‘Perdón, perdón, perdón", dice Clara Miglioli, un poco agitada, mientras entra en el living de una casa de Palermo unos minutos después de lo pautado para la entrevista con Rolling Stone. Anoche llegó a Buenos Aires desde Neuquén, donde vive, y esta mañana no escuchó el despertador. "Me pedí un Uber para no llegar tan tarde y casi nos la ponemos contra un taxi".
Es un martes feriado de abril al mediodía, pero ni así esta ciudad puede darle un rato slow a Clara, que ahora se acomoda en un sillón junto a los otros dos tercios que integran Fémina: las hermanas Sofía y Clara "Wewi" Trucco, ambas instaladas en Buenos Aires. Ese acelere es una de las razones por las que Clara volvió a San Martín de los Andes, donde las tres crecieron. "Si no fuera por Fémina, no pondría un solo pie en esta ciudad", dice. La otra razón está del otro lado de la ventana de su casa, enclavada en la montaña y el bosque.
Coincidir en tiempo y espacio es algo que a las Fémina se les da en forma intermitente. Desde que Clara volvió al sur después de 15 años en Buenos Aires, las actividades de la banda se comprimen en la cantidad de días que dure su estadía en Capital. Esa dinámica, dicen, es complicada y por momentos agotadora. "En general, las bandas ensayan tres veces por semana, buscan un sonido y evolucionan", dice Wewi. "Nosotras quizás no nos vemos por dos semanas y después ¡trá! Mil horas juntas".
Lejos de erosionar el vínculo de la banda, Fémina encontró en esos 1.200 kilómetros de tensión entre la naturaleza y la ciudad un rasgo característico de su sonido, marcado por la fusión entre lo autóctono y lo urbano. En sus dos primeros discos, Deshice de mí (2011) y Traspasa (2014), el hip-hop se acerca a la payada local filosa, acompañada de guitarras, ronroco, flauta y cajón, subrayando esa identidad patagónica. "La conexión con nuestro entorno nos ayudó a encontrar una forma de hacer canciones", dice Clara. "Si te fijás en las voces, las armonías, las letras y la poesía, nosotras creamos paisajes".
Hoy es el primer día de una de esas semanas de actividad intensa de Fémina, porque van a dedicarse a ensayar para la presentación en vivo de su último álbum, Perlas & conchas (2019), en el Centro Cultural Recoleta. "Estamos un poco nerviosas", confiesa Sofía cuatro días antes del show, una preocupación generada por el cambio total de formato: en esta nueva etapa, las tres van a tocar instrumentos eléctricos, algo que no solían hacer (Clara en el bajo, Wewi en el octapad y Sofía en la guitarra eléctrica).
Para las tres, Perlas & conchas –producido por el DJ inglés Quantic, y con la colaboración de Iggy Pop en uno de sus temas– es conceptualmente el más homogéneo de sus discos y cristaliza la madurez de Fémina. "De la misma forma que una perla nace del rechazo de una concha por cualquier objeto extraño, nos parecía lindo pensar en qué se puede hacer con todo lo que nos da miedo y no nos gusta de nosotras: un proceso de abrazar la sombra y convertirla en algo hermoso", define Clara, en relación con la idea que recorre el álbum. "Y además nos divertía usar la palabra ‘concha’".
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La amistad entre Clara y las hermanas Trucco viene de lejos. Sus mamás se conocieron viviendo en Buenos Aires, y ambas familias terminaron migrando al sur en distintos años. Primero lo hicieron los Trucco, cuando Sofía era bebé y Wewi aún no había nacido. En 1987, los papás de Clara (por entonces de 4 años) tomaron la misma decisión. "Con Clara teníamos casi la misma edad, íbamos a teatro juntas y nos encantaba bailar", cuenta Sofía. "Ves las fotos de esa época y entendés muchas cosas: no había forma de que no nos hiciéramos amigas".
En el quincho de la casa de los Miglioli, gracias a una madre que enseñaba canto y a un padre que era actor, se gestó una movida que excedió a Fémina y nutrió a la escena local (grupos como Kraneando Actividad, Militantes del Clímax y Coral Casino, hoy con más actividad porteña que patagónica) de músicos, MCs, grafiteros y bailarines de hip-hop. "Los viejos de Clara siempre fueron dos amigos más del grupo", dice Wewi. "Son gente de un espíritu re joven que se fue transformando para pasarla bien y seguir flasheando". Pancho Miglioli, el hermano mayor de Clara (con quien ella comparte el proyecto Hermandad), se hacía traer CDs a través de la única disquería de la ciudad y los reproducía en ese búnker en el que se armaban rondas de freestyle. Ahí, con 12 y 13 años, Sofía y Clara descubrieron a 2Pac y Cypress Hill. "Yo venía del palo de la danza", dice Sofía, "pero esos pibes me volaron el cerebro".
En la casa de las hermanas Trucco, la música llegó a través de su papá, un pescador melómano amante del country, que desde joven se dedicó a grabar sus discos. Cuando Sofía tenía 6, él le enseñó a tocar la guitarra, y ella, más tarde, le pasó la posta a Wewi: los primeros acordes que le mostró fueron los de "Ella también" de Luis Alberto Spinetta.
Sofía y Clara volvieron a Buenos Aires cuando terminaron la secundaria, una para estudiar danza y la otra, teatro. "Las facultades no nos duraron mucho", dice Sofía. Durante esos primeros años en la ciudad, se colgaban analizando letras, métricas y ritmos, y el tiempo transcurría de otra manera. "Íbamos a fondo, y el tiempo solo servía para lo que estaba pasando: duraba todo lo que tenía que durar hasta que terminábamos de crear algo". En Buenos Aires conocieron a los Michael Mike, la banda de electro-rap que nació en 2007 y se mantuvo activa, con intervalos, hasta el año pasado. Ellos resultaron uno de los grandes impulsores a la hora de salir a mostrarse en una escena que todavía tenía pocas referentes femeninas.
La primera vez que eso ocurrió fue en 2005, en La Castorera –el centro cultural de Avenida Córdoba al 6000 que existió hasta 2010– y lo hicieron como dúo. Sofía se hacía llamar "Filosofía", y Clara, "Claridad". Salieron al escenario vestidas con tapados de piel, gorras y lentes. "Nos disfrazábamos porque nos daba muchísima vergüenza", recuerda Sofia. En esa época, Wewi tenía unos 13 años, pero cada vez que venía de visita se unía al par de amigas como si fuera una más. "Yo la metía en todas las movidas", dice la mayor de las Trucco. Todavía con aparatos, le ponían trenzas y tapados y la llevaban a escuchar música en vivo, a bailar o a concursos de raggamuffin. "Para mí, venir a visitarlas a Buenos Aires era un viaje a Disney", dice Wewi. "Bah, era más como Jennifer Lopez conociendo Nueva York".
La llegada definitiva de Wewi a la ciudad fue más compleja que la de Clara y Sofía. Se mudó a Buenos Aires en 2006, dos años antes de terminar la escuela, porque su mamá tuvo que volver a vivir en la ciudad. "Si bien me costó, fue divertido, porque me uní a todo el flash y con ellas me adapté rápido. Siempre fui un poco agrandada, pero bien". Wewi llegó para estudiar Bellas Artes y la música la sorprendió. En las primeras fechas de Fémina, pintaba en vivo y recitaba en francés, hasta que en 2009 le mostró a Sofía una letra que había escrito durante la clase de Historia del Arte. Era un boceto de "Buen viaje" (después incluida en Traspasa) y, de alguna manera, dialogaba con "Ella también", la canción que le había enseñado su hermana en la guitarra.
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La evolución del sonido de Fémina podría musicalizar una película tipo coming-of-age dirigida por Richard Linklater, algo así como el equivalente femenino de Boyhood (2014). Deshice de mí, el debut, marca el inicio de la banda y un aprendizaje en la música que se fue haciendo durante la grabación misma. "Había una búsqueda recontra visceral y apasionada de querer meter todo lo que nos gustaba", dice Clara. "Es muy lindo ese caos que se escucha, somos como niñas aprendiendo a hablar".
Mucho de ese material quedó fuera del corte final pero, gracias a la magia de plataformas como Soulseek y Ares, se filtró y años más tarde apareció en YouTube bajo el título de Mi propio parto, un disco guacho que hoy es el más escuchado de Fémina en esa plataforma.
"Después, Traspasa refleja la unión con otros músicos que nos ayudaron a dar un paso que no podríamos haber dado solas", dice Clara. En esa época, acompañadas de una banda sólida que trabajaba los arreglos musicales, empezaron a girar por todos lados. Así fue como terminaron compartiendo escenario con el productor Will "Quantic" Holland en Seattle, Estados Unidos. "Éramos fanáticas de su laburo, y nos parecía la persona perfecta para producir nuestro siguiente disco", dice Sofía. Además de liderar proyectos de funk como The Quantic Soul Orchestra, Holland experimentó con ritmos latinos como la salsa y la cumbia durante los siete años que vivió en Colombia, y también produjo a la cantante de soul británica Alice Russell y al DJ neoyorquino Nickodemus.
En esa fecha con Quantic, Clara y Sofía tocaron en formato soundsystem, sin Wewi, que debió volver a Buenos Aires para una presentación en el festival BUE junto a Weste, el proyecto de folk electrónico que comparte con el músico uruguayo Ignacio Pérez. Cuando terminó el show, el manager de Quantic quiso saber en qué estaban trabajando y les propuso que Holland produjera su próximo disco. Eso fue en 2016. Al año siguiente, los cuatro se reunieron en Buenos Aires y, en junio de 2017, Fémina se instaló dos semanas en Nueva York para grabar Perlas & conchas en medio de una nueva gira por Estados Unidos. "No teníamos ni idea de qué iba a pasar", confiesa Wewi. "Le llevamos unos temas que eran re lindos, pero estaban grabados de una manera medio rudimentaria. Además, a él lo habíamos visto dos veces en nuestra vida".
Holland pudo potenciar los bocetos y sacarles brillo a las voces del trío, que se grabaron juntas en el mismo micrófono. Ese colchón vocal recorre todo el álbum, como una forma de equilibrar el nuevo sonido electrónico de Fémina. La estrategia, dicen, era "electrificarse sin perder la ternura".
Las jornadas de grabación eran intensas: llegaban al estudio temprano, desayunaban con Holland y su asistente y luego trabajaban hasta la noche. "No hacíamos otra cosa que grabar, y volvíamos al otro día pateando ojeras", dice Sofía. Esas sesiones se interrumpieron durante un mes y medio debido a una gira por Estados Unidos que las llevó a tocar "en festivales re grosos, en escuelas frente a niños, en hoteles re chetos y lugares de mala muerte", a un ritmo de casi un show por noche. "Fue el tipo de tour que te da oficio", dice Clara. A la vez, las hizo volver a Nueva York agotadas y sobreexigidas tanto desde lo físico como desde lo vocal. Hoy, a la distancia, creen que el esfuerzo valió la pena, sobre todo porque esa fue la gira en la que empezaron su relación con Iggy Pop.
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‘La voz de Iggy viene de otro lugar", dice Clara por teléfono desde San Martín dos semanas antes de su visita a Buenos Aires. "Es una luna que sale de noche para iluminarte y evitar que te pierdas". Hace dos días, a modo de adelanto de Perlas & conchas, Fémina lanzó "Resist", el tema junto al cantante de los Stooges que ellas consideran el menos hitero del álbum, pero el más profundo.
El encuentro entre Iggy y Fémina empezó a gestarse el día en que él se cruzó con los dos primeros discos del grupo surfeando por Bandcamp, y luego los recomendó en su programa de radio de la BBC. Cuando presentó "Buen viaje", se refirió al tema como "una canción hermosa, precisa y con poder vocal", y pidió "que Dios bendiga las riquezas sudamericanas del hemisferio occidental".
Ellas intentaron contactarlo para agradecerle e invitarlo al primer show del tour sin éxito, pero, una tarde de junio de 2017, recién llegadas a Miami para la gira durante la cual grabarían Perlas & conchas, sonó el teléfono de Allison, su manager. Las cuatro estaban en la playa y la voz de Iggy en el altavoz del celular les curó el jetlag en un segundo. "Hola chicas, ¡habla Iggy!", dijo, y les avisó que no estaría en el show de ellas en Miami, pero que podía recibirlas esa tarde en su casa. "Le pedimos a una amiga de Allison que nos viniera a buscar y llegó en un descapotable", dice Wewi. "Estábamos en bikini, mojadas, yendo a lo de Iggy Pop. Fue un delirio, quedamos medio drogadas de excitación".
Iggy las recibió sin remera y las saludó por su nombre. Lo primero que vieron al entrar fue un altar en una chimenea en la que él guarda las cenizas de sus padres. Les mostró su colección de arte y les presentó a Penélope, una muñeca de tela azul, de figura femenina y contextura fuerte, que también aparece en algunas de sus pinturas. Pinta mucho, sobre todo autorretratos. "Nos sentamos en el living y nos pusimos a hablar de música", cuenta Sofía. "Fue la cosa más natural del mundo, porque él es super agradable". Les preguntó por el significado de las letras: le intrigó en particular saber de qué hablaba "El amunche", y les contó que, sin entender español, le parecía que hablaba de un tren a toda velocidad.
De regreso en el hotel, las Fémina coincidieron en que la mejor manera de bendecir ese encuentro era sumar a Iggy al disco, así que le propusieron grabar voces en "Resist". Iggy respondió que sí y envió tres versiones. "Usen la que quieran", les dijo. Pasaron varios meses hasta que Perlas & conchas terminó de mezclarse. Cuando empezaron a pensar en el video, volvieron a escribirle para pedirle una foto que pudieran aplicar, animada, en el video. "¡Al fin aparecen!", respondió Iggy. "¡Pensé que estaban muertas!". El mes pasado, las invitó a tocar con él en Alemania.
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¿Y unas trenzas así?", pregunta Wewi frente al espejo. Es un sábado de sol y Fémina está en los camarines del Centro Cultural Recoleta, donde en pocas horas presentarán por primera vez en vivo su último disco. "Me siento como a punto de salir al escenario de la muestra escolar", dice Clara mientras una maquilladora le pone sombra sobre los párpados. Sofía se peina en el baño y vocaliza. A pocos metros, su hija Perla, de 11 meses, imita los sonidos que hace su mamá; está completamente adaptada a la vida nómade de la banda: antes de cumplir un año, ya giró por Australia, México y Brasil. "Nos movemos así, con bolsos en los camarines y 1.500 cosas en el aeropuerto", dice Sofía, que reanudó la actividad de Fémina tres meses después del nacimiento de su hija. Clara va a atravesar una situación similar en poco tiempo, porque hace tres semanas confirmó que espera una hija para el segundo semestre, y piensa encararlo con la misma naturalidad.
Todas son conscientes del crecimiento de Fémina a nivel internacional, y no ven motivos para frenar. Las giras, la bendición de una leyenda viva del rock y la producción de su primer disco conceptual junto a un referente son algunas de las últimas paradas de un viaje que empezó hace 15 años. Mirar para atrás les da mucha tranquilidad. "Vivimos situaciones increíbles en las que nos miramos y pensamos ‘¿Qué onda la vida?’. Elegimos el camino más largo, pero también el más sólido", dice Sofía. "Porque a nosotras nunca nos importó el destino, sino el proceso: queremos que todo esto sea real y sentido".
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