En Berlín, un concierto para escuchar acostado y con el pijama puesto
Se presentó Sleep, la obra de Max Richter, en un teatro de la capital alemana que tenía dispuestas camas para su público
BERLÍN.- La luz azul crea un aire espectral dentro de la central eléctrica abandonada. En la penumbra asoma un hombre con un pijama de corazones y una almohada en la mano. Busca con la mirada y se interna en un mar de cientos de camas distribuidas entre las paredes de hormigón crudo y caños despintados. Es medianoche y está por comenzar uno de los conciertos del año en Berlín.
El británico Max Richter, una estrella de la música clásica contemporánea, eligió ese marco surreal para el estreno mundial de Sleep, una obra de ocho horas compuesta para un público que debe estar, en lo posible, dormido. "Una canción de cuna para un mundo nervioso -define el músico de 49 años-, un experimento para estudiar cómo nuestro inconsciente puede convertirse en espacio vital para la música."
Cuando la antigua planta eléctrica Kraftwerk Berlin abre sus puertas para la primera interpretación de la obra con público, los más de 400 privilegiados que consiguieron entrada van llenando la central y deambulan, manta en mano, buscando su cama plegable. Súbitamente, el frío entorno industrial se llena de personas cambiándose de ropa con la emoción de un campamento de amigos adolescentes en el que nadie piensa dormir.
"Hay una atmósfera increíble", cuenta a LA NACION Philipp, sentado en pijama sobre su cama. "Que sea en una central eléctrica es la metáfora perfecta: un espacio que no duerme y genera energía continuamente." En la cama de al lado, su novia, Vera, se define como fanática de Richter: "Vine a experimentar esta mezcla de emoción y estado de conciencia a medias entre el sueño y la vigilia".
También Rebecca conoce la obra de Richter desde que la escuchó en una clase de yoga. Y ahora lo agradece hasta el infinito: "Berlín es una ciudad de locos. No me sorprende que triunfen estas ideas", dice mirando alrededor. Unos conversan en grupo ya vestidos de cama. Otros se metieron bajo el edredón con un cuaderno o un libro. En el público de entre 20 y 40 años resalta un chico de 6 que vino con su padre.
Puntualmente a la medianoche, las luces de una enorme araña que cuelga de una viga de acero comienzan a apagarse. Los siete músicos aparecen en el escenario y Richter saluda a las 400 camas de las que se asoman 400 cabezas: "Es increíble tocar en este espacio. Les deseo un lindo viaje por la noche. Nos vemos del otro lado".
El ritmo suave del piano de Richter comienza a llenar la nave de seis mil metros cuadrados alternando con vibraciones electrónicas de fondo. Hay que esperar media hora para que entren por primera vez las cuerdas. Luego se suma una soprano. La música cubre al público en oleadas de largas células minimalistas repetidas una y otra vez.
Al principio nadie parece dispuesto a dormir: en cuanto empieza la música, decenas de espectadores salen de la cama y se sientan frente al escenario en camisón o envueltos en una manta. Pero el arrullar cíclico de la obra va devolviendo a cada uno a su lugar. Con el tiempo ya sólo queda de pie alguna sombra aislada. Hacia las 2 de la mañana, la música de Richter es acogida sobre todo por conciencias dormidas.
El autor de la música de la película Vals con Bashir tocó al parecer una fibra sensible con su "manifiesto a favor de un modo más lento de vivir": Sleep es uno de los discos más vendidos del sello clásico Deutsche Grammophon y las entradas para ocupar una de las 1200 camas disponibles para sus tres funciones en Berlín se agotaron en horas.
"El éxito enorme de la propuesta dice mucho sobre nuestra percepción actual del tiempo", dice Berno Odo Polzer, director del festival de música contemporánea MaerzMusik que acoge el estreno de Richter. "En todo el mundo hay un sentimiento compartido de que la vida se acelera, pese a que tenemos cada vez más herramientas para crear tiempo. Es un sentimiento moderno que se percibe ya a fines del siglo XIX, pero que cobró otra dimensión con el mundo digital."
La investigación de ese nuevo tiempo centra la edición actual del festival con varias propuestas como la de Richter.
En la inauguración del viernes, el italiano Marino Formenti ofreció un recital de cuatro horas con su piano ubicado entre el público, un programa abierto que cubrió de Bach a Bernhard Lang y largas pausas para conversar o abandonar la sala: un desafío al protocolo del concierto clásico y una transfiguración del tiempo de escucha. El festival concluye el próximo fin de semana con The Long Now, un ciclo de 30 horas ininterrumpidas de conciertos, performances y videoinstalaciones también en el Kraftwerk Berlin.
Sleep era la cita cumbre del encuentro. El estreno concluyó con el público abandonando la cama a las 8 de la mañana para aplaudir de pie el esfuerzo de los intérpretes. Y acompañó a muchos más allá de las ocho horas de música y sueño, a juzgar por los comentarios compartidos en redes sociales con la etiqueta #onworldsleep: "Se siente extraño volver a tomar el tren al trabajo -escribió una usuaria-. La música sigue resonando en mí".
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