Emir Kusturica: por qué se despide de los escenarios, su recuerdo de Maradona y la reacción que tuvo cuando se enteró de su muerte
El músico y cineasta serbio se presenta este sábado en el teatro Vorterix, en el marco de la gira despedida de The No Smoking Orchestra; en una charla con LA NACION, habla del ambicioso proyecto que llevará al cine, de Hollywood, de Diego Maradona y de Pepe Mujica
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Con un estilo inequívocamente propio, Emir Kusturica sabe mantener al cuerpo inquieto. Ya sea a través de la energía arrolladora y caótica que atraviesa a sus películas o el “unza unza” en sus conciertos, el cineasta serbio es un realizador en constante movimiento. De visita en el país con motivo de la despedida de los escenarios de su banda, The No Smoking Orchestra, el director da cuenta de sus planes: libros, guiones, su próximo film, una ópera, festivales y otros proyectos vinculados a sus intereses por el arte, la educación y la ecología.
Desde Colombia, el artista dialogó con LA NACION antes de desembarcar en la Argentina, donde ayer se presentó en la Feria del Libro de Córdoba con un show gratuito, a las 21, en el Paseo Sobremonte. Mañana, la cita será en Buenos Aires, en el teatro Vorterix.
Referente de la música balcánica, The No Smoking Orchestra desplegará su arsenal sonoro surgido del “Nuevo primitivismo” [corriente creada en los años de transición de la Yugoslavia posterior a Tito] con un repertorio que incluye varios de los temas que han acompañado a la obra cinematográfica de Kusturica, dos veces ganador de la Palma de Oro en Cannes por Papá está de viaje de negocios (1985) y Underground (1995) y del León de Plata de Venecia por ¿Te acuerdas de Dolly Bell? (1981) y Gato negro, gato blanco (1998).
Con su cóctel de estilos y con varios discos editados, incluido un álbum en vivo grabado en Buenos Aires (2005), la banda creada en Sarajevo presume de hacer despegar los pies del suelo a quien se le ponga delante.
-De vuelta en nuestro país, esta vez por la despedida de la No Smoking Orchestra. ¿Cuáles son las expectativas respecto a estos últimos shows en Argentina y cómo fue la decisión después de tanto tiempo sobre el escenario?
-La banda tocó durante más de 20 años. Casi no hay país en el mundo que no nos haya acogido. Hemos entretenido al público en Europa, Asia, Sudamérica, Australia y Nueva Zelanda, hemos tocado en el sur de África. Nuestra mezcla de música étnica, de pub y de cine causó grandes ovaciones allí por donde hemos actuado. Ahora sentimos que esta aventura debe terminar en el momento más catártico, que es el mejor. No fue una decisión fácil, pero a veces las cosas llegan a su fin. En Argentina tuvimos momentos muy especiales con un público muy animado, muy cálido y que entiende nuestra música y nuestro temperamento. Siempre la pasamos muy bien aquí y esperamos que esta vez sea inolvidable.
-¿Qué significó este proyecto para vos?
-Fue gran parte de mi vida durante 24 años. A lo largo de todos estos años hemos vivido en familia, trabajado juntos, viajamos juntos, nos divertimos juntos. Y, lo más importante, creo que hemos logrado llevar satisfacción a nuestro público a través de algo que no es comercial, lo cual es muy difícil de lograr hoy. Todos estamos felices por haber hecho todo eso de una manera muy diferente y el público nos devolvió en la misma medida. Cuando ves a 5.000 o 50.000 personas desbordadas por la emoción que intentás transmitirles, eso no tiene precio. Y eso es lo que hay que recordar, la emoción que nos une a todos en esos momentos.
-¿Estás trabajando en otras apuestas musicales, películas, guiones?
-Este año publiqué un libro llamado ¿No ves que yo no veo? [Do you see that I don’t see?, sobre el Nobel de Literatura Peter Handke] y planeo empezar a escribir el siguiente. Además, trabajo en el guion de una película basada en el libro Crimen y Castigo, de Dostoievski. También existe la posibilidad de continuar colaborando con la banda en un proyecto de ópera que se basará en una de mis películas, como ocurrió con el film Tiempo de gitanos.
En tu última visita al país, durante tus días en Mendoza, en 2016, contabas a este diario que estabas plantando árboles frutales para un proyecto de jugos orgánicos “en un mundo contaminado”. ¿Siguió adelante la idea? ¿Y cómo funciona actualmente la aldea ecológica que planeaste inspirado en la obra del Nobel Ivo Andrić?
-Sí, por supuesto, persistí en esa idea, y hoy los visitantes a Kustendorf [pueblo construido por iniciativa del director] pueden beber jugos que producimos nosotros mismos a partir de frutas orgánicas, sin aditivos artificiales. Además, ampliamos la producción a hortalizas, también orgánicas, como lo hacían nuestros antepasados. Tengo 20 vacas que solo comen pasto de montaña. Creo que es muy importante que hoy en día, cuando todo lo que nos rodea está contaminado, tratemos de llevar a nuestro cuerpo los productos más saludables. Por otro lado, Andricgrad es un pueblo de piedra dedicado al Premio Nobel Ivo Andric y está ubicado en Visegrad, la aldea donde Ivo pasó sus primeros años de infancia y educación. Logré construirlo con la ayuda del expresidente de la República de Srpska [perteneciente a Bosnia y Herzegovina] Milorad Dodik, quien valoró mi idea y la importancia de que el único escritor serbio Premio Nobel tenga un pueblo dedicado a él. Este lugar es un complejo turístico, cultural, administrativo y educativo y uno de los mayores atractivos de ese país. Su arquitectura es una mezcla de diferentes épocas así como de estilos que transcurrieron a lo largo de la historia de Visegrad: el estilo bizantino, el período otomano, el Renacimiento, el Clasicismo. Muchos personajes famosos lo visitaron: Novak Djokovic, José Mujica, Monica Bellucci y muchos otros músicos, actores, políticos y profesores universitarios. Creo que es un proyecto muy importante para Visegrad y para la región de los Balcanes en general.
-Hemos pasado una pandemia y en estos últimos años la Argentina despidió a Diego Maradona, a quien conociste y dedicaste una película. ¿Cómo recibiste la noticia de su muerte?
-La pandemia se ha llevado a mucha, mucha gente. Fue un período triste para todo el mundo. En cuanto a Diego, era mi amigo y un hombre con un gran corazón. Tenía una fuerte actitud política, luchaba contra las injusticias. Sencillamente, era mucho más que un jugador de fútbol. Dejó su magia como una huella en la que reconocemos la grandeza del juego en sí, que nunca hubiera sido lo que es hoy sin gente como Diego. Sentí mucha tristeza cuando escuché la noticia tan terrible de su muerte. El mundo perdió a una persona única. Me alegra haber hecho una película sobre su figura, para que la gente tenga una imagen suya diferente, no solo como jugador de fútbol.
-En estos años también estrenaste El Pepe: una vida suprema, documental sobre el expresidente José Mujica. ¿Volverías a visitarlo en su casa de Uruguay?
-La película basada en Pepe también fue una experiencia fantástica para mí. Su filosofía de vida es algo raro de encontrar hoy. La libertad de la que habla va mucho más allá del materialismo que se ha apoderado de todo nuestro mundo, o al menos de la mayor parte. Fue mi invitado en 2016 a abrir la Feria del Libro en Andricgrad, y promocionamos allí el libro Memorias del Calabozo [de Eleuterio Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof]. Pepe es un hombre que vive profundamente el mundo real y para quien los diferentes idiomas no son una barrera para contagiar su energía positiva entre las personas que no hablan español. Por supuesto, me gustaría visitarlo nuevamente. Pepe es una revolución.
-¿Qué opinas de las plataformas de streaming? ¿Qué cine consumís?
-Hollywood produce hoy una gran cantidad de películas que son muy populares pero sin calidad. Hollywood en los años 30 y 40 creó enormes obras de arte. Hoy, desafortunadamente, no es el caso, y una gran cantidad de material de baja calidad ha inundado el mundo. Creo que el arte del cine, especialmente, es muy importante porque le permite a una persona detener el tiempo y expresarse y mostrarse a sí misma y al mundo que la rodea a través del cine. Una obra dramática solo llega a conmover si hay un destino profundo y sincero. Si no hay un propósito anclado en el tiempo y el espacio, no tenemos con qué identificarnos. Por eso la intención es la dimensión más movilizante de nuestro trabajo. Hoy en día este tipo de películas corre un gran peligro debido a la comercialización que se ha apoderado del mundo. En mi pueblo, Kustendorf, en Mokra Gora, cada año organizamos un festival dedicado al cine y la música artística, y otro al teatro. Creo que es muy importante mantener la calidad cuando se habla de cuestiones importantes de la vida y de la existencia. Una de mis películas se ha convertido en serie. Rodé En la Vía Láctea durante tres años y realmente había una gran cantidad de material que no podía incluirse en la película, por eso decidí contar toda la historia en una serie, a lo largo de cinco episodios.
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