Emiliano Brancciari, de No Te Va Gustar: “Es muy difícil aprender a decir que no”
La banda uruguaya lanza este viernes su décimo álbum de estudio, Luz, grabado en un estudio erigido para la ocasión en José Ignacio, lejos del mundanal ruido, lejos de la pandemia
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“Todo nos trajo hasta acá”, exclama Emiliano Brancciari. Hoy sale Luz, el décimo álbum de estudio de No Te Va Gustar y la energía que irradia carga con una historia épica que ya traspasó la barrera de los 25 años de historia.
Historia de un deseo colectivo, de un sueño de amigos, de un barco del cual se bajaron algunos tripulantes para dejarle espacio a otros. El viaje que nació en ese río sin orillas que es el Río de la Plata tuvo y tiene todos los ingredientes dignos de una biopic rockera. Un concurso que se gana, un disco debut que se edita, una primera serie de shows porteños en el barrio de San Telmo que hoy alcanza categoría de mítica (y mística) y un ida y vuelta entre las dos márgenes que se extiende hacia el Sur, hacia el Norte, hacia el mundo.
A casi nueve años de la trágica muerte de Marcel Curuchet en Nueva York, en medio de una gira de NTVG por los Estados Unidos, la banda montevideana liderada por un argentino nacido en Munro y fanático de Boca sabe bastante de reinventarse, de barajar y dar de nuevo. Por eso la pandemia, palabrita que desde hace más de un año usamos a diario como el virus que viene asociado a ella, funcionó puertas adentro como una nueva señal de que tenían que cambiar de planes.
“La pandemia nos tomó de sorpresa, como a todos”, dispara Emiliano vía Zoom, anteojos de sol bien puestos y campera de jean. La banda ya pensaba y ya componía con miras a un nuevo álbum de estudio, nada menos que el décimo. Pero... “Promediando la gira acústica empezamos a pensar que era tiempo de grabar un álbum de canciones originales. Lo habíamos pensado para 2020, con la idea de grabarlo en dos etapas, porque la gira no nos iba a permitir dedicarle tanto tiempo de corrido. Queríamos grabarlo en junio y julio en los Estados Unidos y en noviembre otra parte acá. Usar el calorcito de cada lugar entre gira y gira. Cuando llega la pandemia nos deja quietos, con algunas canciones compuestas. Me acuerdo que estábamos por ir de gira al Sur de Argentina. Estábamos en La Plata, en el hotel y ahí tuvimos una conversación escuchando los demos que teníamos, maquetas que yo había llevado. Serían unas siete u ocho, o un poco más, y cuando dejamos de tocar se nos abrió un panorama enorme de incertidumbre, de preguntas y de tiempo”.
En el caso de Emiliano nada de masa madre y de explorar saberes culinarios. O sí, pero lo que acá importa es contar que se le abrió una ventana enorme por donde entraron como vientos nuevas ideas y canciones. Ese proceso, que contó en dos partes con la producción de Héctor Castillo (Gustavo Cerati, Fabulosos Cadillacs), con quien habían trabajado en el disco de estudio anterior, Suenan las alarmas, decantó en estas doce canciones que salen hoy, como la ya publicada “Venganza”, con Nicki Nicole, y “Austro”, con Ricardo Mollo. Hay canciones que aluden a los comienzos, como “La Rama”, que exuda punk rock; otras que portan el característico ADN de la banda, como la melancólica “Dejo atrás” y algunos estallidos pop como en “Josefina” (”todo lo que tocó lo transformó en amor”). Como ayer, probablemente como siempre, lo que moviliza al letrista es el amor en todos sus estados.
Si hay un capítulo extenso en la historia del rock es el relativo al estudio de grabación. El sueño de pisar estudios como los de Abbey Road está desde antes de pagar derecho de piso y registrar un primer material en las condiciones más inverosímiles. Cuando una banda crece, en paralelo, crecen las posibilidades de materializar los anhelos de producción, grabación y hasta lujos, por qué no. En este caso NTVG tenía la posibilidad de volar a Londres. “Toda la inversión que íbamos a hacer en un estudio afuera, porque teníamos la posibilidad de ir a Inglaterra a un estudio que estaba cerrando y a un precio increíble, con la pandemia la invertimos en grabar en Uruguay en un lugar paradisíaco que nos alejara de la cotidianidad de Montevideo. Y así lo hicimos. Le dedicamos al disco un montón de tiempo y energía que no pensábamos dedicarle”.
Ese lugar paradisíaco fue José Ignacio, donde montaron un estudio desde cero. “Se fabricaron piezas para armar el estudio, paneles, un control-room. Armamos el estudio en una suerte de playroom, un salón de madera. Nos faltaba equipamiento y yo fui a buscar a Argentina. Yo tengo la doble nacionalidad y eso me permitió ir y venir tantas veces necesitara.
–Jamás imaginaste que iba a valer la doble nacionalidad, ¿No?
–¡Tal cual! Es así...
–No te gusta escribir de temas puntuales. En este caso le escapaste a la pandemia...
–Me puse como meta no escribirle a esta situación. Que no seamos nosotros los que te hagamos acordar a este momento, por lo menos no literalmente. Obviamente que este disco sale ahora y cuando lo escuches más adelante te vas a acordar el contexto en el que lo escuchaste por primera vez. Eso es inevitable, pero intenté por todos los medios no escribirle a la pandemia.
–El disco tiene algo de balance, de años de giras y de inocencia perdida, ¿no?
–Hay muchas canciones que de alguna manera rozan eso, el volver a ser. Y de ahí construir. Puede ser por las letras o musicalmente. Tiene mucho de mirar hacia adentro, es un disco de sentimientos, de relaciones, que se aleja de lo combativo de Suenan las alarmas. Fueron dos años de campaña electoral muy fuertes tanto en Uruguay como en Argentina, con mucha data, mucha pelea, mucha mentira y odio. Eso me asqueó un poco, me sacó las ganas de escribir de lo que veo, de la sociedad. Me metí para adentro.
–Ya en los invitados se ve la amplitud a la que apuntan: de Nicki Nicole a Ricardo Mollo. ¿Cómo se dieron?
–En ambos casos fueron las canciones las que nos marcaron la cancha. Obviamente tiene que ver con talento, admiración, pero siempre es la canción. La admiración y respeto que tenemos por Mollo nos hubiese llevado a invitarlo en el primer disco, pero recién ahora es una canción que nos dijo que es Ricardo el que tenía que participar. Y con Nicki lo que nos ocurrió fue que era una letra muy potente, que habla de una problemática a la que nosotros nos podemos acercar pero no nos podemos adueñar. No vivimos el miedo o el pánico que puede vivir una mujer en una situación de violencia de género. Nos pusimos a escuchar gente de varios géneros, de distintos países, hasta que llegó la voz de Nicki y nos dimos cuenta de que tenía que ser ella. Estaba buena esa diferencia de mundos, de generaciones, le escribimos directamente y accedió enseguida. Y ella escribió su parte, es magnífico. Desde la primera maqueta que mandó se nos erizó la piel.
–¿Y cómo se dio la participación de Mollo?
–Con Ricardo hablamos por teléfono cuando fui a buscar los equipos a Buenos Aires y me dijo que estaba yendo a Uruguay en diez días. Vino, hizo la cuarentena a ocho kilómetros de donde estábamos grabando nosotros y todo fluyó. Vino con la canción totalmente aprendida, le puso un amor y un respeto... Así son los grandes, como uno imagina que son. Tuvimos el “Mollo Day”, todo el día juntos, compartiendo anécdotas, preguntándole cosas, cantando, tocando.
“Lejos de los focos irradiaba luz, nos volvía locos solo su semblante y su actitud”, canta Emiliano con Mollo en “Austro”. Puede estar hablando de Marcel Curuchet, puede estar hablando de Luca Prodan. Puede estar hablando de quien cada uno quiera que hable.
–Las letras son lo suficientemente abiertas como para que cada uno las adopte y las interprete a su antojo, ¿no?
–Sí y eso está buenísimo. A veces hasta pasa con las letras más direccionadas. Viene alguien y te dice algo que ni imaginaste. Eso es maravilloso, me encanta que cada uno la haga propia, a su manera.
–Con la pandemia se aceleró el proceso que tiende cada vez más a editar canciones sueltas en lugar de discos. Pero ustedes siguen funcionando a obra, a disco completo.
–Sí, es lo que nos gusta, cambiar la piel del todo y arrancar con un buen número de canciones que renueven el aire, con una sola canción no se genera el cambio que uno quiere. Nosotros queríamos irnos de lo acústico y salir con doce temas nuevos, con arte nuevo en las redes. Cuando hagamos un show va a ser diferente a lo que veníamos haciendo. Sentir ese oxígeno nuevo para nosotros es vital, no es solo para el que lo escucha o lo ve, es para nosotros también. Son períodos en los que hacemos un recambio.
–Una de las canciones del disco se llama “Dejar atrás”. ¿Qué es lo que dejaste atrás, lo que te sacaste de la mochila para andar más liviano?
–A nivel personal un montón de cosas, cosas que no quiero que me vuelvan a pasar, que no me quiero guardar, el saber decir que no. Es muy difícil aprender a decir que no para alguna gente como yo. Esto no lo quiero, y esto lo quiero e ir a por ello. Y como banda dejar atrás oscuridades, gente nociva. Es mirar hacia atrás y agarrarte de lo que vale la pena para poder seguir avanzando. Y no seguir avanzando a lo loco sin mirar lo que hay que sanar.
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