Experiencias sonoras que desafían los sentidos
Aerodrones y Zulu Souvenir / Con: Javier Bustos y Andrés Toro / El jueves 5, en el centro de arte Sonoro (CASo) de la Casa Nacional del Bicentenario / Nuestra opinión: muy bueno
El flamante Centro de Arte Sonoro (CASo), dependiente de la Casa Nacional del Bicentenario, aspira a aglutinar a los sectores más creativos y tangenciales de la música experimental argentina, y una prueba de ello fue el show con que debutó su sala de conciertos, el jueves último. Si en la muestra estable del CASo destaca su piano cama, un piano vertical con un cubículo adosado, donde hay un colchón para dormirse escuchando sus teclas, el instrumento apertura fue un arpa de piano, con sus cuerdas microfoneadas, amplificadas y manipuladas en todos los modos posibles. El ejecutante fue Andrés Toro, alias Zulu Souvenir, artista que durante veinte minutos trabajó frente a la madera y el arpa como un pintor ante su bastidor. Munido de una suerte de afeitadora eléctrica, cepillos y maderas, Toro frotó las cuerdas y las procesó mediante un arsenal de pedales de efectos hasta generar un mareaje sonoro alternado con violentos pizzicatos; en el final, el artista golpeó con palillos todo a lo largo del instrumento, hasta provocar un ritmo casi marcial. El espíritu de Iannis Xenakis se hizo presente.
Globos y mangueras
El set de Zulu Souvenir fue la antesala para el concierto de Aerodrones, el singular instrumento (o escultura sonora) con el que su creador, Javier Bustos, consiguió desde hace dos o tres años a un puñado de seguidores. Al subir Bustos a escena, lo único que había era un soporte de piano eléctrico enrevesado de mangueras. Con total parsimonia (tal que en algún momento el artista dijo al público: "Esto va a llevar algún tiempo, pueden hablar"), Bustos fue calzando globos en la boca de cada manguera, y seguidamente los infló con un pedal. Cuando la escultura estuvo más o menos armada, con un globerío apto para una fiesta de cumpleaños, un sonido similar al de la sirena de un barco llenó por completo la sala. Bustos había abierto la primera válvula.
El show del jueves fue una demostración de lo que puede lograrse con un poco de maña y bastante ingenio. El sonido de Aerodrones se consigue al girar una canilla que permite que el globo se desinfle y vaya directo a un micrófono bajo, al pie del escenario. Cada apertura de manguera provoca un sonido diferente, como un congestionamiento de buques en un estuario, pero lo singular era que cada una de esas notas entraba en consonancia con el resto, como si un hipotético ectoplasma sonoro se hubiera puesto de acuerdo.
Bustos, vestido de traje, se movía detrás del Aerodrones como el doctor Frankenstein buscando reavivar a la criatura; todo el tiempo pisaba el fuelle para volver a inflar los globos que ya habían hecho su tarea, y soplaba con su boca las mangueras de los globos rotos, usando el pulgar, como si el accesorio fuese una armónica. Con la ayuda de un delay oculto, Bustos armó una constelación de sirenas en sincronía, y cuando los armónicos no resultaron suficientes para su oído presionó los globos con las manos, buscando aumentar el volumen. En esos momentos era el doctor Frankenstein en su salsa, desencadenado.
Inevitablemente, el set fue terminando en la medida en que los globos se iban rompiendo, o ya estaban demasiado estirados para responder al fuelle a pedal. En la memoria residual iban quedando retazos de los sonidos más logrados, conjunciones que resultaron casi sinfónicas, pero incluso en el lento desvanecimiento de la pieza hubo una suerte de poesía resbaladiza, cuando los globos daban su suspiro final semejante a un glissando.
Desde luego que Bustos no es pionero en trabajar con globos (Jane Dunaway y, más lejos en el tiempo, el legendario compositor David Bedford han hecho su aporte sobre el tema), pero lo destacable es la simpleza de su creación y la intuición con que desarrolla el set, por no hablar del magnetismo de su impacto visual.
La misma naturaleza del instrumento afecta lo exiguo de la pieza (menos de quince minutos), dándole el aura de un evento único, bueno, bonito y breve. Los drones ejecutados por globos son una gran idea y Bustos la lleva a cabo con notable criterio musical, aunando los sonidos para desarrollar una creación cuyo motivo surge sobre la marcha. En suma, el de Aerodrones y Zulu Souvenir fue un concierto logrado con ingenio y economía de recursos, acorde a los principios del CASo.