
Evelino Pidò: “Amo la Argentina, amo Buenos Aires y amo el Colón desde mi primera visita”
La Orquesta Estable celebra el 100º aniversario de su creación; el martes 18 de febrero inaugura su temporada de conciertos, bajo la batuta del destacado director italiano
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En la temporada 2023, Evelino Pidò recibió en préstamo de mano de la Orquesta Estable, una reliquia cara a la historia del Teatro Colón: la batuta de Toscanini. Todo un símbolo en nombre del reconocimiento, la admiración y el afecto que los músicos le profesan al director italiano, maestro de amplia trayectoria en las casas más renombradas del mundo —La Scala, el Covent Garden, el Bolshoi, las Óperas de París y Viena— y alguien que no en vano ha sido convocado para el concierto de apertura en el aniversario del ensamble: la celebración de 100 vibrantes años dando cuerpo y alma al acervo musical más extraordinario de la humanidad.
-Presentado como especialista de los repertorios italiano y francés, esta vez viene a dirigir un programa germano ¿Cuál es su vínculo con ese mundo musical?
-Yo estudié en Viena. Me inicié tocando el fagot y el piano. Diez años de conservatorio. En los 70, con 17 me convertí en el instrumentista más joven de la orquesta de La Scala de Milán en ganar un concurso solista con Claudio Abbado, de quien fui su asistente por muchos años. Abbado promovía a los jóvenes y consideró que yo tenía cualidades entonces me mandó a estudiar a Viena con Karl Oesterreicher, discípulo de su maestro Hans Swarowsky [leyenda de la dirección, mentor de grandes batutas como las de Abbado, Zubin Mehta, Maris Jansons, Giuseppe Sinopoli]. Claro que al ser músico de orquesta, tenía compromisos y no podía quedarme en Austria definitivamente, pero allí pude estudiar a fondo el repertorio alemán. Trabajé en el campo sinfónico y camarístico aunque en los años más recientes me concentré en la ópera porque adoro el arte dramático. Amo el Teatro con mayúsculas. Lo disfruto profundamente y voy a ver teatro en prosa tanto como me es posible porque me inspira, porque aprendo de los actores, de las piezas y del arte puramente teatral.
-De hecho, en el Colón ha participado de las temporadas líricas (Traviata y Elisir d’amore, la presentación del tenor Vittorio Grigolo) pero en esta oportunidad ha venido por un concierto sinfónico.
-Es un concierto especial y me siento halagado con esta invitación porque amo la Argentina, Buenos Aires y el Colón desde mi primera visita, en 2017. La ocasión es especial también para mí, que celebro mis 40 años en la profesión. Tengo un vínculo estupendo con estos músicos y con el Coro Estable. Al cabo del primer ensayo, encontré una atmósfera entusiasta y positiva. La orquesta me sigue y siento que tiene deseos de dar y recibir. Algo lindísimo para este reencuentro porque tenemos la necesidad de trabajar, pero sobre todo de hacer música. Y yo soy muy demandante. Hoy diría que es difícil encontrar directores que quieran enseñar, que estén dispuestos a dar algo.

-¿Por falta de tiempo?
-Por falta de capacidad. No quiero decir que a todos les falte la preparación, porque hay maestros grandísimos. Pero hay una moda de directores jóvenes que llegan a las grandes orquestas sin el necesario desarrollo. Porque a ciertos lugares hay que llegar con la experiencia no solo técnica sino también humana, ¡la experiencia de la vida! Hacer un Don Giovanni o un Tristán a los 30, jamás puede ser lo mismo que a los 50.
-Decía que es demandante como director ¿En qué se concentran sus demandas?
-En tres aspectos: el sonido, el estilo y el fraseo. En ese orden, dependiendo del compositor porque están los fortissimos, los fortes con una f, con dos ff o tres fff y están los sforzandos pero cada matiz con el peso que le corresponde al compositor. ¡Y el fraseo, del que se habla poco y es la esencia de la música!
Decisiones políticas
-¿Qué opina sobre trabajar sin la figura del director estable como el caso de la OETC?
-Creo que son decisiones de orden político, no artístico. El director estable es fundamental, pero es difícil encontrar la persona adecuada porque implica mucho tiempo. Antes, al director musical le requerían un mínimo de seis meses. Hoy hacen dos producciones y desaparecen. Además del tiempo debe tener las cualidades específicas y la formación para conducir a la orquesta con una gran variedad de planos y registros, que pueda hacer Verdi pero también Wagner. Esa es la tarea del director musical.

-¿Este programa sinfónico Schubert-Beethoven ha sido elección suya o propuesta de la OETC?
- Es una elección mía. Me formé con la escuela vienesa y con Oesterreicher aprendí el repertorio alemán que es una gran escuela, ¡la mejor del mundo! Analítica y profunda a la vez. Quise hacer el romanticismo en su combinación alemana-vienesa. Elegí la Grande de Schubert (Sinfonía nº9) porque hace años que no la tocan. Casi ni la conocen. Una obra inmensa, fabulosa y bella pero difícil. Como peso, el romanticismo de Schubert es muy diferente al de Beethoven. Schubert tiene ese matiz de melancolía y al mismo tiempo de atracción hacia lo popular con temas que son propiamente danzas, nada que ver con Beethoven. Pero si corremos ese velo de tristeza y nostalgia, está siempre lo bello y elegante. De modo que tenemos una paleta de sentimientos. Hablamos con la orquesta, buscamos ese clima y cuando volvemos a la partitura, todo suena diferente empezando con esa música impregnada de nostalgia y felicidad.
-Y del allure vienés al rigor alemán...
-Luego elegí la Séptima beethoveniana porque tiene asonancias con Schubert: hay una nota que emerge de distintas maneras, a veces es temática, a veces es de pasaje, pero está resonando y uniendo las dos sinfonías. Es la nota Mi, que se repite con el fuego propio de una danza. Luego el Andante con motto de la Grande, que nos recuerda a Beethoven clamorosamente, y ambas sinfonías en la misma tonalidad de la menor. El tema del baile y la Séptima que podemos definir como la apoteosis de la danza.

-Como la definió Wagner.
-Exactamente así la definió Wagner: la apoteosis de la danza, otra asonancia con Schubert que se nutre del baile y el canto popular.
-¿Qué representa para usted el Teatro Colón?
-Para mí y para nosotros (italianos) pero para los europeos en general fue siempre un teatro prestigioso. Hay cinco que son los más reconocidos del mundo: La Scala de Milán, la Staatsoper de Viena, la Opera de Paris, la Royal Opera House de Londres y el Met de New York. A esa lista yo agrego el Bolshoi y el Colón. Lo que es importante es que al frente de una institución así haya alguien que ame la música de verdad y que desee con todo el fervor poner a este teatro en el lugar de sus antiguas glorias.
Para agendar
Concierto de la Orquesta Estable del Teatro Colón. Director: Evelino Pidò. Programa sinfónico en dos partes, Franz Schubert: Sinfonía Nº 9 en do mayor, D. 944 “La Grande”; Ludwig van Beethoven: Sinfonía Nº 7 en la mayor, Op. 92. Función: martes 18 de febrero, a las 20. En el Teatro Colón.
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