El viaje de vuelta de un enigmático David Bowie
David Bowie abandonó la vanguardia antes de que la vanguardia lo abandonara a él. Tras ese regreso cargado de melancolía de 2013 (The Next Day) que sirvió para que se despejaran las dudas con respecto a su estado de salud, el Duque Blanco retomó la senda de la producción discográfica periódica. Y la producción artística en general: coescribió el musical Lazarus (basado en El hombre que cayó a la Tierra, film de 1976 por él protagonizado) que se estrenó en diciembre en el off Broadway y de allí se desprendió una de las siete canciones de su 25° álbum de estudio.
La salida del disco, anteayer, coincidió con su cumpleaños 69 y su nombre tiene una particularidad: Blackstar es su seudónimo (y es el tema que abre la obra) y la estrella negra que ilustra la tapa es su único título. Si su colaborador histórico, el productor Tony Visconti, se encargó en las semanas previas de preparar el terreno para una escucha dirigida, la llegada del nuevo Bowie a nuestros oídos se encargó de derribar el castillo de naipes: no es un disco de jazz aunque sí está tocado por músicos de jazz; no es un disco de rock pero tiene más rock que los que alardean con llevar el estilo de vida que esas cuatro letras encierran.
Es que son tiempos de declaraciones ampulosas, redes sociales nerviosas y, sobre todo, muy ansiosas. Pero esa voz quebradiza que no esconde la fragilidad de su presente nos llega con el aroma de su historia, con el peso de una discografía brillante y, sobre todo, con la intención de restablecer relaciones con un mundo que, observa, se deshilacha a diario pero que sigue necesitando del arte tanto como del agua.
"En el día de la ejecución sólo las mujeres sonríen", canta un Bowie oscuro, misterioso en la inicial "Blackstar". Es un maestro de ceremonias que nos invita a iniciar un viaje cosmogónico, a perdernos en su universo. Hay que superar los primeros cuatro minutos, ese desvarío inicial que incomoda y sorprende. Tras él deviene la luz del día. El Duque Blanco se revela ya no como una estrella de pop o de cine sino sólo como una estrella negra. "No soy una estrella de Marvel", dirá, pero para muchos de nosotros es nuestro súper héroe favorito.
Con "Tis a Pity She Was a Whore" DB tira de la cuerda hasta dejarla lo más tensa (im)posible. Una batería que parece haber escapado de los 90 se reúne con unos saxos que arremeten con el ímpetu del free jazz. La voz de Bowie se cuela entre ellos, aparece y se aleja como un instrumento solista que espera su momento para brillar. La canción ya había sido mostrada por su autor en un simple de 2014 pero esta versión suena más contundente, definitiva. Locamente avant-garde. La letra es otra referencia al teatro que tanto apasiona a su autor y alude a la pelea entre una prostituta y su ocasional cliente: "ella me pegó como un hombre", confiesa.
De "Lazarus" podríamos sospechar a primera escucha que es una típica canción de Bowie, con drama, una letra sugestiva ("Mirá acá arriba, estoy en el cielo, tengo cicatrices que no pueden ser vistas") y un increscendo de historia y música con un final casi abrupto, inesperado. La atmósfera jazzy nos recuerda que aquí los músicos no vienen del rock, así como en la siguiente, "Sue (Or in a Season of Crime)" ("En una temporada de crimen nadie necesita expiar") algo de ese acid jazz de los 90 se derrama en un pocillo con mezcla instantánea de trip-hop.
En "Girl Loves me" el misterio vuelve a gobernar, pero aquí no tanto por su ropaje pop y el eco que persigue a la voz de Bowie, sino por la letra que se mueve entre el léxico de La naranja mecánica y un antiguo argot de la comunidad gay de Londres de los años 50 del siglo XX.
Si Bowie suscribe al principio beatle de que cada canción es un mundo, este álbum es una buena prueba de ello. Más allá de haberse empecinado con una sonoridad y un color en particular, con esos saxos expropiados del free jazz pero que no llegan a inspirar naturalidad, Blackstar es un muy buen disco. Y tal vez el fin de una época, como sugiere "Dollar Days". Aquí la melancolía del disco anterior vuelve a arremeter. Es el recuerdo del alma pop de un Bowie que parece recobrar la memoria. Ya en el cierre, con "I’ Can’t Give Everyting Away" no tiene piedad en admitir que ya no puede darlo todo. Ese ser que cayó a la Tierra intenta aquí iniciar el viaje de vuelta. Sin embargo, los pasajeros somos nosotros.
David Bowie
Blackstar: Tis a Pity She Was a Whore, Lazarus, Sue (Or in a Season of Crime), Girl Loves Me, Dollar Days yI Can’t Give Everything Away, y otros. (Sony Music)
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