Eurovisión, el festival de la canción que paraliza al Viejo Continente y desconcierta al resto del mundo
El certamen musical es seguido cada año por millones de personas es ese continente, pero que es casi desconocido fuera de sus fronteras; allí triunfaron Julio Iglesias, ABBA y Celine Dion
ESTOCOLMO.- ¿De culto? ¿Kitsch? ¿Divertido o aburrido? ¿Competencia entre naciones? El festival Eurovisión, organizado desde 1956, es una gran competencia musical en la que participan decenas de países, en su mayoría de Europa, pero también otros extracomunitarios como Israel o Australia. La edición 61 comenzó el martes y la final anual será transmitida mañana por YouTube a millones de espectadores en Europa (se podrá seguir por TVE y RAI en nuestro país), así como en China, Australia y, por primera vez este año, Estados Unidos.
En total participan 42 países, la mayoría de ellos de Europa, pero también de varias ex repúblicas soviéticas y países del Mediterráneo. Casi todos ellos forman parte de la Unión Europea de Radiodifusión (EBU, por sus siglas en inglés).Una de las excepciones es Australia, que debutó en el concurso en 2015 en reconocimiento de su gran cantidad de fans y a que el país ha transmitido el festival por más de 30 años. Al igual que en ediciones pasadas, hubo debates sobre si las canciones de algunos países son demasiado políticas, como en el caso de la canción de la representante ucraniana, Jamala, que eligió competir con "1944", considerada una provocación por Rusia.
Estocolmo es, además, sede del museo permanente ABBA dedicado al grupo pop sueco ABBA que hizo furor en los 70 y principios de los 80. El grupo saltó a la fama en 1974, tras ganar con su tema "Waterloo" la final de Eurovisión. El lema del festival es que la música une, por más que algunos de los participantes canten en su idioma y por tanto, sea difícil entender algunas de las letras. Sin embargo, ¿se trata realmente de un evento que une a las naciones o se trata más bien de una cita plagada de clichés? Aquí, cinco "pros" y cinco "contras" del encuentro que polariza a Europa e ignora el resto.
A FAVOR- De cara al exterior –incluso lo mencionó hace poco en su discurso en la ciudad alemana de Hannover el presidente estadounidense, Barack Obama–, el festival de Eurovisión es un evento que aglutina a los pueblos y que fortalece la unión de Europa. La final del certamen brinda todos los años un par de días de material para charlas de oficina, al igual que el fútbol. Ya sea porque se es fan o detractor, todos terminan hablando del concurso. Eurovisión lanzó a varios cantantes y hits que triunfaron fuera de los límites del encuentro, entre ellos Julio Iglesias, la suiza Celine Dion y los suecos de ABBA. La final de Eurovisión atrae la atención sobre países y ciudades que no suelen estar en el centro del ojo público. Además, se ha convertido en una cita de culto, sobre todo la final, que lleva algo de humor y desacartonamiento a la TV, con muchos amigos y familiares reunidos para ver la final, en maratones divertidas en las que se critica impiadosamente a los participantes.
EN CONTRA. Eurovisión promueve los clichés y las canciones con las que compiten los participantes suelen ser composiciones pop livianas, cuando no melosas. Lo más probable es que después de ver la final, no se recuerde ninguna de ellas. El aspecto y las actuaciones de los participantes parecen haberse vuelto más importantes que las canciones en sí, aunque literalmente se trate de un concurso de la canción y no de un casting de posibles estrellas. Por eso, muchos ganadores pasaron al olvido.
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