En la ruta con Emir Kusturica: de los Balcanes a los Andes
Ni a él ni a los músicos de The No Smoking Orchestra les pesa el cansancio; después de más de 30 horas de viaje, prefieren tomar una cerveza y concluir que "dormir es perder el tiempo"; el jueves estará con su unza unza en el Luna Park
MENDOZA.- Emir Kusturica mira hacia la Cordillera por la ventanilla del auto que lo lleva de Mendoza al aeropuerto de San Juan. Se subió al vehículo con un café y con un libro de Jonathan Lethem, y su cuerpo voluminoso se acomoda en el asiento trasero cuando aún no han pasado doce horas del show que dio el sábado, junto con The No Smoking Orchestra, en el Espacio Le Parc, en Mendoza. Fue el primero de una gira que hoy continuará en Rosario y el jueves, en el Luna Park. El cineasta serbio observa las montañas y cuenta que, entre sus nuevos planes, ya puso en marcha uno vinculado a la tierra: en un mundo contaminado, él apostará por la producción de jugos orgánicos.
Dejan Sparavalo, el violinista, es el único músico que comparte el auto con Kusturica. El resto se traslada en combi. Uno de los serbios más famosos dice que durmió bien, aunque los párpados le cubren la mitad de los globos oculares. "Mis ojos siempre están así -como semiabiertos- para sorprender a la muerte cuando me venga a buscar", bromea. Kusturica sonríe mucho y es un hábil conversador. Se lo ve tranquilo, aunque dice con ironía que tanto él como el resto de la banda nunca están relajados. Y damos fe: así lo demostraron en el show de la noche anterior.
El pulso de esta gran familia emblema de la música balcánica parece responder al concepto del "unza unza", el hiperkinético estilo musical que caracteriza al grupo y que impregna un estado anímico de éxtasis y frenética comunión con todo lo que los rodea.
Es el viernes previo a la cita en Mendoza y los integrantes de The No Smoking Orchestra (salvo Kusturica, que llegará al día siguiente) están ahora frente al mostrador de Aerolíneas Argentinas en el Aeroparque esperando para despachar los instrumentos que, al igual que ellos, tuvieron que recorrer miles de kilómetros para llegar a este lado del Atlántico. Hace más de un día que salieron de Serbia, pasaron por París, llegaron a Buenos Aires y ahora esperan para embarcarse rumbo a San Juan, donde recorrerán el camino inverso de tres horas de ruta hasta Mendoza (el aeropuerto de la ciudad cuyana está cerrado).
"Mi bajo engordó 18 kilos", bromea Goran Popovic cuando les indican que hay exceso de equipaje, aunque ellos llevan lo mínimo que necesitan para tocar. Recargan energías con hamburguesas y empanadas y se suben al bus que los lleva por la pista hasta el avión, donde un hombre alto parece querer entender en qué idioma hablan los más jóvenes del grupo, que, lejos de lucir cansados, no hacen más que reír.
Desperdigados por el avión, se ve al guitarrista Ivan Maksimovic, con sus ojos turquesas bien abiertos, entablar una conversación en inglés con la pareja que tiene sentada al lado, mientras, a escasos metros, la frente de un dormido Zoran Marjanovic se posa sobre la bandeja replegada del asiento delantero y las mismas manos con las que agitará luego la batería descansan ahora a ambos lados de su torso inclinado hacia adelante.
En la combi a Mendoza, nadie duerme. Miran videos, ríen y algunos se fotografían con un perro o luchan contra una rudimentaria máquina de café en la breve parada en una estación de servicio, para luego continuar el viaje con Nikola Kitanovic (tecladista) y Strahinja Banovic (trompetista) cantando.
"La música es el significado de la vida. Yo toco desde que tengo siete años y el violín es parte de mi cuerpo, como mis manos o piernas", dice Dejan Sparavo, derrochador de una vitalidad exorbitante y para quien "dormir es perder el tiempo".
Para el acordeonista Zoran Milosevic, nacido en Sarajevo, "la música es el arma más poderosa, puede cambiar tu mente y tu estado anímico".
En la primera cena en Mendoza, ya en el hotel Diplomatic, el saxofonista Nenad Petrovic -quien hace dos años se volvió vegetariano tras leer un texto de Tolstoi- recuerda que se fueron llorando luego de la primera visita de The No Smoking Orchestra a la Argentina, en 2001. "Es nuestro lugar preferido para tocar, hay una conexión muy emocional con la gente acá", dice, y todos asienten. Termina la cena y, a pesar de las 40 horas en pie, varios evitan irse a la habitación. "¿Dónde se toma una cerveza?", preguntan algunos, y tiran para la avenida Arístides.
Amanece el sábado, la familia come unida, prueba sonido y se prepara para el show. El vuelo de Kusturica se retrasó unos 40 minutos y esto lo obliga a suspender una conferencia de prensa. Llega al hotel en el momento en que una novia se saca fotos. En menos de una hora, el guionista y director, aclamado por películas como Underground, Gato negro, gato blanco y ¿Te acuerdas de Dolly Bell?, dejó sus cosas, se dio una ducha y ahora sale del lobby vistiendo un abrigo oscuro, pantalón gris y zapatos de piel marrón acordonados. "Cuánta elegancia", lo piropean sus músicos con complicidad cuando se acercan a saludarlo después de terminar las cervezas con las que estaban matando el tiempo. "Sí, mucha elegancia", repiten, y se ríen. Él, cuya cabeza sobresale entre el resto, acumula ahí unas 36 horas de viaje. Se suben todos a la combi que los llevará a Le Parc y Kusturica se sienta adelante. Dice que, ante el cansancio: "Están nuestros conciertos, que son autoterapéuticos. Da igual cuán cansados estemos, hacemos nuestra dionisíaca puesta en escena y la gente siempre se vuelve lo suficientemente loca como para que todos lo disfrutemos", señala.
Sobre la banda, también habla el violinista: "Somos una decena de personas sobre el escenario y cada uno aporta su propia filosofía. Yo estudié música y toqué en muchas orquestas: de ópera, sinfónicas, folk; el acordeonista sigue tocando en bares; Strahinja toca jazz, igual que Nenard, y entre todos cocinamos todas estas experiencias musicales juntas. Desde esa idea, para la que Emir nos dio algunas instrucciones sobre cómo hacerlo, desde esa mezcla, intentamos que la gente se sienta feliz, como nosotros nos sentimos al tocar".
Zoran, el acordeonista, profundiza: "Somos todos músicos distintos: yo toco folklore serbio, dos tocan jazz, otro es profesor, Emir es director de cine, y esa mezcla, esa manera de pensar de cada uno, genera algo muy sorprendente y muy emocional. Es un tipo de música para la que no hay un nombre, una ensalada con varios ingredientes que la gente disfruta mucho, y eso te recuerda que estás tocando algo muy poderoso".
"Éste es un grupo único en el mundo, en el universo, por esta mezcla de estilos", resume el guitarrista. Kusturica va más allá y apunta que si hay algo distintivo en el grupo es "la generosidad y la belleza de mostrarse nostálgico a la vez que explosivo, y su capacidad de encender el fuego en la gente". Explica que sus composiciones se nutren de historias de la música balcánica y serbia, lugar de cruce de caminos entre civilizaciones, "por eso absorbes el legado de Mozart y, al mismo tiempo, el de un gitano virtuoso de la guitarra. Hay algo existencial en medio de esta música, y es por eso que mucha gente toma conciencia de ello de una manera muy fuerte. Habla de la generosidad, de compartir, de la búsqueda del sentido común y de la sencillez en las composiciones que llegan a la audiencia uniendo fragmentos de distintas culturas".
El show inaugural de la gira en Mendoza fue un éxito y están contentos. Disfrutan de un catering con asado en el camarín y en el viaje de vuelta al hotel, donde luego degustarán unas cuantas botellas de vino de la tierra, Kusturica mira por la ventana y dice que le gusta ese distintivo mendocino de mesas con la gente en la vereda, en bares y restaurantes. Luego inicia una conversación para opinar sobre la música de hoy. "Pienso que está atravesada por la industria, por el consumo de drogas sintéticas y por una pérdida de la conexión con el público, que era propia de la música más popular, aunque en la Argentina sentimos una gran receptividad por parte de la audiencia".
El cineasta también habla de Fidel Castro, fallecido ese mismo día y a quien la banda dedicó el concierto. "Hoy sentí como si se muriera mi padre ideológico, con su filosofía de los pobres, lo suyo no fue dogma. Aun viniendo de una familia adinerada, dijo no al confort para cambiar el rumbo de las cosas. Hoy me vino a la cabeza cuando ocho años atrás, en La Habana, Gabriel García Márquez me dijo que si no fuera por Fidel en la Patagonia la gente hablaría inglés. Fidel luchó por las culturas de América latina."
Por este mismo continente, Kusturica y su banda han girado muchas veces y dado decenas de conciertos. Luego de un show en México semanas atrás y de su paso por la Argentina, recalarán en Uruguay, donde el cineasta se tomará unos días después del tour para reunirse con el ex presidente José Mujica, protagonista de su película El último héroe, que prevé estrenar en unos meses.
"Tengo que hablar con él para terminar unas grabaciones. La película es interesante porque todo pasa en un día, el último día de su presidencia, y ahí tratamos de contar toda su vida. Creo que Pepe es el héroe en el que encuentro todos los ingredientes y la belleza de la revolución de un pueblo. Es alguien que no usó su trono presidencial para volverse rico y eso es algo realmente imposible de encontrar hoy en día", opina.
Ya en el viaje de regreso desde Mendoza hasta el aeropuerto de San Juan, el cineasta sigue hablando de sus planes: su proyecto de construcción del pueblo de piedra inspirado en una novela del Nobel de Literatura Ivo Andric, nuevas películas que tiene en mente, la presentación del nuevo disco de la banda y la producción de jugos orgánicos. "El mundo está muy contaminado y yo encuentro esta idea similar a la de hacer películas orgánicas, como las que siempre hice: sin sucumbir a la industria y siendo autor, productor y lo más honesto posible, tratando de encontrar los dramas reales de la humanidad, dónde estamos y a hacia dónde vamos. Eso es orgánico, al contrario de esas películas que pierden cualquier valor social. Yo vengo del cine de décadas pasadas, cuando las películas reflejaban más problemas existenciales antes que hablar de héroes o antihéroes. Producir jugos orgánicos es estar seguro de que serán de frutas orgánicas, y yo ahora estoy plantando manzanas, peras y frutos rojos en grandes campos en Serbia. Si producís algo que garantice que es bueno para la gente, es bueno para vos. La mayoría de las producciones de hoy están hechas solo para vender", dice. Luego habla de la convulsa historia de divisiones políticas y religiosas en el este europeo, dice que está contento con la repercusión que tuvo en los festivales su nueva película, On the Milky Road, que protagoniza junto a Mónica Bellucci, y pregunta si Maradona (a quien dedicó un documental en 2008) está ahora en el país.
En el improvisado aeropuerto de San Juan, la banda toma algo en la cafetería y un mozo le pide fotografiarse con él. Tras el viaje en avión, esperan ahora junto a la cinta transportadora para recoger el equipaje. Entre las valijas, van apareciendo el saxo de Nenad, la trompeta de Strahinja, el bajo de Goran, la guitarra de Kusturica y el resto de los instrumentos, compañeros inseparables de estos músicos incansables que se confiesan una y otra vez emocionados de estar en el país.
"Que los cumplas, emir", con torta incluida
- El primer show de la gira reunió a unas 3000 personas en Mendoza. Comenzó con el público cantando "que los cumplas, Emir", al celebrarse el concierto un día después del cumpleaños 62 del cineasta, y arrancó el ritual escénico con "Jaguar". Siguieron, a partes iguales, clásicos como "Bubamara" y "Pitbull Terrier", de las bandas sonoras de los films de Kusturica, y temas del nuevo álbum que la banda presentará en los próximos meses, como "Fuck you MTV", "Tarantela", "Tito" y "Cerveza". Este último, que repitieron en los bises, es la primera canción que componen en español y que, a ritmo de ska, endiosa a esta mítica bebida. El violinista se mueve de un lado a otro del escenario y el resto avanza en fila, mientras el público levanta los pies del suelo. Los músicos invitan en varias ocasiones a gente del público a subir al escenario, les hacen seguir pasos de baile, hacer lagartijas y correr, y dedican "Was Romeo Really a Jerk?" a una afortunada Julieta escogida por Kusturica entre la gente. Hacia el final de la noche, aparece en el escenario una torta de chocolate y Emir sopla la velita. The No Smoking Orchestra actuará esta noche en el City Center de Rosario, pasado mañana en el Luna Park, el 4 en Montevideo y el 6 en Salta.
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