Evaristo: el último punk reniega de las poses, duerme la siesta y vuelve con La Polla Records
Madrid. – "La cosa tiene su gracia / ya tenemos ídolos / fabricamos nuestros dioses / preparamos las poses / siempre atentos a la foto / punky de postal, punk de escaparate / moda punk en Galerías". La letra corresponde a "Muy punk", canción con la que La Polla Records en 1984 y desde su primer disco Salve ya advertía que la música que habían elegido para expresarse, el punk, podía convertirse en una mercancía más. Pero, cuatro décadas después de su génesis, el grupo comandado por Evaristo Páramos no sólo regresa lejos del estrellato sino que se toma con más sorna que nunca la escena rockera, su propia carrera y, sobre todo, su vuelta.
No podía ser de otra manera tratándose de la banda de punk-rock de habla hispana más trascendente de todos los tiempos y, por supuesto, la más irreverente. "Hemos hecho cosas que un grupo estrictamente punk no podría hacer, pero nosotros llevamos la ropa muy suelta", bromea el propio Evaristo.
En 2003 colgaron los guantes y dejaron de pelear contra dictados ideológicos, políticos, religiosos, sociales y culturales con los que no estaban para nada de acuerdo. Y a los propios músicos les quedó un sabor agridulce por no haberse despedido de su público en condiciones. "Una bronca entre niñatos de 40 años" en un "verano muy caliente" es el motivo que esgrime Páramos para aquella separación. Y se lo ve muy ilusionado con la vuelta. "Volvemos porque lo que más disfrutamos de estar juntos es echarnos unas risas –asevera-; pasó que surgió el tema de cómo tratar los derechos digitales y ahí nos dijeron: ‘lo tienen que hablar entre ustedes’. Y pasó como en el sexo: una cosa llevó a la otra y estamos juntos".
"Como ya estamos mayores y cansados y no nos dejan ni morirnos en paz, sacaremos a pasear a La Polla Records un ‘ratico’ y después ya la enterraremos como se merece", explica el mismo Evaristo, en diálogo con LA NACION sobre uno de los regresos más esperados en el ámbito de la música de habla hispana y a propósito de "Ni descanso, ni paz!", canción hasta aquí inédita que da título al álbum recopilatorio que acaba de salir en formato digital, en CD y en vinilo más CD.
La Polla Records vuelve a escena con la formación con la que actuó por última vez en 2003: Evaristo (voz), Sumé (guitarra rítmica), Abel (bajo), Txiki (guitarra solista) y Tripi (batería) –los dos últimos también parte de Gatillazo, la última banda de Páramos después de The Cagas y The Meas–. Con el mismo nombre del álbum: Ni descanso, ni paz!, la gira incluirá las ciudades españolas de Valencia (21 de septiembre), Madrid (12 de octubre), Bilbao (19) y Barcelona (26), y en febrero de 2020 desembarcará en la Argentina con un concierto programado para el Festival Cosquín Rock de Córdoba y otro en la Ciudad de Buenos Aires con escenario a definir. El combo también actuará en Colombia, Chile, Ecuador, Uruguay y México.
De su vuelta al ruedo con La Polla, de su próxima visita a la Argentina, de la estética punk, de política y hasta de su reciente paternidad, el músico de origen gallego (Tui, 1960) habló con LA NACION en las modernas instalaciones del WiZink Center de Madrid.
–¿Cómo es ser punk 40 años después?
–No creo que te lo pueda decir (silencio). Porque lo que me ocurre con el punk es que es una palabra. Que a mí me gustó: cómo sonaba, cómo quedaba escrita y, aunque fuera una etiqueta, yo estaba muy a gusto dentro de esa etiqueta. Y en los inicios era una etiqueta muy amplia, con gente muy diferente. Había tíos que decían que eran fachos, había gente de extrema izquierda o simplemente hedonistas. A mí me gustaba porque cualquier cosa valía. Tampoco me gusta decir "punk es la actitud". Eso de que el punk es actitud siempre me ha dado asco. No me cuela. Admito que otro lo pueda pensar pero a mí no me convence.
–Pero, como bien contás en tu libro de anécdotas, Qué dura es la vida de un artista, cuando empezaste y vivías en el pueblo te gustaba pasearte con tus gafas de sol y tu chaqueta de cuero con pinchos.
–Sí (risas). Nos vestíamos de punkies para pasear por el pueblo. En el pueblo se ejercía una vigilancia férrea. Eso que dicen de pueblo pequeño infierno grande es verdad. Te conoces demasiado con la gente. Y a ver quién provoca más…
–También en el libro hay una frase que dice: "Estar solo estaba muy bien". Y contás que de niño, en el pueblo, no solamente te gustaba estar solo sino cantar solo.
–¡Y ahora nos vamos a preguntar cómo he podido acabar así!
–Justo, es la antítesis, ¿cómo se pasa de la soledad de un pequeño pueblo como es Agurain a ser un fenómeno de masas?
–La verdad, todavía cuando estoy solo estoy muy bien. Y cuando me cabreo digo "¡me voy a ir al monte y no voy a bajar nunca más!". Se puede estar solo pero, claro, ¿cómo es eso que dijo alguno? Qué bien se está solo cuando se lo cuentas a alguien. Estar solo es de puta madre. Y vas junto a otro y se lo estás diciendo.
–Entonces, ¿cómo se vive esa trascendencia?
–Intento no pensar mucho en lo que soy.
–Pero sí pensaste en lo que querías ser cuando escuchaste por primera vez a los Sex Pistols, según relatás en el mismo libro: "Adiós a un futuro de persona normal; imperdibles de los gordos atravesados en la boca, con mi lorito en la oreja a todas partes, afuera de la ‘discoteque’ con mis gafas negras, desafiante, sentado en el pórtico de la iglesia contra dios. ¡Por fin soy alguien, por fin soy yo!".
–A ellos los pillaron de muy jóvenes y muy bravos. Eran muy jóvenes y muy bravos por cosas que he visto de ellos que me quiero creer porque creo que eran sinceros. Hay cosas que decían que si uno quiere protegerse y mentir no las dice. Entonces me parece que eran reales. Nada más mirarlos se notaba. Nosotros ahí creo que no. Creo que al acabarse el grupo el tema ha crecido mucho más. Antes de acabarse también, cuando pasamos al otro lado, cuando pasamos a América, empezamos yendo a México antes que a la Argentina. Era un exceso para nosotros. Decíamos, ¿qué es lo que no hemos entendido? En México cualquier persona que iba a verme vivía cien veces peor que yo. Por comparación me sentía un privilegiado. Aquí (en España) no. Pero por comparación sí con ellos. Entonces pensaba, ¿qué está pasando en el mundo? Y cuando hablas con la gente son tíos cojonudos. Me gusta hablar con peñas cuando superas la paranoia rápidamente. Yo le hago entender que no me creo nada, o lo menos posible. Y él me hace entender que no está aquí vacilándome porque yo sea el del grupo y ahí se da una conversación entre personas normales. Eso está bien. Lo otro me lo como con patatas.
–Históricamente te gustó dialogar con la gente, con tus seguidores, incluso llegás a relatar que sentías algo parecido a estar dando catequismo cuando te cuestionaban si eras o no lo suficientemente punk. ¿Cómo es ahora? ¿Seguís tan empeñado en dar explicaciones?
–Aprendí a seleccionar más. Por ejemplo, en la diferencia de edad; cuando te encuentras con chavalitos es muy difícil el contacto porque ellos llevan otra onda ya, empiezan con lo de "puto amo". Y cuando empiezas así es muy difícil reconducirlo y me canso. Igual hay gente muy lista y muy potente de quince años. Pero, en general, prefiero hablar con gente de mi edad de cualquier cosa sin sustancia. Me escapo todo lo que puedo. Prefiero dormir una siesta un "ratico" y recuperar todo lo que no he dormido en otra época por mi mala cabeza.
–Volviendo al punk y sobre todo al punk de galería al que te referís en la ya histórica canción "Muy punk", ¿qué se te pasa por la cabeza cuando ves a un cantante de un reality o a un integrante de un programa del corazón con campera de cuero y remera de los Ramones o de los Sex Pistols?
–¡Y a los futbolistas multimillonarios con cresta! Eso ya lleva años pasando. Y ahora hasta hay cantantes de reggaeton con chaquetas de los Dead Kennedys. Creo que la ceremonia de la confusión sigue divirtiéndonos una y otra vez. No lo veo como un sacrilegio ni nada; me parece estúpido y divertido a la vez. Hagamos nosotros otra cosa. No importa. Todo se roba, todo se trapichea.
–Pero, ¿cuál es la razón de copiar la estética de iconos antisistema cuando no lo son?
–No pierdo mucho el tiempo en pensar en eso pero, por pensar ahora mismo, creo que si alguien quiere hacer reggaeton con una chaqueta de los Dead Kennedys es estupendo. Me parece flipante (risas). Es revolver las cosas y llevarlo a que nada signifique nada. Pasa con la palabra, pasa con todo. ¿Así que el punk es actitud? (risotadas), ¿ex actitud?, ¿exactitud?
–¿Habrá que cambiar la vestimenta?
–Tenemos visto a los Clash vestidos de traje. Yo le robé la chaqueta de las bodas a mi padre. Le pegué unos navajazos; no tenía navajazos originales, nadie me ha querido matar, hubiera sido más auténtico. Pero sí, con la chaqueta de las bodas de mi padre estuve ahí dando unas vueltas, era guay. Ahora se uniformó ya: cresta, chaqueta de cuero con pinchos. Yo también iba así, de hecho es como más conocido fui. Bueno, chaqueta de cuero no tuve hasta después de 30 años, ¿eh? Era de flexiplast. "Trucha total", sí, como dicen en la Argentina.
–Te definís cómo anti-sistema, anti-capitalista, anti-franquista y hasta anti-madridista y anti-trampas, ¿qué es eso?
–Es porque en el fútbol el árbitro pita el final cuando quiere. Y en la vida es un poco así también. La resolución siempre está a favor del otro.
–¿Alguna vez te sentiste utilizado políticamente? En el libro Qué dura es la vida del artista – Un anecdotario de La Polla Records, que va ya por su tercera edición, decís que la etiqueta de "rock radical vasco" te perseguirá hasta la tumba.
–Nunca me sentí utilizado. Porque he sido muy consciente de tocar para gente que está en la cárcel, he sido muy consciente de cobrar menos pero cobrar para tocar para el único partido al que he votado (la izquierda nacionalista del País Vasco). Y sí me he dado cuenta de algunas cosas. Me hubiera gustado tocar para el PP (Partido Popular de ideología de derecha en España); tocar media hora, cobrar no sé cuántos millones de euros por adelantado y que te escuchen por unos altavoces muy gordos.
–Todavía estás a tiempo.
–¡Estoy esperando la llamada! (risas). La verdad es que ya tengo una edad, dos hijos mayores, y ya hay cosas que no me preocupan. Lo único que me preocupa es quedarme embarazado.
–Dicen que cambiaste de vida. ¿Es verdad que hasta hacés natación?
–Igual cuando la gente se entera de que he cambiado de vida ya he vuelto a liarla. Ahora mismo estoy bastante tranquilo. Hace falta mucho descanso, porque ahora tengo una bebé. ¡Voy a estar jodido durante unos quince años mínimo!
Amor argentino
–¿Cómo te imaginás el reencuentro con el público argentino década y media después? ¿Irán a verte los mismos o sus hijos?
–Creo que va a haber una mezcla ahí. Viene a ver gente a Gatillazo que te cuenta que su padre, su tío. Y un poco más y ya será el abuelo. Me imagino que será muy loco.
–¿Ya te resuena en los oídos el cántico "olé/olé/olé/cada día te quiero más…"?
–Ufffffff. Es flipante. Pero ahí es donde hay que tener mucho cuidado de no creerte nada y, esto es un rollo mío, ¿eh?, pero esa onda de emoción que sube, es decir lo que te da tu público, la forma de decirlo nada más ya me suena estúpido, entonces intento que no me haga mal. Que lo veo, y se siente, no somos aquí nadie especial, pero eso se acaba ahí, eso queda en Las Vegas, en este caso en Argentina. No hay que darle más vueltas. Creo que tenemos ojos en la cara y vemos. Vemos lo que hay. Es en Argentina y es en toda Latinoamérica. Además, la gente comparada conmigo vive peor. ¡Y así y todo me hablan!
–¿Tenés alguna anécdota especial? Fuiste muchas veces a la Argentina.
–Había una época que íbamos un año sí y otro no. Un año que fuimos nos encontramos con que no había suficiente gente para que saliera bien el negocio; al otro año íbamos y se animaba el triple de gente. Esas cosas pasaban. Había un lugar, La Rosa, que nos pasó que hasta se fue la luz; los técnicos que iban con nosotros tuvieron que jugarse la vida con los cables gordos, y así y todo la gente llegó y se subió como asaltando el castillo. Me acuerdo de uno que hasta sonreía cuando intentaba quitarle el bajo al Abel. Y el Abel me dijo: "P... me sonreía encima, de qué andas tío; si me estás quitando el bajo cabrón". Muy gracioso. Y otra vez, que los que no tenían entrada también fueron. Entonces se montó una movida. Llamaron a la policía y salimos en ese canal de noticias truculentas que hay que no me acuerdo cómo se llama.
–Crónica TV.
–¡El de la pantalla roja! Y entonces claro, salía ahí la policía con las piedras de la vía del tren que tienen el tamaño exacto para la movida. Después llegó la gente que tenía entrada y no podía entrar. Se montó el doble de lío. Y a nosotros el organizador no nos dejaba salir. Decía que para proteger su inversión. Cosa que en la historieta se ha convertido en que estábamos ahí acojonados. Nosotros estábamos borrachos y drogados pero acojonados no estábamos. De hecho queríamos salir a mirar; siempre hemos sido de estos que ya de críos cuando hay una pelea les gusta que le pase el puño del otro por delante. Mirar bien de cerca, muy de tontos.
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