Fabiana Cantilo: “Tuve una vida muy intensa, muy loca, pero ahora estoy más tranquila”
Fabiana Cantilo tiene nuevo disco. Se llama Cuna de piedra y se construyó en base a unas cuantas historias dignas de ser contadas. Experiencias, sueños, deseos e invenciones de una artista que casi nunca saca el pie del acelerador. En el singular universo de Fabiana hoy conviven el entrenamiento físico, la afición por las creencias de los caballeros templarios y el amor infinito e incondicional por las gatas que viven con ella.
Llega a la entrevista en un bar de Palermo con un par de asistentes y de aparente buen humor, pero se queja un poco del frío. Tarda un poco en decidir qué va a merendar, ajusta vía celular unos detalles de una agenda que parece apretada y se larga a conversar con una energía incontenible. "Este disco honra al arte y a mi cuna de piedra –comienza–. No tuve una cuna de oro, como suponen algunos. Hablo de honrar porque la honra es respeto. Tengo la esperanza de que a través de mi música pueda mejorar algo. En estas canciones, de hecho, en lugar de usar la afinación en 440 hertz, probé la afinación en 432, que es curativa porque concuerda con la vibración del universo".
En el nuevo álbum de Cantilo, que será lanzado en plataformas digitales pasado mañana, hay arpas, violines y gaitas para apoyar el concepto del sonido celta que lo atraviesa, una novedad en su música. El otro dato nuevo es su decisión de ocuparse ella misma de la producción, después de años de delegar ese rol en músicos de la talla de Charly García, Fito Páez, Pedro Aznar y Carlos Alomar. "Estaba cansada de que no me entendieran. El último mohicano fue Ezequiel Borra. Empezó trabajando conmigo en las canciones de este disco, pero preferí terminarlo sola. Me gusta que me dirijan, pero ya no en los discos (risas). Estoy feliz con la decisión de producir yo", asegura.
–¿De dónde salió la idea del sonido celta?
–Fernando Noy siempre me dice que yo era una druida. La rama materna de la familia de Fernando es irlandesa y él también es un druida. Tengo una tatara tatara tatarabuela que fue enterrada fuera de la bóveda de los Pueyrredón porque era bruja. Yo iba a heredar sus poderes... Sé que me van a tratar de loca, pero no me importa. Abril Cantilo, mi sobrina, me dijo que también tenemos parientes escoceses. Sentí un llamado de los ancestros. Y me puse a investigar. Vi películas y leí libros sobre estos temas, sobre las Tierras Altas y todo ese rollo. Los once temas hablan de todo esto, de todo lo que sé de mis ancestros.
–Más allá de esa inspiración y de su impronta sonora, ¿cómo definirías el disco?
–Como un experimento, pero sobre todo como un disco capaz de curar. La música es liberación. Y un disco con arpas, violines y gaitas no es lo mismo que uno de heavy metal. La afinación en 432 tiene un poder curativo, te conecta con el universo. Yo canto desde los 7 años y recién hace un tiempo que me di cuenta de que lo hago para curar. No me quiero hacer la sacerdotisa, pero la gente que se sube a un escenario tiene una responsabilidad. Me viene a la cabeza Víctor, un amigo que vivía en Trelew y que era un gran consejero para mí. Era como el papa de los templarios, pero era también una persona muy humilde. Casi nadie sabe nada de los templarios, que son los guardianes del Santo Grial, que puede llegar a ser simbólicamente el vientre de María Magdalena... Bueno, me fui por las ramas. Víctor murió hace unos días y pienso muchísimo en él.
–¿Cómo te involucraste con él?
–Me gusta investigar. Lo conocí y se transformó en mi maestro. Me ayudó a que parara de drogarme. Ya hace siete años que estoy limpia. Y tengo la suerte de asistir a una entidad que es la más libre, igualitaria y subversiva que existe en el mundo. Lo que pasa ahí de verdad es igualdad social: están juntos el quiosquero, la empleada doméstica y el rockstar. No puedo decir mucho más de este lugar al que voy para la rehabilitación, pero sí que es maravilloso.
–¿Cómo te imaginás el futuro de tu carrera musical?
–Me la imagino como la de Mercedes Sosa. Pero sin morir tan joven (risas). Mercedes es única... Pero tengo una manager y una productora que laburaron con ella, que además tuvo esa relación tan linda con Charly, otro maestro importantísimo para mí. También pienso en Tina Turner. Yo sigo teniendo la mentalidad de una piba de 19. Pasa que me agarró el tren del rocanrol y cuando miro para atrás digo: "¿Qué pasó?".
–¿Y qué pasó?
–Que tuve una vida muy intensa, muy loca. Ahora estoy mucho más tranquila. Estoy sola y me siento bien así. No me gustan los mismos hombres que me gustaban antes. Me levanto a la mañana y lo único que me importa es que estén bien mis gatas, que dependen exclusivamente de mí y no tienen ego. No minimizo a los humanos, ojo. Según mi terapeuta, reencarnar en ser humano es lo más alto que hay. Simpatizo mucho con el budismo y sigo la palabra de Jesús y de todos los profetas que ha tenido este mundo. Y todos dicen lo mismo. La Iglesia eliminó la información sobre la reencarnación y el poder que tenemos los humanos para crear, o cocrear en todo caso. El presente es un lugar de poder. Y no hace falta ir a un templo para sentir y saber eso. No dependemos de una persona para salvarnos. Ya bastante nos dijeron cómo hay que ser y salió todo mal. Me di cuenta de que es muy importante ser una buena persona, tratar bien a los demás, estar al servicio del otro. Es mi filosofía de vida hoy, y es lo que refleja este nuevo disco.
–En el terreno puramente musical, ¿a quién considerás tus principales maestros?
–Pimero que nadie, Charly. Fito también, claro. Pero son muy distintos. Fito es de mi generación, pero le fue mejor porque no hizo tanto lío. Cuando yo lo conocí, en los años 80, estaba muy loca. Y él se portaba bárbaro. Era un hippie con el pelo largo y ya la tenía clarísima. A él le interesa mucho su trabajo, sabe cómo seguir adelante y no para, por eso consigue los resultados que consigue. Cuando lo conocí, yo estaba en mi apogeo de delirio. En esa época dejé Los Twist y me fui con Charly a hacer Detectives. Y me encontré con un gran maestro. Como Maradona, Charly es un visionario, un genio. Y como todo genio, tuvo que sufrir mucho. Yo tengo una relación muy linda, muy amorosa con él, aunque ahora no me dejan verlo. Me dio la confianza para empezar a componer mis propias canciones.
–¿Cómo fue aquel encuentro con Maradona en los años 90?
–Yo estaba en Los Ángeles y él me invitó a su cumpleaños. Me pagó el pasaje a Sevilla, donde estaba jugando, fue un delirio... Yo estaba en la Luna. Bah, siempre viví en la Luna. Era un momento raro, había explotado "Mi enfermedad" y Diego era muy fanático de ese tema. Lo habían puesto a todo volumen en la cancha del Sevilla cuando debutó ahí. Y también la habían metido presa a María José Cantilo y todo el mundo pensaba que era yo... Yo rogaba que ese día el Sevilla no perdiera para que no me consideraran mufa. Por suerte ganó (risas). Bueno, cuestión que fui a la casa de Diego en España y cuando llegué, él bajó de la planta alta con una camisa de seda floreada y nos pusimos a bailar. Después le toqué "Mi enfermedad" con una guitarra y al rato me fui a dormir para evitar que se pudriera todo (risas). No quería hacer ninguna locura. Al otro día me llevaron a almorzar, a dar una vuelta por Sevilla y me fui para Buenos Aires. Diego es otro genio arrasado por la presión y la envidia de mucha gente. Y por el ego... A los genios no podés darles todo porque se transforman en tiranos.
–Cuando pensás en el pasado, ¿te arrepentís de algo?
–No hay que arrepentirse. Es una pérdida de tiempo. Y además mis problemitas personales pelotudos no importan cuando el Amazonas se está incendiando.
–Sentís que aprovechaste y estás aprovechando todo el potencial que tenés, entonces.
–No sé... Estuve seis años pensando en Fito, obsesionada con él, por más que ya no éramos pareja. Y cortaba con uno y empezaba con otro. Era medio "livin’ la vida loca"... Todo ese delirio duró muchos años: todos los 80 y parte de los 90. Nunca cuidé la plata que gané. Cuando pude ahorrar algo me compré un departamento, me fui a San Martín de los Andes, a Brasil... Me gastaba todo en viajes. Después me fui a vivir a un barrio privado y recaí con las drogas. Fue la época en la que grabé Inconsciente colectivo, en 2005. Entonces me mudé a Córdoba, me fui a vivir a la montaña para alejarme de la catástrofe. Hoy alquilo, no tengo un mango ahorrado y sé que perdí bastante tiempo. Pero también hice un montón de cosas y hoy me siento limpia, clara y muy conectada.
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