Enrique Bunbury: “Empieza un capítulo en mi vida en el que pienso de otra manera”
El músico español confirmó un show en Buenos Aires para el 5 de diciembre, en Movistar Arena; antes, lanzó un nuevo disco, Greta Garbo y rompió su alejamiento de los escenarios aunque, asegura, con moderación
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“El día menos pensado tengo que aprender a desaparecer”, canta Enrique Bunbury en “Desaparecer”, una balada de piano de su flamante disco, Greta Garbo y es imposible no ligar todos los factores del combo (el verso en cuestión, el nombre y el mood desgarrador de la canción, el título del álbum) con su retiro de los escenarios en 2022. Se sabe que lo suyo no fue decisión sino mandato: una serie de trastornos de salud lo alejó de los recitales, con la perspectiva de que el desencuentro fuese de por vida. En ese interín compuso diez temas y los grabó en un estudio mexicano llamado El Desierto, con Adán Jodorowsky como productor, en modo analógico y sin siquiera usar metrónomo para llevar el ritmo: artesanía pura. Y entonces el disco salió, la noche empezó a clarear, el organismo respondió y se dio el milagro: cinco shows en 2023 (uno de ellos en el Movistar Arena porteño, el 5 de diciembre) y otros cinco para el año próximo. Así, el ex Héroes del Silencio está de vuelta, pero el año que pasó dejó su marca.
“No tengo intención de volver a la normalidad de los conciertos”, aclara por si acaso alguien espera una mega gira, y deja en claro que la adversidad engendró un nuevo Bunbury: “Veo que hay un antes y un después clarísimo, que empieza un capítulo en mi vida en el que pienso de otra manera”.
-Cuando compusiste las canciones de Greta Garbo tenías alguna certeza de que no las ibas a presentar en directo. ¿Se compone distinto sin pensar en que eso que uno va a grabar también tiene que funcionar sobre un escenario?
-En el momento en el que estaba componiendo y cuando grabé el disco, mi certeza era que no iban a ser presentadas en directo. Creo que no cambió en ningún momento la dirección del disco ni de los arreglos ni de la forma de grabarse, porque en los últimos discos empecé a pensar que a lo mejor no los presentaba en vivo. El primero que grabé así fue Posible (2020), que en realidad pensaba que sí se iba a presentar en vivo pero cayó la pandemia. Y luego grabé Curso de levitación intensivo (2020) y este disco no tenía ninguna idea de si se iba a presentar o no. De alguna forma, conforme vas escribiendo canciones y vas publicando discos y van pasando los años, el número de álbumes y canciones es tan amplio que realizar un setlist es una labor bastante complicada, y sabes que por lo menos una buena parte de las canciones del disco, a lo mejor nunca jamás se interpretan en vivo.
-Es inevitable asociar el título del disco con tu retiro pero hay un diferencia: el retiro de Garbo fue deseado, voluntario. ¿Llegaste a encontrarle alguna ventaja, algún lado positivo a no poder cantar más en vivo cuando te encontraste en esa situación?
-Sí que se lo vi, efectivamente. Greta Garbo se retira de forma voluntaria y lo mío es forzado. El no poder subirme a los escenarios en esos momentos estaba provocado por circunstancias que yo no podía controlar. Conforme fueron pasando los meses, hice varias reflexiones, algunas más desesperanzadoras y otras en las que veía un horizonte nuevo, un horizonte de posibilidades para encauzar mi vida de una manera diferente, que me pareció de repente muy interesante. Que la balanza estuviera inclinada totalmente hacia el lado de la creación. Y abandonar las giras suponía mucho más tiempo, porque quieras que no, las giras te quitan muchísimo tiempo. Las giras que yo realizaba eran muy extensas. Entonces, disponer de todo ese tiempo es un punto de vista positivo que le vi y que le veo al día de hoy. El inclinar la balanza hacia lo creativo y hacia la vida familiar y otras cosas que me gustan en la vida, que no es subirme a un escenario.
-También parece un disco de contrastes el tuyo, y una de las partes donde eso se hace más evidente es en el fin de “Invulnerables” y el principio de “Desaparecer”: el cambio de ánimo más abrupto del álbum. ¿Hubo algo de “montaña rusa emocional” en la composición?
-Totalmente, porque estas canciones están escritas, digamos, en la barricada, justo en el momento en que me estaban ocurriendo todos estos desastres que iban acumulándose y provocaron el derrumbe de un castillo de naipes. Y bueno, provocó volvernos todos a casa estando de gira en Estados Unidos, tener que despedirme de los músicos, del management, del equipo técnico, una gran familia que habíamos creado durante casi quince años con los Santos Inocentes [su banda anterior]. De alguna forma era construir un nuevo futuro. Y por supuesto, durante estos días y meses de composición, hubo momentos de euforia y momentos de desesperación. En algunas canciones, creo que incluso aparecen en la misma canción. Pienso en una canción como “De vuelta a casa” en la que digo que es inútil seguir, que estoy cansado, pero en el estribillo digo todo lo contrario, digo que el futuro es brillante y que me tendré que poner las gafas de sol. Estos sentimientos me acompañaban en la misma hora, no solo en el mismo día. En una hora pasaba de la emoción al decaimiento.
-El verso sobre necesitar gafas de sol por lo brillante que será el futuro parece una cita a la canción de Timbuk3, “The Future’s So Bright, I Gotta Wear Shades”, con la salvedad de que en aquel tema el futuro sería brillante en forma literal, por una hecatombe nuclear. Es fácil asociar eso con otra canción del álbum: “La tormenta perfecta”, que habla de la descomposición de la humanidad en la actualidad.
-En el caso de “De vuelta a casa”, las gafas de sol me las pongo porque de verdad considero que el futuro va a ser emocionante. Soy una persona muy optimista, creo que todas las crisis son oportunidades para descubrir cosas nuevas de ti mismo. Y en las crisis sociales, creo que también son momentos para reflexionar sobre lo que hemos dado por sentado que eran nuestras creencias y observar que nuestros discursos siempre tienen fisuras. En cuanto a “La tormenta perfecta”, es una canción que tiene una lectura social y una lectura personal. Personalmente, me inclino por la interpretación personal, pero si la leo desde la perspectiva social, encuentro paralelismos con el mundo que estamos viviendo, una situación bisagra en la que claramente estamos viendo cómo se va muriendo poco a poco el siglo, aunque estemos en la década de los 20. Y está empezando uno nuevo con la revolución digital, que es la nueva revolución industrial, en la que nos está situando a los seres humanos en un lugar complicado y que de alguna forma tendremos que saber resolver. Hay muchas preguntas que nos tenemos que hacer ahora mismo y creo que los debates deben estar abiertos. Tenemos que escuchar todas las opiniones. No creo que haya una opinión que sea moralmente superior. Creo que las opiniones hay que escucharlas en igualdad de condiciones y creo que tenemos que tener cuidado con enfrentarnos los unos a los otros, pensar que el enemigo es aquel que está a la izquierda o el enemigo es aquel que está a la derecha. El enemigo normalmente está arriba.
-Sobre la revolución digital que mencionás, tampoco parece casual un disco cien por ciento analógico como el tuyo, justo en una época en la que con un software gratuito podés ponerle la voz de Frank Sinatra o un solo de Prince a una canción tuya. ¿Hay una reacción ahí? ¿Ves la inteligencia artificial como un mundo de posibilidades o como una amenaza?
-El tema de la inteligencia artificial es apasionante y abre muchos debates que no son fáciles de resolver. El problema, como siempre, es quién se encarga de ponerle cerco al campo, y mi confianza en las instituciones supranacionales y en los gobernantes es absolutamente nula. Antes dejaría a mis gatos a que los cuidaran los coyotes de aquí del cañón, que delegar algo importante en manos de estas instituciones. Pero sí es interesante porque yo he hecho un disco analógico sin querer contraponerlo a una sociedad en la que vivimos ahora mismo, en la que impera la pasión y el entusiasmo por la tecnología. Yo no soy un hombre de las cavernas y no niego las posibilidades que nos ofrece la tecnología, pero no considero que todo lo que ofrece la tecnología sea progreso en sí mismo. Creo que hay muchos aspectos debatibles. Aunque me gusta la utilización de la tecnología en la música, pienso que no hay nada más hermoso que escuchar la voz humana. Creo que no hay nada más hermoso que escuchar a un gran intérprete frente a su instrumento y reivindicar al músico nunca está de más. Reivindicar al músico haciendo lo suyo, tocando un instrumento e interpretando una canción vocal y aislado de todo acompañamiento tecnológico. Dicho esto, creo que un gran músico, un gran genio puede hacer maravillas con la tecnología. Y sí, supongo que una persona nula para la música con todas estas herramientas a lo mejor es capaz de hacer una canción pop que imite a otra canción pop que ha sido más o menos un éxito. Pero creo que, en general, la tecnología tiende a la imitación de lo que ha hecho previamente un humano. Has puesto ejemplos como “puede cantar como Frank Sinatra” o “puede hacer un solo como Prince”. Pero lo que es fascinante es cuando nace en tu década un nuevo artista que te sorprende, te emociona y te parece genial. Eso es lo que buscamos en la música: un nuevo artista genial. Dudo mucho que la tecnología nos ofrezca un nuevo artista genial.
-Trabajaste junto a Adán Jodorowsky, un productor muy hábil con el silencio en la música: sabe aprovechar muy bien el aire entre notas, y por eso todo lo que produce suena natural, muy relajado. ¿Vos también lo ves así? ¿Cuesta a veces decir menos para decir más?
-Totalmente. Yo tiendo más al barroquismo que Adán. Él es mucho más sencillo y busca el arreglo estrictamente necesario. Y ante la duda, no lo pone. No añade arreglos superfluos. Es muy interesante lo que dices del silencio en Adán, porque creo que le interesa más el groove, y muchas veces el groove precisa del silencio: dejar que el ritmo y los instrumentos naveguen juntos y dejarles ese espacio para crear ese ritmo que se nos mete dentro. Es muy interesante lo del silencio en Adán y, por supuesto, es algo muy reconocible en sus producciones.
-¿Cómo fue el ejercicio de delegar? No sos alguien precisamente acostumbrado a trabajar con productores, al menos en tu trabajo como solista.
-No estoy acostumbrado y es algo que me gustaría realizar más en el futuro: ponerme en manos de otra persona que me añade y me sorprende, y lleva mis canciones y mi voz a un nuevo contexto y descubre un nuevo terreno, un nuevo territorio donde mi música puede encontrar nuevos caminos. Para mí trabajar con Adán ha sido muy interesante y también complicado. Estoy acostumbrado a tener el control sobre los discos, así que lo más complejo es otorgar esa confianza y aceptar que el control lo está llevando otra persona y que tu parte está en el asiento de atrás del automóvil. Estás dejándote llevar aunque seas un compañero de viaje. Ese equilibrio era muy complicado al principio. Luego realmente lo disfruté: pienso que ha sido un disco en el que he tenido menos tensión que en otros en los que he tenido que estar en ambos lados, en el de la interpretación y composición y en el de la producción.
-En 1996 le dijiste a LA NACION: “Nunca pensamos en llegar a tocar en Obras porque creíamos que nuestra base de fans no permitía ir más allá de un Dr. Jekyll”. Ahora nos elegís para volver y en un estadio para 15 mil personas. ¿En qué momento te terminaste de convencer de que Buenos Aires de verdad te quiere mucho?
-Buenos Aires es una grandísima ciudad en la que cabemos muchos y afortunadamente hace tiempo que me acogió, primero con Héroes del Silencio y luego con mi carrera solista. La verdad es que hace mucho tiempo que considero que Buenos Aires es uno de los lugares donde más me emociono encima de un escenario, donde más me provoca el hecho de interpretar una canción, la reacción del público. Llega un momento que para mí es el espectáculo mismo. Y sí, estoy muy agradecido al público de Buenos Aires. No sabría ponerle una fecha. Desde aquí, desde esta distancia de treinta años de la primera vez que estuve en Buenos Aires, me da la sensación de que fue siempre así. Es posible que a lo mejor fuera algo que me ocurriera hace 25 años, cuando descubrí que esta relación estaba para quedarse. Pero tengo la sensación de que siempre fue así. Creo que en los primeros shows en los clubs, cuando tocamos en Dr. Jekyll, la reacción del público era igualmente hermosa y fascinante. Era a menor escala, pero era la misma bomba de relojería.
Enrique Bunbury. Se presentará el 5 de diciembre en Movistar Arena. Entradas a la venta en el sitio oficial
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