Entre la disciplina de Joan Manuel Serrat y la anarquía de Joaquín Sabina
MADRID.– La cita es en la casa de Joaquín Sabina , un mediodía, en la plaza Tirso de Molina. Podría ser apenas el lugar, unas coordenadas para el encuentro, pero, a veces, este maestro de la retórica se vuelve literal. Recibir a alguien en su hogar, no solo es una referencia, la intersección entre X e Y. Sabina es el anfitrión de Joan Manuel Serrat y de una desconocida. Da la bienvenida con los modales, con la sonrisa, con el interés por el otro, con sus reflexiones, con la inteligencia. Y Serrat, lejos del Mediterráneo, se integra con armonía al ritmo de esa casa que huele a libros, a tabaco, a tequila y a risas.
Siete años después de su última presentación en Buenos Aires, y doce de su primer desembarco, los trovadores del buen gusto regresan para realizar cuatro funciones en noviembre en el BA Arena (Humboldt 486)."No hay dos sin tres" es el lema, la bandera y el espíritu de esta vuelta de los embajadores de la canción popular hispanoamericana, ubicados a años luz de los influencers, del star system, de la comunicación mediatizada por asistentes, del Olimpo de los divos, y del "no quiero hablar de esto".
Sabina alardea solo con dos virtudes: la presencia de Serrat en su living, y la colección de libros antiguos de esa biblioteca disfrazada de casa. LA NACION anticipa el encuentro con Serrat y Sabina/Sabina y Serrat, más que una entrevista, una conversación, lejos del corset y las vallas informativas de la pregunta-respuesta.
-Faltan cinco meses para los conciertos, ¿tienen ya planeado el repertorio?
Joan Manuel Serrat: -El repertorio no está definido. Estos encuentros que hacemos cada lustro y medio tienen la gran intención de hacer un espectáculo de acercamiento total al público, en función de hacer lo que la gente espera de nosotros. No se trata de que planteemos una sorpresa. Ni siquiera la última vez que cantamos canciones de un disco nuevo que habíamos hecho a cuatro manos Joaquín y yo, habíamos hecho un planteo. Lo que va a venir, pues no sabemos.
Joaquín Sabina: -Más que un concierto de música o del lucimiento del artista, nosotros lo planteamos como una celebración común con gente de varias generaciones, con aquellas canciones que han tenido que ver en su vida y que nosotros amamos. Luego, como canto canciones de él, y él, de mí, están los gustos personales.
-Cantabas las canciones de Serrat en el metro de Londres...
Sabina: -¡Y en los bares! Imagina: pasar de cantar sus canciones en los bares a hacerlo junto a él en los escenarios. Eso es para mí una emoción fantástica. Y es también muy duro armar listas. Duele mucho dejar algunas canciones sin tocar. Es muy doloroso porque son repertorios enormes.
-¿Cuánto hay de mito en la disciplina de Serrat y en la anarquía de Sabina?
Serrat: -No es un mito, pero tampoco una verdad absoluta. Cada uno tiene una disciplina muy dirigida a asuntos prioritarios.
Sabina: -Tengo disciplina en obedecerlo.
La nostalgia, el tango, el paso del tiempo, la Argentina, España, la amistad, la literatura y los egos son algunos temas que pueblan la conversación de LA NACION con estos dos representantes del buen gusto que se presentarán juntos nuevamente en un escenario argentino.
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