En octubre de 1969, el escritor Raymond Robinson usó las páginas del New York Amsterdam News, el principal periódico negro de la ciudad, para plantear una pregunta. El verano anterior, el Mount Morris Park de Harlem había sido sede de una serie de recitales gratis los domingos a la tarde, conocidos en su conjunto como el Harlem Cultural Festival, que contó con una maravillosa nómina de artistas, incluyendo a Nina Simone, Stevie Wonder, Sly and the Family Stone, B.B. King, The Staple Singers, The 5th Dimension, y Gladys Knight and the Pips.
"El Harlem Cultural Festival fue, de hecho, una entidad importante", escribió Robinson, "¿pero fue debidamente apreciado?".
La serie había tenido un éxito sin precedentes, con números de audiencia (alrededor de 300.000 personas) que prácticamente competían con los del otro fenómeno musical del verano, Woodstock, a 150 kilómetros al norte. Como ocurrió con Woodstock, un director -Hal Tulchin- había capturado la totalidad del Harlem Cultural Festival de ese año, seguro de que la combinación de la música (Nina y Stevie) y el ambiente (un Harlem post ‘68 luego del asesinato de MLK) garantizarían un largometraje que pudiera cimentar la fama de aquella serie de conciertos en el uptown de Manhattan como eventos que definirían una generación.
Robinson no podía predecir que la serie de conciertos de verano dejarían de existir tras aquel verano de 1969 y que, a diferencia del festival del norte del estado de Nueva York, la leyenda del Harlem Cultural Festival -a veces referido en años siguientes, a pedido del propio Tulchin, como "el Woodstock Negro"- se convertirían en una olvidada nota al pie en la historia. El verano siguiente, el festival fue anunciado, pero jamás tuvo lugar, y el fundador luego diría que el evento había sido víctima de fraude de millones de dólares por parte de los inversores blancos, que además habían contratado a la mafia para matarlo.
Pero en octubre del ‘69, Robinson ya sugería lo inevitable: el mundo iba a idolatrar a Woodstock, y olvidarse del Harlem. "La prensa blanca sólo se ocupa de la comunidad negra cuando hay una rebelión o disturbio importante", escribió acerca de los shows, que habían tenido lugar durante un período de ocho semanas sin ningún acto de violencia reportado. "Ojalá", escribió acerca del futuro todavía incierto del festival, "que siga creciendo".
El Harlem Cultural Festival empezó en 1967, cuando un animador de treinta y pico de años llamado Tony Lawrence fue contratado por el Parks Department de la ciudad para organizar programas de verano en el barrio. Durante los siguientes tres veranos, se transformó en una encrucijada vital de música, cultura y política negra. Políticos blancos con aspiraciones nacionales (RFK, John Lindsay, alcalde de Nueva York) y organizadores de la comunidad negra y líderes por los derechos civiles (Jesse Jackson, Marcus Garvey Jr.) se sentían obligados a participar del festival.
Fue el lugar en el que importantes creadores de éxitos de la época, como un Stevie Wonder adolescente y el grupo de pop The 5th Dimension, interpretarían las canciones más populares del país; también fue un lugar que sería testigo de momentos trascendentes de la música americana, como cuando la leyenda del gospel Mahalia Jackson invitó a su mentor Mavis Staples para que la ayudara a cantar la canción preferida de MLK, la icónica "Precious Lord, Take My Hand", a menos de tres años de su muerte.
"El festival era una forma de compensar el dolor que sentimos por lo de MLK", recuerda el Reverendo Jesse Jackson, quien habló en el festival en 1969, ante Rolling Stone. "Los artistas trataron de expresar las tensiones de una época, un dolor inmenso y una alegría inmensa".
Cincuenta años después de la cima de Harlem Cultural Festival en 1969, su legado, y la historia de su origen improbable, su éxito momentáneo y, finalmente, su extraña y devastadora defunción, finalmente han vuelto a surgir. Este mes, la ciudad de Nueva York está revisitando su propia historia con una semana de paneles con presentaciones acerca del festival que culminará con un recital por el 50 aniversario en Harlem el 17 de agosto, con Freddie Stone, guitarrista y co-fundador de Sly and the Family Stone, Talib Kweli, e Igmar Thomas. El año pasado, el periodista británico Stuart Cosgrove publicó Harlem 69, una historia de aquel año bisagra del barrio que incluye el relato más abarcador que se haya hecho hasta ahora del festival. Y el año que viene está programado el estreno de un muy esperado documental con imágenes de archivo inéditas de Tulchin, tras años de contratos inconclusos y negociaciones truncas.
"Es una parte de la historia americana que merece su propio foco, y es una locura que no lo haya tenido antes", dice Angela Gil, la productora de recitales que se reunió con Neal Ludevig, curador principal y co-productor del SummerStage, para armar el evento por el 50 anivesario. Como alguna vez le dijo la directora Jessica Edwards al escritor Bryan Greene, el Harlem Cultural Festival probablemente tenga el honor de ser "el festival de música más popular del que jamás te has enterado".
A Tony Lawrence se le ocurrió una gran idea. Nacido en St. Kitts, el futuro animador se había pasado su juventud trabajando en música y televisión, tras haberse mudado a Virginia con su familia cuando era niño, y luego establecerse en Nueva York. A principios de los sesenta, en la prensa se referían a él como el Galán Continental, cantando una mezcla de Calypso, R&B y baladas de soul en una variedad de idiomas. Entre 1960 y 1962, grabó una serie de singles olvidados para el desconocido sello Jude Records, de Nueva York. "El mayor objetivo de Tony es convertirse en estrella de cine", escribió un diario en 1961, "la cual quizás sea la única carrera con la que podría costear su oneroso apetito de autos deportivos, elegantes barcos a motor, y viajes por todo el mundo".
En 1962, Lawrence viajó a Jamaica para tocar en la fiesta por la independencia del país. "En una de sus interpretaciones al aire libre para 1500 personas", se leía en una reseña de un show en Jamaica, "los directores tuvieron que pedirle que cambiara el tempo o dejara de cantar, porque el público se estaba balanceando y había riesgo de que demolieran las tribunas y todo saliera de control".
A mediados de los sesenta, con sus shows nocturnos, Lawrence había acumulado fans en toda la Costa Este. "Uno de los mayores fans de Tony Lawrence, Sammy Davis Jr., lo considera un tipo con mucha personalidad, y una voz versátil de primer nivel", decía otro recorte de prensa de la época.
Lawrence había empezado su carrera en la industria del entretenimiento con perspectiva de trabajo comunitario en el Harlem, donde era Director de Jóvenes de una iglesia local. En 1965, usó su incipiente fama para ayudar a reunir fondos para un parque de juegos y establecer un programa Head Start en la zona.
En 1967, la mentalidad cívica de Lawrence en el Harlem lo llevó a su trabajo más importante hasta el momento: trabajar para el Parks Department de Nueva York. En mayo de ese año, Lawrence y August Heckscher, Parks Commissioner, anunciaron el plan de una serie de eventos de verano llamados Harlem Cultural Festival.
El festival, dijo Lawrence, es sobre "el lugar donde viven, física y espiritualmente, los negros".
El Harlem Cultural Festival aparecía apenas 16 meses después de la llegada del nuevo alcalde de la ciudad, John Lindsay, un republicano progresista muy involucrado en trabajar en las crecientes tensiones raciales. "La administración Lindsay estaba dedicada a los derechos civiles", dice Allen Zerkin, un profesor de la Universidad de Nueva York que trabajaba en el Parks Department en 1967, "y también le preocupaban los riesgos de las revueltas".
El Parks Department, bajo el liderazgo de Lindsay, se esforzó por tranquilizar a la afligida población negra, contactando a líderes de la comunidad en barrios como Bed-Stuy, Brooklyn, para ofrecer trabajos de verano en el Parks Department que antes solían dárseles a parientes y amigos de los funcionarios.
"El Harlem Cultural Festival debe ser estudiado en ese contexto", dice Zerkin, quien especula que la serie de recitales dirigidos por Lawrence fue otra iniciativa de Lindsay para sofocar su creciente miedo ante posibles revueltas en el uptown. "No estoy enterado de ninguna conversación en la que eso se haya dicho de manera explícita, pero para mí era claro que el festival era para eso".
"El gesto de dar énfasis a la comunidad negra", escribiría luego Heckscher sobre el festival, "parecía apropiado para la época".
En los primeros dos veranos, el Harlem Cultural Festival se transformó inmediatamente en un evento local formidable, atrayendo a artistas como Count Basie, Bobby "Blue" Bland, Tito Puente, y Mahalia Jackson, a pesar del ajustado presupuesto para operaciones. Para el ‘68, muchos de los shows del festival de verano, como el "Gospel Festival" y el "Soul Festival", atraían a 25.000 fans por noche. "El Festival es una vidriera para el Harlem", dijo Lawrence en 1967, "pero los talentos y el público llegan desde todos los puntos de Nueva York, y de todos los Estados Unidos, y de todo el mundo".
Tras el verano del ‘68, Lawrence se pasó el año fuera de temporada negociando con varios abogados, empresas y agencias para conseguir fondos que le permitieran hacer que el festival del ‘69 fuera aún más grande. Lawrence consiguió el apoyo de una corporación, y se estableció que el festival del 1969 sería filmado para una serie de transmisiones en la televisión nacional. Para la filmación, se construyó un escenario grande y multicolor en el parque Mount Morris. "Como no tenía dinero para las luces", escribiría más tarde Hal Tulchin, quién filmó los recitales del ‘69, "construí el escenario de cara al oeste, para tener luz toda la tarde".
Con más presupuesto y una mayor reputación, el festival atrajo un nivel inesperado de artistas para la temporada de 1969. "El Harlem Cultural Festival de 1969 fue una de las cosas más estimulantes de la historia de Harlem", dice Charles Rangel, ex diputado y nativo de Harlem. "Y yo sé muy bien que todos artistas querían ser parte del Harlem Festival".
"Estuvieron representados todos los estilos musicales", dice Ava Seavey, la hija de Tulchin, que además asistió al festival cuando era niña. "Gospel, blues pop, rock, todo".
En el show de Sly and the Family Stone de julio hacía "un calor infernal", según el saxofonista de la banda, Jerry Martini, que todavía se acuerda vívidamente de detalles de aquella tarde: el baterista de la banda, Greg Errico, tocó con gripe, y al público del Harlem al principio no le gustó la fusión de funk y rock de la banda. "Era un público difícil", dice Martini. "Al principio no nos fue bien. La gente no conocía nuestro estilo en 1969. No éramos un grupo de soul convencional de Harlem, ni nada que se le pareciera. Ese día tuvimos que trabajar mucho".
Las imágenes de archivo que se filtraron de aquel set muestran a un público apático, todos quietos mientras el grupo toca temas como "M’ Lady" y "Sing a Simple Song". Pero para cuando la banda llegó a sus hits, como "Everyday People", su éxito del Número Uno, o "Dance to the Music" y "I Want to Take You Higher", el público se desinhibió por completo. "Los habíamos conquistado", dice Martini.
Además de exhibir viejos talentos del jazz, el blues y el gospel, el Harlem Cultural Festival de 1969 reunió a muchos de los artistas más populares de su época. Los 5th Dimension tocaron "The Age of Aquarius", la canción más grande del país aquella primavera; Gladys Knight and the Pips tocaron una versión abrasadora de su éxito del Número Dos, "Heard It Through the Grapevine"; y los Edwin Hawkins Singers tocaron su éxito internacional "Oh Happy Day".
"Muchos artistas sentían la necesidad de venir a Harlem", dice Jesse Jackson. La ubicación del festival era central para toda la premisa de la serie. A diferencia del aluvión de festivales musicales orientados a la juventud, como Monterey, Newport, y Woodstock, el Harlem Cultural Festival contaba con un muestrario diverso de fans -familias, niños, feligreses- que se encontraban en el Mount Morris Park ("un centro importante de Harlem en aquellos años", dice el saxofonista de jazz de Nueva York Tyrone Birkett, quien asistió al festival cuando era niño) un domingo a la tarde.
"Fue una lección oportuna sobre estereotipos raciales", escribe Stuart Cosgrove, en referencia al contraste entre Woodstock y el Harlem Cultural Festival, en Harlem 69. "Los empresarios blancos, jóvenes y ricos pudieron hacer un montón de planificación, mientras que un evento público dirigido por negros, que se desarrolló durante seis domingos, salió perfecto, sin ningún problema importante, sin ningún arresto ni inconveniente público".
Los recitales muchas veces funcionaban como un espacio para dar voz a las tensiones cada vez mayores entre ideas diferentes en el Harlem de fines de los sesenta. Cuando el 20 de julio de 1969, un show de soul con Stevie Wonder y Gladys Knight fue interrumpido para anunciar que los Estados Unidos habían llegado a la luna, el público explotó en un abucheo sobrecogedor. "Ayer, la luna", decía un editorial del Amsterdam News de esa semana. "Mañana, quizás nosotros".
El mes siguiente, el 17 de agosto, Tony Lawrence invitó al escenario a 200 hombres y mujeres que habían protestado contra la construcción de un edificio de oficinas del gobierno estatal en Harlem ese verano, argumentando en el Times que el barrio "necesitaba una secundaria, no un edificio de oficinas del estado".
El mismo día, Nina Simone terminó su incendiario show recitando un poema de nacionalismo negro escrito por David Nelson. "¿Están listos para destruir cosas blancas, quemar edificios?... ¿Están listos para construir cosas negras?", le preguntó Simone al público, despertando aplausos entusiastas. "¿Están listos para matar, si es necesario?". Las provocaciones de Simone contrastaban con las proclamas más conciliadoras, post-MLK, del Reverendo Jackson. "Podemos demandar lo que queramos. ¿No está bien eso?", sermoneó ante el público de aquel verano. "Así que, niños, vayan a la escuela, y aprendan lo que puedan. ¿Y quién sabe?... Quizás algún día sean presidentes de los Estados Unidos".
"Realmente necesitábamos una inyección de ánimo", dice Rangel. "No hubo protestas abiertas, pero existía la sensación de que nos reuníamos con orgullo. Los blancos tenían sus ferias rurales, pero nosotros no teníamos vacas ni nada parecido. Teníamos los mejores músicos de jazz de todo el mundo".
A Tony Lawrence se le ocurrió una idea aún mejor. El festival de 1969 había atraído a cientos de miles de fans, pero el resto del país no se había enterado. El Harlem Cultural Festival era un concepto, pensó, que podía expandirse, adoptarse en otra parte, alcanzar nivel nacional. En el otoño del ‘69, Lawrence llevó la idea a Newark, Nueva Jersey, donde armó el "Love Festival", con Bobby "Blue" Bland y los Chambers Brothers, un evento que convocó a más de 60.000 fans. Hizo planes para llevar el Harlem Cultural Festival a Fayette, Mississippi, donde organizaría un concierto con B.B. King y los Staple Singers en honor al primer alcalde negro de la ciudad. En 1970, Lawrence estaba tratando de transformar el Harlem Cultural Festival en una gira internacional que viajaría al Sur, la Costa Oeste, e incluso a Bermudas.
Pero para cuando llegó el verano de 1970, quedó claro que casi ninguno de los planes de Lawrence daría frutos. Los planes de que el festival girara por el país nunca se materializaron. Tras abortar varios intentos de llevar el Harlem Cultural Festival al Lincoln Center en 1970, se anunció que el evento se había cancelado debido a "falta de fondos privados".
De Lawrence se supo poco hasta 1972, cuando el Amsterdam News publicó una serie de notas en las que él hacía denuncias incendiarias y sin fundamentos contra sus ex socios comerciales del Harlem Cultural Festival. "Lawrence está demandando legalmente a sus antiguos socios blancos por un fraude 100 millones de dólares", publicó el diario. Lawrence involucraba a una serie de auspiciantes, bancos de Nueva York, y canales de televisión, y denunciaba que sus abogados y socios comerciales, Jerrold Kushnick y Harold Beldock, habían robado varios cientos de miles de dólares de los fondos del festival. (Cuando el Amsterdam News les pidió declaraciones en aquella época, todos los involucrados por Lawrence negaron cualquier delito. Contactados por Rolling Stone, varios abogados asociados con el caso dijeron que no tenían ningún recuerdo de la persona. Contactado telefónicamente, Beldock dice que el Harlem Cultural Festival "no fue algo en lo que yo estuviera para nada involucrado", y declaró que sólo su socio Jerrold Kushnick había trabajado con Lawrence. "¿Nos acusó a mí y Kushnick de fraude?", dice. "Eso es escandaloso". Kushnick murió en 1989).
Lawrence fue más allá, y le dijo al diario que su vida había sido amenazada por un "matón de la mafia". Según dijo Lawrence en el New York Amsterdam News, tras visitar a su amigo Sidney Poitier en Pleasantville, Nueva York, en mayo de 1970, explotó su auto, en lo que había sido un intento de asesinato. (El departamento de policía de Pleasantville no tiene ninguna documentación del supuesto crimen, y los diarios locales de la época no mencionan el evento. Cuando se lo contactó para que declarara, un representante de Poitier dice que el actor "no tiene ningún recuerdo del Sr. Lawrence").
Lawrence también denunció varias instancias en las que las entidades corporativas y los socios comerciales blancos involucrados en el festival usaron la "n-word". Y si bien el relato de Lawrence ofrecía una explicación de lo que había pasado con el festival, su historia no pudo ser corroborada, con lo cual el Amsterdam News, la única publicación en difundir sus denuncias, concluía que "los intentos de confirmar las denuncias de Lawrence no fueron concluyentes". Según el New York Amsterdam News, por pedido de los funcionarios Charles Rangel y Shirley Chisholm, el caso de Lawrence fue llevado a la Fiscalía de Nueva York, pero el caso finalmente fue abandonado.
Lawrence intentaría revivir el Harlem Cultural Festival una vez más. En 1974, trató de rebautizar el festival como International Harlem Cultural Festival, pero los conciertos nunca tuvieron lugar.
A lo largo de su vida, Tony Lawrence era un enigma, un misterio incluso para aquellos que trabajaban cerca de él. "Nosotros decíamos: ‘¿Dónde está Tony? No vemos a Tony hace semanas. ¿Dónde está?’", dice Zerkin, asistente de Lawrence en el Parks Department en 1967. "Y después aparecía, y nunca sabías en qué había estado".
Durante los ochenta, Lawrence cada tanto aparecía en clubes nocturnos locales, y actuó en producciones locales como Mama, I want to Sing!, antes de desaparecer de la vida pública. Si bien varias personas asociadas con el festival parecen pensar que Lawrence falleció, Rolling Stone no pudo encontrar ninguna confirmación de la muerte de Lawrence ni información alguna de su paradero.
A pesar de haber sido la fuerza impulsora y el organizador responsable del Harlem Cultural Festival, Lawrence se enemistó con muchas de las personas involucradas en la serie. "[Mi padre] no hablaba [de Lawrence] de manera favorable", dice Ava Seavey, hija de Hal Tulchin.
El film propuesto por Tulchin sufrió el mismo destino de Lawrence. Luego de que un par de especiales en la televisión local transmitieran porciones de la programación musical del Harlem Cultural Festival a fines de los sesenta, Tulchin, quien registró derechos para una película bajo el nombre Harlem Festival en julio de 1969, no logró firmar ningún contrato importante para un documental. Durante varias décadas, las cintas permanecieron en el sótano de la casa familiar de los Tulchin en Westchester. Luego, hacia el final de su vida, Tulchin consideró una serie de ofertas con directores aclamados como Alex Gibney y Robert Gordon. Pero debido a una serie de razones financieras, creativas y personales, Tulchin se bajaba de los contratos a último minuto, lo cual frustraba a quienes lo rodeaban.
Las imágenes de Tulchin del Harlem Cultural Festival, filmadas a color en cintas de alta resolución de dos pulgadas, se han transformado en una suerte de santo grial, algunos de cuyos fragmentos más extraordinarios se filtraron con los años. (En 2005, Sony lanzó una porción del histórico set de Simone, incluyendo versiones de su destacado "To Be Young, Gifted, and Black", entonces aún inédito). "Para conseguir un contrato, no tuve que mostrarle las imágenes a mucha gente", dice Seavey, quien, en un momento, estuvo a punto de conseguir un contrato para las cintas de su padre. "Cualquiera que haya visto las imágenes se volvió loco con ellas. Espero que algún día salgan a la luz".
Ahora, más de 50 años después del Harlem Cultural Festival, se está produciendo un largometraje cuyo estreno está programado para el año que viene. Antes de su muerte, Tulchin firmó un contrato en el que le daba la potestad de sus atesoradas imágenes a un abogado de la industria del entretenimiento llamado Robert Fyvolent.
Mientras tanto, el show homenaje conducido por Talib Kweli que tendrá lugar este mes en Harlem echará algo de luz sobre las implicancias políticas del festival del ‘69. "El show es acerca de promover el tipo de orgullo y unidad de la comunidad negra que también se promovía en 1969", dice Igmar Thomas, el director musical del espectáculo, que ya trabajó con Lauryn Hill, Nas y Kamasi Washington. "Son cosas que se pueden volver a promover, considerando el contexto, ya sea que quieras hablar del activismo alrededor de las fuerzas policiales, o los campos de concentración literales que hay en la frontera, o el aborto. Queremos reunirnos para mostrar que somos más que ellos".
La productora del recital Angela Gil, quien trabaja junto a Neal Ludevig, curador y co-productor del 50° Aniversario del Woodstock Negro, quiere asegurarse que se cumpla el sueño original de Lawrence de llevar el Harlem Cultural Festival a todo el país. El show del SummerStage, que tendrá lugar en el Marcus Garvey Park, cerca de donde fue el concierto original, funcionará como el lanzamiento de Future x Sounds, una gira nacional que mezcla arte y activismo, con espectáculos conducidos por Lalah Hathaway y James Poyser.
De algún modo, Gil, Thomas y Ludevig están respondiendo a la misma urgencia alguna vez planteada por Raymond Robinson del Amsterdam News. En su columna de octubre del ‘69, Robinson se preguntaba si el festival alguna vez contaría con el merecido reconocimiento del mainstream. "Es la esperanza de este crítico", decía, "al igual que de cientos de miles de negros del país, que este tipo de emprendimiento siga creciendo y multiplicándose, para que el hombre negro pueda encontrar su lugar en la estructura económica de la industria del entretenimiento de este país".
Por Jonathan Bernstein
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