
Antes de presentarse en La Trastienda y arrancar una mini gira por Córdoba y Rosario, el ex Almendra y Aquelarre habla de cómo se gestó la escena local en los 60 y 70, y de su programa de televisión
“Nuestra generación ha sido contemporánea de gente grosísima. Yo vivía en Córdoba y San Martín, y recuerdo que una vez me lo crucé a (Julio) Cortázar, fue una emoción fuertísima”, relata Emilio Del Guercio, instalado en una amplia mesa de su cálido departamento en el barrio de Palermo. “Como cuando fuimos con Luis (Spinetta) a ver a McCartney, la primera vez que vino a la Argentina. Estábamos cerca de la zona de consolas, y yo decía, estoy en este mismo momento, en este mismo lugar del planeta, viviendo un presente con este tipo que admiré tanto de chico, es algo genial”. Del Guercio es uno de los históricos del rock argentino. Cantante, compositor, bajista y guitarrista, fue miembro fundador de Almendra y Aquelarre y sus canciones, que combinan una impronta lírica con una preocupación por lo social (como la legendaria “Violencia en el parque”, de Aquelarre), tienen una marca personal e inconfundible.
Sin embargo, sus variados intereses dentro de lo artístico, especialmente el diseño y la pintura, han hecho que su carrera musical haya sido discontinua. Muchos de las generaciones más jóvenes lo conocen a través del ciclo televisivo Cómo hice, un programa del Canal Encuentro a través del cual realizó una investigación – a la vez poética y minuciosa – de las canciones inmortales, de todos los géneros, grabadas a fuego en la memoria emotiva de los argentinos. Pero a partir del año pasado, cuando realizó un concierto en la Usina del Arte, Emilio formalizó un retorno a los escenarios, con nueva banda y un repertorio que recorre toda su historia, que continuará este viernes 23 en La Trastienda, y luego en Córdoba y Rosario. Incluso promete grabar y editar, durante el transcurso de este año, su nuevo trabajo, continuador de su único disco solista hasta la fecha, Pintada, editado en 1983.
¿Cómo va a ser el show que presentás el viernes en La Trastienda?
Voy a hacer temas que hice para Almendra, para Aquelarre, temas de Pintada, y algunos nuevos, es un show pensado con toda esa diversidad de canciones. La novedad es que ya estamos entrando a grabar algunos de esos temas que la gente va a escuchar en vivo.
También grabaste el show que del año pasado en la Usina del Arte
Tenemos todo el show grabado y filmado, y más adelante posiblemente lo edite como un CD y DVD en vivo, pero quiero sacar primero el disco de estudio, que vengo anunciando hace tanto tiempo.
¿El año pasado marcó un retorno tuyo a los escenarios?
Sí, ya había tocado algunas veces en La Perla, pero el año pasado empecé a hacerlo de una forma un poco más regular. Porque estaba haciendo el programa de televisión, Cómo hice, pero resolví hacer un impasse en eso, porque no puedo hacer las dos cosas a la vez. Entonces le puse un freno momentáneo, para poder grabar el disco y tocar más regularmente con la banda.
También armaste una banda estable, porque antes te presentabas con un formato más reducido.
Está integrada por Dani Marquesano en piano, Dhani Ferrón en el bajo, que también toca con David (Lebón) y con otros artistas, Gaby Améndola en guitarra, un chico del Chaco que sacó ahora un disco muy bien hecho, y Luis Ocampo, un percusionista que también toca batería en algunos temas. Yo toco la viola y canto, en algún momento retomaré el bajo.
El hecho de tocar más regularmente generó un reencuentro con el público. ¿Cómo viviste eso?
Con mucha naturalidad, porque estoy tan habituado al hecho de tocar sobre un escenario. Por ahí para otra persona puede resultarle una rareza, porque hacía rato que no tocaba. Además es algo muy liberador, me encanta, especialmente cantar. Un show en vivo es una cosa irrepetible, aunque hagas las mismas canciones, siempre es una experiencia tan vital, tan linda. Se me ocurre compararlo con el Tai Chi, que yo hice algunos años. Antes lo miraba de afuera y pensaba: “Esta gente repite siempre los mismos movimientos”. Y haciendo esa disciplina te das cuenta que los tipos trabajan sobre la repetición como un mejoramiento, una forma de acercarse cada vez más a la forma perfecta que debería tener. Por eso a mí no me aburre cantar canciones que he cantado tantos años, porque me sintonizo en ese modo, de poner todo, y no actuar mecánicamente. Lo incorporo como una cosa intensa y real. Uno tiene que encontrar la manera de comunicarse, no sólo con la gente, sino con el sentimiento que provocó en uno la primera vez que cantaste esa canción.
¿Por qué estuviste tanto tiempo alejado de los escenarios?
Estuve haciendo otro tipo de cosas, entre ellas lo del programa de televisión, y antes de eso muchos laburos de diseño. En otro momento tuve una participación en la gestión cultural, en la Dirección General de Música. Diferentes intereses me tuvieron alejado, pero también tiene que ver con otra cosa. Yo nunca tuve como una conciencia de carrera artística, sino que siempre toqué, hice canciones, participé en grupos, únicamente por el placer y el disfrute de eso. Nunca tuve metas de hacer cosas para llegar a un lugar determinado, hice lo que tenía ganas de hacer en ese determinado momento. Eso implicó que para el que lo ve de afuera, en términos de una carrera musical, haya sido discontinuo.
Participaste del homenaje que se le hizo a Luis Alberto Spinetta el año pasado en el CCK, ¿cómo vivís la vigencia de su obra, y su descubrimiento por nuevas generaciones?
Obviamente la obra de Luis es buenísima, y yo creo que su muerte, como ha pasado con otros artistas, ha amplificado ese mito. Ha conmovido a mucha más gente joven de lo que yo imaginé, que no sé si conocen toda la obra de Luis, pero lo tienen como en un pedestal. No solo por la música, sino por ser un artista inclaudicable con sus principios, y en la búsqueda de la calidad, y la responsabilidad con el laburo del arte. Esa es una marca que nos quedó a nosotros de Almendra, de la que estamos poseídos y no queremos escapar. Nos criamos con esa visión, nos fuimos formateando unos a los otros, sabiendo que estábamos buscando una cosa de la mayor libertad posible, sin saber que iba a tener esa trascendencia, se nos ocurrió eso y era muy normal hacerlo. Después vimos con el tiempo, que era demasiado chocante con respecto a lo que se escuchaba. Pero nosotros estábamos todo el día haciéndolo, era como la materia de nuestra expresión.
Además, los 60 eran un caldo de cultivo muy fuerte para todas las expresiones artísticas...
Claro, el ambiente de época también nos dio una forma a nosotros. Por eso también salió Manal, que era extraordinario. En esa época era todo muy interdisciplinario, con la danza, la plástica, había como un hervidero de cosas. Y como no había una abundancia de información, eso hizo que le diéramos nuestra propia forma. Por eso creo que el rock argentino es el más creativo que existe, dentro del mundo de habla hispana. Desde Arco Iris, pasando por Vox Dei, Almendra, Manal, Los Gatos, y muchas otras expresiones que no han sido tan masivas, conviven una amplitud y una diversidad muy grande. Y en la actualidad, cuando compongo, me manejo con esa misma libertad. Me parece que ese modo tan creativo hay que sostenerlo, porque es muy original. Por eso cuando toco en el show una canción que tiene 40 años al lado de una que tiene dos meses, no siento nada diferente, las siento conviviendo en un mismo ambiente musical. Simplemente porque me manejo con cierta fidelidad a esa llamita inicial, con la cual fuimos a grabar el primer disco de Almendra, donde hay músicas tan diferentes como “Plegaria para un niño dormido” y “Color humano”.
¿Cómo surge tu programa de televisión, Cómo hice?
Hicimos tres temporadas, 39 capítulos. La idea del programa surge inicialmente de experiencias personales respecto a la trascendencia que tiene una canción acompañando la vida de la gente. Cuando la gente se acerca y te dice lo que significó una canción para ellos, te das cuenta que la música tiene un poder evocador muy grande, y empecé a pensar en lo que yo había percibido acerca de eso. No solo de nuestras canciones, de Almendra y Aquelarre, sino de temas que yo escuchaba de niño en mi casa, de folclore y de tango. Y pensé que esas canciones son una especie de paneo de la conformación emocional del pueblo argentino. Hay canciones que por algún motivo resisten el paso del tiempo, y tienen un anclaje simbólico muy grande.
El abordaje fue muy original...
Yo no quería hablar a cámara presentando, no me sentía cómodo en ese rol de conductor, entonces pensé un modo en el cual yo reflexionara sobre eso, o estuviera buscando el material y mirando la situación, y después teniendo una charla con el artista. Y encarar el programa desde una visión casi sociológica, no de valoración de cuál es la mejor canción, sino de su trascendencia. Por ejemplo, cuando lo llamamos a Palito Ortega para hacer “Sabor a nada”, nos concentramos mucho en la letra, hablando de cómo el amor puede tener cambios a través del tiempo. Y el abordaje en otras canciones, como “Balada para un loco” o “Muchacha”, es desde ese lugar, de qué incidencia tuvo la canción en el corazón de la gente. Fui encontrando un formato para ingresar al mundo de esa canción, con recursos creativos. Siempre me ha gustado mucho homenajear a esa cancionística, mirándolo con mucho respeto, porque todos hemos sido formados por algo de eso.
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