Elza Soares sobrevivió a su leyenda. Pudo haber quedado en la historia como la mujer que había nacido en una favela, como la estrella de la música que cantaba samba, como la excéntrica esposa del astro del fútbol brasileño Garrincha , como la mujer que había tenido una vida personal durísima. Se casó a los 12 años, tuvo el primero de sus siete hijos un año después. A lo largo de su vida vio morir a tres de ellos y si esa vida no le había asestado suficientes golpes, hubo hombres que también le dieron algunos.
Accidente automovilísticos, maridos problemáticos, grandes mentores como el celebrado Ary Barroso (él fue el que puso las primeras fichas a la carrera de Elza) y un espíritu libre se condensan en una misma persona. Momentos de éxitos y de depresiones. Caminos cuesta abajo y renacimientos, como cuando en una de sus producciones finiseculares (1999) la BBC de Londres la convocó como uno de los grandes estandartes de la música popular brasileña del siglo XX. En ese momento se reinventó y tres años después publicó Do Cóccix Até O Pescoço, un disco en donde se la puede escuchar entre la MPB más tradicional, el soul y el funk, o rapeando sobre los scratches de una bandeja giradiscos. Allí echó mano a temas como "A carne", de Seu Jorge, casi como un manifiesto a favor de la gente de piel negra. "La carne más barata del mercado es carne negra", gritaba la señora, que en ese tiempo ya andaba cerca de los 70.
Ahora tiene 80 años y dos repertorios entre manos, el del disco A Mulher do Fin do Mundo (2015) que sirvió para su redescubrimiento y para convertirse en artista de culto para generaciones de público que no la conocían, y el de Deus é Mulher, que publicará el mes que viene.
Sobre la mesa de una sala de reuniones del hotel donde está alojada en Buenos Aires –antes del concierto que hoy dará, a las 19, en la Usina del Arte- tiene enmarcado un diploma que la Ciudad de Buenos Aires le dio en 2003 como Huésped de Honor. Un documentalista brasileño acerca su cámara al cuadro y la sigue en todo momento. Está preparando una historia sobre la relación de Elza con la Argentina, que comenzó hace muchas décadas. Minutos después llega al hotel Lucrecia Martel, para saludar a la diva brasileña.
Cuando la historia personal es tan intensa (o más) que la musical y a un periodista se le hace difícil encontrar el punto de partida adecuado lo mejor es comenzar por el principio. ¿Cómo era Padre Miguel, ese barrio de Río de Janeiro donde se crió y hoy integra a su territorio una gran favela?
"Uh, era muy pobre. Pero con infancia. Porque los niños pobres tienen infancia; juegan, son libres. Los ricos no. A pesar de haber nacido en un lugar bien suburbano, existía una vida de libertad. Podíamos comer lo que plantábamos. Podíamos tener cabras. Hoy eso ya no existe. Hay gente que no sabe que le va a pasar el día de mañana, no tiene expectativa. Yo fui rebelde. No quería una vida pobre eternamente. No quería ver a mi madre lavando tanta ropa para fuera de casa. Era una vida difícil que no me conformaba.
-Me dice que era rebelde...
-Sí, muy.
-¿Por eso la castigaron obligándola a casarse tan joven?
-Pero no directamente obligada. Fue por una sospecha que tuvo mi padre. Yo era muy traviesa. Le voy a contar cómo fue la historia realmente. A mi me encantaba un bichito llamado louva-a-deus (mantis religiosa que conocemos en Argentina como Tata Dios). Me gustaba el zumbido que hacía, del mismo modo como a mí me gustaba cantar. Mi papá trabajaba en una cantera y yo le llevaba todos los días a las dos de la tarde un café y algo para comer. Un día mientras bajaba, escuche a un louva-a-deus. Dejé el café en el piso y entré en el pastizal para buscarlo. En ese momento venía un chico subiendo y espantó al bichito. Me enojé mucho con él. De toda esa situación, justo en ese lugar, mi padre sospechó que allí estaba pasando otra cosa con ese garoto. Por eso tuvimos que casarnos. Pero yo digo que no fue por mi padre sino por un louva-a-deus que me casé.
-Y ese garoto fue Soares.
-Claro, mi marido. Porque yo soy Gomes. Soares fue mi nombre de la suerte.
-¿Y el nombre Ary Barroso, que representó en su carrera, desde que fue a cantar al programa que él conducía?
-Me preguntó de qué planeta venía. Yo le contesté: "Del mismo que usted. Del planeta del hambre". Desde ahí dejaron de verme como una extraña, como cosa rara. Tener un premio, la nota máxima, del programa de Ary Barroso era algo muy importante. Creo que no creía que era cantora.
-¿Quiénes influyeron mal y bien en su carrera? ¿Dónde pondría a Garrincha?
-Ni para bien ni para mal. Solo creo que si las cosas ocurrieran hoy, serían muy diferentes.
-Cuantos claros y oscuros tiene su vida. ¿Cómo fue que murió su primer hijo?
-Fue por problemas de alimentación. Fue un momento difícil esa época. Yo dejaba a mis hijos en casa y me iba a trabajar a una fábrica de jabón. Si hoy pudiese volver a empezar no tendría más de un hijo, bien criado. Tuve siete. Muchos.
-Su último disco, A mulher do fim do mundo, no es exactamente autobiográfico pero, por momentos, tiene canciones o frases que podría convertirlo en ese tipo de álbumes. ¿Es una especie de proceso catártico?
-No fue hecho a propósito. Digamos que las músicas parecen que fueron hechas para mi o sobre mi propia vida.
-Hay frase en ese disco que dice, por ejemplo: "vai se arrepender de levantar a mão pra mim" (se va a arrepentir de levantarme la mano). En perfecta sintonía con #Niunamenos
-Sí, y estoy por estrenar, en mayo, un nuevo disco, que se llama Dios es mujer.
-Temáticas actuales para un sonido muy actual. ¿El nuevo disco tiene a los mismos músicos, que son de una generación más joven?
-Bueno, no son tan jóvenes ( se ríe).
-Pero el sonido de su último disco sí lo es.
-Sí, esto comenzó con Do Cóccix Até O Pescoço (2002), que fue un disco más de vanguardia. Naturalmente A mulher do fim do mundo tiene como referencia a aquel otro.
- En Do Cóccix Até O Pescoço, con temas como "A Carne" de Seu Jorge, usted toma posición ideológica. ¿Desde cuanto esto está presente en su carrera?
-Creo que la inquietud estaba desde joven. Claro que cuando uno canta temas como "A Carne", esto puede ser más fuerte. Para decir con tanta firmeza hay que sentir. Es la necesidad de gritar que "la carne más barata del mercado es la carne negra". [Un colaborador de Elza que está escuchando la entrevista recuerda que ya al principio de su carrera cantó temas como "Para que é que pobre quer dinheiro", que es una sátira de la historia del pobre brasileño, grabado en un disco de 78 rpm].
-¿Hay momentos en los que se necesita gritar más que hablar?
-Hay que acordar, por el amor de Dios. Hay que acordar en Brasil. Pero a veces la gente necesita gritar. Ustedes tuvieron que gritar cuando tuvieron problemas serios, aquí, en la Argentina. Y a través de ese grito fue que se siguió adelante.
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