que es mi mejor parte. Soy el cantor de un pueblo que no me pertenece; moderadamente argentino y exageradamente Cabral. Repetidor de Whitman e inventor de mí mismo; orgulloso del hambre que me tiene despierto y asombrado de ser parte de este asombroso universo. Soy un hombre que canta naturalmente entre los hombres que callan inexplicablemente. Y me acuerdo, porque la primera condición que debe tener un cantor es buena memoria. El sabio [Rabindranath] Tagore decía que cuando el hombre trabaja Dios lo respeta. Mas cuando el hombre canta Dios lo ama”, le gustaba decir.
Entre aquél Rodolfo Enrique nacido en La Plata, el 22 de mayo de 1937 y el Facundo de los escenarios, entre el mito y la veracidad, hay un punto medio de historia y realidad que hoy ya poco importa. Porque el personaje, las canciones y sus reflexiones convertidas en versos, se impusieron y trascendieron.
La bala puso fin al hombre. Fueron varias balas. Aquello pasó en Guatemala. Luego de haber cantado en el teatro Roma de Quetzaltenango, Facundo Cabral se dirigió al hotel Gran Tikal Futura y al día siguiente (9 de julio de 2011), alrededor de las cinco de la mañana, partió para el Aeropuerto. Habría decidido tomar un transfer desde el hotel, pero el empresario Henry Fariña, que había sido el productor local que lo había contratado, le ofreció llevarlo. Facundo aceptó, subieron a la camioneta del productor y a poco de comenzar el trayecto fueron emboscados y acribillados. La muerte de Cabral fue instantánea. De la investigación surge que el atentado no era contra él sino un ajuste de cuentas planeado para sacar del medio a Fariña, un poderoso narcotraficante.
Cabral habría sido payador, a principios del 1900, en la época de Gabino Ezeiza. O sería rapero, en estos tiempos de música urbana y freestyle. Fue un juglar porque eso era lo que mejor lo representó en su tiempo (aunque la juglaría es un arte que tiene siglos). Fue juglar porque cantaba canciones, contaba historias y era “entretenedor” de públicos que prefirieron sorprenderse escuchando comentarios sagaces que haciendo palmas en festivales de euforia. “Cantar y contar la vida es mi manera de andar”, decía quien se jactaba de no haber tenido casa y de vivir casi siempre en hoteles.
Fue profeta de su propia religión, una que tuvo una considerable cantidad de adeptos. Ferrocabral (convertido en un disco) puede ser uno de esos ejemplos. El de un predicador que declama en tiempos en los que los libros de autoayuda todavía no estaban de moda; tampoco los de las soluciones mágicas para arreglar al mundo. Facundo era el de la generación del pacifismo, que entonaba oraciones, que cantaba prosas, con las “erres” un poco patinadas hacia la “g”. Lo hacía sin dogmatismos religiosos ni políticos. La utopía y la fe fueron pilares de su arte de voz y guitarra. La música no le permitió viajar. Fue al revés. Su espíritu andariego le permitió hacer música. Todo eso acompañado por un gran poder de reflexión e imaginación. Contada en sus propias palabras, su vida fue una especie de película. Solía decir que fue mudo hasta los 9, analfabeto hasta los 14 y que había enviudado de manera trágica a los 40.
Su padre había abandonado a su madre poco antes de que naciera Facundo, séptimo hijo de la pareja. (Otra vez habrá que decirlo y repetirlo) en sus propias palabras, fue ese chico inquieto que conoció a Juan Domingo Perón en un acto público en La Plata (se trepó a su coche para pedirle trabajo). Estuvo preso, visitó 165 países, citó a personalidades como Gandhi y la Madre Teresa de Calcuta, en sus espectáculos. Se nutrió de la obra de Walt Witman y de la de Jorge Luis Borges. Fue el que caminó y caminó. El que interpeló con sus frases la cotidianeidad burguesa del ser humano.
“Ando solo por la vida con un tono y dominante, modestamente cantor sin pretensión de enseñarte. Porque si el mundo es redondo no sé qué es ir adelante. Andar y andar siempre andando nada más que por andar. No vine a explicar al mundo. Solo lo vine a tocar. No quiero juzgar al hombre, al hombre quiero contar. Mi condición es la vida y mi camino cantar. Cantar y contar la vida, es mi manera de andar”.
Diez años pasaron de su asesinato. Cualquier búsqueda sobre Cabral nos traerá sus frases; las pacifistas, las místicas, las universales, las filosas y sagaces, las increpantes. Y muchas de ellas estarán recopiladas en su cancionero.
Una vida en canciones
El músico rionegrino Mauro Guiretti realizó un disco de homenaje a Cabral, Esclavo de la libertad, que desde el domingo estará disponible en plataformas digitales. Además, lo presentará por streaming el sábado 17, a las 21, desde el teatro IFT. Grabó casi una docena de canciones para recordarlo y para que, de algún modo, ese cancionero siga viajando. Estas son algunas de las piezas creadas por Facundo Cabral que Guiretti desmenuza en sus propias palabras.
“Los hijos del padre de la flor”. “De alguna manera, lo que quiere Facundo Cabral con esta canción es alejar del miedo al que la escucha. El decía que el miedo era el peor dictador. Lo que paraliza, lo que no deja avanzar. El miedo es la antítesis del amor. No es amor-odio sino amor-miedo. Esta canción manifiesta de manera explícita que el miedo termina con la fe, asoma las sombras del pasado. Que hay que apasionarse y escribir la propia canción. Lanzarse. Porque las decisiones más importantes de la vida se dan con un altísimo grado de inconciencia. Y con respecto a la palabra decía que hay que decirla porque lo que no se expresa con palabras se traduce en síntomas. Muchas de nuestras enfermedades vienen de una mente que no puede expresarse”.
“El infinito y el cero”. “La recopilamos de una entrevista que dio Facundo a Soler Serrano, en España. Ahí dice: ‘Del lugar de donde vengo sólo dos cosas les traigo, el desprecio a la mentira y el amor por los milagros. Soy un hombre del Sur enamorado del Norte, solamente dirigido por el Sol y el horizonte’. Creo que hay muchos valores importantísimos que rescató. Facundo hablaba mucho de su madre, Sara, la que un día lo acompañó a la estación del tren y le dijo: ‘Este es el último regalo que puedo hacerte. El primero fue la vida y el segundo la libertad para vivirla’. Y él decía sobre su madre: ´Ella lloró ayer para que yo ría hoy; mi madre se calló ayer para que yo cante hoy’. Facundo marcaba la diferencia entre cantante y cantor: ‘El cantante es porque puede, el cantor es porque debe. El cantante tiene con qué, el cantor tiene por qué'”.
“La vida es ahora mismo”. “Decidimos rearmonizarla con aires sureros. Facundo describe las riquezas del mundo. Decidimos incluirla porque entendemos que su recorrido cultural ha sido rico y por ese cuidado del instante. Pensaba que había que cuidar el presente porque es el único estado en el que vamos a vivir toda la vida”.
“Vida sencilla”. “Es una de las últimas canciones que compuso. Decía que había que buscar la felicidad a través de lo simple. Rescatar las pequeñas cosas, como también lo dijo Armando Tejada Gómez. Esta pandemia nos ha traído la necesidad de encontrarnos, pero no desde la urgencia que tapa lo cotidiano. Él decía que lo complejo nos podía mostrar más inteligentes o vivos, pero la verdad estaba en las cosas simples. Estamos en una sociedad en la que la mayoría trabaja de lo que no ama, por un sueldo que apenas le alcanza para sobrevivir”.
“Pobrecito mi patrón”. “Uno de sus versos dice: ‘dominando a su manera, así nadie se libera. Más que el oro, la pobreza es lo más caro en la existencia’. Lo caro que es ser pobre, los abusos de una sociedad que no tiene equidad ni consciencia. De eso habla. Sobre la consciencia en el día a día. Y pone la mirada en el ‘desorden establecido’. En una de sus frases dice: ‘Para qué aprendí a dividir si el que suma y multiplica es el que vive de mi (…). Es la canción más rebelde de las que elegimos para el disco. Aunque Facundo fue siempre un rebelde ¿Cuántos pacifistas hay hoy en el mundo que se la jueguen explícitamente por armonizar diferencias para lo que nos hace bien a todos?”.
“No soy de aquí ni soy de allá”. “Tiene más de setecientas versiones en el mundo. El primero que la versionó fue Jorge Cafrune. Luego Alberto Cortez, Lola Flores, Chavela Vargas, Vicente Fernández, Julio Iglesias. Hasta Homero Simpson la grabó en un capítulo. La nuestra es en un estilo bossa nova. Cuentan que Facundo decía que esta canción era un mural donde él pintaba personajes y cosas que amaba. Por eso la enumeración que hace. Además, tiene esa cuestión desapegada al territorio. No somos algo definido porque nos atraviesa un montón de expresiones y matices. La juventud, por ejemplo, que no está en la edad sino en el alma. Por eso aquello de ‘no tengo edad ni porvenir’. Cuando fui al concierto que dio el 4 de abril de 2011, en el teatro ND Ateneo, Marcelo Simón le preguntó a Facundo, en el escenario, sobre la frase ‘en bicicleta, perseguir a Manuela’. Y Facundo le contó que en sus años de niñez un estanciero en un campo donde ellos estaban le regaló para el día de Reyes una bicicleta, para que compartiera con dos de sus hermanos. Tenían una vaca llamada Manuela a la que rodeaban haciendo círculos con esa bicicleta. Y ella los seguía con la mirada. Me gustó mucho ese comentario, relacionado a esa enumeración de cosas que amó. Facundo hablaba siempre de un canto maya de Chichicastenango [Guatemala]: Un hombre, mientras agonizaba, cantaba una copla: “¿así me iré de este mundo, sin dejar un canto como el río, sin dejar un perfume como la flor?”. Facundo nos dejó ese encanto, esa magia de la simpleza en una canción”.
“Vuele bajo”. Otra de sus canciones emblemáticas. Reivindica el valor de la verdad ante todo. Y hace alusión a la niñez, porque es allí donde está la verdad. No se puede detener el crecimiento físico, pero sí alimentar la ternura. Es una manera de vivir y de sembrar. Y, además, también en esta canción refiere a una vida muy ligera de equipaje. Nos la pasamos consumiendo cosas que no necesitamos con dinero que no tenemos para agradar a gente que no vale la pena. Dios quiera que el hombre, pudiera volver a ser niño un día, para comprender que está equivocado si piensa encontrar con su billetera la felicidad”.
“Amigo mío”. “‘Qué pesado es soñar futuro cuando el pasado vive en el presente. Que solo y triste se siente el hombre entre la nada de la mucha gente’. Bueno, ya lo dijo también Charly García, en una canción que dice que no se puede ser feliz con tanta gente hablando a tu alrededor. Facundo nos invita a mirar hacia adelante y recordar que la eternidad nos espera. Esta canción te invita a asociarte a la esperanza”.
“Entre pobres”. “El mundo es más pobre desde que murió Facundo Cabral. Su obra no morirá. Quizá los hijos de tus hijos vayan a preguntar quién fue. Porque pasaron diez años y sus entrevistas, discos y monólogos siguen generando en las nuevas generaciones profundidad y alegría de vivir. Facundo no era una propuesta prefabricada. Era parte del pueblo, no solo del argentino. Por eso con 74 años andaba cantando por México o Guatemala, rodeado de gente simple”.
“Este es un nuevo día”. “Cuentan que la escribió junto con una enfermera que lo cuidaba, internado por una gran depresión que tuvo luego de la muerte de su mujer y de su hija, en un accidente en los Estados Unidos. Cuentan que la enfermera, 20 años menor que él, habría cada mañana las cortinas y ventanas de la habitación y le decía: ‘Facundo, es un nuevo día. ¿Por qué no escribe una canción para que la cantemos cuando se recupere?’ Es el puntapié inicial de nuestro disco. La grabé con Piero, para un álbum anterior. Eso me dejó la inquietud de hacer un disco completo. Me gusta agregarle esta frase, antes de cantarla: “Anoche mientras vos dormías, el Señor preparó las maravillas de este día. El sol que estalla en tu ventana, la manzana que brilla en el árbol. Si todo es nuevo por qué no serlo vos también”.
“No quiero ser ciudadano”. “Es un poco el cansancio del hombre de tener que ser ciudadano, limitado a las leyes, a las fronteras y a todo aquello que nos condiciona la libertad. Facundo le pide perdón a un dios urbano, diría yo, por no poder ser parte de esa sociedad encorsetada. Y yo le agrego ahí un recitado que solía decir muy simpáticamente. ‘Señor te pido perdón por mis pecados, ante todo. Por haber peregrinado a tus muchos santuarios, sabiendo que estás presente en todas partes. En segundo lugar te pido perdón por estar implorando tantas veces tu ayuda, olvidándome que mi bienestar te preocupa más a vos y a mi. Y te pido perdón por estar aquí pidiéndome que me perdones, cuando mi corazón sabe que mis pecados son perdonados antes de que los cometa. Tanta es tu misericordia Señor”. Con sarcasmo y con ese espíritu que tuvo el Ferrocabral, donde fue grabada esta canción”.
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